1ª DE CORINTIOS

Fue escrita por Pablo a la iglesia en Corinto durante su tercer viaje misionero. Esta iglesia estaba plagada de problemas de conducta cristiana. Pablo enfatizó la necesidad de los corintios de crecer en *santidad: el desarrollo continúo de un carácter santo y piadoso.
La iglesia de Corinto tenía algunos judíos, pero más gentiles, y el apóstol tuvo que luchar con la superstición de unos y la conducta pecaminosa de otros. La paz de esta iglesia era perturbada por falsos maestros que saboteaban la influencia del apóstol. Resultaron dos bandos: uno que defendían celosamente las ceremonias judías, el otro que se permitía excesos contrarios al evangelio, a los cuales eran llevados, especialmente, por la lujuria y los pecados que los rodeaban.
Esta epístola se escribió para reprender la conducta desordenada, de lo cual se había informado al apóstol, y para aconsejar acerca de algunos puntos sobre los que los corintios solicitaron su juicio. De modo que, el alcance era doble.
1. Aplicar remedios apropiados a los desórdenes y abusos que prevalecían entre ellos.
2. Dar respuesta satisfactoria a todos los puntos sobre los cuales se deseaba su consejo.
El discurso es muy notable por la mansedumbre cristiana, si bien es firme, con que escribe el apóstol, y por ir desde las verdades generales directamente a oponerse a los errores y mala conducta de los corintios. Expone la verdad y la voluntad de Dios acerca de diversas materias con gran fuerza argumentativa y animado estilo.
BOSQUEJO SUGERIDO DE 1 CORINTIOS
Saludo (1.1–3)
I. Reprensión: El informe del pecado (1.4–6.20)
A. Divisiones en la iglesia (1.4–4.21)
1. No vivir conforme a su norma (1.4–16)
2. No comprender el evangelio (1.17–2.16)
3. No comprender el ministerio (3.1–4.21)
B. Disciplina en la iglesia (5)
C. Disputas en las cortes (6.1–8)
D. Contaminación en el mundo (6.9–20)
II. Instrucción: Respuesta a las preguntas (7–16)
A. Con respecto al matrimonio (7)
B. Con respecto a los ídolos (8–10)
1. El ejemplo de Cristo (8)
2. El ejemplo de Pablo (9)
3. El ejemplo de Israel (10)
C. Con respecto a las ordenanzas de la Iglesia (11)
D. Con respecto a los dones espirituales (12–14)
1. Origen y propósito de los dones (12)
2. Uso de los dones en amor (13)
3. Principios de la adoración espiritual (14)
E. Con respecto a la resurrección (15)
1. Pruebas de la resurrección (15.1–34)
2. Proceso de la resurrección (15.35–49)
3. Programa para la resurrección (15.50–58)
F. Con respecto a la ofrenda (16.1–12)
Despedida (16.13–24)
NOTAS PRELIMINARES A 1 CORINTIOS
I. LA CIUDAD
Sin cuestionamiento, Corinto era la ciudad más importante de Grecia. Era la capital de la provincia romana de Acaya y estaba idealmente situada en la ruta más importante del imperio para viajar del este al oeste. Cuarta en tamaño entre las grandes ciudades del Imperio Romano, Corinto era notoria por su comercio, cultura y corrupción. Todo el mundo sabía lo que era una «muchacha corintia», y una «fiesta corintia» era lo máximo en lujo y desenfreno. Corinto era la sede de la adoración a Venus y de algunos de los cultos de misterio de Egipto y Asia.
II. LA IGLESIA
Pablo visitó Corinto en su segundo viaje misionero, después que se enfrentó a lo que parecía un fracaso en la culta Atenas (Hch 18.1–17). Había hecho amistad con dos judíos que hacían tiendas, Aquila y Priscila, y se quedó año y medio en Corinto. Discutía con los judíos en la sinagoga, semana tras semana, y Silas y Timoteo se le unieron después que terminaron su ministerio en Berea. El dirigente de la sinagoga se convirtió y Pablo lo bautizó (Hch 18.8, Véanse también 1 Co 1.14–16). Cristo estimuló a Pablo de manera especial para que se quedara en Corinto (Hch 18.9); después de año y medio salió hacia Éfeso. Dejaba atrás una iglesia bien dotada de cosas espirituales (1 Co 1.4–7), pero muy tentada por la sabiduría del mundo y la impiedad de la misma ciudad.
III. LA CORRESPONDENCIA
Pablo se quedó tres años en Éfeso (Hch 19.1). Es muy probable que hizo una segunda visita a Corinto (Véanse 2 Co 13.1) para corregir algunos de los problemas que había allí. Una vez de regreso en Éfeso les escribió una carta severa acerca de la fornicación (Véanse 1 Co 5.9), pero esta carta se ha perdido. Entonces, la iglesia de Corinto le escribió una carta a Pablo, que quizás enviaron con Estéfanas, Fortunato y Acaico, quienes eran miembros de la iglesia (1 Co 16.17). Esta carta formulaba varias preguntas importantes acerca de la doctrina y la práctica, y Pablo las responde (así como los reprende por sus pecados) en 1 Corintios. (Note 1 Co 7.1; 8.1; 11.17.) También les envió a Timoteo para ayudar a los líderes a unificar y purificar la iglesia (Hch 19.22; 1 Co 4.17; 16.10–11). Es muy probable que los tres cristianos corintios mencionados en 1 Corintios 16.17 llevaron la epístola de regreso con ellos.
Timoteo volvió a Pablo con noticias de que la iglesia había recibido la carta, pero que algunas cosas todavía andaban mal. Pablo entonces envió a Tito a Corinto para lograr que los creyentes obedecieran sus órdenes apostólicas (2 Co 7.13–15). Tito luego habló con Pablo (2 Co 7.6–7) con las buenas noticias de que habían disciplinado al ofensor (1 Co 5) y que la iglesia había obedecido las instrucciones de Pablo. Fue entonces que Pablo escribió, junto a Timoteo (2 Co 1.1), para elogiar a la iglesia y animarles a seguir avanzando y concluir la buena obra. Tito llevó esta carta a Corinto y esperó allí para ayudar a la iglesia a recoger su parte de la ofrenda para los santos pobres de Jerusalén (2 Co 12.17–18 y 8.6). Pablo hizo una visita final a Corinto (Hch 20.1–4).
Pablo tenía dos propósitos básicos al escribir 1 Corintios: (1) reprender a los cristianos corintios por los pecados flagrantes que se permitían en la iglesia (1–6); y (2) responde a sus preguntas respecto a la vida y doctrina cristianas. Recibió informes de los familiares de Cloé (1.11) y también de Estéfanas, Fortunato y Acaico acerca del pecado (16.17). Su visita a la ciudad desde Éfeso le dio información de primera mano acerca de las divisiones y disputas en la iglesia. Ninguna carta del NT analiza con más fuerza los problemas de la iglesia local y tal vez ninguna carta del NT es más descuidada hoy.
AUTOR.
La atribución de estas cartas 1ª y 2ª de Cor. a Pablo está abundantemente atestiguada después del primer siglo. Clemente de Roma, la Didaché, Ignacio, Policarpo, Hermas, Justino Mártir, dan todos ellos testimonio de su autenticidad; Ireneo la cita más de 60 veces; Clemente de Alejandría, 130; Tertuliano, alrededor de 400 veces.
El Canon de Muratori sitúa 1ª Corintios en el encabezamiento de las epístolas de Pablo. Una buena cantidad de pruebas internas confirman que el apóstol es ciertamente el autor (cp. 1 Co. 1:1; 3:4, 6, 22; 16:21).
Toda la epístola se corresponde con el relato de Hechos y con lo que conocemos de una parte de la iglesia y de la ciudad de Corinto, y por otra de la vida y de las enseñanzas de Pablo.
NOMBRE COMO PRESENTA A JESÚS. 1ª Cor. 15: Nuestra Resurrección.

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I. ELOGIO: SU POSICIÓN EN CRISTO (1.1–9)

De la manera más discreta Pablo inició su carta recordándoles las bendiciones maravillosas que los creyentes tenían en Cristo. Él lo hace antes de reprenderles por su pecado, porque estaban viviendo por debajo de sus privilegios como cristianos. No andaban de una manera digna de su llamamiento en Cristo (Ef 4.1). Pablo hace una lista de las bendiciones espirituales que estaban ignorando y que así se privaban de poder espiritual.
A. LLAMADOS POR DIOS (V. 2).
Esto significa que eran santificados (apartados) y miembros del grupo elegido: ¡la Iglesia! No vivían como santos, sino que ¡eran santos!
B. LA GRACIA DE DIOS (VV. 3–4).
La gracia significa que Dios nos da lo que no merecemos; misericordia quiere decir que Dios no nos da lo que merecemos. Esta gracia viene mediante Cristo por la fe.
C. DONES DE DIOS (VV. 5 Y 7).
En los capítulos 12–14 Pablo habla de los dones espirituales, pero es evidente que los corintios eran abundantemente bendecidos con dones espirituales, en especial el de lenguas (Véanse 14.26). También estaban enriquecidos con conocimiento. Sin embargo, con todos los dones y conocimiento, les faltaba amor (13.1–3) y no podían llevarse bien los unos con los otros. Los dones espirituales no ocupan el lugar de las gracias espirituales.
D. TESTIMONIO PARA DIOS (V. 6).
Todo lo que Pablo dijo que Cristo podía hacer por ellos se realizó en sus vidas. La Palabra de Dios se hizo realidad en sus vidas.
E. ESPERANZA DE DIOS (VV. 7–9).
Esperaban que Cristo volviera, pero no vivían a la luz de su venida (1 Jn 2.28). Aunque los corintios eran pecadores en la tierra, Dios podría presentarlos irreprensibles en el cielo. No debemos usar este pasaje como excusa para el pecado; más bien debe verse como un estímulo de que Dios es fiel incluso si nosotros le fallamos.

II. ACUSACIÓN: SU ESTADO PECADOR COMO CRISTIANOS (1.10–16)

Ahora que con buen tacto los ha elogiado, Pablo se dedica a hablar de sus pecados, atendiendo primero la cuestión de las divisiones en la iglesia. Las tristes noticias de sus «divisiones» le habían llegado por los familiares de Cloé y también los amigos que los habían visitado (16.17, 18). ¿Por qué las malas noticias de los problemas de la iglesia se difunden tan rápido, mientras que tal parece que las buenas nuevas del evangelio nunca se esparcen así? Había divisiones y contiendas en la iglesia (3.3; 11.18; 12.25), ¡incluso en relación a la Cena del Señor! (11.20–34). Pablo les suplica que estén «perfectamente unidos» (1.10), que en el griego es un término médico que significa arreglar un hueso que se ha roto o dislocado. Dondequiera que los cristianos no se lleven bien los unos con los otros, el cuerpo de Cristo sufre.
Pablo explica por qué estaban divididos: tenían sus ojos puestos en los hombres en lugar de tenerlos fijos en Cristo. Confiaban en la sabiduría de hombres (2.5); se gloriaban en las obras de hombres (3.21); y comparaban un siervo con otro y se jactaban respecto a hombres (4.6). En el capítulo 3 Pablo demuestra que esta infatuación respecto a hombres era señal de una vida carnal, evidencia de que estos «corintios espirituales» eran en realidad bebitos en Cristo.
Había cuatro facciones en la iglesia. Un grupo seguía a Pablo, y aquí tal vez predominaban los gentiles debido a que él era el apóstol a los gentiles. Otro grupo seguía a Apolos, el erudito orador (Hch 18.24–28), probablemente debido a que les encantaba su elocuencia al hablar. El tercer grupo, a lo mejor judíos, se inclinaba hacia Pedro, el apóstol a los judíos (Gl 2.7), y el cuarto grupo trataba de demostrar que era más espiritual que el resto diciendo que seguían «sólo a Cristo» y rechazando a los líderes humanos. Pablo explica que Cristo no está dividido; que todos somos parte de un cuerpo (12.12–31). Cristo, no los líderes humanos, murió por nosotros; y somos bautizados en el nombre de Cristo, ¡no en el nombre de ningún líder humano! Pablo avanza para decir que se siente contento de no haber bautizado a muchos creyentes en Corinto, para que la división no empeorara.
Los compañeros de Pablo en el ministerio eran los que bautizaban, puesto que su llamamiento era a evangelizar. Este hecho no minimiza el bautismo de ninguna manera. Imagínese qué difícil sería que uno de los evangelistas de hoy dedicara el tiempo para examinar a los candidatos y bautizarlos. (La palabra «envió» en 1.17 es el término griego que significa «enviado con una comisión especial».) Hechos 18.8 nos informa que muchos de los corintios creyeron y fueron bautizados, de modo que Pablo en efecto practicaba el bautismo en agua.

III. EXPLICACIÓN: LA RAZÓN PARA LAS DIVISIONES (1.17–31)

Los creyentes corintios estaban divididos y no vivían a la altura de su posición en Cristo porque:
(1) mezclaban el evangelio con la sabiduría del mundo, y:
(2) se gloriaban en los hombres y confundían el significado del ministerio del evangelio.
En los capítulos 1–2 Pablo se refiere a la sabiduría del mundo en contraste con la sabiduría de Dios, y en estos versículos da siete pruebas para mostrar que el evangelio es suficiente para toda persona.
A. LA COMISIÓN DE PABLO (V. 17).
Pablo fue enviado para predicar sólo el evangelio, no el evangelio más filosofías humanas. ¡Cómo debemos guardarnos de mezclar alguna otra cosa con el evangelio!
B. LA EXPERIENCIA PERSONAL (V. 18).
La iglesia de Corinto había experimentado personalmente el poder del evangelio.
C. LAS ESCRITURAS (VV. 19–20).
Pablo cita de Isaías 19.12, 29.14 y 33.18 para probar que Dios no necesita la sabiduría del mundo; es más, ¡Él la destruirá!
D. LA HISTORIA HUMANA (VV. 20–21).
Con toda su «sabiduría» el mundo no fue capaz de encontrar a Dios o la salvación. Cuando trazamos la historia humana descubrimos al hombre adquiriendo más y más conocimiento, pero menos y menos sabiduría real, especialmente respecto a las cuestiones espirituales. Repase Romanos 1.18–32 para ver cómo el mundo se alejó de Dios. ¡El plan de Dios era tan simple y único, que al mundo le parecía una necedad! Dios salva a los que creen lo que Él dice acerca de su Hijo.
E. EL MINISTERIO DE PABLO (VV. 22–25).
Pablo había predicado a judíos y gentiles por todo el mundo romano. Sabía que los judíos buscaban señales milagrosas y los griegos sabiduría filosófica. Pero Dios pasó por alto ambas cosas para que la salvación fuera accesible mediante el Cristo crucificado. Este mensaje del Cristo crucificado era tropezadero para los judíos, cuya idea del Mesías era muy diferente; para los griegos locura, porque parecía contraria a sus sistemas filosóficos. Pero Pablo vio que la «locura del evangelio» era poder y sabiduría de Dios para los llamados, sean judíos o gentiles. Cristo es nuestra sabiduría y poder; Él es todo lo que necesitamos.
F. SU LLAMAMIENTO (VV. 26–29).
«Si Dios necesita la sabiduría y la gloria del hombre», dice Pablo, «¿por qué los llamó a ustedes?»
No había muchos poderosos en la iglesia en Corinto, ni muchos nobles o gente sabia según el mundo.
Sin embargo, ¡Dios los salvó! Es más, Dios deliberadamente esconde su verdad del «sabio y entendido» y la revela al humilde. Reflexione en la historia de la Biblia y recordará cómo Dios llamó a los «don nadie» de la historia y los transformó en grandes líderes: Abraham, Moisés, Gedeón, David, etc.
G. LA SUFICIENCIA DE CRISTO (VV. 30–31).
Todo santo está «en Cristo Jesús» (v. 30) y Cristo es para todo santo todo lo que necesita. Cuando se trata de cosas espirituales no necesitamos de la sabiduría o poder del hombre, porque tenemos a Cristo. Él es nuestra redención, nuestra justicia, nuestra sabiduría, nuestro todo. Añadir alguna cosa a Cristo o a su cruz es disminuirlo tanto a Él como a su obra y robarle su poder.
Siempre que los cristianos quitan sus ojos de Cristo y empiezan a depender, confiar o glorificar al hombre, causan divisiones. Tales divisiones privan a la iglesia de su poder.

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En este capítulo Pablo continúa su consideración del evangelio y la sabiduría de los hombres. En Corinto había cristianos que admiraban la sabiduría de los hombres (tal vez lo estimulaba la oratoria de Apolos) y pensaban que la iglesia estaría mucho mejor si usaba la sabiduría y la filosofía para ganar personas antes que el simple y despreciado mensaje de la cruz.

