APOCALIPSIS

(gr., apokalypsis, de apo, quitar, y de kalypto, cubrir).
El último libro de la Biblia, es el único libro del NT que es principalmente profético. Está en la categoría de literatura apocalíptica porque Juan recibió su mensaje en una visión. Juan escribió para alentar a los creyentes a que se negaran a ceder a las presiones de afuera.
En la confrontación final futura entre Dios y Satanás, los creyentes deben permanecer firmes contra la persecución de Satanás. Los creyentes serán vindicados cuando Cristo venga, destruya a los malos, establezca plenamente su reino y dé comienzo al nuevo cielo y nueva tierra.
El Libro del Apocalipsis de San Juan consiste de dos partes principales.
1. Relata “las cosas que son”, esto es, el estado entonces presente de la Iglesia, que contiene la epístola de Juan a las siete iglesias, y su relato de la manifestación del Señor Jesús y su orden para que el apóstol escriba lo que vio, capítulo 1: 9–20. También, los sermones o epístolas a las siete iglesias de Asia. Indudablemente se refieren al estado de las respectivas iglesias, como existían entonces, pero contienen excelentes preceptos y exhortaciones, recomendaciones y reprensiones, promesas y amenazas aptas para instruir a la Iglesia cristiana de todos los tiempos.
2. Contiene una profecía de “las cosas que deben suceder pronto”, y describe el estado futuro de la Iglesia, desde la época en que el apóstol contempló las visiones aquí registradas. Está concebida para nuestra mejoría espiritual; para advertir al pecador descuidado, para señalar el camino de salvación al que despertado pregunta, para edificar al creyente débil, consolar al cristiano afligido y tentado, y podemos agregar especialmente, para fortalecer a los mártires de Cristo sometidos a las crueles persecuciones y sufrimientos infligidos por Satanás y sus seguidores.
BOSQUEJO SUGERIDO DE APOCALIPSIS
Versículo clave (1.19)
I. Las cosas que has visto (1)
A. La visión de Juan del Cristo glorificado como el Rey-Sacerdote
II. Las cosas que son (2–3)
A. Las siete iglesias revelan la condición del pueblo de Dios
III. Las cosas que vendrán después (4–22)
A. El Rapto de la Iglesia (4–5)
1. Juan es levantado
2. El Cordero se sienta en su trono
B. La tribulación de siete años (6–19)
1. Primera mitad de la tribulación (6–9)
2. A mediados de la tribulación (10–14)
3. La segunda mitad de la tribulación (15–19)
C. El reino milenial de Cristo (20)
D. Los nuevos cielos y la nueva tierra (21–22)
NOTAS PRELIMINARES A APOCALIPSIS
I. TRASFONDO
El apóstol Juan asumió la obra pastoral en Éfeso alrededor del año 70 d.C., incluyendo las iglesias del área circunvecina, las «siete iglesias de Asia Menor» de Apocalipsis 2–3. El emperador romano Nerón había perseguido a los cristianos en Roma, pero la «prueba de fuego» que Pedro había prometido (1 P 4.12) todavía no había empezado. Mas cuando Domiciano ascendió al trono (81–96 d. C.), la persecución se intensificó. Domiciano era un asesino a sangre fría como nunca se encontrará en las páginas de la historia. Promovió la «adoración al emperador» y empezaba sus anuncios con: «Nuestro señor y dios Domiciano ordena». Toda persona que hablaba con él debía llamarle: «señor y dios». Fue riguroso en su tratamiento tanto a los judíos como a los cristianos, y bajo su decreto Juan tuvo que ir al exilio en la isla de Patmos, una isla rocosa de quince kilómetros de largo y diez de ancho, en el Mar Egeo. Roma tenía un campamento penal allí, en donde los prisioneros trabajaban en las minas. Fue allí en este desolado paraje que Juan recibió las visiones que forman Apocalipsis. Lo escribió alrededor del año 95 d.C.
II. CARÁCTER
Apocalipsis es un libro único, con características que deben notarse. El texto de Juan es:
A. PROFÉTICO.
Es un libro de profecía (1.3; 10.11; 19.10; 22.7, 10, 18, 19).
B. CRISTOCÉNTRICO.
Es la revelación de Jesucristo, no simplemente un programa profético. En el capítulo 1, Él es el Sacerdote-Rey resucitado; en los capítulos 2–3 examina a las iglesias; en los capítulos 4–5 recibe adoración y alabanza y el título de propiedad de la creación; en los capítulos 6–19 juzga al mundo y vuelve en gloria; y en los capítulos 20–22 reina en gloria y poder.
C. ABIERTO.
La palabra «apocalipsis» literalmente significa «descorrer el velo». A Daniel se le dijo que sellara su libro (Dn 12.4), pero a Juan, «no selles» (22.10). En lugar de ser una colección de profecías enigmáticas, Apocalipsis es el velo de Cristo que se descorre de manera ordenada y razonable y de su victoria final sobre Satanás, el pecado y el sistema mundial.
D. SIMBÓLICO.
«La declaró enviándola» (1.1) sugiere que el libro usa señales y símbolos para trasmitir su mensaje.
Algunos se explican (1.20; 4.5), otros quedan sin explicación (4.4; 11.3) y se explican otros en referencia a los paralelos del AT (2.7, 17, 27, 28). Este simbolismo espiritual sería claro para los cristianos que recibirían el libro, pero no tendría ningún sentido para sus perseguidores romanos.
Téngase presente que los símbolos hablan de la realidad. Una bandera, por ejemplo, indica la existencia de una nación. El cuadro de Cristo en 1.12–16 no es literal, pero cada uno de estos símbolos implica una verdad espiritual acerca de Él.
E. BASADO EN EL AT.
Es imposible comprender el libro sin referirse a las Escrituras del AT. De los 404 versículos que hay en Apocalipsis, 278 contienen referencias al AT. Se calcula que en Apocalipsis hay más de 500 referencias o alusiones al AT, siendo los Salmos, Daniel, Zacarías, Génesis, Isaías, Jeremías, Ezequiel y Joel a los que se hace referencia con más frecuencia.
F. NUMÉRICO.
Hay una serie de «sietes» en el libro: siete iglesias, sellos, trompetas, copas, candeleros, etc. El número tres y medio también aparece con frecuencia (11.2, 3; 12.6; 13.5). También hallamos a los 144.000 (múltiplo de 12) israelitas sellados, dos estrellas (12.1), doce puertas (21.12) y doce cimientos (21.14).
G. UNIVERSAL.
Apocalipsis enfoca al mundo entero. Juan ve naciones, pueblos, multitudes (véanse 10.11; 11.9; 17.15, etc.). Este libro describe el juicio de Dios sobre el mundo y su creación de un nuevo mundo para su pueblo.
H. MAJESTUOSO.
Este es el «libro del trono», porque desde el capítulo 4 hasta el final leemos acerca del Rey y su gobierno. La palabra «trono» se usa cuarenta y cuatro veces; «rey», «reino», o «gobierno» alrededor de treinta y siete veces; «poder» y «autoridad» unas cuarenta veces. Vemos a Cristo como el Soberano del universo, rigiendo desde el trono celestial.
I. COMPASIVO.
Por todo el libro vemos los sufrimientos del pueblo de Dios y la compasión del cielo por el pueblo de Dios en la tierra. Juan está en el exilio (1.9); Antipas es martirizado (2.13); la iglesia de Esmirna enfrentará prisión (2.10); las almas debajo del altar claman por el juicio vengador de Dios (6.9, 10); la hora del juicio ha llegado (3.10); la gran ramera ha bebido la sangre de los santos (17.6; 18.24; 19.2).
Sin embargo, Dios juzgará al mundo y salvará a su pueblo.
J. CULMINANTE.
Apocalipsis es el clímax de la Biblia y muestra el cumplimiento del plan y propósito de Dios para el universo.
III. INTERPRETACIÓN
Intérpretes buenos y consagrados difieren en el significado de los detalles del libro. Se han sugerido cuatro interpretaciones amplias:
A. PRETERISTA (DEL LATÍN PRETER, QUE SIGNIFICA «PASADO»).
Este enfoque afirma que todo en el libro ocurrió en el primer siglo. Juan se refiere, dicen, a la guerra entre la Iglesia y Roma. Juan escribió a los santos para consolarlos y animarlos en su tiempo de persecución. Pero Juan indica siete veces que escribe profecía. Sin duda que el libro tuvo un valor especial para quienes soportaban la persecución romana, pero su valor no cesó con el final de la era apostólica.
B. HISTÓRICA.
Los intérpretes en este campo argumentan ver el cumplimiento de la historia de la Iglesia en los símbolos de Apocalipsis. Creen que el libro bosqueja el curso de la historia desde los tiempos apostólicos hasta el fin del siglo. Investigan en los libros de historia para hallar acontecimientos que parecen ser paralelos a los que se mencionan en Apocalipsis, pero algunas veces los resultados son desastrosos. Un intérprete ve a Lutero y a la Reforma como un símbolo mientras que, para otro erudito, ¡indica la invención de la imprenta! ¿De qué valor sería Apocalipsis para los creyentes en el día de Juan si todo lo que el libro hacía era predecir la historia mundial? ¿Y qué valor tendría eso para nosotros hoy en día?
C. ESPIRITUAL.
Esos estudiosos destierran por completo la idea de profecía y usan Apocalipsis como una presentación simbólica del conflicto entre Cristo y Satanás, el bien y el mal. Rechazan la idea de que Juan escribe sobre sucesos reales; afirman que él analiza sólo los principios espirituales básicos. Pero de nuevo Juan nos dice que escribe profecía. Aunque reconocemos que Apocalipsis contiene en efecto muchos principios espirituales básicos en forma simbólica, también debemos admitir que el libro se relaciona con sucesos reales que ocurrirán un día en el mundo.
D. FUTURISTA.
Esta escuela hace hincapié en que Apocalipsis es profecía; los capítulos 6 al 22 describen un escenario de acontecimientos que se revelarán en la tierra y en el cielo después del Arrebatamiento de la Iglesia. A pesar de que tales eruditos reconocen las lecciones espirituales del libro, también admiten que habla respecto a sucesos reales que un día acontecerán. Si Apocalipsis no se debe interpretar como profecía, Dios no ha dado a la iglesia en el NT un libro que explique el futuro del mundo, el curso de los acontecimientos, la victoria de la Iglesia, el juicio del pecado y el cumplimiento de las promesas y las profecías que se hallan en el AT. Esto es inconcebible. No, Apocalipsis es ese libro; y el estudiante que lo aborda reverentemente como profecía de sucesos que ocurrirán después del Arrebatamiento de la Iglesia, recibirá recompensa por sus esfuerzos.
IV. GÉNESIS Y APOCALIPSIS: LIBROS COMPLEMENTARIOS GÉNESIS APOCALIPSIS
Creación de los cielos y la tierra (Caps. 1–2)
Creación de los nuevos cielos y la nueva tierra (Caps. 21–22)
El primer Adán reinando sobre la tierra (1.26)
El reinado en gloria del Postrer Adán (21.5)
Creación de la noche y los mares (1.5, 10)
No más noche; no más mar (21.1, 25)
Una esposa para Adán (2.18–25) La novia preparada para Cristo (19.7)
Un árbol de la vida en Edén (2.9; 3.22)
Un árbol de la vida en la nueva creación (22.2)
Muerte y una maldición (3.14, 17–19)
No más maldición; no más muerte ni lágrimas (22.3)
Conflicto entre Cristo y Satanás (3.15)
Condenación final de Satanás (20.10)
El hombre separado de la presencia de Dios (3.23; 4.16)
El hombre ve la cara de Dios en gloria (22.4)
Los creyentes en busca de una ciudad (Heb 11.13–16)
La ciudad santa presentada en gloria (21.10)
«¿Dónde está el cordero?» (22.7) El Cordero reina (22.3)
Satanás pronuncia la primera mentira (3.1)
Nadie que mienta entra en la ciudad (21.27)
Apocalipsis, entonces, bosqueja el programa de Dios para la historia humana. Lo que empezó hace siglos en la primera creación, se completará finalmente en la nueva creación. Este es el «libro con una bendición» (1.3, y véanse las otras seis «bendiciones» en 14.13; 16.15; 19.9; 20.6; 22.7, 14). Nos muestra que «la historia es la historia de Cristo»; que los asuntos humanos están en las manos de nuestro Cristo victorioso. El estudio de este libro nos estimulará e inspirará a servir y a recibir la preparación para tener vidas limpias, de manera que estemos listos para cuando Él vuelva.
AUTOR Y FECHA
Después de la muerte y resurrección de Jesús, el evangelio se expandió rápidamente. En todas partes surgían pequeñas comunidades. En poco tiempo la buena nueva de Jesús atravesó las fronteras de Palestina y entró en los límites del Imperio Romano: Asia Menor, Grecia, Italia. Unos treinta años después de la muerte de Jesús, en el mes de julio de 64, el emperador Nerón decretó la primera gran persecución.
Después de Nerón hubo un período de tregua para los cristianos. Pero cuando el emperador Domiciano (81–96) llegó al trono, decretó una nueva persecución.
Esta vez fue mayor y mejor organizada. Domiciano torturaba a los cristianos para que abandonaran su fe. Y es al final del siglo I, entre los años 95 y 96, en época de persecución, cuando probablemente se escribió Apocalipsis.
NOMBRES COMO PRESENTA A JESÚS: Apc. 1: 8; 5. 5; 5: 7; 6: 17; 19: 16; 22: 16. El Alfa Y La Omega, León De Judá, El Cordero Inmolado E Iracundo, El Rey De Reyes, La Estrella Resplandeciente De La Mañana. 