I. LOS DOS MENSAJES QUE PABLO PREDICABA (2.1–8)

A. EL EVANGELIO.
Cuando Pablo vino a Corinto fue debido a lo que parecía ser una derrota en Atenas (Hch 17.32–34), donde les habló a los filósofos griegos pero ganó a pocos. Esta experiencia, encima de su convicción de que solamente el sencillo evangelio es el poder de Dios, guió a Pablo a ministrar en Corinto con temor y temblor. No usó palabras persuasivas (seductoras) de orador o filósofo; simplemente predicó en el poder del Espíritu. Anhelaba que los creyentes pusieran su fe en Dios y no en la gente. Es triste cuando los pastores o los evangelistas hacen convertidos para sí mismos y no le enseñan a la gente a andar sólo con Cristo. Qué triste es cuando los cristianos tienen que apoyarse en otros creyentes y nunca aprenden a caminar por sí mismos. En el capítulo 3 Pablo llama «niños en Cristo» a estos creyentes (v.1–4).
B. EL MISTERIO.
Pero Pablo no se detenía con una simple declaración del evangelio, importante como era. También enseñaba una profunda sabiduría de Dios a los que eran más maduros en la fe. Triste como suena, ¡había muy pocos de estos en Corinto! Estas personas tenían sus ojos en los líderes humanos, se comparaban a hombres y no crecían en la Palabra. En la iglesia local es necesario que el pastor y los maestros declaren el evangelio a los perdidos, pero también es importante que enseñen la sabiduría de Dios a quienes están madurando en la fe.
Es imposible edificar una iglesia fuerte predicando el evangelio solo; también tiene que haber la enseñanza del plan y del «misterio» de Dios. (Un misterio es una verdad oculta en las edades pasadas, pero revelada por el Espíritu a quienes pertenecen a la familia de Dios. Es un «secreto de familia», conocido solamente por sus miembros, no los extraños.) Por supuesto, el misterio que Pablo enseñó en Corinto era el programa de Dios para la edad presente, según queda bosquejado en Efesios 2–3: que el judío y el gentil son «uno en Cristo» por la fe y constituyen un solo cuerpo que es la Iglesia. Este misterio, o sabiduría oculta de Dios, nunca lo pudieron conocer los «príncipes de este siglo», porque se comprende únicamente mediante la acción del Espíritu.
Muchos cristianos profesantes ¡en realidad no comprenden el propósito de Dios para esta edad! Es por eso que nuestras iglesias todavía están atiborradas con «antigüedades» del AT que no pertenecen a esta edad.
En los capítulos 1 y 2 Pablo ha contrastado la sabiduría de este mundo con la sabiduría de Dios:
SABIDURÍA DE ESTE MUNDO SABIDURÍA DE DIOS
1. Sabiduría de palabras (1.17; 2.4)
1. Sabiduría de poder, no sólo de palabras (2.4–5)
2. Palabras de hombre (2.4) 2. Palabras del Espíritu (2.13)
3. Espíritu del mundo (2.12) 3. El Espíritu de Dios (2.12)
4. Locura para Dios (1.20) 4. Locura para los hombres (2.14)
5. El filósofo (1.20) 5. El predicador (1.31; 2.4)
6. Ignorancia (1.21) 6. Conocimiento de Dios (2.12)
7. Conduce a condenación (1.18) 7. Conduce a la gloria (1.18; 2.7)

II. LOS DOS ESPÍRITUS EN EL MUNDO HOY (2.9–13)

A. EL ESPÍRITU DE ESTE MUNDO (2.12).
Satanás es sin duda el espíritu que energiza el mundo de hoy (Ef 2.1–3). Les ha dado a los perdidos la «sabiduría» que infla sus egos y ciega sus entendimientos; les ha alejado de las verdades sencillas de la Palabra de Dios. Los grandes centros de educación de hoy no quieren la Biblia; rechazan la deidad de Cristo y la necesidad de salvación por medio de la cruz. Esta ignorancia llevó a los hombres a crucificar a Cristo y los hombres (incluso los hombres de «estudio») le han estado crucificando desde entonces.
B. EL ESPÍRITU DE DIOS.
Nunca debemos olvidar que el Espíritu Santo es el que nos enseña las cosas de Dios. En el versículo 9 Pablo se refiere a Isaías 64.4 y afirma que Dios ha preparado cosas maravillosas para sus hijos, aquí y ahora.
¡Dios ha preparado estas cosas para nosotros hoy! ¿Cómo Dios nos las revela? Por medio de su Espíritu (v. 10). Así como el espíritu del hombre comprende lo que los demás nunca sabrán, así el Espíritu de Dios comprende la mente de Dios y nos revela estas verdades por medio de la Palabra. Dios quiere que sus hijos estén en el conocimiento y no en la oscuridad. Es por eso que nos ha dado la Palabra de Dios y el Espíritu para enseñarnos.
Nótese que el Espíritu nos enseña con palabras (v. 13). Aquí tenemos la inspiración verbal de la Biblia: las mismas palabras que el Espíritu da. «Acomodando lo espiritual a lo espiritual» (v. 13) también puede traducirse «combinando las cosas espirituales con palabras espirituales» o «explicando cosas espirituales a personas espirituales». En cualquier caso, se expresa con claridad de que la Biblia es la Palabra de Dios que da el Espíritu de Dios. O bien confiamos en la Palabra de Dios, que el Espíritu de Dios enseña, o en las palabras de los hombres.

III. LAS DOS CLASES DE PERSONAS EN EL MUNDO DE HOY (2.14–16)

A. EL HOMBRE NATURAL.
Este es el inconverso, el que pertenece al mundo y está contento allí. No puede recibir las cosas del Espíritu (la Palabra) porque no tiene discernimiento espiritual; no tiene el Espíritu morando en su entendimiento ni en su cuerpo. A decir verdad, ¡las cosas del Espíritu le parecen locura! Pablo afirma en 1.23 que los griegos pensaban que el evangelio era locura. Los griegos eran grandes filósofos, pero su filosofía no podía explicar a un Dios que murió en una cruz o, en el mismo sentido, un Dios que tan siquiera se preocupe por la gente. Sus dioses no estaban interesados en los problemas de los mortales y la actitud griega hacia el cuerpo del hombre era tal que no podían concebir a Dios viniendo en carne humana.
B. EL HOMBRE ESPIRITUAL.
Este es el creyente controlado por el Espíritu. (En el próximo capítulo Pablo analizará al cristiano controlado por la carne, el hombre carnal.) El hombre espiritual es un hombre de discernimiento y es capaz de juzgar y evaluar las cosas con la perspectiva de Dios. Esto es verdadera sabiduría. La gente del mundo tiene mucho conocimiento, pero le falta sabiduría espiritual. Podemos parafrasear el versículo 15 y decir: «La persona espiritual comprende las cosas del Espíritu y tiene sabiduría, pero la persona del mundo no puede entender a la persona espiritual». Para el incrédulo ¡somos un acertijo!
La persona espiritual tiene la mente de Cristo (Véanse Flp 2). Esto quiere decir que el Espíritu, a través de la Palabra, ayuda al creyente a pensar como Jesús piensa. Es algo asombroso decir que ¡los seres humanos poseen la misma mente de Dios! A través de los años los cristianos espirituales han predicho cosas que la gente del mundo pensó que jamás podrían pasar, pero que en efecto sucedieron.
El santo de mente espiritual comprende más acerca de los asuntos de este mundo a partir de su Biblia que los líderes del mundo comprenden a partir de su perspectiva humana.
En estos dos capítulos Pablo ha enfatizado el mensaje del evangelio y advierte que no debemos mezclarlo con sabiduría o filosofía humana. En los próximos dos capítulos se referirá al ministerio del evangelio y mostrará que debemos apartar nuestros ojos de la gente y fijarlos sólo en Cristo.

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En los capítulos 3 y 4 Pablo analiza el ministerio del evangelio, nos dice lo que es un ministro del evangelio y lo que hace, y cómo la iglesia debe mirarlo a él y a su obra. Es triste que tenemos tales extremos hoy: algunas iglesias «deifican» a sus ministros, en tanto que otros los «desprecian» y no quieren respetarlos. En estos dos capítulos Pablo muestra seis cuadros de los siervos de Cristo, tres en el capítulo 3 y tres en el capítulo 4.

I. UN SIERVO PARA LOS DEMÁS (3.1–5)

La palabra «servidores» aquí es la misma de la cual obtenemos nuestra palabra «diácono», y significa «un siervo». Durante dieciocho meses Pablo fue el siervo de Cristo en Corinto, alimentando a la gente con la Palabra, disciplinándolos, animándolos y ayudándolos a ganar a otros. Si había problemas en la iglesia, no era culpa de Pablo; era culpa de ellos por ser cristianos tan inmaduros. Eran niños en Cristo y no podían recibir la vianda sólida de la Palabra, las verdades más profundas de las Escrituras (Heb 5.11–14) respecto al ministerio celestial de Cristo como sumo Sacerdote. ¡Tenía que alimentarlos con leche! Discutían como niños pequeños y se dividían en grupos siguiendo a líderes humanos. Lea Santiago 3.13–4.17 para ver el porqué hay guerras y divisiones en la iglesia.
Un verdadero pastor debe ser un siervo. Debe tener la mente de siervo (Flp 2) y estar dispuesto a poner a Cristo primero, a otros en segundo lugar y a sí mismo en último lugar. ¡Eso no siempre es fácil!
Debemos orar por nuestros líderes espirituales para que Dios les dé gracia y fortaleza al ser siervos de otros.

II. UN SEMBRADOR DE LA SEMILLA DEL EVANGELIO (3.6–9)

Pablo ahora cambia la imagen; deja a la familia y toma la de un campo: describe al ministro como un agricultor que trabaja en el campo. La semilla es la Palabra de Dios (nótese la parábola del sembrador en Mt 13.1) y los corazones de las personas son los diferentes tipos de terrenos. La iglesia local es un «huerto espiritual» donde el pastor actúa como el agricultor (nótese en el v. 9: «vosotros sois labranza [huerto] de Dios»).
En cualquier hacienda se necesitan muchos obreros diferentes. Uno prepara el terreno; otro planta la semilla; un tercero desyerba; y un cuarto cosecha. Pero todos tienen parte en la cosecha y cada uno recibe su paga. «¡Qué insensato que ustedes comparen a un trabajador con el otro!», dice Pablo.
«¡Todos trabajamos juntos! Yo planté la semilla al fundar la iglesia de Corinto; Apolos vino luego y la regó con su predicación y ministerio; pero solamente Dios puede dar la cosecha. ¡Ni Apolos ni yo merecemos ninguna gloria! ¡No somos nada; Dios lo es todo!» La iglesia estaba dividida respecto a líderes humanos, pero Pablo dice en el versículo 8 que los trabajadores son uno en propósito y corazón; por consiguiente, la iglesia también debe ser una. ¡Qué trágico cuando los cristianos comparan a los pastores, evangelistas y maestros de la Biblia como la gente del mundo lo hace con los atletas o actores de cine! «Colaboradores» debe siempre ser nuestro lema y motivo. Debemos cuidarnos de que el terreno de nuestros corazones no se endurezca o enfríe, y sea incapaz de recibir la semilla de la Palabra.

III. UN CONSTRUCTOR DEL EDIFICIO DE DIOS (3.10–23)

Esta sección es uno de los pasajes más mal entendidos en toda la Biblia. Los católicos romanos lo usan para «probar» su doctrina del purgatorio, que el fuego purificará a las personas en la vida venidera y los hará aptos para el cielo; los modernistas lo usan para «probar» la salvación por las buenas obras; y muchos cristianos evangélicos lo interpretan como juicio a los cristianos individuales antes que a la edificación de la iglesia local. Mientras que este pasaje enseña que habrá un juicio de las obras de los creyentes en el tribunal de Cristo, la aplicación básica es a los obreros y pastores de las iglesias locales.
A la iglesia local se le compara con un edificio, o un templo, y el pastor es un constructor cuya responsabilidad es mantener los materiales en el templo de la mejor manera posible. Pablo era el constructor que Dios usó para colocar el cimiento en Corinto y ese fundamento era Cristo según se predica en el evangelio. Luego vino Apolos, quien edificó sobre ese fundamento y otros pastores le siguieron. «Pero cada uno debe fijarse cómo construye» (v. 10, NVI) es la advertencia de Pablo. Luego describe tres clases de obreros cristianos:
A. EL CONSTRUCTOR SABIO (V. 14).
El primer obrero usa materiales duraderos (oro, plata, piedras preciosas) y no las cosas baratas, sin brillo, del mundo (madera, heno, hojarasca). Este constructor procura honrar a Cristo empeñado en conseguir calidad que glorifique a Cristo y no cantidad que gane la alabanza de los hombres. Los constructores sabios usan la Palabra, oran y dependen del Espíritu; como resultado, su trabajo es duradero. Cuando el fuego pruebe su obra en gloria, ¡resistirá!
B. EL CONSTRUCTOR MUNDANO (V. 15).
El segundo constructor usa materiales que no pueden resistir la prueba. Este es el obrero cristiano que tiene prisa por reunir una multitud, pero no dedica el tiempo para edificar una iglesia. Los materiales proceden del mundo: madera, heno, hojarasca. Estos obreros no someten a prueba las profesiones de fe de las personas por medio de la Palabra para ver si en verdad han nacido de nuevo; simplemente las introducen en la iglesia y se regocijan de las grandes estadísticas. Cuando se pruebe este ministerio en la eternidad, se quemará. El obrero se salvará, pero no habrá recompensa. Como Lot, el obrero se salvará como por fuego.
C. EL DESTRUCTOR (V. 17).
Finalmente, el destructor no edifica a la iglesia sino que la derriba. La palabra «destruyere» en el versículo 17 significa precisamente eso. No se requiere ni talento ni inteligencia para derribar algo; incluso un niño (y los corintios eran como niños) puede hacerlo. Triste es decirlo, pero hay obreros cristianos cuyos ministerios egoístas destruyen a las iglesias locales en lugar de edificarlas. Dios les ha deparado un severo juicio.
Tenga presente que Pablo dice todo esto para enseñar a los cristianos corintios a que amen y respeten a sus pastores, y que oren por ellos, debido a que tienen esta tremenda tarea de edificar la iglesia local para la gloria de Dios. El cristiano que es un «seguidor del predicador» está ayudando a construir con madera, heno, hojarasca. El miembro de la iglesia que ama la Palabra, obedece la enseñanza que el pastor da de la Palabra y procura mantener el mejor nivel espiritual en su iglesia local al ayudar al pastor a construir con oro, plata y piedras preciosas. El tribunal de Cristo revelará que muchas iglesias grandes en realidad nunca tuvieron grandeza.
En 2.5 Pablo advierte a los corintios a no confiar en los hombres; ahora les advierte a no gloriarse en los hombres (vv. 18–23). A los cristianos inmaduros les encanta tomar de la luz de «grandes hombres». En los versículos 19 y 20 Pablo hace referencia a Job 5.13 y al Salmo 94.11. ¿Por qué debemos gloriarnos en la gente cuando en Cristo tenemos todas las cosas? Si Pablo o Apolos fueron de bendición para ellos, deben glorificar a Dios y no a los hombres. Todo lo que tenemos procede de Dios, aunque estas sean personas dotadas, las bendiciones de la vida o las cosas por venir. Y, si esas bendiciones vienen de Dios, debemos darle la gloria a Él y no a los hombres.
Es importante que los nuevos cristianos se den cuenta de su relación con la iglesia local y el pastor.
Como miembros de la familia (vv. 1–5) recibimos alimento y crecemos (Véanse Ef 4.1–16).
Como «parcelas» en el huerto de Dios (vv. 6–9) recibimos la semilla de la Palabra y llevamos fruto.
Como piedras vivas (vv. 10–15 y Véanse 1 P 2.4–8) ayudamos a que el edificio crezca y sea fuerte para la gloria de Dios. Las vidas que tenemos ayuda a determinar si la iglesia está edificando con oro, plata y piedras preciosas, o con madera, heno y hojarasca. El cristiano no debe glorificar al pastor, sino que debe respetarle y obedecerle así como él obedece al Señor (Véanse Heb 13.17).

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Pablo continúa en su análisis del ministerio dando otros tres cuadros del pastor:

I. ADMINISTRADOR DE LA RIQUEZA DE DIOS (4.1–7)

Un administrador no poseía nada; era un esclavo que manejaba la riqueza de su amo. Léase en Génesis 24 una descripción del mayordomo oriental que manejaba la riqueza de Abraham e hizo lo que este deseaba. Nótese también Lucas 12.35, 15.1–8, 16.12–27 y Mateo 25.14–30. El pastor es un siervo que administra. La palabra «administrador» en el versículo 1 literalmente significa «el esclavo que rema desde el nivel más bajo del barco». ¡Qué humildad tenía Pablo!
La responsabilidad del administrador es ser fiel al Amo y la del pastor es ser fiel en enseñar las cosas del Señor, especialmente las verdades que se relacionan con el misterio de la Iglesia. Será juzgado por su Amo de acuerdo a su fidelidad. Qué trágico es cuando los cristianos juzgan a diferentes obreros y los comparan unos con otros. En los versículos 3–5 Pablo presenta tres clases de juicios:
(1) el de la gente que no temía;
(2) el de uno mismo, y dice que «de nada tengo mala conciencia»; y:
(3) el de Dios, que es el único juicio verdadero.
Los corintios valoraban a diferentes siervos de Dios, los comparaban unos con otros y se autoevaluaban como muy espirituales. Pablo les dijo que eran carnales y que su juicio no significaba nada para el siervo espiritual de Dios. Un verdadero siervo de Dios es un administrador de Su riqueza y su única preocupación es agradar a Dios, no a los hombres. En el tribunal de Cristo Dios revelará los secretos y dará recompensas, y todo hombre recibirá su propia recompensa (3.8) y gloria de Dios (4.5). Vivir para la alabanza de los hombres es faltar a nuestra mayordomía.
En los versículos 6–7 Pablo resume todo el asunto: no debían ir más allá de la Palabra de Dios y tratar a los hombres de una manera diferente a la que prescribe la Escritura. Debían amar y honrar a sus líderes espirituales, y obedecerles al enseñar la Palabra; pero comparar un líder con otro, o darle gloria a uno más que a otro, era contrario a la Palabra de Dios y había que evitarlo. Al fin y al cabo Dios es el que hace a un creyente diferente a otro; todo don que el creyente tiene viene de Dios. ¿Quién se atreve a jactarse por un don recibido?