1

Dios el Padre le dio el contenido del libro a Cristo, quien se lo dio a su ángel para que se lo diera al apóstol Juan. «Su ángel» puede traducirse como «su mensajero», puesto que la palabra griega angelos (ángel) significa «mensajero» (22.16). «La declaró» indica que el libro usa signos y símbolos para trasmitir la verdad espiritual. Juan en realidad vio el contenido del libro desplegarse ante sus ojos.
Físicamente estaba en la isla de Patmos (1.9), pero Dios lo transportó al cielo (4.1), al desierto (17.3) y a una montaña (21.10) para que pudiera presenciar estos acontecimientos y registrarlos para nosotros.
Hay una bendición para el que lee este libro en voz alta y para los que oyen con corazones atentos.
Pero el versículo 3 indica que Apocalipsis no es un libro para estudiarse con indolente curiosidad; estas palabras deben «guardarse», o sea, obedecerse y practicarse.
Las frases «está cerca» (v. 3) y «que deben suceder pronto» (v. 1) no significan que estas profecías se iban a cumplir de inmediato en los días de Juan. Más bien indican cuán velozmente pasará el tiempo cuando estas se cumplan. Hoy el Dios compasivo está a la espera de los pecadores para darles una oportunidad de arrepentirse. Pero cuando llegue el tiempo de estos juicios, no habrá más demora.

I. EL CRISTO QUE JUAN CONOCIÓ (1.4–8)

Juan envía saludos a las iglesias del Asia Menor como se le ordenó que hiciera (v. 11). Repasa la maravilla de la Deidad, nombrando a cada una de las Personas de la Trinidad:
A. EL PADRE.
«Del que es y que era y que ha de venir» (v. 4), esto es, el Dios eterno. Véanse 1.8 y 4.8. Dios se yergue sobre la historia; no está limitado por el tiempo.
B. EL ESPÍRITU.
«Siete» es el número que indica algo completo y significa la plenitud del Espíritu. En 4.5 vemos que los siete espíritus se simbolizan por siete lámparas; y en 5.6 por siete ojos. Cristo tiene los siete espíritus (3.1); el Espíritu apunta a Cristo.
C. EL HIJO.
A Cristo se lo presenta en su Persona triple como Profeta (testigo fiel), Sacerdote (el primogénito de los muertos; o sea, superior a los que se levantaron de entre los muertos) y Rey (soberano de los reyes de la tierra). Luego Juan alaba a Dios por la triple obra que Cristo logró en la cruz: nos amó, nos lavó (o libertó) de nuestros pecados y nos hizo un reino de sacerdotes. El dominio que perdimos en Adán lo recuperamos en Cristo.
El versículo 7 es la primera de siete referencias en Apocalipsis a la venida de Cristo (2.25; 3.3, 11; 22.7, 12, 29). Este regreso es público (Dn 7.13; Hch 1.8) y no debe confundirse con el Rapto de la Iglesia, el cual es secreto (1 Ts 4.13). Los gentiles lamentarán por Él y los judíos verán al que traspasaron (Zac 12.10–12; Véanse Mt 24.27–30).

II. EL CRISTO A QUIEN JUAN OYÓ (1.9–11)

Juan estaba en el exilio en una isla ubicada aproximadamente a cien kilómetros de Éfeso, lugar donde había pastoreado las iglesias de Asia. En Marcos 10.35–45 Jacobo y Juan pidieron tronos; en años posteriores, sin embargo, sufrieron gran tribulación. Jacobo fue ejecutado (Hch 12) y Juan sufrió el exilio. Lo enviaron al exilio debido a la Palabra de Dios que había predicado. Es interesante que Juan menciona el mar veintisiete veces en este libro. «En la isla[...] en el Espíritu» (vv. 9–10): ¡qué maravillosa situación! Nuestra ubicación geográfica nunca debe privarnos de las bendiciones espirituales.
Juan oyó la voz de Cristo como una trompeta. Las trompetas son importantes en Apocalipsis; en 4.1 la trompeta llama a Juan al cielo, un cuadro del arrebatamiento; y en 8.2 las trompetas señalan que la ira de Dios se derramará sobre el mundo. En el AT los judíos usaban trompetas para reunir a la asamblea, para anunciar la guerra o para proclamar días especiales (Nm 10). La trompeta de Dios llamará a la Iglesia a su hogar (1 Ts 4.16), reunirá a Israel (Mt 24.31) y anunciará la guerra sobre el mundo (Ap 8.2). La voz le dijo a Juan que escribiera este libro y lo enviara a las iglesias de las cuales él había sido separado. Había más de siete iglesias en esta área, pero Cristo escogió estas siete para representar las necesidades espirituales de su pueblo.

III. EL CRISTO QUE JUAN VIO (1.12–20)

Juan ya no conocería más a Cristo «según la carne» (2 Co 5.16); ahora Él es el Rey-Sacerdote resucitado y exaltado. Juan vio al Cristo glorificado en medio de los siete candeleros, que simbolizan a las siete iglesias (1.20). El pueblo de Dios es la luz del mundo; la Iglesia no crea la luz, sino que sólo la mantiene y le permite brillar. No vemos una sola lámpara gigantesca; más bien tenemos siete candeleros separados.
Use sus referencias cruzadas para estudiar los símbolos que aquí se emplean para indicar al Cristo glorificado. Sus vestidos son los de un Sacerdote-Rey. El caballo blanco habla de su eternidad (Dn 7.9).
Sus ojos lo ven todo y juzgan lo que ven (Dn 10.6; Heb 4.12; Ap 19.12). Cristo, en medio de las iglesias, ve lo que ocurre y juzga. Los pies de bronce hablan de juicio; el altar de bronce era el lugar donde se juzgaba el pecado. Su voz, «como el estruendo de muchas aguas», sugiere dos cosas:
(1) el poder de su Palabra, como el mar; y:
(2) todos los «arroyos» de la revelación divina convergen en Cristo.
Véanse el Salmo 29 y Ezequiel 43.2.
Tiene en su mano siete estrellas y estas son los mensajeros (o pastores) de las siete iglesias. Es posible que vinieran mensajeros de estas iglesias a Juan y recibieran personalmente el libro de Apocalipsis. Las estrellas son los mensajeros (1.20); Cristo tiene a sus siervos en sus manos.
Véanse Daniel 12.3. La espada que sale de su boca es su Palabra que juzga; véanse Isaías 11.4; 49.2 y también Apocalipsis 2.12, 16 y 19.19–21. El brillo de su faz es como el sol que habla de su gloria (Mal 4.2). En 22.16, Él es la brillante estrella de la mañana, porque aparecerá por su Iglesia cuando la hora sea más oscura, antes de que la ira de Dios irrumpa en el horizonte.
Cuando Cristo estaba en la tierra, Juan se recostó a su lado (Jn 13.23); pero ahora cae a sus pies (Dn 8.17; y Véanse Ap 22.8). Los santos de hoy deben evitar llegar a tener demasiada «familiaridad» con Cristo en su hablar y actitudes, porque Él merece todo honor y alabanza. Cristo le asegura a Juan y calma sus temores. Cristo es el primero y el último (1.8; 22.13), de modo que no hay necesidad de temer. Él tiene las llaves del Hades (no «infierno»), el campo de los muertos. El Hades un día entregará las almas de los perdidos (20.13, 14).
En 1.19 Cristo nos bosqueja el Apocalipsis (Véanse el bosquejo). Seguir cualquier otro método es presumir que sabemos más sobre este libro de lo que Cristo sabe.
En los capítulos 2–3 Cristo analiza a las siete iglesias. Al estar en medio de ellas, examina su condición espiritual con ojos de fuego. Esto lo hace hoy en día. No importa lo que los hombres o las denominaciones piensen respecto a una iglesia; ¿qué piensa Cristo de ella? Debemos notar que los diferentes elementos de la descripción de Cristo en los versículos 13.16 se repiten en las cartas a las siete iglesias. Ese atributo de Cristo que se aplica a las necesidades particulares de la Iglesia es lo que se enfatiza en el mensaje. El peligro para las iglesias es que Cristo quite su testimonio (2.5). Él prefiere tener a una ciudad en tinieblas que un candelero fuera de su divina voluntad.
Mucho del simbolismo de este capítulo se repetirá más tarde en el libro. No se puede enfatizar mucho en que examine sus referencias cruzadas mientras estudia.