II. UN ESPECTÁCULO AL MUNDO (4.9–13)

El mundo y su sabiduría son contrarios a Cristo y a sus ministros. Pablo usa un poco de «sarcasmo cariñoso» aquí al decir: «Ustedes corintios se jactan el uno respecto al otro, y comparan a un hombre con otro, ¡como si fueran reyes en un trono! ¡Qué maravilloso debe ser reinar como reyes y mirar con desprecio a otros! Quisiera reinar junto con ustedes. Pero no, debo ser detestado como apóstol, un espectáculo para el mundo, un insensato por causa de Cristo».
La imagen verbal que pintó era familiar a la gente de sus días. Cuando un general victorioso regresaba de la guerra, se le daba un glorioso desfile por las calles de la ciudad. Para jactarse exhibía en el desfile a los nobles y generales capturados. Al final del desfile venían los soldados que iban a echar a las fieras en el circo. Pablo se comparó a sí mismo y a los demás apóstoles con estos soldados capturados, «como a sentenciados a muerte, por amor de Cristo» (vv. 9–10), ¡mientras que los cristianos corintios se jactaban a la cabeza del desfile!
¡Qué espectáculo debe ser para el mundo el verdadero siervo de Dios! Pablo podía haber sido un gran rabí judío, con autoridad y estimación; sin embargo, lo dejó todo por causa de Cristo (Flp 3) para padecer hambre, desnudez, peligro y muerte. El mundo no puede entender esta actitud y llama insensato a tal persona. Cuán culpables deben haberse sentido estos corintios cuando compararon su vida carnal a los sacrificios que Pablo y los demás apóstoles estaban haciendo. Pablo era un insensato; ellos eran sabios. Pablo era débil; pero ellos eran fuertes. Pablo era detestado por el mundo, pero ellos estaban cortejando a la sabiduría del mundo. Pablo llegó al punto de llamarse «la escoria del mundo, el desecho de todos» (v. 13).
Esta actitud de corazón debe ser también la de los siervos de Cristo hoy. Qué fácil es conformarse y vivir como el mundo, aceptando sus estándares y cortejando sus honores cuando deberíamos tener cuidado «cuando los hombres hablen bien de nosotros» (Véanse Lc 6.26).

III. UN PADRE ESPIRITUAL (4.14–21)

Jesús nos advierte que no debemos llamar «padre» a nadie en la tierra (Mt 23.9), sin embargo, de todas maneras es cierto que los que conducen almas a Cristo son, en cierto sentido, «padres» para ellos (Véanse 1 Ts 2.11). El apóstol Pablo fue su padre espiritual, puesto que les dio el evangelio y contribuyó a llevarlos a Cristo. Un pecador nace a la familia de Dios por el Espíritu (Jn 3.6) y la Palabra de Dios (1 P 1.23), pero Dios usa instrumentos humanos para traer a los pecadores al evangelio. Fue el «parto espiritual» de Pablo (Gl 4.19) lo que hizo posible la iglesia de Corinto.
Quizás los seguidores de Pablo fueron sus instructores, pero los corintios tenían solamente un padre espiritual; deberían por tanto haberle mostrado más respeto y escuchado su Palabra. Pablo les advirtió en cuanto al pecado, pero no habían escuchado. Ahora les enviaba a Timoteo para que les ayudara a resolver los problemas de su iglesia; Pablo mismo se hizo el propósito de ir si eso no daba resultado. La actitud de ellos determinaría si llevaría la vara paternal de corrección, o una palabra de elogio y aprobación. La historia nos dice que no escucharon a Timoteo, de modo que fue necesario que Tito fuera a Corinto.
Algunas veces en este capítulo encontrará la frase «envanecidos» en referencia a la actitud de superioridad y orgullo carnal de los corintios (vv. 6, 18; Véanse 5.2). ¿Qué los hacía «envanecerse»? ¿No era la levadura de pecado de su iglesia? (5.6). A medida que la levadura del pecado crecía, los inflaba a una falsa espiritualidad; por consiguiente, Pablo halló necesario darles una advertencia. Esta actitud «envanecida» a menudo se revela en las muchas palabras. «¡Pablo nunca volverá!», decían (vv. 18–19).
«¡Él escribe cartas duras y trata de asustarnos, pero nunca regresará!» «¡Cuidado!», advierte el apóstol. «¡Hablar es fácil! Cuando vaya quiero comprobar qué poder tienen esos cristianos y no cuánto hablan».
Un cristiano carnal con frecuencia es uno que se jacta, pero que no demuestra el Espíritu de Dios en su vida (Véanse 2.4).
Es cierto que Pablo se entristecía al escribir de esta manera a sus hijos espirituales, pero tenía que ser fiel. Así como los padres deben advertir y castigar a sus hijos, los «padres espirituales» deben advertir y disciplinar en amor a los hijos de Dios. Esto no es una experiencia agradable, pero es necesaria.
Estos dos capítulos ilustran la actitud apropiada de la iglesia hacia sus líderes espirituales. Tales cristianos deben agradecer a Dios por ellos, orar por ellos, amarlos, honrarlos y obedecer la Palabra que enseñan y siguen ellos mismos. En una iglesia nunca debe haber la actitud mundana de exaltar a los hombres y a sus ministerios. El pastor ministra la Palabra, siembra la semilla, edifica el templo, dispensa los misterios de Dios, sufre la vergüenza del mundo y cuida a la familia de la iglesia como un padre amoroso. Estas son grandes responsabilidades y sólo la suficiencia de Dios capacita a alguien para que las cumpla.

I. POR EL BIEN DEL OFENSOR (5.1–5)

La disciplina en la iglesia no es como la de un policía arrestando a un culpable; más bien es como un padre castigando a un hijo. El primer motivo es ayudar al pecador, mostrar amor cristiano al procurar traerlo al arrepentimiento. Permitir a los miembros de la iglesia que vivan en pecado abierto los lastima a ellos mismos, tanto como a Cristo y a la iglesia. Es evidente que este miembro en particular estaba viviendo con su madrastra (Véanse Lv 18.8) en una relación inmoral. Al parecer, la mujer no era parte de la familia de la iglesia, de otra manera Pablo hubiera indicado que la disciplinaran también.
¡Qué terrible que un cristiano viva en pecado con una persona inconversa mientras que la iglesia no hace nada al respecto!
La iglesia estaba «envanecida» y se enorgullecía de su «actitud liberal». Pablo les dijo que deberían haber estado lamentándose, y la palabra griega que usa aquí significa «lamentar por el difunto». (Más tarde compara el pecado de ellos con la levadura, y la levadura siempre «eleva» lo que infecta.) su actitud de «mente amplia» hacia el pecado estaba únicamente lastimando al ofensor y a la iglesia, para no mencionar la tristeza que le causaba a Pablo y al mismo Señor. Pablo juzga al hombre e instruye a la iglesia a excluirlo del compañerismo. «Pero, ¿no nos instruye Jesús que no debemos juzgar?», puede preguntar alguno refiriéndose a Mateo 7. Sí, así es; pero eso no significa que debemos cerrar los ojos al pecado que lo conocen tanto los santos como los pecadores. No podemos juzgar los motivos de otros creyentes (que es a lo que se refiere Mateo 7), pero podemos y debemos juzgar las acciones del pueblo de Dios.
La disciplina la debe manejar toda la iglesia y no sólo los líderes (v. 4). El asunto era público, de modo que debía tratarse públicamente. Si el hombre rehusaba arrepentirse, había que excluirlo del compañerismo y comunión. «Entregar a Satanás» al hombre (v. 5) no significa enviarlo al infierno, porque ninguna iglesia puede hacer tal cosa. Más bien quiere decir separarlo de la comunión de la iglesia para que se vea obligado a vivir en el mundo controlado por Satanás (Jn 12.31; Col 1.13). El propósito de tal disciplina no es perder un miembro, sino más bien traer al pecador al arrepentimiento para que se salve de la pérdida de recompensa en el día del juicio.
La disciplina es un ministerio olvidado en muchas iglesias de hoy en día. Sin embargo, si en realidad nos amamos los unos a los otros y si el pastor ama a su rebaño, vigilará que se advierta a los descarriados y se les discipline por su bien.

II. POR EL BIEN DE LA IGLESIA (5.6–8)

¡Qué necedad que una iglesia diga que tiene «mente abierta» y esté dispuesta a aceptar a cualquier y a todo miembro, sin que importe cómo viven! ¿Le abriría usted la puerta de su hogar a todos los que quieran entrar? Entonces, ¿por qué tenemos que permitir que entren en el compañerismo y comunión de la iglesia a cualquiera que quiera entrar? Es mucho más difícil unirse a diversas organizaciones mundanas que unirse a la iglesia local promedio. «No es buena vuestra jactancia», advierte Pablo. «¿No se dan cuenta que un miembro viviendo en pecado abierto puede contagiar a toda la iglesia?» (Véanse v. 6).
Pablo usó la cena pascual para ilustrar su punto; Véanse Éxodo 12.15. Para los judíos la levadura siempre fue símbolo de pecado y corrupción; de modo que, antes de la Pascua, siempre limpiaban sus casas para eliminar todo vestigio de levadura. Los cristianos deben tener la misma actitud; no debemos permitirnos que la levadura del pecado crezca en silencio en la iglesia y genere problemas y vergüenza.
Cristo murió por nosotros, no para hacernos como el mundo, sino para hacernos semejantes a Dios.
«Sed santos, porque yo soy santo» (1 P 1.16). Esto no quiere decir que los líderes de la iglesia deban ser «detectives espirituales», espiando las vidas de los miembros. Pero sí significa que cada miembro de la iglesia debe velar para que la levadura del pecado no crezca en su vida. Y, si el pecado llega a conocerse, los líderes deben dar los pasos adecuados para proteger el bienestar espiritual de la iglesia.
Hay varias clases de cristianos respecto a los cuales se nos advierte en la Biblia, creyentes que no se deberían permitir en la comunión de la iglesia local:
(1) el miembro que no arregla sus diferencias personales, Mateo 18.15–17;
(2) el que tiene una reputación de ser un pecador flagrante, 1 Corintios 5.9–11;
(3) los que sostienen doctrinas falsas, 1 Timoteo 1.18–20 y 2 Timoteo 2.17–18;
(4) los que causan divisiones, Tito 3.10–11;
(5) los que no quieren trabajar para vivir, 2 Tesalonicenses 3.6–12.
A esos que de repente son presa del pecado debemos procurar restaurarles con amor; Véanse Gálatas 6.1.

III. POR EL BIEN DEL MUNDO (5.9–13)

La iglesia no puede cambiar al mundo si es como el mundo. Lea estos versículos con cuidado y note que Pablo hace una distinción entre el pecado en las vidas de los cristianos y el pecado en la vida de los no creyentes. ¡El pecado en los creyentes es peor! Pablo les había ordenado en una carta anterior que no se juntaran con cristianos y miembros de la iglesia que tuvieran una reputación pecaminosa como de fornicarios, codiciosos o idólatras. No les dijo que se abstuvieran de juntarse con todos los pecadores de esta clase, ¡si no hubieran tenido que salir del mundo! Se espera que el inconverso viva en pecado, pero incluso el mundo espera que el cristiano sea diferente. Una de las razones por la cual la iglesia de hoy tiene tan poca influencia en el mundo es porque tiene muy poca influencia en la iglesia.
Los cristianos fieles ni siquiera deben comer con los miembros de la iglesia que han arruinado su testimonio mediante el pecado abierto y nunca han arreglado las cosas con la iglesia y con el Señor.
Esto es parte de la disciplina que se bosqueja en el v. 5 Si un miembro fiel de la iglesia se junta de una manera amistosa con un cristiano que vive en pecado, ese miembro está condonando su pecado y desobedeciendo la Palabra de Dios.
Choca a algunos cristianos cuando se dan cuenta que Dios espera que ejerzamos juicio espiritual en la iglesia. No hemos de juzgar a los de afuera; Dios lo hará. Pero debemos separar de la comunión de la iglesia a cualquier cristiano que no confiese su pecado y arregle las cosas. Esto no debe hacerse a la ligera; todas las partes involucradas deben tener la oportunidad de presentar su caso. Debe haber oración y el ministerio de la Palabra. También amor cristiano sincero. El mismo acto de la disciplina es un testimonio al mundo y una advertencia a la iglesia, y en especial a los nuevos creyentes, de que Dios espera que sus hijos sean diferentes del mundo. ¡Condonar el pecado es negar la misma cruz de Cristo!

6

Este capítulo analiza los dos problemas restantes que le habían informado a Pablo.

I. DISPUTAS EN LAS CORTES (6.1–8)

Es probable que los gentiles (griegos) de la iglesia eran los culpables en este caso, porque los griegos estaban muy enredados en las cortes y las leyes. Cada ciudad griega tenía sus cortes y concilios, y no era raro ¡que un hijo entablara pleito contra su propio padre! Por supuesto, el problema básico era la carnalidad (3.1–4); cuando los cristianos son inmaduros y no crecen, no pueden llevarse bien los unos con los otros. Les falta el discernimiento espiritual para resolver y arreglar los problemas personales. ¡Qué trágico es cuando una iglesia local se destroza por pleitos judiciales entre sus miembros! Vivimos en una era cuando las demandas judiciales son «la cosa normal» y una manera rápida de tratar de hacer dinero. Parece que el propósito de la corte no es justicia, sino ganancias.
Pablo no está condenando las cortes judiciales (Véanse Ro 13), porque el gobierno Dios lo ha instituido para nuestro bien. Pero las cuestiones entre creyentes no deben ventilarse ante inconversos y sin duda que a un juez inconverso le falta la comprensión espiritual para tratar asuntos espirituales (2.14–16). Al arrastrarse el uno al otro a la corte, los miembros de la iglesia en Corinto arruinaban el testimonio de la iglesia y deshonraban el nombre del Señor.
¿Cómo deben los cristianos resolver las diferencias personales? Primero, debe tener los valores espirituales correctos. ¡Qué triviales llegan a ser estas disputas personales cuando se comparan con los grandes asuntos eternos que decidiremos en la gloria! ¡La iglesia va a juzgar al mundo y a los ángeles!
Percatarse de esto hace que las disputas mundanas sean insignificantes. Demasiados cristianos tienen sus valores distorsionados; las cosas de este mundo (en especial el dinero) son más importantes para ellos que la gloria y la alabanza a Dios.
Las cuestiones entre cristianos se deben arreglar en privado según los principios de Mateo 18.15–17 y 1 Corintios 6.5. Si las dos partes no pueden llegar a un acuerdo, deben invitar a algunos creyentes espirituales a que se reúnan con ellos y les ayuden a decidir. Si la iglesia (o los de afuera) llega a conocer la cuestión, los miembros deben designar a un grupo para que examine el asunto y dé un consejo espiritual.
Es mucho mejor que un cristiano pierda dinero que su estatura espiritual y avergüence el nombre de Cristo. Podemos hallar esta misma actitud en Mateo 5.38–42. Por supuesto, los cristianos en Corinto eran tan carnales que adolecían de visión y sabiduría espiritual, y por eso la iglesia estaba dividida en facciones en pugna. «¡Ustedes son hermanos!», exclamó Pablo. «¡Muéstrense amor los unos a los otros!»
Hay algunas preguntas en cuanto al significado de la afirmación de Pablo «de menor estima» (v. 4).
Algunos opinan que la usó a manera de «sarcasmo cariñoso» como para decir: «¡Ustedes no tienen en su iglesia ni siquiera un solo cristiano sabio, maduro, que pudiera resolver estos asuntos!» O tal vez lo que quería decir era: «Mejor poner estas disputas ante algún creyente humilde en su iglesia que ponerlas al descubierto ante un juez inconverso».

II. CONTAMINACIÓN EN EL MUNDO (6.9–20)

En tanto que no podemos excusar a los corintios por sus terribles pecados, podemos desde luego comprender por qué cayeron en ellos; ninguna otra ciudad presentaba más oportunidades para la inmoralidad y vicio como las ofrecía Corinto. La misma religión de la ciudad (la adoración a la diosa Afrodita) no era otra cosa sino ¡prostitución en nombre de la religión! Estos creyentes fueron rescatados de vidas de horrible pecado, pero se veían tentados a volver. Pablo sabía que algunos de los creyentes estaban buscando excusas para pecar, de modo que sin rodeos refutó todo argumento que pudiera presentarse.
A. «SI SOMOS SALVOS, ¡BIEN PODEMOS PECAR Y TODAVÍA IR AL CIELO!» (VV. 9–11).
Sin duda que las personas que en realidad han nacido de nuevo irán al cielo a pesar de sus muchos fracasos; pero el nuevo nacimiento produce una nueva naturaleza, y una nueva naturaleza significa un nuevo apetito. El cristiano aún tiene la capacidad de pecado, pero no el deseo. Cualquier enseñanza que haga fácil pecar no es doctrina bíblica. «¡No se dejen engañar!» Pablo hizo una lista de los terribles pecados que una vez gobernaron sus vidas y luego les recordó lo que Jesús había hecho por ellos. «Esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, santificados, justificados». El cristiano es una nueva criatura (2 Co 5.17) y lo demuestra al romper con la vida vieja. No heredamos el reino de Dios al abstenernos de pecar, sino que mediante una vida piadosa demostramos que vamos hacia el cielo.
B. «¿NO TIENEN LIBERTAD LOS CRISTIANOS? ¿NO SOMOS LIBRES DE LA LEY?» (VV. 12–14).
Es cierto que estamos libres de reglas y regulaciones, pero no somos libres para pecar. La libertad cristiana nunca es libertinaje. La libertad cristiana no quiere decir que soy libre para hacer lo que se me antoje, sino que he sido libertado para hacer lo que agrada a Cristo. Incluso más, la «libertad para pecar» es en realidad la peor clase de esclavitud. No debemos ser puestos bajo el poder del pecado (Ro 6). «Pero», dice usted, «si Dios nos dio estos apetitos físicos, debe querer que los usemos». Es cierto; los usamos, pero no abusamos de ellos. Su cuerpo es del Señor; y si usted vive en pecado, ese pecado le destruirá y un día Dios le juzgará.
C. «¿NO PUEDO USAR MI CUERPO COMO ME PLAZCA?» (VV. 15–20).
¡Por supuesto que no! Para empezar, ya no es más su cuerpo; le pertenece a Cristo. Él lo compró con su propia sangre. En días de Pablo un esclavo podía conseguir la libertad ahorrando dinero y depositándolo en el templo local pagano al sacerdote. Cuando tenía suficiente dinero para comprar su libertad, llevaba a su amo al templo y el sacerdote le daba el dinero al amo y declaraba que el esclavo le pertenecía ahora al dios particular de ese templo. Cristo pagó el precio para libertarnos del pecado y debemos usar nuestros cuerpos para agradarle a Él.
Es más, cuando pecamos contra el cuerpo, pecamos contra Cristo y contra el Espíritu Santo que ha hecho del cuerpo su templo. Génesis 2.24 afirma que dos personas que se unen físicamente llegan a ser «una sola carne». ¿Cómo puede un cristiano unir su cuerpo, que es un miembro del cuerpo de Cristo, en tan horrible pecado? ¿Cómo puede ensuciar el templo del Espíritu?
Los cristianos han de glorificar a Dios con sus cuerpos. Esto quiere decir la manera en que cuidamos el cuerpo, la manera en que lo vestimos, los lugares a donde lo llevamos, las obras que hacemos con él. Es peligroso que los cristianos usen sus cuerpos para pecar. ¡Recuerde lo que le ocurrió a Sansón y a David!
En estos postreros días vemos un aumento desvergonzado de pecados sexuales. No nos atrevemos a cerrar nuestros ojos al asunto (Véanse 2 Ti 3.1–7 y nótese que el v. 5 indica que estos pecadores serán cristianos profesantes, ¡y no gente del mundo!). La actitud del mundo es: «Todos lo hacen, así que, ¿por qué ser diferente?» Es triste cuando los cristianos piensan que pueden violar el código moral de Dios y salirse con la suya. Los pecados sexuales son contra Cristo (quien compró nuestros cuerpos), contra el Espíritu (quien habita en nuestros cuerpos) y contra nosotros mismos (v. 18). Los solteros en particular necesitan leer y meditar en Proverbios 5.1–23, 6.20–35 y 7.1–27. Estos son capítulos claros y advierten en contra del libertinaje sexual.
Los cristianos casados necesitan leer y meditar en 1 Tesalonicenses 4.1–8, donde Dios advierte a los cristianos contra la ruptura de sus votos nupciales.
Esto cierra la primera sección de la carta, que se refiere a los pecados en la iglesia. Tenga presente que todos estos problemas (división, inmoralidad, disputas y contaminación con el mundo) procedían de una fuente común: los creyentes en Corinto era bebitos espirituales y no estaban creciendo en el Señor. Ponían sus ojos en los hombres, no en Cristo; se alimentaban de leche, no del alimento sólido de la Palabra; no estaban dispuestos a admitir el pecado y a resolverlo. La mayoría de los problemas serios de la iglesia empiezan como problemas personales y pecados en las vidas de sus miembros.

7

Este capítulo analiza los problemas del matrimonio y del hogar. A partir de este capítulo Pablo responde las preguntas que los corintios formularon en la carta que le escribieron (véanse 7.1; 8.1; 12.1; 16.1). Algunos críticos liberales modernos acusan a Pablo de ser cruel con las mujeres en su enseñanza, pero ¡nada más lejos de la verdad! El ministerio de Pablo hizo más para elevar la posición de las mujeres de lo que la gente se da cuenta. A dondequiera que el cristianismo ha ido, ha mejorado la condición de los trabajadores, las mujeres y los niños. Pablo mismo debe haber sido casado, de otra manera no podría haber sido miembro del sanedrín judío (tal vez era viudo).
Al leer este capítulo tenga presente:
(1) que Corinto era notoria por su inmoralidad y falta de normas para el hogar;
(2) que Pablo se refería a problemas locales que tal vez nosotros no enfrentemos hoy en día;
(3) que era un tiempo de persecución para los cristianos (v. 26). En este capítulo Pablo analiza los problemas de tres grupos de creyentes.

I. LOS CRISTIANOS SOLTEROS (7.1–9)

Nótese el versículo 8: «Digo, pues, a los solteros y a las viudas». Pablo está aconsejando a los que estaban sin cónyuges y empieza diciendo que los creyentes no deben creerse menos espirituales porque estén solteros y que sean especialmente espirituales porque son casados. Una versión traduce el versículo 1: «Es perfectamente apropiado, honorable, y adecuado moralmente que un hombre viva en estricto celibato» (WUEST, en inglés). La iglesia católica romana enseña que el celibato es una forma de vida más piadosa que el matrimonio, pero Pablo enseña lo contrario. El celibato es honroso, pero también el matrimonio lo es (Véanse Heb 13.4). En el versículo 7 dice que Dios les da diferentes dones a las personas y en cuanto a la relación matrimonial, y esta idea se asemeja a las enseñanzas del Señor en Mateo 19.10–12.
Tenga presente que los griegos tenían en poco el cuerpo y que se inclinaban a separarlo del «alma» de una manera que la Biblia no enseña. Pablo afirma que Dios le dio la capacidad de vivir sin matrimonio y que quisiera que todos tuvieran el mismo dominio propio. Pero no dice que el celibato sea más espiritual que el matrimonio.
Sin embargo, hay razones para el matrimonio y la principal es evitar el pecado sexual. «Mejor es casarse que estarse quemando» con lujuria dice en el versículo 9. En el versículo 2 Pablo sin duda alguna enseña la monogamia: «Cada uno tenga su propia mujer, y cada una tenga su propio marido». El esposo y la esposa deben considerarse mutuamente cuando se trata de los privilegios del matrimonio.
La falta de consideración puede dar a Satanás una oportunidad de tentar a alguno de los cónyuges y el resultado puede ser trágico. «Incontinencia» (v. 5) es la negativa deliberada del lecho matrimonial y no es necesariamente una marca de espiritualidad. Puede ser causa de conflicto y pecado. Si un cristiano no puede controlarse, debe casarse. Por supuesto, Pablo no sugiere que la única, o principal, razón para el matrimonio es física; porque un matrimonio edificado sobre vínculos físicos se destruirá en muy poco tiempo. En este capítulo Pablo analiza el matrimonio como un privilegio, una bendición de Dios que puede enriquecer la vida de ambos cónyuges.

II. CRISTIANOS CASADOS CON CÓNYUGES INCONVERSOS (7.10–24)

Los cristianos han de casarse con otros cristianos (nótese en el v. 39: «casarse, en el Señor», y Véanse 2 Co 6.14–18). Pero algunos de los corintios fueron salvos después de casados. ¿Qué deberían hacer? ¿Deberían dejar a sus cónyuges inconversos? ¿Deberían negarse al lecho matrimonial? ¿Qué sucedía si el cónyuge inconverso quería terminar el matrimonio? El consejo de Pablo es claro: quédese cómo está y use toda oportunidad para tratar de ganar al cónyuge perdido. Si el cónyuge no salvo está dispuesto a vivir con usted, quédese en su casa y dé un buen testimonio.
El cristiano puede ganar al cónyuge inconverso. Los hijos de tal matrimonio no son «inmundos» (ilegítimos), como sería el caso de un judío del AT que se casaba con un gentil; sus hijos no serían aceptos en el pacto. (El v. 14 no quiere decir que los hijos nacidos en un hogar cristiano sean salvos; sólo que el cónyuge cristiano «aparta» para la bendición de Dios a las personas no salvas de su casa. Dios bendice al perdido por causa del salvo.) Sin embargo, si un cónyuge inconverso rehúsa continuar en el hogar, el creyente no puede hacer nada sino permitir que se vaya. «A paz nos llamó Dios». ¿Tiene el cónyuge abandonado el derecho de volver a casarse? Los versículos 10–11 indicarían que el ideal sería procurar la reconciliación, pero el versículo 15 parece enseñar que el abandono en efecto rompe la relación matrimonial y de este modo le da al cónyuge fiel el derecho a divorciarse y volverse a casar. Cristo enseñó que la infidelidad rompe el vínculo matrimonial y es base para que la parte inocente vuelva a casarse. Tenga presente que Pablo no está ordenando la separación; está permitiéndola en ciertos casos.
Lo ideal es que el cristiano soporte con paciencia las cargas y procure ganar al cónyuge perdido. (Véanse en 1 Pedro 3 consejo adicional.)
El hecho de que una persona llegue a ser cristiana no cambia su status en la sociedad. En los versículos 17–24 Pablo les dice a los corintios que no traten de «deshacer» su situación, sino que se apeguen a su llamamiento y permitan que Cristo haga los cambios a su manera y en su tiempo.

III. PADRES DE HIJAS CASADERAS (7.25–40)

«No tengo mandamiento del Señor» en el versículo 25 simplemente significa que Cristo no dio una enseñanza al respecto como la dio sobre el divorcio (así se anotó en el v. 10, donde Pablo se refiere a la enseñanza del Señor). Tenga presente que en esos días los padres arreglaban los matrimonios de sus hijos; hoy es diferente. Pablo presenta varios factores para que estos padres consideren.
A. ES TIEMPO DE INQUIETUD (VV. 25–31).
El matrimonio es un asunto serio y los cristianos estaban enfrentando tiempos difíciles. Estas pruebas no eran causa para que los casados se divorciaran o para que los solteros se asustaran al punto de evitar casarse (v. 27); pero había que dar la debida consideración a la situación a mano. Tener una vida cristiana consagrada significa a veces olvidarse incluso de algunas cosas buenas del mundo.
B. EL MATRIMONIO TRAE RESPONSABILIDADES (VV. 32–35).
Una de las razones por la cual Pablo no se volvió a casar era para dedicarse por completo al servicio de Cristo. Su llamamiento era tal que no quería obligar a una esposa y familia a sufrir debido a las exigencias del Señor sobre él. En tanto que esta no es la regla común de los siervos cristianos, debemos admirar a hombres como Pablo, David Brainerd, Robert Murray McCheyne y otros que lo dieron todo a Cristo de una manera sacrificial. Si estos padres querían que sus hijas sirvieran a Dios, tendrían que enfrentar el hecho de que el matrimonio involucra muchas preocupaciones y exigencias.
C. CADA CASO ES PARTICULAR (VV. 36–38).
Cuando se trata del matrimonio es casi imposible asentar reglas que encajen a cada caso. Pablo les advierte que deben estar convencidos de corazón, no meramente seguir a la mayoría o tratar de aparecer súper-espirituales.
D. NO SE APRESUREN, PORQUE EL MATRIMONIO ES PARA TODA LA VIDA (VV. 39–40).
El matrimonio no se puede romper debido a algún capricho. Demasiadas personas (incluyendo algunos cristianos) tienen la idea de: «Si nuestro matrimonio no da resultados, siempre podemos divorciarnos». ¡No es así!, dice Pablo. Cuando usted se casa, asegúrese de que es «en el Señor», o sea, asegúrese de casarse con un cristiano y que su cónyuge es el que Dios le ha escogido. Qué trágico ver vidas jóvenes arruinadas por matrimonios precipitados.

8

Los capítulos 8 al 10 analizan las preguntas de la iglesia respecto a lo sacrificado a los ídolos. Esto era un problema serio para ellos, en especial porque la iglesia se componía tanto de judíos como de gentiles y los creyentes judíos anhelaban fervientemente evitar cualquier contacto con la idolatría pagana. La situación era como sigue: la mayoría de la carne en Corinto se depositaba en los templos. El sacerdote guardaba parte de la carne, pero el resto se usaba para fiestas privadas, o se vendía en los mercados. A decir verdad, la carne procedente de los sacrificios se vendía a un precio más bajo, haciéndola mucho más atractiva para los cristianos pobres. Si un amigo o vecino invitaba a un cristiano a una fiesta, era muy probable que la carne había sido dedicada a algún ídolo. ¿Debía el cristiano participar de tal fiesta? ¿Habría algún poder demoníaco en la carne y podría hacerle algún daño al creyente? ¿Contaminaría al cristiano comer esa carne?
Nosotros no enfrentamos el mismo problema hoy en día, pero la situación básica aún está con nosotros: ¿tiene el cristiano, debido a que está libre de la ley, el derecho a vivir de la manera que le plazca? Hoy en día existen muchas prácticas que por las Escrituras sabemos que definitivamente son incorrectas, pero hay también muchos problemas sin límites estrictamente definidos con los que incluso los cristianos consagrados no concuerdan. En estos tres capítulos Pablo delinea los principios básicos que deben gobernar nuestra vida cuando se trata de cosas cuestionables. Aquí en el capítulo 8 usa el ejemplo de Cristo e indica que el amor nos debe controlar de modo que no hagamos tropezar a otros (Véanse Mt 17.24–27). En el capítulo 9 Pablo se pone como ejemplo, destacando que no es necesario que los cristianos usen sus derechos para ser felices; porque Pablo para servir a Cristo puso a un lado incluso sus derechos legítimos. Al final, en el capítulo 10, usa el ejemplo de Israel para advertir a los creyentes respecto a los pecados de presunción, particularmente con los conectados a la idolatría e inmoralidad.
Aquí en el capítulo 8 Pablo nos da cuatro admoniciones a seguir al discernir lo bueno y lo malo en el área de cosas cuestionables.

I. CONSIDERE SU ACTITUD (8.1–3)

Demasiado a menudo los cristianos fuertes, que conocen la Biblia, se inclinan a «envanecerse» cuando se relacionan con los cristianos más débiles. Pablo admite tanto aquí como en Romanos 14, que algunos creyentes son fuertes y maduros en la fe, mientras que otros son débiles y tienen puntos de vista legalistas de la vida cristiana. «El conocimiento envanece, pero el amor edifica» (v. 1). Es más, ¡el que piensa que lo sabe todo está admitiendo que no sabe nada! Pablo no nos anima a ser «hermanos ignorantes», sino más bien nos advierte que una actitud orgullosa no se asemeja a Cristo. El conocimiento y el amor se deben balancear, amor a Dios y a nuestros hermanos. No debemos juzgarnos ni rechazarnos los unos a los otros (Ro 14.4–12).

II. CONSIDERE EL CONOCIMIENTO DE SU HERMANO (8.4–8)

La vida cristiana no puede vivirse a plenitud si se ignora la Palabra. Debemos siempre tomar en consideración que algunos cristianos no comprenden las bendiciones de la libertad que tenemos en Cristo. Viven en esclavitud religiosa y tratan de regular sus vidas con reglas y rituales (Véanse Col 2.16–23). Pablo afirma claramente que los ídolos no son reales y que la carne que se les ofrece nunca puede lastimar a nadie, ni al cuerpo ni al espíritu (v. 8). Hay un solo Dios y Salvador, y adoramos y obedecemos sólo a Él. Pero algunos cristianos no saben esto. No se dan cuenta de que ningún alimento es pecaminoso en sí mismo (nótese Ro 14.14) y que la carne o la bebida nunca puede hacer de nadie un mejor cristiano. ¡Qué paciente fue Cristo con sus discípulos ignorantes! ¡Y qué pacientes debemos ser los unos con los otros! A medida que un cristiano crece en la gracia y el conocimiento, mediante la lectura y obediencia a la Palabra, comprende la verdad y esta le hace libre (Jn 8.32). Ve el conocimiento como una herramienta para construir, no como un arma para luchar.

III. CONSIDERE LA CONCIENCIA DE SU HERMANO (8.9–11)

La conciencia es el juez interior que nos condena cuando hacemos lo malo, y nos elogia cuando hacemos lo correcto. Nos «da testimonio» (Ro 2.15; 9.1). La conciencia del cristiano ha sido purificada (Heb 9.14; 10.22) y se le llama «buena conciencia» (1 Ti 1.5, 19). El pecado continuo no juzgado ni confesado hará una conciencia corrompida (Tit 1.15) y a la larga se convertirá en una conciencia cauterizada (1 Ti 4.2) que no se condena. Debemos esforzarnos por tener una conciencia sin ofensa (Hch 24.16).
El cristiano nuevo, o que no ha sido enseñado, tendrá una conciencia débil (1 Co 8.7, 10, 12). Si ve a otro cristiano comer carne que dedicada a un dios pagano, tal vez se ofenda por tal experiencia y tal vez eso le lleve a pecar. Debido a que sus sentidos espirituales no están plenamente desarrollados, irá al otro extremo y quizás deshonre el nombre de Cristo (Véanse Heb 5.11–14). Un cristiano maduro, con conciencia fuerte, no se afectará con los paganos que lo rodean; pero el creyente con conciencia débil se confundirá y, si sigue el ejemplo de su hermano, puede meterse en problemas.
Pablo usa este mismo ejemplo en 10.25–33, de modo que bien podemos mirar estos versículos de antemano. «¡No andes por todas partes siendo un detective espiritual!», afirma. «Si te invitan a una fiesta y quieres ir, asiste; pero no hagas un sinnúmero de preguntas. Sin embargo, si el anfitrión te dice que la carne fue sacrificada a un ídolo, ¡no la comas! ¿Por qué? Para que puedas ser testimonio al cristiano más débil que tal vez se ofenda y lleves a pecar». Pablo entonces se anticipa a expresar el posible argumento: «Pero, preguntas, ¿por qué debe la inmadurez de algún otro limitar nuestra libertad?
Si bendecimos los alimentos y comemos para la gloria de Dios, ¿no es eso suficiente?» ¡No! Los creyentes deben seguir una regla diferente. Nosotros los cristianos debemos hacer todo lo posible para no ofender ni a judíos, ni a gentiles, ni a otros cristianos.
Todo se reduce a esto: cualquier cosa que haga el cristiano, incluso en el caso de que no lo ofenda o haga daño, nunca debe ofender o hacer daño a ningún otro. Aunque pensemos que este principio nos limita, en realidad no lo hace, porque nos permite ser de una mayor bendición a otros y ganar a los perdidos para Cristo (10.33).