IV. LAS SIETE IGLESIAS DEL ASIA MENOR

Si Apocalipsis 1.19 es el bosquejo inspirado del libro, Apocalipsis 2–3 se refiere a «las cosas que son». En otras palabras, Cristo seleccionó siete iglesias de entre las muchas del Asia Menor para recalcar su mensaje específico. Es cierto que había pecados en las otras iglesias, pero las cuestiones que se tratan en estas siete iglesias cubren todas las circunstancias posibles. Cristo seleccionó estas siete iglesias para ilustrar las condiciones espirituales posibles en las iglesias hasta que Él vuelva.
Algunos estudiosos creen que estas iglesias también ilustran la «historia profética» de la iglesia desde los tiempos apostólicos hasta el fin del siglo: Éfeso era la iglesia de los tiempos apostólicos que empezaba a perder su primer amor por Cristo; Esmirna era la iglesia perseguida de los primeros siglos (c. 100–300 d.C.); Pérgamo era la que se unió a Roma, la iglesia estado; Tiatira representaba la dominación por parte del catolicismo romano; Sardis simbolizaba la iglesia de la Reforma; Filadelfia («amor fraternal») simbolizaba la iglesia misionera de los postreros días; y Laodicea era la iglesia tibia y apóstata de los últimos días. Sin embargo, tenga presente que todas las condiciones mencionadas estaban presentes en las iglesias en ese mismo tiempo y que están presentes también hoy en día. Aún más, si esta secuencia es una «historia profética» de la Iglesia, Jesús no podría volver por su pueblo hasta la era de la iglesia de Laodicea; y esto haría imposible su inminente venida. Mientras que las siete iglesias pueden ilustrar el desarrollo general de la iglesia a través de las edades, ese no fue el propósito principal de estas siete cartas.
Nótese que en cada iglesia se pronuncia una palabra especial: «al que venciere» (2.7, 11, 17, 26; 3.5, 12, 21). Estos «que vencieren» no son los «supersantos» de cada iglesia, un grupo especial que recibirá privilegios especiales de Cristo, sino los verdaderos creyentes en cada una de estas iglesias. No nos atrevemos a dar por sentado de que cada miembro de cada iglesia en cada período de la historia es un verdadero hijo de Dios. Los que realmente pertenecen a Cristo son los «que vencen» (1 Jn 5.4, 5).
En cualquier época de la historia ha habido verdaderos santos en la iglesia profesante (a menudo llamada «la iglesia invisible»). Cristo les da una palabra especial de estímulo que sin duda podemos aplicarnos hoy a nosotros mismos.
Nótese también que Satanás se menciona en conexión con cuatro iglesias:
(1) causó la persecución en Esmirna, 2.9;
(2) tiene su trono en Pérgamo, 2.13;
(3) enseña sus «profundidades» en Tiatira, 2.24; y
(4) usa su «sinagoga» de falsos cristianos para oponerse a los esfuerzos de ganar almas en Filadelfia, 3.9.
Cristo destaca varios peligros en estas iglesias:
A. LOS NICOLAÍTAS (2.6,15).
El nombre «Nicolás» significa «conquistar al pueblo» y sugiere una separación entre el clero y los laicos de las iglesias. Este pecado empezó como «obras» en Éfeso (v. 6), pero se convirtió en doctrina en Pérgamo. De modo que ocurre así: los engañadores introducen falsas actividades en la iglesia y antes de que pase mucho tiempo estas se aceptan y estimulan.
B. SINAGOGA DE SATANÁS (2.9; 3.9).
Quizás esto se refiera a las iglesias con personas que decían ser creyentes, pero que en realidad era hijos del diablo (Jn 8.44). La palabra «sinagoga» simplemente significa «reunir» o «juntar»; es una asamblea de gente religiosa. Satanás, entonces, ¡tiene una iglesia!
C. LA DOCTRINA DE BALAAM (2.14).
Lea Números 22–25. Balaam guió a Israel al pecado al decirle que debido a que era el pueblo del pacto de Dios, se podía mezclar con paganos sin ser juzgado. Balaam no podía maldecirlo, pero podía tentarlo con pecados de la carne. Esta doctrina, entonces, es la idea de que la iglesia puede casarse con el mundo y todavía servir a Dios.
D. JEZABEL (2.20).
Lea 1 Reyes 16 hasta 2 Reyes 10. Jezabel fue la esposa pagana del rey Acab, una mujer que llevó a Israel a la adoración de Baal. Sedujo a Israel con su falsa enseñanza.
V. EL MENSAJE PERSONAL
Nótense los problemas espirituales en estas iglesias y lo que Jesús les instruyó que hicieran para poder tener su bendición:
A. ÉFESO.
Muy atareada trabajando para el Señor, pero sin ningún amor sincero por Él. Programa sin pasión.
Esta es la iglesia afanada por las grandes estadísticas, pero que se aleja de una entrega de corazón a Cristo.
B. ESMIRNA.
El Señor no critica a esta iglesia, pero sin embargo hay un peligro presente. Esta era una iglesia pobre y que sufría. Qué fácil hubiera sido hacer compromisos, enriquecerse y escapar de la persecución. Cuán desalentados deben haber estado debido a que no eran «ricos» como la iglesia de Laodicea.
C. PÉRGAMO.
Esta iglesia tenía miembros que sostenían la falsa doctrina de que era fácil confesar a Cristo, mientras que al mismo tiempo se vivía en pecado. También, la gente estaba bajo la pesada mano de dictadores espirituales que se auto-exaltaban, no al Señor.
D. TIATIRA.
Esta mujer estaba fuera de lugar al enseñar la doctrina; su doctrina llevó a la gente al pecado.
Debemos mantener el orden de Dios en la iglesia local (1 Ti 2.11–15)
E. SARDIS.
Reputación sin vida. Sus mejores días estaban detrás. Esta es la iglesia que «ha sido», un gran nombre en el pasado, pero sin ministerio hoy. Está lista para morir, pero puede recibir nueva vida si afirma lo que tiene.
F. FILADELFIA.
La iglesia ante la puerta abierta, que lleva el evangelio al mundo. Esta es la iglesia que sostiene la Palabra y honra el nombre de Cristo. Pero la sinagoga de Satanás no está lejos y siempre hay el peligro del compromiso.
G. LAODICEA.
La iglesia tibia y apóstata, con un gran presupuesto y nada de bendición. Esta es la iglesia que es rica en lo material y pobre en lo espiritual. ¡Y la tragedia es que la gente no sabe cuán pobre y miserable son en realidad! Cristo está fuera de la iglesia, llamando a que tan siquiera un creyente que se someta a Él.

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I. ÉFESO: LA IGLESIA DESCARRIADA (2.1–7)

Aquí se enfatiza las manos y los pies del Cristo exaltado: Él sostiene las estrellas (los mensajeros de las iglesias) y anda en juicio entre las iglesias (los candeleros). Empieza con Éfeso, la ciudad más próxima a Patmos. Era un gran centro comercial. El emperador había hecho de Éfeso una ciudad libre; tenía el título de «Suprema Metrópolis de Asia». De suma importancia era el templo de Diana, una de las siete maravillas del mundo antiguo. Tenía como 130 m de largo, 70 de ancho y 20 de alto, con grandes puertas plegables y 127 columnas de mármol, algunas de ellas cubiertas de oro. La adoración a Diana era «inmoralidad religiosa» en su peor expresión. Léase Hechos 19–20.
La iglesia de Éfeso tenía obras, trabajo y paciencia; pero no tenía amor por Cristo. En contraste, los tesalonicenses fueron elogiados por su «trabajo de vuestro amor y de vuestra constancia en la esperanza» (1 Ts 1.3). Lo que cuenta no es «lo que» hacemos por Cristo, sino el motivo detrás de eso, el incentivo. Éfeso tenía una iglesia atareada con altas normas espirituales. No podían soportar «gente indigna [malos]» y no prestaba atención a los falsos maestros. La obra había sido difícil, pero no habían desmayado. Desde el punto de vista humano tenía éxito en todo. Algunas de las atareadas iglesias de hoy con sus calendarios repletos y obreros exhaustos encajarían en esta descripción.
Pero el Varón en medio de las iglesias vio lo que faltaba: habían dejado (no «perdido») su primer amor (Jer 2.2). La iglesia local está casada con Cristo (2 Co 11.2), pero siempre existe el peligro de que ese amor se enfríe. Como Marta, podemos estar tan atareados trabajando para Cristo que no tenemos tiempo para amarle (Lc 10.38–42). Cristo está más interesado en lo que hacemos con Él que en lo que hacemos por Él. El trabajo no es sustituto del amor. Para el público la iglesia de Éfeso era de éxito; para Cristo, había caído.
Su consejo a ella está en estas palabras: «recuerda, arrepiéntete, haz las primeras obras» (v. 5). Si queremos regresar a nuestro primer amor, debemos repetir las primeras obras, esos esfuerzos de amor que caracterizaron nuestro primer encuentro con Cristo. Si la iglesia no retorna su corazón a su condición correcta, se le quitará el candelero. La iglesia local debe brillar como una luz en el mundo. Sin verdadero amor por Cristo, su luz se apagará.
Los elogia por aborrecer las obras de los nicolaítas. El nombre griego «Nicolás» significa «conquistar al pueblo». Se refiere al desarrollo de una casta sacerdotal (clero) en la iglesia, que desplaza a los creyentes comunes. Mientras que debe haber liderazgo pastoral en la iglesia, no debe haber diferencias entre el «clero» y los «laicos», donde los primeros se enseñorean sobre los segundos.

II. ESMIRNA: LA IGLESIA SUFRIENTE (2.8–11)

Note cómo cada descripción de Cristo vuelve al cuadro que se da en 1.13–16 y cómo cada una satisface la necesidad especial de cada iglesia. Esmirna era la iglesia perseguida, de modo que Cristo les recuerda su propio sufrimiento, muerte y resurrección (2.8). Esmirna significa «amarga» y se relaciona a la palabra «mirra». Uno piensa en la fragancia que se libera debido al destrozo de la persecución. La iglesia siempre ha sido la más pura y la más fragante cuando ha atravesado tiempos de sufrimiento.
Cristo no critica a esta iglesia. Los santos eran fieles a pesar del sufrimiento. Pensaban que eran pobres, pero eran ricos; contrasta con Laodicea, quienes pensaban que eran ricos, pero eran pobres (3.17). Los falsos cristianos (de la sinagoga de Satanás, Jn 8.44; Flp 3.2) blasfemaban (calumnias) contra los santos. Satanás está detrás de toda esta persecución, incluso la que se hace en nombre de la religión. Cristo les promete que habrá más persecución; los «diez días» (v. 10) puede referirse a las diez grandes persecuciones de los primeros siglos de la Iglesia. Satanás viene como un león, buscando a quien devorar (1 P 5.8), pero la persecución sólo consigue fortalecer a la Iglesia.
El enemigo puede matar el cuerpo, pero el santo nunca debe temer la segunda muerte, que es el infierno (20.14; 21.8). Los que han nacido dos veces morirán sólo una vez. Los que han nacido sólo una vez morirán dos veces.

III. PÉRGAMO: LA IGLESIA MUNDANA (2.12–17)

Pérgamo significa «casada», y esta iglesia estaba casada a algunas doctrinas y prácticas erradas. Existían tres problemas serios en Pérgamo:
A. EL TRONO DE SATANÁS (V. 13).
Este pasaje se refiere a los «cultos de misterio» de Babilonia que establecieron sus sedes en Pérgamo. También incluye la adoración al emperador, que jugaba un papel clave en esta ciudad pagana.
B. LA DOCTRINA DE BALAAM (V. 14, VÉANSE TAMBIÉN NM 22–25).
Balaam fue un profeta asalariado que guió al pueblo de Israel al pecado a cambio de la riqueza y el prestigio que recibió. Animó a Israel a adorar ídolos paganos y a darse a la fornicación. En Pérgamo la iglesia estaba casada con el mundo para poder lograr ventajas mundanas.
C. LA DOCTRINA DE LOS NICOLAÍTAS (V. 15, VÉANSE TAMBIÉN V. 6).
Lo que empezó como «obras» en una iglesia ahora es una doctrina establecida en otra. Ahora tenemos a esta iglesia dividida entre «sacerdotes» y «pueblo».
IV. TIATIRA: LA IGLESIA IMPENITENTE (2.18–29)
Los ojos de fuego y los pies de bronce vienen a ver y a juzgar, pero esta iglesia perversa no se arrepentirá. La iglesia tenía obras, servicio y paciencia, pero estaba llena de pecado. Aquí tenemos a Jezabel, la única mujer que se menciona en las siete cartas, refiriéndose a la perversa reina Jezabel, esposa de Acab (1 R 16-2 R 10). Fue una mujer pagana, hija de un sacerdote de Baal; y promovió la adoración a Baal en Israel. Practicaba tanto la prostitución y la hechicería (2 R 9.22) como la idolatría, el homicidio, el engaño y el oficio sacerdotal. ¡Y la iglesia de Tiatira estaba siguiendo su ejemplo y liderazgo!
Nótese que esta falsa profetiza en la iglesia estaba usando su enseñanza falsa para seducir (engañar) al pueblo de Dios. Les dio permiso para pecar (véanse 2 P 2 y Jud). La tragedia es que ella no se arrepentiría, aunque Dios le diera la oportunidad. Nunca es demasiado tarde para que una iglesia se arrepienta y regrese al Señor, pero debemos estar alertas, no sea que dejemos pasar las oportunidades que Dios nos da.

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I. SARDIS: LA IGLESIA QUE SE MUERE (3.1–6)
Sardis era una iglesia con obras, pero con poca vida. Una vez había tenido una reputación de estar viva, pero ahora estaba muerta. ¡Qué descripción más gráfica de algunos ministerios históricos de hoy! G. Campbell Morgan lo llamó «reputación sin realidad».
Cristo advierte a los santos que:
(1) Sean vigilantes, estén alerta;
(2) afirmen lo poco que tienen;
(3) recuerden la Palabra que han recibido y oído;
(4) perseveren y se preparen para cuando Él venga.
El versículo 5 ha molestado a mucha gente, porque parece sugerir que los nombres de los cristianos infieles serán borrados del libro de la vida. El «libro de la vida» contiene los nombres de todos los que han nacido. Los nombres de los que rechazan a Cristo son borrados del libro porque están muertos. Los nombres de los verdaderos creyentes están anotados en el Libro de la Vida del Cordero (13.8; 21.27).
Aquellos cuyos nombres no están anotados en este último libro de la vida irán al infierno (20.15). El nombre de una persona puede constar en la lista de una iglesia, sin que esa persona sea salva. ¡Qué sorpresas habrán cuando «se abran los libros»! (20.12). Las iglesias de hoy puede tener nombres «vivos» y sin embargo estar muertas.

II. FILADELFIA: LA IGLESIA QUE SIRVE (3.7–13)

El nombre significa «amor fraternal», de modo que inmediatamente sabemos que nos relacionamos con personas salvas que se aman entre sí y al Señor. Filadelfia representa a la iglesia misionera de los últimos días. Con la excepción de esfuerzos misioneros ocasionales, las iglesias de la Edad Media hicieron muy poco para esparcir el evangelio a otras tierras. Emplearon mucho tiempo librando guerras religiosas y jugando a la política con los gobernantes civiles. Las iglesias pueden no ser grandes ni fuertes (v. 8), pero pueden tener la fe y el amor para atravesar las puertas del servicio que Cristo ha abierto con su llave. «La llave de David» (v. 7) se refiere a su autoridad como el Hijo de David; Véanse Isaías 22.22, donde una llave es un símbolo de autoridad.
Alrededor del mundo siempre se abren o cierran puertas, de modo que es importante que la iglesia esté alerta y lista para aprovechar las oportunidades que Dios presenta. Cuando Cristo abre o cierra una puerta, nadie puede interferir.
Esta iglesia sufría la oposición de la falsa iglesia (la sinagoga de Satanás), los falsificadores. Esos falsos hermanos afirman ser la iglesia y se oponen al ministerio del pueblo de Dios, pero Cristo promete ponerlos de rodillas. La falsa iglesia tiene popularidad, influencia y dinero, pero un día tendrá que postrarse ante los pocos santos de Dios que llevan la verdad al mundo.
El versículo 10 es una de las más fuertes declaraciones de que la Iglesia no atravesará la tribulación.
Los verdaderos creyentes son hoy parte de la iglesia de Filadelfia y no entrarán en los siete años de terrible juicio sobre la tierra. Véanse también 1 Tesalonicenses 5.8, 9. El mismo texto de Apocalipsis es otra prueba, porque no hay mención a la iglesia sino hasta 22.16. La oración de 22.20 sería imposible elevar si tuviéramos que esperar que la tribulación venga antes de que podamos ser arrebatados.

III. LAODICEA: LA IGLESIA APÓSTATA (3.14–22)

El nombre «Laodicea» significa «el gobierno del pueblo» y sugiere una iglesia democrática que ya no sigue a sus líderes espirituales ni a la autoridad de la Palabra de Dios. La iglesia es tibia, una condición que viene al mezclar lo caliente y lo frío. Es una iglesia con verdad diluida con error. La tragedia es que esta iglesia es «rica» y no sabe que es pobre, miserable, ciega y desnuda. ¡Qué cuadro de la iglesia apóstata de hoy, con su prestigio, riqueza y poder político, y mientras tanto espiritualmente pobre!
La ciudad de Laodicea era conocida por su lana, riqueza y medicina, y por eso Cristo usa esas imágenes en el versículo 18. Quería darles las verdaderas riquezas de la Palabra de Dios, los vestidos de la gracia, y la capacidad de ver las cosas espirituales. Había algo errado con sus valores, sus vestiduras y su visión. Si no se arrepentían, Él los castigaría en amor.
El versículo 20 se usa a menudo como una invitación del evangelio y esta aplicación es buena. Pero la interpretación básica es que Cristo está fuera de la puerta de una iglesia tibia. Esta iglesia tiene riqueza y poder, pero no a Cristo. Él está incluso deseando venir a la vida de la persona, si tan solo la persona le invita. Qué trágico es que una iglesia llegue a ser tan tibia y arrogante que Cristo tiene que salir y quedarse fuera. Son totalmente indiferentes a Cristo. Se le deja fuera de sus planes, programas y corazones.
Así como estas iglesias existían en el día de Juan, también existen hoy. Tenemos iglesias muy activas que han dejado su primer amor (Éfeso) que a menudo acaban como iglesias tibias hacia Cristo (Laodicea). La falsa doctrina empieza de una manera pequeña, pero luego crece e infecta a toda la asamblea. Sin embargo, en cada iglesia hay un remanente de verdaderos creyentes (los vencedores), quienes son los responsables de ser fieles a Cristo hasta que Él venga.
Algunos estudiosos de la Biblia han destacado que las promesas a los que vencen en estos capítulos se asemejan a la historia del AT: el árbol de la vida en Edén, 2.7; el hombre echado fuera del jardín para que muera, 2.11; el maná en el desierto, 2.17; la edad del reino de Israel, 2.26–27; el ministerio sacerdotal, 3.5; el templo, 3.12; y el glorioso trono de Salomón, 3.21. Es como si Cristo reuniera la historia de Israel y la aplicara a su pueblo hoy.
Note, finalmente, la importancia de la Palabra de Dios para las iglesias. Siete veces Cristo llama a las iglesias a oír lo que el Espíritu está diciendo. Cuando las iglesias dejan de escuchar la voz del Espíritu mediante la Palabra y empiezan a escuchar las voces de los falsos maestros, comienzan a alejarse de la verdad. No debemos negar la fe (2.23), aunque nos cueste la vida. Debemos guardar su Palabra (3.8, 10) y no negar Su nombre. Sin la Palabra de Dios no hay vida ni esperanza para las iglesias.