IV. CONSIDERE A CRISTO (8.12–13)

Nuestro Señor, en los días de su carne en la tierra, se cuidó de no ser la causa de que otros tropezaran. El incidente en Mateo 17.24–27 lo ilustra: «Para no ofenderles» es un maravilloso principio a seguir, porque significa poner el amor cristiano en la vida diaria. Cristo murió por el cristiano más débil, por lo tanto, no debemos atrevernos a ser causa de que peque. Pecar contra otro cristiano es pecar contra Cristo. Sería mejor no comer carne que hacer que otros caigan, dice Pablo.
Podemos pensar en múltiples aplicaciones de este principio en la vida moderna. Tómese el mundo de las diversiones, por ejemplo, Una persona puede ser capaz de asistir al teatro y no sufrir espiritualmente por eso; pero si este acto hace que un cristiano más débil se descarríe, el cristiano más fuerte ha pecado. Un cristiano maduro quizás lea una novela popular y no se afecte; pero si su selección hace que otro tropiece, ha pecado. Sí, tenemos libertad como cristianos; pero no estamos en libertad de convertirnos en piedras de tropiezo para otros. Qué tragedia si un cristiano se descarría, o si un pecador perdido rechaza a Cristo debido a que un cristiano egoístamente hizo uso de «sus derechos» y dio un mal ejemplo. «Ninguno busque su propio bien, sino el del otro» afirma Pablo en 10.24, ¡ese es un maravilloso principio a seguirse!

9

En el capítulo anterior Pablo señaló el ejemplo de Cristo y asentó el principio de que no deberíamos hacer nada que ofenda a otro cristiano, en especial a los más débiles. En este capítulo se pone como ejemplo de alguien que tiene privilegios, pero que debido al evangelio, no los usó. Tenga presente que todavía está analizando el problema de la carne ofrecida a los ídolos. «Ciertamente tenemos privilegios como cristianos», afirma, «pero nunca debemos usarlos de manera que estorbe al evangelio».

I. PABLO AFIRMA SUS PRIVILEGIOS (9.1–14)

Mientras estuvo en Corinto, Pablo trabajó con sus manos y no recibió ningún sostén de la iglesia. Voluntariamente dejó a un lado el privilegio del matrimonio. Pablo podía haber reclamado el privilegio de sostenimiento financiero de la iglesia y lo probó citando cinco argumentos.
A. OTROS APÓSTOLES Y OBREROS (VV. 1–6).
Pablo afirma su apostolado en términos inequívocos. Había visto al Señor (Hch 1.21, 22) y fue llamado a su apostolado por el Cristo resucitado y glorificado. Su obra y ministerio en Corinto probaban su apostolado. Los otros apóstoles, incluyendo a Pedro, recibían sostén de las iglesias y llevaban consigo a sus esposas de lugar a lugar según ministraban. Si otros siervos tenían estos privilegios, ¡Pablo también!
B. LA COSTUMBRE HUMANA (V. 7).
Ningún soldado se mantenía, sino que recibía provisiones y salario de su gobierno. El agricultor que se esfuerza en la viña tiene el privilegio de comer de su fruto. El pastor espera recibir leche y carne de su rebaño. ¿Es acaso irrazonable esperar que una iglesia local sostenga al pastor? El versículo 11 asienta un principio básico: Si otros nos bendicen con cosas espirituales, debemos mostrar nuestra apreciación al compartir con ellos las cosas materiales (Véanse Gl 6.6–8). Es interesante notar que tenemos aquí otros tres cuadros del pastor: es un soldado para proteger la iglesia y presentar batalla a Satanás; es el agricultor que cuida la viña espiritual y busca su fruto; y es un pastor que guía y alimenta a las ovejas. Ore por su pastor; el trabajo de un pastor nunca es fácil.
C. LA LEY DEL ANTIGUO TESTAMENTO (VV. 8–11).
Pablo hace referencia a Deuteronomio 25.4. La práctica del AT era hacer que los bueyes caminaran sobre las espigas y separaran así el grano del tamo. Aquí, y en 1 Timoteo 5.18, Pablo usa esa ley para ilustrar el principio dado en el versículo 11. Si los bueyes se benefician de su trabajo físico, ¿no deberían los siervos de Dios beneficiarse de su trabajo espiritual? El que ara y el que siega trabajan en esperanza, aguardando participar de la cosecha.
D. LOS SACERDOTES DEL ANTIGUO TESTAMENTO (VV. 12–14).
La ley permitía a los sacerdotes participar con generosidad en los sacrificios del altar. El sacerdote tomaba la piel de las ofrendas quemadas, toda la carne (menos la grosura) de la ofrenda por el pecado y las ofrendas por las transgresiones, la mayoría de las ofrendas de harina, el pecho y la espaldilla derecha de la ofrenda de paz, más varias de las ofrendas de frutas, diezmos y ofrendas especiales. Si servían con fidelidad, la gente daba generosamente.
E. EL MANDAMIENTO DE CRISTO (V. 14).
Léase Mateo 10.10 y Lucas 10.7. En tanto que Pablo no usaba personalmente estos privilegios, no dice que fueran incorrectos. «El obrero es digno de su salario». Es correcto que los cristianos mantengan a los que les sirven en el Señor.

II. PABLO SACRIFICA SUS PRIVILEGIOS (9.15–27)

Aunque tenía todos esos privilegios, Pablo no los usaba (vv. 12, 15) y da varias razones para explicar el porqué.
A. QUERÍA PRESENTAR EL EVANGELIO GRATUITAMENTE (VV. 15–18).
¡Se gloriaba en un evangelio gratuito de gracia gratuita! Como un escritor lo dijo: «¡La paga de Pablo era no recibir ninguna paga!» Predicaba el evangelio voluntariamente y se regocijaba del privilegio. Qué trágico es cuando los cristianos miran sus responsabilidades como cargas en lugar de bendiciones.
«Pero incluso si no predicara el evangelio de buena voluntad», dice Pablo, «todavía tendría que predicar, porque Dios me ha encargado de una administración». Hay un principio práctico aquí: No debemos hacer algo que reflejaría negativamente la gracia de Dios o la oferta gratuita de salvación. Nos preguntamos qué deben pensar los pecadores cuando asisten a las «reuniones de evangelización» donde el líder usa treinta minutos recogiendo ofrendas y ¡regañando a la multitud para que dé más!
B. QUERÍA TRABAJAR INDEPENDIENTEMENTE (V. 19A).
Más de un obrero cristiano ha ablandado el mensaje debido al dinero. Algunos pastores no se atreven a ofender a los miembros que son «dadores fuertes». Otros tienen temor a perder su sostenimiento o seguros denominacionales. Pablo no quería ningún otro amo que Cristo.
C. QUERÍA GANAR A TANTOS COMO FUERA POSIBLE (VV. 19B-23).
Aunque Pablo disfrutaba de libertad como obrero, voluntariamente se hizo siervo de todos los hombres para poder ganarlos para Cristo. Esto no quiere decir que Pablo seguía el refrán mundano: «Al lugar que fueres, haz lo que vieres». Esto sería un compromiso enraizado en el temor. La actitud de Pablo se basaba en el amor, no en el temor. No estaba rebajando sus estándares; antes bien, echaba a un lado sus privilegios personales. No era hipocresía, sino simpatía; trataba de comprender a quienes necesitaban a Cristo y entrar en sus experiencias. Era judío, de modo que usaba esto como una llave para abrir un corazón judío. Era un ciudadano romano, de modo que lo usaba como una clave para abrir la puerta a los gentiles. Simpatizaba con los débiles y los estimulaba. «A todos me he hecho de todo» (v. 22) simplemente significa la maravillosa capacidad de acomodarnos a otros, comprenderlos y procurar guiarlos al conocimiento de Cristo. Pablo no era un «toro en un almacén de loza» sin ningún tacto que usaba el mismo método cada vez que se encontraba con alguien. Más bien, usaba tacto para lograr el contacto; voluntariamente sacrificaba sus privilegios para ganar a los perdidos.
D. QUERÍA GANAR UNA RECOMPENSA DURADERA (VV. 24–27).
¿De qué sirven nuestros privilegios diarios sin perdemos la recompensa eterna? Todo cristiano tiene que gobernar su vida «con la mirada puesta en los valores de la eternidad». Para Pablo dejar a un lado sus privilegios personales significaba disciplina y arduo trabajo, y describe esta disciplina en los versículos 24–27. Su ilustración de los juegos deportivos griegos era familiar a sus lectores, porque los famosos juegos ístmicos (similares a los olímpicos) se celebraban cerca a Corinto. Los competidores tenían que disciplinarse y olvidarse incluso buenas cosas para poder ganar un premio. Si los atletas pueden dejar a un lado sus derechos para ganar una corona de olivo que se marchita, ¡ciertamente los cristianos pueden hacerlo a fin de ganar una corona eterna! Sólo un atleta podía ganar en cada evento de los juegos ítsmicos, pero todos los cristianos tienen la oportunidad de ganar la aprobación de Cristo.
El temor de Pablo a ser eliminado no tiene nada que ver con su salvación. No está hablando de la salvación, sino del servicio cristiano. No somos salvos al correr la carrera y ganar; podemos correr la carrera porque ya somos salvos (Flp 3.12–16; Heb 12.1–3). La palabra «eliminado» significa «reprobado, descalificado»; y en 10.5 se traduce «no se agradó». Pablo se compara al heraldo que llamaba a los atletas a la arena, ¡y sin embargo él mismo no pasaba la prueba para ser un competidor! Pablo no temía perder su salvación, sino perder su recompensa por el servicio fiel y sacrificial.

10

Este capítulo cierra la sección relacionada con la vianda o carne ofrecida a los ídolos. Pablo cita el ejemplo de Cristo (cap. 8), su propio ejemplo (cap. 9) y ahora señala a la historia pasada de Israel. A lo mejor tenía en mente a los miembros excesivamente confiados de la iglesia de Corinto, creyentes que pensaban que tenían tanta sabiduría y conocimiento que no tenían que cuidarse de la tentación o del pecado. En el versículo 12 les advierte y usa un poco de «sarcasmo santo» al llamarlos «sabios» en el versículo 15. Mientras que el creyente tiene libertad para comer o beber, debe estar consciente por lo menos de tres peligros.

I. EL PELIGRO DE CAER EN PECADO (10.1–13)

Pablo usa a Israel para ilustrar las tentaciones y pecados del pueblo de Dios. A pesar de que Israel en el AT es diferente a la iglesia del NT (nótese el v. 32), hay varios paralelos entre los dos.
A. ISRAEL TENÍA VENTAJAS ESPIRITUALES (VV. 1–4).
Pablo compara su paso por el mar y bajo la nube a la experiencia del bautismo que el cristiano atraviesa. Así como el bautismo identifica al cristiano con Cristo, el «bautismo» de Israel identificó al pueblo con Moisés. Israel fue librado de Egipto por la sangre del cordero, así como los cristianos son librados del mundo por la cruz. Dios abrió el mar para permitir que los israelitas pasaran; sacándolos así de la esclavitud de Egipto; y de igual manera la resurrección de Cristo ha separado al cristiano del mundo y de la esclavitud de la carne. Los judíos comieron maná y los cristianos se alimentan de Cristo, el pan de vida, conforme participan de la Palabra. Israel bebió agua provista sobrenaturalmente y los cristianos beben del agua viva (Jn 4.10–14) de salvación y de la refrescante agua del Espíritu (Jn 7.37–39). Algunos quedan perplejos ante «la roca espiritual que los seguía» (v. 4), como si una roca literal rodara junto al pueblo de Israel en el desierto. Hay dos explicaciones posibles:
(1) Pablo indica que una roca espiritual los seguía y Cristo en efecto viajó con su pueblo y suplió sus necesidades;
(2) la palabra «los» no está en el texto original, de modo que Pablo tal vez estaba diciendo: «Bebieron de esa roca espiritual que siguió [después de que el maná fue dado]». Primero el pan, luego siguió el agua.
B. ISRAEL CAYÓ DEBIDO AL PECADO (VV. 5–10).
Dios «no se agradó» de ellos (v. 5), que es la misma palabra para «eliminado» en 9.27. Fueron desaprobados; perdieron sus vidas debido al pecado. Codiciaron (Nm 11.34); adoraron ídolos (Éx 32.1–14); cometieron fornicación (Nm 25.1–9); tentaron a Dios al poner a prueba deliberadamente su paciencia (Nm 21.4–9); se quejaron (Nm 16.41–50). ¡Qué lista de pecados! Sin embargo, Dios tenía que juzgar sus pecados aun cuando los libró de Egipto de manera maravillosa.
Los privilegios espirituales nunca nos dan licencia para pecar. Antes bien, colocan ante nosotros la responsabilidad más grande de obedecer a Dios y glorificarle. (Nótese en el v. 8: Pablo menciona veintitrés mil que murieron, mientras que Nm 25.9 dice veinticuatro mil. Sin embargo, Pablo menciona cómo muchos murieron en un solo día, mientras que Moisés registra el número total de muertos, porque es obvio que algunos murieron más tarde.)
C. ISRAEL ES UNA ADVERTENCIA PARA NOSOTROS HOY (VV. 11–13).
El pueblo de Dios, sea en el AT o en el NT, nunca debe presumir de pecar. En el versículo 12 Pablo da una advertencia al que tiene excesiva confianza y luego en el versículo 13 alienta al temeroso.

II. EL PELIGRO DE TENER COMPAÑERISMO CON LOS DEMONIOS (10.14–22)

Pablo usa la Cena del Señor para ilustrar su punto de que aunque los ídolos no son reales (8.4–6), Satanás puede usarlos para descarriar a la gente. Esto no es superstición, porque Deuteronomio 32.17 y 21 claramente enseña que se puede adorar a los demonios mediante los ídolos. Así como el creyente tiene compañerismo (comunión) con Cristo al participar de la copa y del pan y así como los sacerdotes del AT tenían compañerismo con Dios mientras participaban de los sacrificios del altar, el idólatra tiene compañerismo con los demonios en su festejo idolátrico. Pablo describe aquí en realidad ¡un culto de comunión con Satanás! Así como Satanás tiene una iglesia y un evangelio falsos, tiene también un culto de comunión falsa. Los antropólogos pueden estudiar y admirar la adoración y los ídolos paganos, pero Dios dice que todo el sistema es del diablo y es en realidad adoración a los demonios.
Dondequiera que haya ídolos, habrá demonios. Por supuesto, Pablo no dice que comer el pan y beber de la copa real y literalmente hace a la persona participar de Cristo. No habla de unión sino de comunión, compañerismo con Cristo. Es incongruente que un cristiano participe de la mesa del Señor un día y se siente a la mesa de los demonios al siguiente.
Los cristianos deben cuidarse y no involucrarse en la religión del diablo. No todo lo que se hace pasar por cristianismo es bíblico. Podemos pensar que participamos a medias en una ceremonia religiosa, cuando en realidad nos exponemos al ataque satánico. El reciente aumento del satanismo debe ser una advertencia para la Iglesia.
III. EL PELIGRO DE FALLARLE A UN HERMANO EN LA FE (10.23–33)
Ahora Pablo, al cerrar su discusión, repite el principio que asentó en el capítulo 8: no hagas algo que debilite la conciencia de tu hermano o que le hagas tropezar. Sí, los cristianos son libres y todas las cosas son lícitas; pero no todo edifica. No nos atrevemos a usar de privilegios que derriben la obra del Señor. Pablo finaliza con varias pautas muy prácticas:
A. VIVA PARA AGRADAR A OTROS (VV. 23–24).
Esto es un resumen de su enseñanza en el capítulo 9.
B. NO SEA DEMASIADO «QUISQUILLOSO» (VV. 25–27).
El cristiano que anda por todos lados haciendo preguntas en cuanto a los alimentos será de un pobre testimonio para el perdido y de ninguna ayuda al salvo. Compre su carne en el mercado sin hacer preguntas. Todo alimento viene de Dios, es bueno para nosotros y Satanás no puede dañarnos con la carne (8.8). Cuando lo inviten a alguna fiesta en la casa de algún amigo inconverso, no pregunte. Sin embargo, si otro cristiano allí le dice que la carne viene de un altar pagano y si ese hermano se siente molesto por eso, no coma la carne. Es mejor pasar hambre que ser la causa de que el hermano más débil tropiece.
C. VIVA PARA LA GLORIA DE DIOS, INCLUSO SI ESO SIGNIFICA SACRIFICIO (VV. 29–31).
En los versículos 29–30 Pablo vislumbra de antemano un argumento. «¿Por qué mi conciencia fuerte la debe juzgar la conciencia débil de un hermano? ¿Y qué daño puede haber en la carne por la cual he dado gracias?» La respuesta es: sin importar lo que hagamos, ya sea comer o beber, debemos hacerlo para la gloria de Dios y no para auto-complacernos. Humanamente hablando, puede parecer incorrecto que un cristiano fuerte se doblegue ante el hermano débil, pero eso es lo que glorifica a Dios.
Hacer que el hermano débil tropiece y caiga en pecado deshonra a la Iglesia y al nombre de Cristo.
D. VIVA PARA GANAR ALMAS (VV. 32–33).
Sólo hay tres grupos de personas en el mundo: los judíos, los gentiles y la Iglesia. Dios espera que la Iglesia procure ganar a los judíos y a los gentiles para el Señor. Si un cristiano vive para ganar almas, estas cuestiones en cuanto a la conducta se resolverán solas. Es el cristiano ocioso, carnal, que se pone frenético respecto a cuánto puede involucrarse en el mundo. Cuando los creyentes viven para edificar la Iglesia y ganar a los perdidos, ponen las primeras cosas primero y glorifican el nombre de Cristo.