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La palabra clave en este capítulo es «trono»; se usa catorce veces. Es más, la palabra se usa cuarenta y seis veces en todo el libro. Apocalipsis deja en claro que el trono de Dios es el que rige el universo, no los tronos de los hombres. Véanse el Salmo 103.19.

I. LA CITACIÓN DESDE EL TRONO (4.1)

Este es un cuadro vívido del Rapto de la Iglesia. Recuerde que Apocalipsis 1.19 es el bosquejo del libro dado divinamente; de modo que ahora estamos a punto de ver «las cosas que serán después de estas». A partir de 4.1 todo es profecía. El hecho de que Juan «sube» en este momento es otra evidencia de que la Iglesia no atravesará la tribulación. Nótese cómo su experiencia se asemeja al Rapto:
(1) el cielo se abre para recibir al hijo de Dios;
(2) hay una voz como de trompeta, 1 Tesalonicenses 4.16; 1 Corintios 15.52;
(3) es un suceso súbito;
(4) viene al final de la «edad de la iglesia» (caps. 2–3);
(5) lleva a Juan a la sala del trono en el cielo;
(6) señala el principio del juicio de Dios sobre el mundo.
Podemos notar las diferentes puertas en Apocalipsis:
(1) la puerta del servicio, 3.8;
(2) la puerta cerrada contra Cristo, 3.20;
(3) la puerta al cielo, 4.1; y:
(4) la puerta para salir del cielo, 19.11.

II. LA GLORIA DEL TRONO (4.2, 3)

La persona en el trono es Dios el Padre, puesto que el Espíritu está representado por las lámparas que están ante el trono (4.5), y el Hijo viene al trono en 5.6. Juan usa piedras preciosas para simbolizar la gloria del Padre. El jaspe es una piedra clara, que habla de la pureza de Dios; la cornalina es roja, que habla de la ira y del juicio de Dios; y la esmeralda es verde, color asociado con la gracia y la misericordia. Todas estas piedras preciosas se hallan en el hermoso pectoral que usaba el sumo sacerdote (Éx 28.17–21).
Alrededor del trono había un arco luminoso color esmeralda. Esto nos lleva de regreso a Génesis 9.11–17, cuando Dios hizo su pacto con la humanidad y la naturaleza para no destruir nunca más el mundo con agua. El arco luminoso habla de la promesa de Dios y su pacto de misericordia. Incluso cuando el trono de Dios esté a punto de enviar terrible juicio sobre la humanidad, en su ira Dios todavía recuerda la misericordia (Véanse Hab 3.2). En Apocalipsis 10.1 vemos a Cristo llevando el arco luminoso sobre su cabeza, porque es a través de Cristo que la gracia y la misericordia han venido al mundo. Noé vio sólo un arco iris en el firmamento, mientras que Juan vio el arco luminoso completo alrededor del trono. Lo que vemos de la misericordia de Dios es incompleto hoy, porque «vemos por espejo, oscuramente» (1 Co 13.12); pero cuando lleguemos al cielo veremos todo el modelo completo.

III. LOS ANCIANOS ALREDEDOR DEL TRONO (4.4)

Estos ancianos no pueden ser ángeles, por varias razones:
(1) nunca vemos ángeles en tronos;
(2) nunca los vemos con coronas;
(3) en 7.11 se distingue a los ancianos de los ángeles;
(4) en 5.8–10 los ancianos cantan un himno de alabanza y no tenemos constancia de que los ángeles hayan cantado alguna vez;
(5) en su canto afirman que han sido redimidos, algo que un ángel no puede decir;
(6) en 5.12 los ángeles dicen, mientras que en 5.9 los ancianos cantan;
(7) los ángeles nunca son contados, Hebreos 12.22;
(8) el nombre «anciano» significa madurez, en tanto que los ángeles son seres sin tiempo.
Veinticuatro sacerdotes servían en el templo del AT (1 Cr 24.3–5, 18 y Lc 1.5–9). Parece probable que estos veinticuatro ancianos sean los santos arrebatados en el Rapto y reinando con Cristo en gloria.
Cuando Daniel vio tronos «puestos» (Dn 7.9; no «quitados»), estaban vacíos; pero Juan vio los tronos llenos, porque ahora el pueblo de Dios ha sido llevado a su hogar. Somos reyes y sacerdotes con Él (1.6).

IV. LOS JUICIOS QUE PROCEDEN DEL TRONO (4.5A)

El versículo 5 describe, no un trono de gracia, sino un trono de juicio. ¡Los truenos y los relámpagos son advertencias de que la tormenta se avecina! Dios hizo tronar en el Sinaí cuando dio la Ley (Éx 19.16) y lo hará de nuevo para juzgar a los que han quebrantado su ley (véanse Sal 29 y 77.18). Asimismo advirtió a Egipto (Éx 9.23–28) y también lo hará a este mundo impío. Véanse el Salmo 9.7.

V. LOS OBJETOS ANTE EL TRONO (4.5B-11)

A. LAS LÁMPARAS.
Estos son símbolos del Espíritu Santo (1.4), quien es el Espíritu de fuego (Is 4.4). Cristo tiene la plenitud del Espíritu, porque siete es el número que indica plenitud (3.1). Durante esta edad de la gracia, al Espíritu se le muestra como una paloma de paz (Jn 1.29–34); pero después del Rapto de la Iglesia, el Espíritu ministrará un juicio de fuego.
B. EL MAR DE VIDRIO.
Aquí tenemos un templo celestial, similar al templo del AT (véanse 11.19 y Heb 9.23). Las siete lámparas corresponden al candelero de siete brazos; el mar de vidrio a la fuente de bronce; y el trono al arca del pacto donde Dios reinaba en gloria. Apocalipsis 6.9–11 indica que hay un altar de sacrificio en el cielo, y 8.3–5 que hay uno de incienso. Los veinticuatro ancianos corresponden a los sacerdotes del templo y los seres vivientes a los querubines del velo. Respecto a la fuente (o «mar») del templo Véanse 1 Reyes 7.23–27. El mar celestial es un cuadro de la santidad de Dios; el fuego, su juicio sobre el pecado debido a que Él es santo.
C. LOS SERES VIVIENTES.
Cuatro es el número de la creación, de modo que aquí tenemos el pacto de Dios con la creación.
Lea Génesis 9.8–13 y verá que Dios ha hecho su pacto con la humanidad, aves, animales y toda bestia de la tierra; y cada una de ellas está representada por una cara de los seres vivientes. Dios le dio al hombre dominio sobre la creación, pero este gobierno se perdió por el pecado (Gn 1.28–31; Sal 8). Sin embargo, en Cristo ese dominio se recuperará cuando el reino se establezca; véanse Isaías 11.6–8 y 65.25. La presencia de los cuatro seres vivientes (simbolizando la creación) ante el trono de Dios nos enseña que Él está en control de la creación y que mantendrá su promesa de que un día libertará a la creación de la esclavitud del pecado (Ro 8.19–24).
Estos cuatro seres vivientes son una combinación de los serafines de Isaías 6 y las criaturas de Ezequiel 1 y 10. No se nombra a estas criaturas. En Apocalipsis 4.7 cada ser viviente tiene cuatro rostros, que corresponden a los cuatro de la visión de Ezequiel. Estos seres vivientes ante el trono alaban a Dios y le dan gloria y honor. El Salmo 148 muestra cómo toda la creación alaba a Dios; qué tragedia que un mundo pecador rehúse alabarle.
Los ancianos se unen a esta alabanza y arrojan sus coronas ante el trono. Estas coronas simbolizan sus recompensas por el servicio mientras estaban en la tierra. Cuando lleguemos al cielo nos daremos cuenta de una nueva manera que toda alabanza le pertenece a Dios y sólo a Él. El versículo 11 es la primera de varias doxologías en Apocalipsis. Aquí los seres celestiales alaban a Dios porque Él es el Creador de todas las cosas. En Apocalipsis 5.9–10 los seres vivientes y los ancianos se unen para alabar a Dios por su redención mediante la sangre de Cristo; porque incluso la creación es redimida mediante la cruz. En Apocalipsis 11.16–19 los cielos alaban a Dios porque Él es el juez que castigará con justicia al mundo por sus pecados.
El escenario está ahora listo: se ha llevado a la Iglesia al cielo, el Señor está en el trono y los cielos le alaban y esperan el derramamiento de su ira. Es interesante notar que el nombre de Dios que se usa aquí es «Señor Dios Todopoderoso» (4.8). La historia nos dice que este era el título oficial que usaba el emperador Domiciano, quien fue el responsable de la persecución que envió a Juan a Patmos. Hombres y mujeres se pueden honrar entre sí, pero el día vendrá cuando todo el mundo, grande o pequeño, reconocerá que Jesucristo es el Señor de todo.

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I. EL LIBRO SELLADO (5.1–5)

La palabra «libro» (v. 1) se refiere a un rollo; los libros encuadernados no existían en esos días.
Estos rollos se hacían de juncos que crecían en los ríos y eran muy costosos. Este rollo en particular es el título de propiedad de Cristo sobre la creación. Un testamento romano se sellaba con siete sellos; este rollo es un testamento, que otorga a Cristo el derecho de reclamar la creación por virtud de su sacrificio (v. 9). Un testamento sólo lo podía abrir el heredero y Cristo es el «heredero de todo» (Heb 1.2).
Algunos estudiosos piensan que el rollo contiene los juicios de los capítulos 6–9. El hecho de que el rollo está escrito por ambos lados muestra que no se le puede añadir nada más; el destino de un mundo pecador ya está determinado.
Para comprender esta escena debemos considerar el sistema hebreo de propiedad de la tierra. Si un hombre empobrecía al punto de tener que vender la tierra, o a sí mismo, podía ser redimido por un pariente. La historia de Rut se basa en esta ley; véanse también Jeremías 32.6.15 y Levítico 25.23–25.
Este redentor tenía que ser un pariente cercano con la disposición y la capacidad de comprar la propiedad y libertar a su pariente. Toda la creación ha estado bajo la esclavitud del pecado, Satanás y la muerte; pero ahora Cristo, nuestro Pariente-Redentor, va a libertar a la creación.
Dios deja en claro que sólo Cristo puede redimir. Ningún santo en gloria, ni persona en la tierra, ni alma en el mundo de la muerte, debajo de la tierra, podía tomar aquel libro. Nadie era digno.
Juan lloraba por varias razones:
(1) anhelaba ardientemente ver a la creación liberada de su esclavitud;
(2) quería que se cumpliera la promesa de 4.1;
(3) sabía que las promesas del AT a Israel nunca se cumplirían a menos que el rollo pudiera abrirse.
Juan participaba de los «gemidos» de Romanos 8.22–23. El ángel le secó las lágrimas al señalar hacia Cristo. El «León» (v. 5) nos lleva de regreso a Génesis 49.8–10 y habla de la realeza de Cristo en la familia de David. La «Raíz de David» habla de su deidad, Aquel a través de quien vino David (Is 11.1, 10). Cristo es digno de abrir el libro porque ha «vencido» (2.7, 11, 17, 26; 6.2, etc.), o «alcanzado la victoria» (15.2). ¡El Cordero ha obtenido la victoria! (17.14).