11

En los capítulos 11–14 Pablo analiza el desorden en cuanto al culto público de Corinto. Al leer estos capítulos notará que hay varios problemas evidentes: Sus reuniones eran desordenadas y contrarias a las Escrituras; las mujeres estaban ocupando el liderazgo sobre los hombres; varios miembros competían por el liderazgo y la oportunidad de hablar; en general, había confusión y un pobre testimonio ante los perdidos. El capítulo 11 tiene que ver con el desorden en la Cena del Señor en particular, mientras que los capítulos 12–14 se refieren a la adoración pública en la iglesia y los principios que deben gobernar nuestros cultos.

I. LAS CAUSAS DEL DESORDEN EN LA CENA DEL SEÑOR (11.1–22)

A. FALTA DE SUBORDINACIÓN DE LAS MUJERES (VV. 1–16).
A menudo se acusa a Pablo de ser crítico de las mujeres y colocarlas en una posición inferior, pero esto no es verdad. Él se dio cuenta de que Dios es un Dios de orden, y que cuando alguna cosa está fuera de orden, hay confusión y se pierde el poder. En ninguna parte Pablo enseña que las mujeres sean inferiores a los hombres a los ojos de Dios, sino más bien que Dios ha asentado el principio de autoridad (no dictadura) que hace a Cristo la Cabeza del hombre y al hombre la cabeza de la mujer.
En Corinto se estaba violando este importante principio. Las mujeres estaban en competencia con los hombres por el liderazgo público de la iglesia. Aún más, al observar la Cena del Señor las mujeres no guardaban su debido lugar y venían con la cabeza descubierta; esta es la cuestión a la que Pablo se refiere ahora.
Tenga presente que Corinto era una ciudad inmoral, con «sacerdotisas» que sencillamente eran prostitutas. Una característica de una mujer pecadora era el cabello corto; tal mujer con frecuencia caminaba por la ciudad sin el velo usual que la cubriera. En algunas naciones orientales, incluso hoy, las mujeres no aparecen en público sin llevar un velo. Esto sería una señal de falta de respeto hacia sus maridos y se interpretaría como una invitación al pecador. A decir verdad, incluso entre los judíos una cabeza rapada era una señal de inmoralidad (Véanse Nm 5.11–31, especialmente el v. 18). De modo que Pablo advierte a las mujeres de la iglesia a que no pierdan su testimonio al adorar en público sin llevar un velo sobre su cabeza. El velo era una muestra de subordinación al Señor y a sus esposos, y un reconocimiento del principio de autoridad.
Los judíos ortodoxos, incluso hoy, llevan a sus cultos en las sinagogas un sombrerito de oración, pero esta es una práctica que Pablo prohíbe en la iglesia local. Cristo es la Cabeza del hombre; de modo que si un hombre lleva sombrero en la adoración, deshonra a su Cabeza. Si la mujer no usa un velo, deshonra a su esposo, porque «la mujer [fue creada] por causa del varón» (v. 9). Por supuesto, el simple hecho de usar (o no usar) un pedazo de tela nunca cambia el corazón. Pablo da por sentado que estas mujeres cristianas obedecían de corazón el principio de autoridad, pero que no lo hacían externamente.
Pablo da varias razones por las cuales las mujeres deben darse su lugar en la iglesia:
(1) muestra honor a sus esposos;
(2) honra a Cristo, la Cabeza de la Iglesia;
(3) concuerda con el mismo plan de la creación, porque Dios creó a la mujer para el hombre;
(4) los ángeles observan nuestra adoración y saben lo que hacemos, v. 10;
(5) la naturaleza misma le da a la mujer cabello largo y al hombre cabello corto, enseñando así la subordinación;
(6) esta es la práctica en todas las iglesias, v. 16 ¿Cómo se aplica a nosotros esta cuestión de «usar sombreros» o «llevar el cabello corto»?
Aunque no tenemos las mismas circunstancias que Pablo tenía que considerar en relación a Corinto, debemos admitir que una persona fuera de lugar es siempre un estorbo para la obra de Dios. Debe haber modestia en la iglesia local, tanto en el vestido como en las acciones. No debemos conformarnos al mundo, para no perder nuestro testimonio.
B. DIVISIONES EN LA IGLESIA (VV. 17–19).
Cuando hay divisiones y facciones (herejías) en la iglesia, incluso cuando parezcan ocultas, se mostrarán en las reuniones públicas. La Cena del Señor habla de la unidad de los creyentes; las divisiones en la iglesia negarán este maravilloso mensaje.
C. MOTIVOS EGOÍSTAS (VV. 20–22).
La iglesia primitiva con frecuencia celebraba una «fiesta de amor», una comida de compañerismo, conjuntamente con la Cena del Señor. Pero en Corinto los ricos traían de su abundancia, mientras que los pobres se sentaban a un lado con unas migajas de pan. «¡Coman en sus casas!», les ordena Pablo.
«¡Su glotonería y embriaguez son una deshonra para el Señor!» (vv. 21–22). Si los creyentes no se aman los unos a los otros, nunca podrán participar de la Cena del Señor y ser bendecidos.

II. LAS CONSECUENCIAS DE SU DESORDEN (11.23–30)

A. ERAN JUZGADOS EN VEZ DE BENDECIDOS (VV. 23–29).
Es evidente de que Cristo le había dado personalmente a Pablo instrucciones respecto a la Cena del Señor, porque el apóstol no estuvo en el aposento alto cuando se instituyó la ordenanza. Las palabras de Pablo hablan del cuerpo partido y la sangre derramada de Cristo por su iglesia, elementos que son un recordatorio constante de su amor y su regreso. Miramos en retrospectiva a la cruz y hacia adelante a su venida. Pero la Cena dejó de ser una bendición para la iglesia de Corinto, y por la manera en que abusaban de ella era causa de juicio. Sus reuniones no eran «para lo mejor, sino para lo peor» (v. 17).
Así es como siempre resultan las cosas espirituales: si nuestros corazones no andan bien, cualquier cosa que hagamos se convierte en una maldición.
B. ERAN CASTIGADOS (V. 30).
Dios permitió que les vinieran enfermedades e incluso muerte a los de la iglesia de Corinto debido a que participaban de la Cena del Señor de una manera indigna. Pablo nunca nos dice que debemos ser «dignos» para comer de la Mesa del Señor; porque si ese fuera el caso, nadie podría participar. Aunque no somos dignos, podemos participar de una manera digna al comprender lo que la Cena significa: tener un corazón libre de pecado; estar lleno del amor por Cristo y su pueblo; estar dispuesto a obedecer su Palabra. Los cristianos a menudo piensan que pueden «salirse con la suya» actuando descuidadamente en la iglesia, pero esto es imposible. Si nuestros corazones no andan bien, Dios tiene que castigarnos para traernos al lugar de la bendición.

III. LA CORRECCIÓN DE ESTE DESORDEN (11.31–34)

A. JUICIO PROPIO (VV. 31–32).
Si enfrentamos nuestros pecados con sinceridad, los juzgamos y los confesamos, Dios no nos castigará. «Pruébese cada uno a sí mismo» es el mandamiento de Pablo en el versículo 28. En la Cena del Señor damos tres «miradas»: miramos hacia adentro y confesamos nuestros pecados; miramos hacia atrás y recordamos el Calvario; y miramos hacia adelante y anhelamos fervientemente su regreso.
El principio es claro: si no juzgamos nuestros pecados, Dios tendrá que juzgarnos a nosotros.
B. AMOR MUTUO (V. 33).
«¡No pienses sólo en ti!», escribió Pablo; «piensa en otros». Esto es amor cristiano: poner a los demás antes que a nosotros mismos. Cuán pocos son los cristianos que obedecen este principio cuando se trata de la adoración. Llegamos a la iglesia preguntando: «¿Obtendré algo del culto de hoy?», cuando deberíamos preguntarnos: «¿Qué puedo decir o hacer que será de bendición a alguna otra persona?»
C. DISCERNIMIENTO ESPIRITUAL (V. 34).
Mientras que no hay nada de malo con las comidas de compañerismo en la iglesia, el lugar para comer es la casa propia. Se necesita discernimiento espiritual para mantener a la iglesia haciendo lo que se supone que debe hacer y no apartarla con desvíos. El ministerio de la iglesia local no es entretener o alimentar a los santos; es el de la edificación espiritual de los unos a los otros para que sean capaces de salir a ganar a otros. Tal vez se pudiera asentar como principio básico que la iglesia local no debe hacer lo que Dios ordenó que hiciera el hogar o el estado. La iglesia no está a cargo de criar niños, sin embargo, ¡la gente le echa la culpa a la iglesia y a la Escuela Dominical cuando los hijos se descarrían!
Si seguimos estos principios, nuestras asambleas serán reuniones para bendición y no para juicio («condenación» en el v. 32).

12

Este capítulo abre la discusión de los dones espirituales (caps. 12–14) y en la actualidad cuando las iglesias y denominaciones están enfatizando la obra del Espíritu, necesitamos saber lo que Dios tiene que decir al respecto. Sin embargo, debemos estudiar estos capítulos a la luz de los problemas que había en la iglesia de Corinto: división, inmoralidad, sensacionalismo en el crecimiento espiritual y confusión en la asamblea. Aquí en el capítulo 12 Pablo explica la obra del Espíritu Santo en el cuerpo de Cristo con los dones que otorga a sus miembros. El capítulo 13 hace hincapié en que las virtudes cristianas, que fluyen del amor, son más importantes que los dones espectaculares; en el capítulo 14 Pablo asienta los principios que deben gobernar la adoración en la comunidad de la iglesia.

I. NOS PERTENECEMOS LOS UNOS A LOS OTROS (12.1–20)

La división era un problema grande en la iglesia en Corinto (1.10–16; 6.1–8; 11.18–22). Cada grupo seguía a su líder humano seleccionado, ejercía sus dones egoístamente y se preocupaba muy poco por la salud del ministerio del cuerpo entero. Los cristianos de Corinto habían recibido dones espirituales en abundancia (1.4–7), pero les faltaba las virtudes espirituales: la clase de carácter cristiano que el Espíritu Santo anhelaba formar en ellos. Tenga presente que los dones cristianos no son necesariamente una señal del carácter cristiano o de madurez espiritual. Estos creyentes corintios eran carnales y sin embargo ejercían dones maravillosos y milagrosos.
A. PARTICIPAMOS DE LA MISMA CONFESIÓN (VV. 1–3).
A todo ciudadano del Imperio Romano se le exigía que cada año echara una pulgarada de incienso en el altar y dijera: «¡César es el Señor!» Esto era anatema para los creyentes. Ningún cristiano verdadero podía llamar «señor» a nadie excepto a Cristo, de modo que esta prueba definía si la persona en realidad era o no salva. Es sólo por el Espíritu que podemos confesar a Cristo como Señor (Ro 10.9, 10).
B. SERVIMOS AL MISMO DIOS (VV. 4–6).
La Iglesia, como el cuerpo humano, tiene diversidad en la unidad. Todos nuestros miembros difieren y sin embargo trabajan juntos para la salud del conjunto. En el cuerpo espiritual, que es la Iglesia, poseemos dones del Espíritu Santo (v. 4), participamos en el servicio al mismo Señor Jesucristo (v. 5) y tomamos parte en las obras (operaciones) del mismo Padre (v. 6).
C. PROCURAMOS EDIFICAR EL MISMO CUERPO (VV. 7–13).
Pablo ahora hace una lista de los dones espirituales y muestra que son dados para el beneficio de toda la iglesia y no para el placer privado de los cristianos como individuos. Debemos distinguir entre:
(1) el Don espiritual, que es el Espíritu mismo que se recibe en el momento de la salvación (Ef 1.13– 14);
(2) los dones espirituales, que son ministerios a la iglesia mediante el Espíritu y no simplemente capacidades o talentos naturales;
(3) oficios espirituales, que son posiciones de responsabilidad en la iglesia local, según se analiza en 1 Pedro 4.10, 1 Corintios 12.28, Romanos 12.4;
(4) virtudes espirituales, que son el fruto del Espíritu (Gl 5.22, 23; 1 Co 13.4–7) en la conducta cristiana.
Pablo deja muy en claro que cada cristiano tiene el Don (12.3) y por lo menos un don espiritual (12.7). No todos los cristianos tienen oficios espirituales, pero todos deben manifestar las virtudes del Espíritu, que son mucho más importantes que los dones milagrosos.
Por 1 Corintios 13.8 es claro que algunos de los dones concedidos a la iglesia primitiva nunca tuvieron el propósito de ser permanentes. Cuando la iglesia estaba en su infancia (13.11), antes de que se completaran las Escrituras del NT, se necesitaban estos dones; pero ya hoy no son necesarios. Dios puede concederlos, si así le place, porque es soberano en todo; pero estos «dones de señales» no son necesarios para el ministerio de la iglesia.
D. PARTICIPAMOS DEL MISMO BAUTISMO (VV. 14–20).
El bautismo del Espíritu se refiere a la colocación de los miembros en el cuerpo en el momento de su conversión. Los judíos fueron primero bautizados en el cuerpo en Pentecostés (Hch 1.5 y 2.1); los gentiles fueron bautizados por primera vez en el cuerpo en la casa de Cornelio el centurión (Hch 10.44 y 11.15–16); y desde entonces, cada vez que un pecador confía en Cristo es hecho parte del mismo cuerpo por la operación del Espíritu Santo. El Espíritu coloca a cada creyente en el cuerpo según lo considera apropiado, pero cada parte del cuerpo tiene un ministerio importante a desarrollar. «Muchos miembros en un cuerpo» es el programa para la edad presente.

II. NOS NECESITAMOS LOS UNOS A LOS OTROS (12.21–25)

Los creyentes que poseían dones espectaculares miraban con desdén a los otros, y pensaban que eran menos importantes. Sin embargo, Pablo aquí enseña que todo miembro del cuerpo es valioso para la vida, salud y crecimiento de la iglesia. (Lea Ef 4 para ver cómo Dios usa a las personas dotadas para ayudar a edificar a los santos, quienes a su vez edifican el cuerpo.) Ningún cristiano puede decir a su hermano menos dotado: «¡No te necesito!» Es más, esas partes de nuestro cuerpo que parecen ser las menos importantes pueden hacer el mayor bien ¡o causar el mayor problema si no funcionan apropiadamente! Los médicos solían hacer una lista de varios órganos o miembros del cuerpo humano que (según ellos) no eran importantes. ¡Esa lista es mucho más corta hoy!

III. NOS AFECTAMOS LOS UNOS A LOS OTROS (12.26–31)

No debe haber división (cisma) en el cuerpo (v. 25), puesto que todos participamos de la misma vida mediante el Espíritu. Pero no es suficiente simplemente evitar la división; debemos también interesarnos los unos por los otros y procurar edificar la iglesia y fortalecer el cuerpo. En el cuerpo humano la debilidad o dolor de uno de los miembros afecta a los demás miembros. Esto también es cierto en el cuerpo espiritual: si un creyente sufre, todos sufrimos; si un miembro crece en fuerza, todos recibimos ayuda. Este hecho coloca sobre cada cristiano la responsabilidad de ser un miembro lo más fuerte posible. Efesios 4.16 indica que cada parte del cuerpo hace algún tipo de contribución hacia el crecimiento de la iglesia.
Es esencial que tengamos presente el método de Dios para fortalecer el cuerpo. Él ha escogido líderes espirituales, les ha dado dones espirituales y los ha colocado en el cuerpo como Él quiere.
Había, en los primeros días de la iglesia, apóstoles y profetas. No hay apóstoles hoy, puesto que para calificar para el apostolado era necesario haber visto a Cristo resucitado (1 Co 9.1; Hch 1.21–22). Los apóstoles fueron embajadores especiales que llevaron el evangelio a los perdidos, establecieron iglesias y dieron los mensajes de Dios. Los profetas eran predicadores que hablaban según los dirigía el Espíritu. No exponían la Biblia como tal, sino que trasmitían la voluntad de Dios inmediatamente a la iglesia y no mediante la Palabra escrita, puesto que el NT todavía no estaba escrito. Primera de Corintios 13.8–13 enseña que los dones espectaculares que la iglesia primitiva poseía en su etapa «infantil» no iban a ser permanentes. Fueron credenciales enviadas del cielo que decían a la gente que Dios estaba obrando en su medio (Heb 2.3, 4).
Nótese que las lenguas aparecen al final de la lista. Es evidente que los creyentes de Corinto eran dados a abusar del don de lenguas, a tal punto, que había confusión en sus cultos públicos (14.23). A decir verdad, los «miembros de lenguas» miraban con menosprecio a los otros creyentes que no tenían este don en particular. De modo que Pablo concluye recordándoles que no todos poseemos los mismos dones (vv. 29–30). «¿Hablan todos lenguas?» No. Nunca permita que nadie le convenza de que el don de lenguas es necesariamente una señal de un poder o carácter espiritual especial. Este don lo poseían cristianos a quienes Pablo llama «carnales[<%6>...<%0>] niños en Cristo» (3.1).
Es importante que nos demos cuenta de nuestra relación del uno para el otro en la iglesia. Sí, hay muchas denominaciones hoy, pero todos los cristianos verdaderos, en los cuales mora el Espíritu, son miembros de su Cuerpo. Puede haber unidad incluso donde no hay uniformidad. Cristo nunca oró por la uniformidad de su Iglesia, sino por la misma unidad espiritual que existe entre Él y su Padre (Jn 17.20–23). Nosotros debemos, de la misma manera, orar por unidad espiritual y hacer todo lo que podamos para preservarla y extenderla (Ef 4.1).

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Es trágico cuando el mundo toma un capítulo como este (y lo hace) y lo divorcia de su verdadero significado cristiano. ¡El hombre inconverso no puede experimentar esta clase de amor más de lo que puede hacerlo una estatua de mármol! Para que alguna persona pueda mostrar esta clase de carácter en su vida diaria, se requiere que el Espíritu de Dios habite en su vida y que le llene del poder que sólo Él puede dar.
Tenga presente que Pablo todavía lidia con la pregunta de los dones espirituales. Aquí hace hincapié en que los dones sin las virtudes son nada. El fruto del Espíritu (Gl 5.22, 23) es más importante en la vida cristiana que los dones milagrosos del Espíritu. Siempre que la iglesia ande a la caza de experiencias milagrosas en lugar de santidad y carácter cristiano, habrá división, confusión, carnalidad.