II. EL CORDERO INMOLADO (5.6–10)

Juan esperaba ver un león, pero vio un Cordero. En los dos nombres León y Cordero tenemos el énfasis doble de la profecía del AT: como León, Cristo conquista y reina; como el Cordero, muere por los pecados del mundo. No podemos separar el sufrimiento de la gloria (Lc 24.26; 1 P 1.11), la corona de la cruz. Es digno de notarse que a Cristo se le llama «el Cordero» veintiocho veces en Apocalipsis.
Es más, la Biblia entera pudiera resumirse trazando el tema del «cordero». En Génesis 22.7 Isaac preguntó: «¿Dónde está el cordero?»; y Juan el Bautista contestó: «¡He aquí el Cordero de Dios!» (Jn 1.29). Ahora Juan escribe: «¡Digno es el Cordero!» Véanse también Éxodo 12 e Isaías 53.
La palabra «inmolado» significa «degollado para un sacrificio». Cristo no fue simplemente matado; fue ofrecido como sacrificio. Su muerte y resurrección prueban que Él es digno de ser el heredero de la creación, digno de tomar el libro y abrir sus sellos. Cuando Cristo toma el libro, los ancianos (representando a la Iglesia glorificada) cantan sus alabanzas y magnifican su muerte por la redención de una creación perdida. El cielo canta acerca de la cruz. Las copas de incienso tipifican las oraciones del pueblo de Dios (Sal 141.2; Lc 1.10). Esto no significa que los cristianos en la tierra pueden tener contacto con los creyentes que ya están en el cielo.
Es un recordatorio simbólico de que Dios se acuerda de las oraciones de su pueblo: «Venga tu reino» (Véanse Mt 6.10). Nótense en 6.9–11 y 8.1–6 que Dios un día contestará las oraciones de su pueblo que ha sufrido persecuciones y pruebas debido a su fe. Por cientos de años el pueblo de Dios ha orado por la venida de Cristo y la corrección de los males en el mundo; un día Dios contestará esas oraciones. «Reinaremos sobre la tierra» (v. 10) es su expectación. Esta es otra prueba de que Cristo un día reinará sobre un reino literal sobre la tierra. Véanse 20.4.

III. LAS MULTITUDES QUE ACLAMAN (5.11–14)

Los ancianos cantan, pero las criaturas angélicas «decían a gran voz». No hay evidencia en la Biblia de que los ángeles canten. Job 38.7 indica que, en la creación, «se regocijaban los hijos de Dios [ángeles]». Los «ángeles de Navidad» de Lucas 2.13–14 alababan a Dios y «decían», no cantaban. Las multitudes de ángeles en el cielo unieron sus voces en una gran exclamación de alabanza cuando el Cordero tomó el rollo, pero no cantaron. El canto es un privilegio reservado para los santos de Dios que han experimentado el gozo de la salvación. Hay muchas cosas que los ángeles pueden hacer que no pueden hacer los santos; pero un ángel no puede experimentar salvación, ni tampoco puede cantar con los santos las alabanzas al Cordero. Respecto al número de ángeles Véanse Daniel 7.10.
Sólo Cristo es digno de alabanza. Es interesante contrastar esta doxología con la vida terrenal de Cristo. Sus enemigos dijeron que era digno de muerte (Jn 19.7), pero los ángeles dicen que Él es digno de alabanza. Los hombres le acusaron de obrar por el poder de Satanás (Mt 12.24), pero los ángeles dicen que Él es digno de poder. Jesús vino pobre por amor a nosotros (2 Co 8.9), pero merece todas las riquezas. «La predicación de la cruz es insensatez» para el pecador (1 Co 1.18), pero es sabiduría para los ángeles. En la tierra Jesús fue «crucificado en debilidad» (2 Co 13.4), pero en el cielo es homenajeado por su poder. Deshonrado en la tierra, pero honrado en la gloria. Hecho maldición en la cruz, mas hoy es tanto el que recibe como el que otorga bendición.
Después que los ángeles terminaron su alabanza, toda la creación se une para honrar al Señor Jesucristo. «Toda criatura» sugiere que toda la creación espera con expectación la redención que vendrá cuando Cristo finalmente venza al enemigo y establezca su reino.
Compare el versículo 13 con Filipenses 2.10–11 y Colosenses 1.20. Toda la creación alaba a Dios el Padre y a Dios el Hijo; Véanse Juan 5.23. Muchos dicen: «Yo adoro a Dios, pero no a Jesucristo».
Ignorar a Cristo es insultar al Padre. En el cielo cada ángel y cada santo que fue llevado en el Rapto honrará al Padre y al Hijo y les alabarán.
Cristo está a punto de abrir el libro sellado y dejar en libertad el juicio sobre el mundo.
Tenga presente el doble propósito de la tribulación:
(1) castigar a las naciones por sus pecados, especialmente por la manera en que han tratado a Israel, y:
(2) purgar a Israel y preparar un remanente creyente para recibir a Cristo cuando Él venga en gloria (Ap 19.11).
Los habitantes de la tierra ignoran esta gloriosa escena en el cielo. Como en los días de Noé y de Lot, cada uno sigue su propio camino, comiendo y bebiendo e ignorando las advertencias de Dios. Entonces el Cordero empezará a abrir el libro y el juicio vendrá. ¡Qué importante es que usted sea salvo ahora mismo, mientras todavía hay oportunidad!

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Juan ahora empieza a describir la primera parte de la septuagésima semana de Daniel (Dn 9.27), aquel período de siete años de tribulación. El Cordero ha tomado el libro sellado (su título de propiedad de la creación); está a punto de abrir los sellos y declarar guerra a un mundo sin Dios. Cada vez que abre un sello en el cielo ocurre un suceso importante en la tierra. Asegúrese de comparar estos sellos con lo que Cristo enseñó en Mateo 24 respecto a los tiempos finales.

I. EL PRIMER SELLO: EL ANTICRISTO ASCIENDE AL PODER (6.1,2)

Cuando se abren los primeros cuatro sellos uno de los cuatro seres vivientes que estaban ante el trono (4.6–11) llama al jinete y al caballo: «¡Ven!» El primer caballo es blanco y a su jinete se le da un arco y una corona. No confunda esta escena con la que se describe en Apocalipsis 19.11, donde vemos a Cristo cabalgando en conquista. No; el jinete aquí es el anticristo, el falso Cristo, empezando su conquista de la tierra. El hecho de que tiene un arco, pero no flechas, indica que conquista las naciones pacíficamente. Después del Arrebatamiento de la Iglesia el camino queda abierto para que el anticristo avance en triunfo (2 Ts 2). Habrá temporalmente una falsa paz, porque Él unirá a toda Europa y hará un pacto con los judíos (1 Ts 5.2, 3). Este pasaje es paralelo a Mateo 24.5 y cumple la profecía de Cristo en Juan 5.43.

II. EL SEGUNDO SELLO: GUERRA (6.3,4)

Esta paz mundial no durará mucho, porque mientras los hombres digan: «Paz y seguridad», estallarán terribles guerras. Esto es paralelo a Mateo 24.6, 7. Rojo es un color asociado con el terror y la carnicería. En Apocalipsis tenemos el caballo rojo de la guerra (6.3, 4), el dragón escarlata (12.3) y la bestia escarlata (17.3). Nótese que Dios le da al anticristo autoridad para quitar la paz de la tierra; esto es una parte del plan divino. El anticristo cambia su arco sin flechas por una gran espada, y los hombres empiezan a matarse unos a otros. Esto indica claramente que los métodos de acuerdos internacionales y la diplomacia no producirán paz duradera.

III. EL TERCER SELLO: HAMBRUNA (6.5, 6)

La hambruna y la guerra a menudo marchan juntas; Véanse Mateo 24.7. El color negro le hace a uno pensar en la hambruna; véanse Jeremías 14.1, 2 y Lamentaciones 5.10. El jinete (todavía el anticristo) sostiene una balanza, indicando que su gobierno ha establecido el control de los alimentos. Una medida de trigo era alrededor de un litro; y un denario era el jornal diario de un obrero. En otras palabras, ¡los alimentos escasearían tanto que una persona necesitaría todo un día para ganar lo suficiente para comprar apenas un litro de grano!
Pero nótese que no hay escasez de aceite y vino para el rico. Este se enriquece más y disfruta de lujos, mientras que el pobre empobrece más y difícilmente puede conseguir lo suficiente como para comer. Esto indica que todos los esquemas que el hombre hace para que la gente satisfaga incluso las necesidades de la vida fracasarán. Es digno de notar que el grano, el aceite y el vino eran productos clave de Israel (Os 2.8). Puesto que el anticristo ha hecho su pacto con Israel es de suponer que querría proteger sus recursos.

IV. EL CUARTO SELLO: MUERTE (6.7, 8)

El adjetivo «amarillo» sugiere un color de lepra (Lv 13.49: verdoso). La muerte cabalga en este caballo y el «Hades» (no el infierno) cabalga junto a ella. La muerte pide el cuerpo, el Hades el alma.
¡Dios los autoriza a que maten a una cuarta parte de la población de la tierra! Se usan cuatro métodos: la espada (violencia y guerra); hambre (hambruna); muerte, o pestilencia (enfermedades que acompañan a la guerra y al hambre); y bestias (la naturaleza se adueña de todo cuanto la civilización desbarata). Léase un paralelo en Ezequiel 14.21. Incluso las bestias salvajes padecerán hambre y atacarán a los seres humanos. Después que la Iglesia ha sido llevada al cielo, ¡qué terribles juicios esperan al mundo que rechaza a Cristo! Véanse Mateo 24.7.

V. EL QUINTO SELLO: LOS MÁRTIRES (6.9–11)

El sacerdote del AT derramaba la sangre del sacrificio bajo el altar de bronce (Lv 4.7); y puesto que la sangre habla de la vida (o alma, Lv 17.11), aquí vemos a las almas de los mártires bajo el altar celestial. Sus muertes no se han vengado aún. Estos santos martirizados clamaban venganza; véanse Salmos 74.9–19, 79.5 y 94.3–4. Es cierto que a los santos en esta edad se les dice que deben orar por los que los persiguen y esto es lo que Cristo, Esteban y Pablo hicieron (Lc 23.34; Hch 7.60; 2 Ti 4.16).
Pero este período será de juicio, cuando Dios responderá a las oraciones de su pueblo que clama liberación y venganza. Después de todo, Dios juzga al mundo cuando ellos oran; de modo que oran en la voluntad de Dios. Esto es un paralelo a Mateo 24.9. Dios les promete que responderá sus oraciones; pero antes, más de sus hermanos serán sacrificados. Veremos otros santos asesinados en 12.11, 14.13 y 20.4–5. Entre los asesinados estará Moisés y Elías, los dos testigos de Dios, quienes incluso estaban ministrando en la tierra (11.1–7). Apocalipsis 20.4 indica que estos mártires de la tribulación resucitarán para reinar durante el Milenio.

VI. EL SEXTO SELLO: CAOS MUNDIAL (6.12–17)

Este pasaje es paralelo a Lucas 21.25, 26; véanse también Joel 2.30–31; 3.15 e Isaías 13.9, 10; 34.2–4. En Apocalipsis se mencionan tres terremotos, pero junto con ellos habrá disturbios en la tierra y en el cielo que aterrorizarán a grandes y a chicos. Algunos estudiosos piensan que estos versículos describen los resultados de la guerra atómica, con el sol y la luna oscurecidos, grandes masas de tierra moviéndose y la gente escondiéndose en agujeros en la tierra para escapar de la radiación atómica. Esto bien pudiera ser así; pero necesitamos notar que la gente se esconde de Cristo y de su ira en particular, no de alguna catástrofe causada por el hombre.
El versículo 15 es una descripción vívida de lo que será la vida durante los primeros tres años y medio de la tribulación. Por un lado, algunos reinos resurgirán. Hoy el movimiento es hacia el nacionalismo y la democracia; pero esta tendencia cambiará. Véanse 16.12–14. El anticristo reinará sobre «los Estados Unidos de Europa», el Imperio Romano restablecido, con una serie de reyezuelos que le siguen (17.12–14). Otra característica de los días de la tribulación es el militarismo; habrá «capitanes». Este es un título romano que significa «tribunos militares» y encaja muy bien con el resurgimiento del Imperio Romano del anticristo. Habrá esclavitud («siervo»); Véanse 18.13 en donde «los esclavos y las almas de los hombres» se incluyen en las mercancías de Babilonia. Existirá grande riqueza juntamente con gran pobreza, y esta redistribución de la riqueza destruirá la economía de las naciones. Parece, entonces, que el juicio del sexto sello involucra tanto destrucción física literal en los cielos y en la tierra, como el estremecimiento de los sistemas económicos y políticos de las naciones. Todo lo cual le facilitará al anticristo extender su gobierno.
Los pueblos de la tierra reconocerán que Cristo envía su juicio, ¡pero no lo recibirán! Preferirán más bien esconderse en las rocas que en la Roca. Los primeros tres años y medios de la tribulación son simple preparación para los siguientes tres años y medio, y este período posterior se conoce como «la ira de Dios» (véanse 11.18; 12.12; 14.10; 18.3, etc.). Hay una pausa, sin embargo, entre el sexto y el séptimo sello (así como también la habrá entre la sexta y la séptima trompetas, 10.1–11.13) para que veamos a los dos grupos de redimidos que serán salvos durante el período de la tribulación.
En resumen, nótese que el anticristo empieza su carrera como un conquistador político pacífico, pero entonces recurre a la guerra y a los controles económicos para dominar a otras naciones. El mundo aceptará su falsa paz porque ha rechazado al Príncipe de paz, Jesucristo.

7

Hay una pausa entre el sexto y el séptimo sello; el juicio se detiene por un breve momento mientras Dios sella a los 144.000 judíos que llevarán su mensaje hasta lo último de la tierra. No se nos dice específicamente que estos judíos serán los embajadores de Dios, pero damos por sentado que por eso Él los sella. Hemos visto que el día de la ira de Dios está a punto de ocurrir (6.15–17); de modo que Dios trae una calma en la tormenta y extiende su misericordia a judíos y a gentiles por igual. Vemos aquí dos grupos de redimidos:

I. LOS JUDÍOS SELLADOS (7.1–8)

Los vientos del cielo hablan del juicio de Dios y los juicios aquí son específicamente sobre la tierra, el mar y la vegetación. Puede ser que estos cuatro ángeles que detienen los cuatro vientos sean también los ángeles que tocan las primeras cuatro trompetas, por cuanto los juicios son similares (Véanse 8.6–12).
El ángel del oriente tiene el sello de Dios. Un sello significa posesión y protección; nótese 9.4. Hoy el cristiano está sellado por el Espíritu Santo (Ef 1.13, 14). Este sello se estampa en el instante en que el pecador confía en Cristo y le asegura al creyente la vida eterna y una herencia en el cielo. El ángel que sella ordena a los ángeles de los vientos que detengan su juicio hasta que los siervos de Dios hayan sido sellados y de esta manera protegidos del juicio que viene. Véanse en Ezequiel 9 una escena paralela.
Recuerde también que Cristo enseñó que los ángeles de Dios tendrían una parte en reunir a sus elegidos (Mt 24.31). Junto con los ángeles de los vientos tenemos también a los del fuego (14.18) y del agua (16.5). Estos ángeles son ministros especiales de Dios que supervisan las actividades de la naturaleza.
Estos siervos sellados son todos judíos: Hay 12.000 de cada una de las doce tribus de Israel. Es desafortunado que algunos bien intencionados cristianos enseñen que los 144.000 son un símbolo de la Iglesia (el nuevo Israel), porque la Iglesia ya no está en la tierra en este punto de la historia. Los 144.000 son verdaderos judíos que estarán vivos en la tierra en ese tiempo. Tal vez serán ganados para Cristo mediante los ministerios de Moisés y Elías, los dos testigos que predicarán durante los primeros tres años y medio de la tribulación (Véanse 11.1–12). Estos judíos quizás serán los misioneros escogidos de Dios; 144.000 «apóstoles Pablo» que llevan el evangelio a todas las naciones. Este acontecimiento dará cumplimiento a la profecía de Cristo en Mateo 24.14; cuyo resultado será la salvación de una multitud de gentiles (7.9). Cuando usted piensa en las multitudes que Pablo ganó durante su ministerio, puede empezar a imaginarse lo que lograrán 144.000 de tales misioneros.
La tribu de Dan falta en la lista y la de Manasés ocupa su lugar. Las razones parecen ser:
(1) Dan guió a Israel a la idolatría, Jueces 18.30; 1 Reyes 12.28–30;
(2) por consiguiente, Dios prometió borrar el nombre del idólatra, Deuteronomio 29.18–21.

II. LOS GENTILES SALVOS (7.9–17)

Los judíos son contados, pero esta multitud no se puede contar. Estos gentiles son el fruto de la labor de los 144.000 y vienen de todas las naciones bajo el cielo. No son parte de la Iglesia, puesto que los vemos ante el trono y no en tronos, como los ancianos. El versículo 14 deja en claro que han salido (no «salieron») de la gran tribulación. Aquí Juan los ve ante el trono celestial, alabando a Dios y al Cordero. Sus «palmas» sugieren la Fiesta de los Tabernáculos del AT (Lv 23.40–43), la actividad en la cual Israel se regocijaba por las bendiciones del Señor. Están con vestiduras blancas, lo cual indica su justicia mediante el Cordero. El versículo 14 dice que estos gentiles se salvaron por la fe en Cristo, porque esta es la única manera en que una persona se puede salvar.
Los versículos 15–17 dan una lista de las pruebas que estos gentiles soportaron en la tierra. Han estado con hambre y sedientos, porque muy probablemente fueron víctimas de la escasez de alimento y agua pura. No tenían refugio del calor del día. Sufrieron lágrimas y pruebas. Es probable que estos gentiles pertenezcan a las «ovejas» de Mateo 25.31–46, los gentiles que amaban a los judíos y se mostraban sus amigos durante la tribulación. Estos creyentes rehusaron recibir la marca de la bestia (13.16–18) y por consiguiente no podían ni comprar ni vender. Su amistad con los judíos aborrecidos y perseguidos provocará la ira de los gobernantes. Por supuesto, también tendrán que soportar los terribles juicios de la tribulación: el racionamiento de alimentos, 13.17; el agua convertida en sangre, 16.4; y el calor abrasador, 16.8–9.
Nótese que los 144.000 sobreviven la tribulación, mientras que multitudes de gentiles creyentes darán sus vidas durante este tiempo terrible. (Recuerde las almas bajo el altar, en 6.9–11.) Dios recompensará a estos gentiles creyentes y les dará gloria por su sufrimiento. Muchos estudiosos creen que las promesas de los versículos 14–17 se cumplirán en el reino milenial antes que en el cielo.
Apocalipsis 20.4 indica una resurrección especial de estos mártires de la tribulación, y promete que vivirán y reinarán durante la edad del reino. Sin embargo, tenemos buena razón para aplicar los versículos 14–17 al estado de bendición de los santos de Dios ya en gloria.
En resumen, notamos que Israel ha regresado a su antigua tierra en incredulidad. La adoración en el templo ha empezado. El anticristo reina sobre los Estados Unidos de Europa y el mundo está convulsionado con guerra, hambruna y caos político y económico. Los dos testigos (Moisés y Elías) predica en Israel y Dios ha sellado al remanente en la nación, 144.000 judíos, para que sean sus testigos entre los gentiles. Por supuesto, su ministerio sufrirá persecución y arrestarán a muchos de ellos (Mt 25.36). Pero los gentiles que se conviertan los ayudarán y, debido a su testimonio, muchos gentiles pondrán sus vidas por el evangelio.
Algunos estudiosos creen que 2 Tesalonicenses 2.11–14 enseña que la gente que voluntariamente rechaza el evangelio durante esta edad de gracia no podrá ser salva después de que la Iglesia sea quitada de la tierra. Arguyen que la gente no creerá en la verdad, sino que creerán en una mentira. Los que fueron dejados oyeron la Palabra y la comprendieron, pero voluntariamente la rechazaron. Sin embargo, una multitud de gentiles creerán en el evangelio después del Arrebatamiento de la Iglesia y estarán dispuestos a poner sus vidas por Cristo. Sí, habrá muchos que se salvarán durante la tribulación, pero pagarán un alto precio. ¡Cuán sabio es recibir a Cristo hoy!
Podemos bosquejar estos capítulos como sigue:
GRUPO # 1 (7.1–8) GRUPO # 2 (7.9–17)
1. Judíos 1. Gentiles
2. Un grupo de 144.000 2. Multitudes que nadie puede contar
3. Sellados y protegidos 3. No sellados; muchos morirán
4. Vistos testificando en la tierra 4. Vistos adorando en el cielo
5. Entran en el reino 5. Participan en el reino