I. EL AMOR ES ESENCIAL (13.1–3)

La palabra «amor» significa amor en acción. No es simplemente una emoción; es el corazón alcanzando a otros. La versión de 1909 traduce «caridad», pero «caridad» hoy nos hace pensar en regalar ropas viejas o hacer regalos a las «instituciones de caridad». Estas actividades pueden ser amor cristiano en acción, pero Pablo exige mucho más. La palabra que usa para amor es ágape, que es el amor que se sacrifica por el bien de otros.
Nótese cómo toma algunos de los dones espirituales de 12.8–10 y muestra que son inútiles si no hay amor. Las lenguas sin el amor se convierten en mero ruido, como el retiñir de un címbalo. La profecía sin amor hace que el profeta sea nada. Esta aplicación también puede hacerse al conocimiento (perspectiva espiritual dada inmediatamente por el Espíritu) y a la fe. Pablo no minimiza estos dones; simplemente señala que no tendrán un efecto bueno en el individuo o en la iglesia a menos que haya amor en la vida del cristiano que ejerce sus dones. Podemos ir al extremo de sacrificar nuestro <%-2>cuerpo, pero sin amor este <%-3>acto no servirá de nada. El amor es la medida de todo.<%0>
Es evidente que los corintios estaban usando sus dones y oficios espirituales con una actitud de competencia y no de amor. La iglesia estaba dividida y la situación se empeoraba debido a que ¡los mismos dones espirituales que se suponía debían edificar a la iglesia le hacían más daño que bien! La predicación sin amor es solamente puro ruido. La oración sin amor se convierte en palabras vacías. Dar sin amor es nada más que una ceremonia. ¿No es asombroso que Cristo le preguntó a Pedro: «¿Me amas»? (Jn 21.17).

II. EL AMOR ES EFICAZ (13.4–7)

Los dones no tienen ningún efecto espiritual en la vida de la iglesia si no hay amor, porque es el amor lo que el Espíritu usa para edificar a la iglesia. «El conocimiento envanece, pero el amor edifica», dice 1 Corintios 8.1. Nótese las cualidades del amor:
A. EL AMOR ES PACIENTE Y BENIGNO (V. 4).
El amor se eleva por sobre las pequeñeces y es generoso en la manera en que trata a los demás. Es fácil «amar» cuando la gente se presta para que se le ame; pero qué difícil es amar cuando nos lastiman o nos atacan de una manera u otra. Piense de la paciencia de Cristo con Pedro después de que este pecó contra Él y tendrá una idea de lo que esto significa. El amor no sólo soporta con paciencia el daño, sino que actúa positivamente en obrar y al mostrar bondad.
B. EL AMOR NUNCA HIERVE EN CELOS (V. 4).
La envidia es un pecado terrible; Caín envidió a su hermano ¡y lo mató! ¿Cómo reaccionamos cuando otros cristianos reciben bendición o beneficios que a nosotros nos faltan? ¿Permitimos que las chispas de la envidia ardan y luego se conviertan en llamarada?
C. EL AMOR NO ES JACTANCIOSO NI ORGULLOSO (V. 4).
«Envanece» se refiere al sentimiento interno; «jactancioso» se refiere a la ostentación externa de Auto-importancia.
D. EL AMOR NO ES GROSERO NI EGOÍSTA (V. 5).
Hay un rasgo de gracia en la persona que actúa por amor cristiano, un encanto que el mundo no puede dar. El verdadero amor procura solamente el bien de otros; no es egoísta. ¿Puede ver este amor en la vida de Cristo?
E. EL AMOR NO SE IRRITA, NI ALBERGA PENSAMIENTOS MALOS (V. 5).
La palabra «fácilmente» no consta aquí. El amor cristiano no muestra irritación, como la carne lo hace con demasiada frecuencia. El amor no guarda libros de registro de las cosas malas que las personas hacen, ni de las ofensas recibidas de ellas. A decir verdad, el amor nunca se alegra cuando otros andan en el mal, pero siempre se alegra cuando andan en la verdad.
F. EL AMOR DA VICTORIA (V. 7).
Mediante el amor de Cristo en nosotros podemos soportar cualquier cosa, tener fe y continuar en esperanza. «Nos da poder para soportar cualquier cosa» v. 7 (WMS). ¡El amor siempre lleva a la victoria!
En estos versículos Pablo reprende con dulzura los pecados de los corintios. Ellos se impacientaban los unos con los otros en sus asambleas (14.29–32); envidiaban los dones espirituales que otros poseían (14.1); eran orgullosos y criticones (12.21–26); no tenían modestia en su conducta (12.2–16); procuraban hacer prevalecer sus derechos (caps. 8–10) aunque dañaran a otros; se dejaban provocar con facilidad e incluso se demandaban judicialmente los unos a los otros (6.1–8); y se regocijaban en el pecado cuando debían juzgarlo (5.1–3). También podemos ver en estos versículos un cuadro de Cristo, quien es el único que manifiesta perfectamente el amor de Dios para nosotros. En este capítulo podemos sustituir la palabra «Cristo» por «amor».

III. EL AMOR ES ETERNO (13.8–13)

Los corintios era bebés espirituales y, como tales, se esforzaban por lo temporal y descuidaban lo permanente. Querían los dones espirituales pasajeros en lugar de carácter cristiano duradero. El amor nunca «deja de ser» (deja de tener fuerza o autoridad). Estos otros dones pasarán: las profecías se reemplazarían por la Palabra escrita de Dios; las lenguas no harían más falta; los dones de conocimiento especial serían puestos a un lado por el ministerio de enseñanza del Espíritu a partir de la Palabra. Pero el amor y las virtudes que produce permanecerán para siempre.
Pablo explica que estos dones especiales fueron necesarios durante el período de la infancia de la iglesia. Las manifestaciones especiales del Espíritu eran las credenciales de los apóstoles (Ro 15.18, 19). Dios no siempre usa milagros para certificar su verdad, pero a menudo lo hizo. En Tesalónica, por ejemplo, el Espíritu se reveló en una predicación poderosa de la Palabra y no en milagros (1 Ts 1.5, 6).
En el versículo 11 Pablo usa un simple ejemplo de la niñez. No condenamos a un niño porque hable como un niño, pero condenamos a un adulto si balbucea como un niño. «Es tiempo», dice el apóstol, «que ustedes niñitos crezcan y empiecen a hablar como adultos. Las lenguas y otras manifestaciones especiales pertenecen a la infancia espiritual. ¡Crezcan!» En 14.20 Pablo de nuevo les dice que dejen de actuar como niños.
Siempre habrá lugar para el crecimiento en la iglesia y mientras crecemos sabremos y veremos de forma imperfecta. Corinto era famosa por sus espejos de metal, de modo que Pablo los usó a manera de ilustración. En esos espejos uno veía sólo un pálido reflejo de la persona, de la misma manera en que hoy nosotros vemos nada más que un nebuloso reflejo de Dios. Pero cuando Cristo venga, le conoceremos así como Él nos conoce. ¡Y seremos como Él es!
La iglesia se acerca a la perfección mediante el amor: los creyentes amando a Cristo y amándose unos a otros; sosteniendo la verdad en amor; practicando la verdad porque le amamos a Él. «Edificando el cuerpo en amor» es la manera en que lo dice Efesios 4.16 y este es un ministerio en el cual todos debemos participar.
Fe, esperanza, amor: estos tres permanecen para siempre; y el amor es el mayor de ellos, porque «Dios es amor» (1 Jn 3.18).

14

Lo primero que queremos hacer es recorrer este capítulo y tachar la palabra «desconocida». Pablo no habla de lenguas «desconocidas»; esa palabra la añadieron traductores bien intencionados, pero confundidos. Siempre que en la Biblia hallemos «lenguas» se refiere a lenguajes conocidos (nótese Hch 2.4, 6, 8, 11). Los judíos en Pentecostés oyeron a los creyentes exaltando las poderosas obras de Dios en sus propios dialectos, de modo que no se necesitó intérprete. En 1 Corintios 14.10 y 21 Pablo indica definitivamente que se refiere a lenguajes conocidos, no de ningún «lenguaje celestial» extraño o lenguas desconocidas.

I. LA INFERIORIDAD DE LAS LENGUAS (14.1–25)

Algunos quieren hacernos creer que el don de lenguas es una señal de espiritualidad superior y que los cristianos no pueden ser espirituales de verdad mientras descuiden este don. Pablo ¡enseña exactamente lo opuesto! Da tres razones por las que las lenguas son un don inferior.
A. LAS LENGUAS NO EDIFICAN A LA IGLESIA (VV. 1–19).
Debemos tener presente que el propósito de los dones espirituales es la edificación de la Iglesia de Jesucristo (12.7) y no el placer personal del creyente. Los dones son para emplearse, no para disfrutarse. En esta sección Pablo contrasta las lenguas y la profecía. La profecía, como usted recordará, era la proclamación de la verdad de Dios bajo la dirección inmediata del Espíritu Santo. No es idéntica a la predicación, por cuanto el predicador interpreta la Palabra escrita conforme le instruye el Espíritu; de modo que no habla la misma Palabra de Dios. Nótese los contrastes:
PROFECÍA LENGUAS
1. Hablaba a los hombres para su bien, v. 3
1. Le hablan a Dios para el bien del que habla, v. 2
2. Se puede entender, vv. 2, 5 2. No se comprenden a menos que haya un intérprete
3. Edifica a la iglesia, vv. 3, 4 3. Edifica al que habla, v. 4
4. Es el don mayor, vv. 5, 19 4. El don de menor categoría, v. 5 (nótese 12.10)
Pablo deja en claro que las lenguas, a excepción de las que se interpretan, no tienen ningún valor para la iglesia. De igual manera, no le dan ninguna bendición personal al que las habla a menos que entienda lo que dice (vv. 14–15). Los que creen que los cristianos deberían practicar este don en privado ignoran lo que Pablo dice aquí. En primer lugar, ¿cómo puede edificar a la iglesia si usamos nuestros dones espirituales en privado y no para servir a otros? Y segundo, si no entendemos lo que se dice, ¿cómo podemos aprovecharlo nosotros mismos? Es posible que la carne y el diablo imiten los dones espirituales y lleven al creyente a una religión de emocionalismo superficial en lugar de una de comprensión sólida de la fe. Esto no es negar el lugar de las emociones sinceras en la vida cristiana, porque los frutos del Espíritu ciertamente involucran las emociones (Gl 5.22, 23); estas emociones, sin embargo, deben ser instruidas por la mente y controladas por la voluntad o serán destructivas.
B. LAS LENGUAS NO EDIFICAN AL CREYENTE (VV. 20–21).
Algunos sugieren que el don de lenguas es una muestra de madurez espiritual y de una vida cristiana más profunda; pero Pablo dice justamente lo opuesto. Los cristianos en Corinto eran «niños en Cristo» y «carnales» (3.1–4). Se jactaban de su «espiritualidad» (8.1, 2; 10.12) y sin embargo Pablo tenía que advertirles y enseñarles de la manera más elemental. En 13.8–13 Pablo explica que su pasión por los dones espirituales era una señal de infancia y no de madurez. Los creyentes maduros tienen al Espíritu y al Verbo, y no buscan «muletas» espirituales para sostenerlos. El Dr. M.R. DeHaan tiene un interesante punto de vista respecto a 14.22 que respalda esta enseñanza. Dice que «los creyentes» (v. 22) se refiere a los cristianos espirituales que viven por fe en la Palabra de Dios, en tanto que los «incrédulos» se refiere a los creyentes inmaduros sin una fe fuerte. Dios tiene que dar señales a los cristianos inmaduros para reforzar su fe, pero el creyente maduro edifica su vida en la Palabra.
C. LAS LENGUAS NO GANAN A LOS PERDIDOS (VV. 22–25).
En Hechos 2 Dios les dio a los apóstoles el don de lenguas para que pudieran hablar la Palabra a los judíos en Pentecostés. Para los judíos era una señal de que Dios estaba obrando, cumpliendo Isaías 28.11, 12. Cuatro veces en Hechos hallamos incidentes que involucran lenguas y cada una muestra a los judíos presentes de que Dios está obrando:
(1) Hechos 2; las lenguas son evidencia a los judíos incrédulos en Pentecostés;
(2) Hechos 8; evidencia a los judíos creyentes de que el Espíritu había venido sobre los samaritanos;
(3) Hechos 10; evidencia de que el Espíritu había venido sobre los gentiles;
(4) Hechos 19; evidencia de que los doce hombres efesios habían recibido el Espíritu.
Pero las lenguas nunca pueden alcanzar al incrédulo para el Señor, especialmente la confusión de lenguas que existía en Corinto. ¡Era otra Babel! Es mucho mejor que el visitante que no es creyente escuche un mensaje de la Palabra, algo que pueda entender y entonces hacer su decisión por Cristo, que escuchar una confusión de mensajes que no puede captar.

II. LA IMPORTANCIA DEL ORDEN (14.26–40)

A. LENGUAS (VV. 26–28).
Las lenguas no deben permitirse sin interpretación. Solamente tres han de hablar y por turno.
B. PROFECÍA (VV. 29–33).
Dos o tres profetas han de hablar y los demás deben probar sus mensajes para ver si vienen de Dios (nótese el don de «discernimiento de espíritus» en 12.10 y Véanse 1 Ts 5.20, 21). Los que hablan deben edificar a la iglesia y mantener el orden apropiado. Si alguien que está hablando «pierde el control» es una prueba de que el Espíritu no está hablando; porque cuando el Espíritu está obrando, hay dominio propio.
C. LAS MUJERES EN LA IGLESIA (VV. 34–35).
Relacione estos versículos a 11.5 y 1 Timoteo 2.12. Al parecer, las mujeres estaban abusando de sus dones y usándolos fuera de lugar. Pablo no dice que las mujeres no tienen dones espirituales ni que deban ser esclavos de los hombres. Enseña que tanto hombres como mujeres, si actúan fuera de lugar en la iglesia, la destruyen en lugar de edificarla. Pablo también coloca una responsabilidad sobre los hombres; deben enseñar a sus esposas las verdades espirituales, pero hacerlo en casa. Triste como suena, ¡en muchas familias es la esposa la que tiene que enseñarle al marido!
D. OBEDIENCIA A LA PALABRA (VV. 36–40).
«Si alguno de ustedes es espiritual», dice Pablo, «¡lo probará por obedecer la Palabra de Dios!» El Espíritu de Dios nunca trabaja fuera de la Palabra de Dios ni contrario a ella, y en ninguna parte se necesita más este principio que en el área de los dones espirituales. No podemos ser guiados por la experiencia emocional subjetiva de alguien, pero sí podemos ser guiados por la inmutable y objetiva Palabra de Dios.
Nótese los principios básicos para la adoración espiritual que Pablo da a la iglesia:
(1) La enseñanza y la predicación de la Palabra sienta precedencia sobre todo lo demás.
(2) La iglesia debe ser edificada.
(3) No debe haber nada que menoscabe el testimonio ante los incrédulos.
(4) Siempre debe haber dominio propio.
(5) Todo debe hacerse «decentemente y con orden», siguiendo a la Palabra de Dios.
(6) Las mujeres no deben ejercer autoridad sobre los hombres.
(7) Debe haber comprensión antes de que pueda haber bendición.
Es evidente por las Escrituras que había cierta informalidad en las reuniones de la iglesia primitiva. Por un lado debemos evitar la formalidad y por otro el fanatismo. Es una línea muy fina. Un culto planeado no es un culto falto de espiritualidad, porque el mismo Espíritu puede guiar en el planeamiento anticipado así como el culto mismo. Pero incluso en un servicio planeado debemos dar lugar a que el Espíritu guíe, para no contristarlo.
NOTAS ADICIONALES SOBRE 1 CORINTIOS 12–14
Queremos examinar las afirmaciones de algunos carismáticos con respecto a la manifestación de lenguas y del Espíritu, para ver si satisfacen la prueba: «¿Qué dicen las Escrituras?» Algunos aducen:
A. «HAY UN BAUTISMO DEL ESPÍRITU DESPUÉS DE LA SALVACIÓN».
Algunos enseñan que es necesario «quedarse esperando el poder» en oración y ayuno, basando esto en Hechos 1 y Lucas 24.49. Pero 1 Corintios 12.13 enseña que todos los creyentes han sido bautizados por el Espíritu en el cuerpo de Cristo. Esto fue verdad, ¡incluso de los carnales corintios! Hay «llenuras» del Espíritu después de la conversión y se nos ordena que seamos llenos del Espíritu (Ef 5.18); pero en las Escrituras nunca se nos ordena que seamos bautizados con el Espíritu. Hay un solo bautismo en el momento de la conversión, pero muchas llenuras del Espíritu, en la medida en que diariamente nos rendimos a Dios.
B. «LA EVIDENCIA DE ESTE BAUTISMO ES HABLAR EN LENGUAS».
Si esto fuera verdad, la mayoría de los corintios nunca experimentaron el bautismo, porque no todos hablaban en lenguas (12.10, 30). Sin embargo, 12.13 dice que todos fueron bautizados por el Espíritu. Por consiguiente, si los carismáticos están en lo correcto, todos los creyentes corintios debían haber hablado en lenguas; pero no fue así. Juan el Bautista fue lleno del Espíritu desde antes de su nacimiento, sin embargo, nunca habló en lenguas. Los grandes santos, a través de las edades, nunca han hablado en lenguas.
C. «EL DON DE LENGUAS ES UN DISTINTIVO DE ESPIRITUALIDAD».
¡No en Corinto! Esta fue la iglesia más carnal con la que Pablo tuvo que lidiar. Eran niños en Cristo (1 Co 3.1–4). En lugar de ser un distintivo de una vida espiritual más profunda, las lenguas eran un don relativamente inferior que tenía muy poco valor al cristiano como individuo o para la iglesia colectivamente. Es posible tener dones espirituales y no tener las virtudes espirituales, y 1 Corintios 13 enseña esto con claridad. La cuestión importante no es cuántos dones tengo, sino: ¿es mi vida semejante a la de Cristo y atraigo gente a Él?
D. «LAS LENGUAS SON PARA LA IGLESIA HOY».
Hay más que suficiente evidencia de que varios de los dones fueron temporales. Tal parece que la profecía, las lenguas y el conocimiento (el inmediato impartir de verdad espiritual por el Espíritu) pasaron cuando se terminó de escribir el NT. Primera de Corintios 13.8–13 indica que estos dones pasarían y no se necesitarían más. Pertenecían a la «infancia» de la iglesia. Hoy la vida y ministerio de la iglesia están cimentados en la Palabra de Dios. Lea en Hechos 20.17–38 un cuadro del ministerio ideal del NT; aquí no hallará nada acerca de las lenguas.
E. «UN CREYENTE SE PUEDE BENEFICIAR DE LAS LENGUAS PRIVADAMENTE».
Pero los dones espirituales son dados para el beneficio de la iglesia entera (12.7), no de un solo santo. No hay ninguna sugerencia en estos capítulos que algún don sea concedido para el disfrute privado del creyente. En verdad, en 14.13–15, Pablo afirma con claridad que el uso privado del don de lenguas no es correcto. Si hay interpretación, permitiendo al creyente saber lo que se dice, puede haber beneficio espiritual; pero sin comprensión, no hay bendición. El uso privado de lenguas es contrario a la letra y al espíritu de 1 Corintios 12–14.
F. «EL DON DE LENGUAS UNE A LOS CREYENTES».
Hay una nueva clase de ecumenismo entre los cristianos en el movimiento carismático que dice:
«Usted no tiene que negar sus creencias básicas para ser parte de nuestro compañerismo». Pero, ¿unió acaso el llamado «bautismo del Espíritu» a los creyentes en Corinto? ¡La iglesia estaba dividida en cuatro facciones! (1 Co 1.10–13). Sin embargo, ¡todos los creyentes allí habían experimentado el bautismo del Espíritu! (12.13). Había discordia, división y disensión en la iglesia; y, no obstante, también había el don de lenguas. Ha sido nuestra experiencia que el énfasis en las «lenguas» y en el «bautismo del Espíritu» divide a la iglesia en lugar de unificarla. Los «cristianos de lenguas» se creen superiores a los demás y entonces empieza el problema.
G. «NO IMPORTA LOS TÉRMINOS QUE USE CON TAL DE QUE TENGA LA EXPERIENCIA».
Esta es una mentira sutil de Satanás. El Espíritu fue el que dio las palabras de las Escrituras y debemos obedecerlas (1 Co 2.9–16). Está mal confundir el bautismo del Espíritu con Su plenitud, porque Dios definitivamente las ha separado. Debemos basar en la Biblia la experiencia cristiana y no interpretar la Biblia por la experiencia. Si comprendemos las palabras y verdades de la Biblia, comprenderemos cómo vivir la vida cristiana. Nótese cuántas veces usa Pablo la palabra «ignorar» al escribir a los corintios. «No seáis niños en el modo de pensar» les amonesta en 14.20. A Satanás y sus poderes demoníacos les es posible falsificar las «experiencias espirituales» para los cristianos superficiales. Pero cuando los cristianos comprenden la Palabra de Dios, Satanás no puede trabajar.

15

Los griegos no creían en la resurrección de los muertos. Cuando Pablo predicó la resurrección en Atenas, algunas de las personas en realidad se rieron de la doctrina (Hch 17.32). Sus filósofos enseñaban que el cuerpo era la prisión del alma y que mientras más pronto la muerte liberara al alma, mejor le iría a la persona. Los griegos miraban al cuerpo humano como una fuente de debilidad y maldad, y no podían concebir que un cuerpo continuara existiendo después de la muerte. Este fue el modo de pensar que Pablo tuvo que enfrentar al escribir este capítulo.

I. LAS PRUEBAS DE LA RESURRECCIÓN DEL CREYENTE (15.1–34)

A. PRUEBA HISTÓRICA (VV. 1–11).
Los corintios no dudaban de la resurrección de Cristo, de modo que Pablo empezó allí en su argumentación de la resurrección del cuerpo humano. La resurrección de Cristo es un hecho histórico, probado por el mensaje del evangelio, el testimonio de testigos y la misma conversión de Pablo. Si no hubiera resurrección, no habría salvación, porque ¡un Salvador muerto no puede salvar a nadie! «Ahora bien», arguye Pablo, «sé que ustedes corintios creen en la resurrección de Cristo, de otra manera su fe sería vacía (vana). Cristo fue un hombre y ahora tiene un cuerpo de resurrección. Si Él tiene un cuerpo glorificado en el cielo, ¿por qué los creyentes no tendrán uno también?» Este es otro aspecto de la unión del creyente con Cristo: debido a que Él ha sido glorificado, nosotros también seremos glorificados un día.
B. PRUEBA PERSONAL (VV. 12–19).
Pablo señala la experiencia personal de los mismos corintios. Él les predicó el evangelio, ellos creyeron y sus vidas fueron transformadas (6.9–11). Pero si los muertos no resucitan, ¡Cristo todavía estaba muerto y ese evangelio era una mentira! Su fe era vana, y ¡ellos estaban todavía en sus pecados!
La fe cristiana es buena sólo si una persona vive; no hay esperanza después de la muerte.
C. PRUEBA DOCTRINAL (VV. 20–28).
Aquí Pablo analiza la doctrina bíblica de «los dos Adán». (Usa este argumento también en Ro 5.)
Fue por medio del pecado del primer Adán que la muerte entró en el mundo; pero mediante el postrer
Adán (Cristo), se conquistó la muerte. Cristo es las primicias; o sea, es el primero de una gran cosecha que aún no ha venido. Cristo es el «postrer Adán» de Dios e invertirá el mal que el primer Adán trajo a este mundo. Cuando Cristo venga los muertos en Cristo resucitarán (v. 23, 1 Ts 4.13–18). Jesús finalmente pondrá todas las cosas bajo sus pies, incluyendo la muerte. En otras palabras, negar la resurrección de los muertos es negar el reino futuro de Cristo. Si los creyentes están muertos para siempre, la promesa de Dios en cuanto al futuro es nula y vacía.
D. PRUEBA PRÁCTICA (VV. 29–34).
Pablo menciona varias prácticas de la vida diaria que prueban la resurrección del cuerpo. Por un lado, los corintios estaban bautizándose «por los muertos». Hay cierto desacuerdo sobre lo que esto significa. ¿Estaban bautizando personas vivas por causa de los santos que habían muerto antes de bautizarse (lo cual no es muy probable), o estaban bautizando a nuevos convertidos para que tomaran el lugar de los que habían muerto (lo cual es lo más probable)? En cualquier caso, la iglesia de Corinto aún practicaba el bautismo y este es un símbolo de la muerte, sepultura y resurrección. (Por lo general, los eruditos del NT están de acuerdo en que la iglesia primitiva bautizaba por inmersión.) La ordenanza no tiene significado si no hay resurrección de los muertos.
En los versículos 30–32 Pablo cita los muchos peligros de su ministerio y dice, en efecto: «¡Es una locura, por supuesto, que arriesgue mi vida diariamente si los muertos no resucitan!» En el versículo 32 arguye: «Si no hay resurrección, ¡debemos comer, beber y alegrarnos! ¡Disfrute de la vida mientras pueda!» Es fácil ver que estos puntos prácticos tienen sentido. «¡Qué vergüenza!», concluye él en el versículo 34 «¡Ustedes deberían saber esto!»

II. EL PROCESO DE LA RESURRECCIÓN DEL CREYENTE (15.35–49)

«¿Cómo resucitarán los muertos?» es la pregunta clave aquí. Pablo usa ilustraciones de la naturaleza para mostrar que no hay vida aparte de la muerte. La semilla que se planta muere para llevar fruto, y el fruto, aun cuando se identifica con la semilla original, es diferente a la misma. El cuerpo de resurrección, como los cuerpos en el cielo, tendrán su propia clase de gloria. No es el mismo cuerpo que se plantó (v. 37), sino que hay continuidad entre el cuerpo sepultado y el de resurrección. El cuerpo físico que se coloca en la tumba está sujeto a la descomposición; es humilde, un cuerpo de humillación; es débil, apropiado para un ambiente natural. El cuerpo de resurrección no se descompondrá; tendrá poder y gloria; será apropiado para un ambiente espiritual. Llevará la imagen de lo celestial.
El cuerpo de resurrección de Cristo ilustra lo que Pablo enseña aquí. Los creyentes le reconocieron, de modo que había continuidad entre su cuerpo crucificado y su cuerpo glorificado. Pero también podía cambiar su apariencia. Pasó a través de puertas cerradas y sin embargo comió pescado y miel (Lc 24.41–43) e invitó a los discípulos a que lo tocaran. Fue el mismo cuerpo, empero a la vez fue un cuerpo diferente. El cuerpo de resurrección retiene la identidad e individualidad del creyente, pero será apropiado para una nueva manera de vida.

III. EL PROGRAMA DE LA RESURRECCIÓN DEL CREYENTE (15.50–58)

Aquí Pablo se refiere a la Segunda Venida de Cristo y lo que significa tanto para los vivos como para los muertos. «No todos dormiremos [moriremos]», porque algunos santos estarán vivos cuando Cristo vuelva; «pero todos seremos transformados». Este misterio concierne al Rapto de la Iglesia.
Cuando Cristo vuelva, los muertos resucitarán primero, los vivos serán arrebatados y todos serán transformados para ser como Cristo. Y todo esto ocurrirá en un abrir y cerrar de ojos.
Pablo concluye con una nota de victoria. No puede haber aguijón en la muerte cuando una persona es cristiana, porque Cristo le ha quitado a la muerte ese aguijón. No puede haber victoria en el sepulcro, porque Cristo un día vaciará las tumbas y levantará a los suyos en el poder de su resurrección. ¡Qué poca esperanza tenían los griegos cuando pensaban en la muerte! Las inscripciones en las tumbas de la antigua Grecia y Roma indican que la muerte era su mayor enemigo, que no veían ninguna esperanza más allá de la tumba. ¡En Cristo tenemos vida y esperanza!
El versículo 58 se menciona con frecuencia fuera de su contexto. Los cristianos pueden estar firmes y constantes, debido a que saben que si su peor enemigo (la muerte) ha sido vencido ya no tienen que temer a ningún otro enemigo. Pueden abundar en el servicio cristiano, porque ese trabajo contará para la eternidad. Su labor no es en vano.
Varias veces en este capítulo Pablo usa la frase «en vano». Quiere decir «vacío, sin contenido».
Debido a que la tumba está vacía, ¡nuestra fe no lo es! Pero si la tumba no está vacía, todo lo demás es en vano; nuestra predicación es vana (v. 14), nuestra fe es vana (v. 14) y nuestras obras son vanas (v. 58). La resurrección de Jesucristo es la respuesta de Dios al lamento de Salomón en Eclesiastés 1.2: «Vanidad de vanidades, todo es vanidad». ¡Gracias a Dios por la victoria que tenemos en la resurrección de Cristo!

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En este capítulo final Pablo da instrucciones respecto a la ofrenda para los santos pobres de Jerusalén y también exhortaciones para los creyentes de Corinto respecto a su vida en la iglesia.

I. ¿CÓMO RECOGER LA OFRENDA? (16.1–4)

Una iglesia local recibe sus instrucciones financieras de la Palabra («de la manera que ordené») y no del mundo. Qué triste es cuando las iglesias rechazan el método bíblico en cuanto a finanzas y adoptan métodos mundanos. Todas las iglesias en los días de Pablo seguían el mismo modelo bíblico: no había excepciones. Aun cuando estas instrucciones tienen que ver con una «ofrenda de auxilio misionero», los principios se aplican a las ofrendas cristianas en general; Véanse 2 Corintios 8–9.
A. LA OFRENDA SE CENTRABA EN LA IGLESIA.
De no ser así, ¿por qué Pablo menciona «el primer día de la semana»? Las iglesias se reunían en el día del Señor y traían sus ofrendas. Pablo no animó a los miembros a que le enviaran las ofrendas a él personalmente. Quería que la iglesia diera una muestra de amor a los creyentes judíos necesitados de Judea. Nótese en Filipenses 4.15, 16 que Pablo estaba agradecido de las iglesias que le ayudaron con ofrendas. Un miembro de la iglesia tiene el deber de dar al Señor y a la iglesia sus diezmos y ofrendas.
Esto no quiere decir que esté mal el sostenimiento personal a los obreros (2 Ti 1.16–18), sino que dar a las personas no debe ocupar el lugar de nuestra fidelidad a la iglesia.
B. LA OFRENDA ERA REGULAR.
Pablo les animó a que trajeran su dinero semanalmente si les era posible. Algunas personas reciben cada semana su salario, otros cada mes. Lo que Pablo dice es: «No deje que sus diezmos y ofrendas se acumulen en su casa». Ofrendar sistemática y regularmente resulta en crecimiento espiritual.
C. LA OFRENDA ERA PARA TODA PERSONA.
La ofrenda no era algo para que la diera el rico nada más, sino ricos y pobres por igual. Es más, en 2 Corintios 8–9 Pablo nos dice que los santos pobres de Macedonia dieron de su pobreza abundantemente. Este es el modelo bíblico de ofrendar. El miembro de la iglesia que puede dar pero que no lo hace con fidelidad es un ladrón: le roba a Dios (Mal 3.7–12); les roba a otros cristianos, porque ellos pagan las cuentas mientras que él obtiene las bendiciones; aún más, se roba él mismo las bendiciones.
D. LA OFRENDA ERA PROPORCIONAL: «SEGÚN HAYA PROSPERADO» (V. 2).
El diezmo era la norma mínima para la ofrenda en el AT y no hay razón para que esta norma no deba aplicarse a los cristianos del NT por igual. El diezmo se practicaba mucho antes de que se promulgara la ley (Gn 14.20; 28.22), de modo que no se puede argüir de que el diezmo es una práctica legalista.
E. LA OFRENDA SE MANEJABA CUIDADOSAMENTE.
Pablo siempre fue muy cuidadoso respecto al manejo del dinero. Quería que representantes elegidos por la iglesia le acompañaran, para que nadie le acusara de apropiarse del dinero. Es correcto que una iglesia tenga un sistema financiero que incluya recibos y registros. La situación financiera de la iglesia siempre debe ser la mejor posible como testimonio al perdido y lo será si los miembros son fieles al dar y si los fondos se distribuyen con cuidado y en oración.

II. CÓMO AYUDAR A LOS SIERVOS (16.5–12)

Pablo delineó sus planes futuros confiando en que la iglesia desearía participar en su ministerio.
Estaba entonces en Éfeso, donde había tanto batallas como bendiciones; Pablo, por fe, miraba a las bendiciones, ¡no a las batallas!
Pablo quería entrañablemente al joven Timoteo, pero conocía su timidez y temores. Pablo animó a los santos a que lo recibieran y ayudaran por cuanto el joven estaba haciendo la obra de Dios. ¡Nunca debemos menospreciar a un obrero porque no es otro apóstol Pablo! Apolos siguió a Pablo en Corinto (Hch 18.24–28) y los dos tuvieron buen compañerismo. Es maravilloso cuando un pastor que sucede a otro mantenga buena relación el uno con el otro. Tanto Pablo como Apolos estuvieron implicados en las divisiones de la iglesia (1.12), pero fueron muy cuidadosos al mostrarse unánimes en la obra.
Es importante que las iglesias reciban a los siervos del Señor y los traten bien. No es correcto que comparen a una persona con otra; esta conducta es carnal. La enseñanza de las Escrituras es clara en este punto. Si los siervos hacen la obra del Señor, debemos ayudarles tanto como sea posible.

III. CÓMO FORTALECER A LA IGLESIA (16.13–24)

Las órdenes de Pablo en el versículo 13 suenan como órdenes militares, sugiriendo que la iglesia es un ejército y debe actuar como tal. «¡Actúen como adultos!», les exhorta, y ¡cómo necesitamos esa exhortación hoy! Demasiado a menudo la iglesia no tiene la disciplina y madurez de un ejército. Los corintios estaban actuando como bebitos; era tiempo de que crecieran y actuaran como adultos.
Debemos amar y apreciar a los obreros fieles de la iglesia. En los versículos 15–19 Pablo menciona a varios obreros, incluyendo a sus amados Priscila y Aquila. Pablo nunca pudiera haber hecho su obra si no hubiera sido por la ayuda de muchos cristianos y estaba contento de reconocer su deuda a ellos.
Pablo concluye con su firma (vv. 21–24). Indudablemente le dictó la carta a un secretario y luego tomó la pluma y puso su nombre. Esto probaba que la carta era auténtica y no un fraude. «Gracia» era la palabra clave siempre que firmaba su nombre.
La palabra anatema no se ha traducido y significa «maldito». La expresión «el Señor viene» es traducción de la palabra maranata. ¡Qué combinación de palabras! «¡Maldito el que no ame al Señor! ¡El Señor viene!»
Sin embargo, Pablo no concluye con una nota de juicio; sino con: «Mi amor en Cristo Jesús esté con todos vosotros», lo cual incluía hasta a los seguidores de Cefas y Apolos. Incluso la gente que estaba causando confusión en las asambleas. Incluso el hombre que necesitaba ser disciplinado. Qué ejemplo nos da Pablo aquí: él los amaba en Cristo, aun cuando no amaba sus pecados.