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Cuando se abre el séptimo sello, comienza la siguiente serie de juicios, las siete trompetas. En el AT las trompetas se usaban para anunciar la guerra (Nm 10.5–9), mover el campamento (Nm 8), anunciar las fiestas (Nm 10.10) y traer juicio (Jos 6.13). El sonido de la trompeta es símbolo de poder y autoridad (Éx 19.16). Note que hay un paralelo entre las siete trompetas y las siete copas de los capítulos 15–16.
LAS TROMPETAS RECIBE EL JUICIO LAS COPAS
8.1–7 La tierra 16.1, 2
8.8, 9 El mar 16.3
8.10, 11 Los ríos 16.4–7
8.12, 13 Los cielos 16.8, 9
9.1, 2 La humanidad 16.10, 11
9.13–21 El ejército/Éufrates 16.12–16
11.15–19 Las naciones en ira 16.17–21
Tal parece que las siete copas son un juicio intensificado que sigue a los juicios de las trompetas.
Las trompetas se tocan durante los primeros tres años y medio, mientras que las copas se derraman durante los últimos tres años y medio, el período que se llama «la ira de Dios» (14.10; 15.7).

I. LA PREPARACIÓN EN EL CIELO (8.1–6)

A. SILENCIO (V. 1).
Esto es la calma antes de la tormenta; véanse Zacarías 2.13; Habacuc 2.20; Isaías 41.1; y Sofonías 1.7, 14–18. En 7.10–12 tenemos una gran expresión de alabanza de parte de las huestes celestiales; aquí tenemos un silencio tenso en el cielo, por los juicios que están a punto de caer.
B. SÚPLICA (VV. 2–6).
Notamos en el cap. 4 que hay un santuario celestial y aquí tenemos el altar del incienso, símbolo de la oración. Véanse Levítico 16.12 y Salmo 141.2. Este ángel puede ser Cristo, el Sacerdote Celestial.
Las «oraciones de los santos» no son oraciones ofrecidas por los santos en gloria. En 5.3 nadie fue hallado digno de abrir el libro, sólo Jesucristo, de modo que, ¿por qué habríamos de orar en algún otro nombre? Estas oraciones son las plegarias del pueblo de Dios: «¡Venga tu reino!» Este incienso representa especialmente los clamores de los mártires (6.9–11; 20.4).
Muchas de las oraciones de venganza en los Salmos las usarán legítimamente el pueblo de Dios durante esos días de intenso sufrimiento. El fuego del altar arrojado en la tierra habla de la ira de Dios a punto de ser derramada sobre los incrédulos. Compárese el versículo 5 con 4.5, 11.19 y 16.18 y se verá que los truenos siempre advierten que la tormenta se avecina. Los siete ángeles están listos para la acción, entonces tocan sus trompetas, uno por uno.

II. LA DESOLACIÓN EN LA TIERRA (8.7–11)

El primer juicio es paralelo a la séptima plaga en Egipto (Éx 9.18–26). Egipto era el centro del sistema mundial sin Dios, de modo que es lógico que las plagas del día de Moisés se repitan en escala mundial durante la tribulación. Las tormentas de granizo pueden causar terribles daños, pero cuando el fuego se mezcla con el granizo, las posibilidades de desolación son pasmosas. Un tercio de los árboles y hierba verde será destruido por la primera trompeta de juicio. En Apocalipsis 8–9 hay trece referencias a «la tercera parte». Algunos estudiosos creen que esto se refiere sólo al área que abarca el Imperio Romano que ha resurgido, gobernado por el anticristo.
La segunda trompeta afecta al mar, convirtiendo una tercera parte del mismo en sangre y tanto matando a un tercio de sus criaturas, como destruyendo un tercio de las naves. Este acontecimiento es paralelo a la primera plaga de Egipto (Éx 7.19–21). El objeto ardiendo que cae no era una montaña literal; era únicamente «como una montaña ardiendo». «El mar» aquí puede significar sólo el Mediterráneo; pero es más probable que se incluyan a todos los mares del globo.
La tercera trompeta afecta a los ríos, haciendo amargas sus aguas. Dios es el único que conoce la gran estrella del versículo 10, Él llama a las estrellas por nombre (Job 9.9, 10). Jeremías profetizó que un día Israel tendría que beber aguas amargas (Jer 9.14, 15). Parece que esta amargura continuará hasta el establecimiento del reino milenial, por cuanto en Ezequiel 47.6–9 se profetiza que la sanidad de las aguas contrarrestará los efectos amargos de los juicios de la tribulación.
¿Deben entenderse literalmente estos juicios? Pensamos que sí. Si Dios pudo enviar los mismos juicios a Egipto en el día de Moisés, ¿qué impide que los envíe sobre el mundo entero? Podemos sólo imaginarnos las tremendas consecuencias económicas de la pérdida de la tierra de cultivo y del pasto, y de la contaminación del agua pura. La humanidad nunca ha apreciado las bendiciones de Dios en la naturaleza. Sin embargo, incluso cuando Él quita algunas de esas bendiciones, los pecadores todavía no se arrepienten (9.20, 21).

III. LA CONMOCIÓN EN EL CIELO (8.12)

El cuarto ángel toca y trae grandes calamidades en los cielos, porque se oscurece una tercera parte de la luz de los cuerpos celestes. Esto es cumplimiento de una profecía de Cristo registrada en Lucas 21.25–28 (Véanse también Am 8.9). Es interesante notar que Dios creó los cuerpos celestes en el cuarto día de la creación; cuando la cuarta trompeta suene, Él los oscurecerá.
¿Cuáles serán las consecuencias? Por un lado, el terror llenará la tierra. La humanidad siempre ha temido las señales en los cielos. Este terror, sin embargo, no hará que los hombres se arrepientan. El primer juicio devasta la vida vegetal y los días acortados les privarán a las plantas de la luz del sol.
Jesús dijo que el acortamiento de los días durante la tribulación significará vidas salvadas (Mt 24.22).
Sin embargo, es fácil imaginarse el pecado, el crimen y el terror que reinará en las calles cuando la oscuridad viene temprano en el día y cuando la noche es más negra que nunca. «Todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz», dice Juan 3.19, 20. La humanidad nunca verá una oleada de crimen como esta.

IV. LA PROCLAMACIÓN DEL ÁNGEL (8.13)

Este ángel es un mensajero literal de Dios, ¡advirtiendo al mundo que los próximos tres juicios serán todavía peores! Podríamos pensar que los hombres prestarían atención al llamado de Dios y se arrepentirían, pero ese no es el caso.
La frase «los que moran en la tierra» también aparece en 3.10, 6.10, 11.10, 13.8, 13.14, 14.6 y 17.8.
Se refiere no sólo a los que viven «en» la tierra, sino también a los que viven «para» la tierra. Son «terrenales», gente que rechaza el cielo y su Cristo por las comodidades de este mundo. Se describen perfectamente en Filipenses 3.18–20. En Éxodo se describen como la «multitud mezclada» que codiciaba los alimentos de Egipto y rechazaba el maná del cielo. Tales personas atravesarán la tribulación (Ap 3.10) y serán los responsables de la matanza de los santos (Ap 6.10). Se regocijarán cuando asesinen a los dos testigos de Dios (11.10); pero nótese el contraste en 12.12, donde los cielos se regocijan por la expulsión de Satanás. Apocalipsis 13.8 deja en claro que estos moradores de la tierra adorarán a la bestia, lo que significa que rechazarán por completo a Cristo. Habiendo rechazado la verdad, creerán en la mentira.
Toda alma debe contestar: ¿Está mi ciudadanía en el cielo, o pertenezco a este mundo solamente?

9

El bien conocido erudito bíblico y experto en Apocalipsis, el Dr. Wilbur M. Smith, escribe: «Es probable que, aparte de la exacta identificación de Babilonia en los capítulos 17 y 18, el significado de los dos juicios en este capítulo representa el problema de mayor dificultad en Apocalipsis». El ángel en 8.13 promete tres «ayes» sobre la tierra y estos se envían al sonar de la quinta (9.1–12), sexta (9.13–21) y la séptima (11.15–19) trompetas. Repase el bosquejo sugerido de Apocalipsis y verá que nos acercamos a la mitad de la tribulación, a cuyo tiempo tendrán lugar varios acontecimientos críticos.

I. SE LIBERTA AL EJÉRCITO DEL INFIERNO (9.1–12)

A. LA ESTRELLA (VV. 1,11).
Juan no vio caer la estrella; el versículo 1 debe leerse: «Y vi una estrella que había caído» (en algún momento en el pasado). Es probable que esta estrella se refiera a Satanás. Se le llama «Lucifer», que significa «brillantez» o «estrella matutina». Isaías 14.12 describe la caída de Satanás en alguna fecha pasada y Ezequiel 28.11–19 completa el cuadro. Note también Lucas 10.18. Dios le da a Satanás «la llave del abismo». Este abismo sin fondo no es el Hades ni el infierno; más bien es una prisión en alguna parte del mundo de abajo, donde Dios tiene confinados a los demonios. (Léase Lc 8.26–36 para ver cómo a los demonios les aterra que los envíen al abismo.) En 1.18 leemos que Cristo tiene todas las llaves; Satanás debe recibir su autoridad de Cristo. Esta estrella caída (Satanás) se describe también como el destructor en el versículo 11. Es rey sobre los demonios del infierno.
B. EL HUMO (V. 2).
Las criaturas demoníacas no son propiamente el humo, porque el versículo 3 deja en claro que las criaturas salen del humo. El mundo de abajo es un lugar de tinieblas y fuego; aquí se lo compara a un gran horno. Los que bromean respecto al infierno no se dan cuenta de cuán ignorantes son de sus tormentos. Estas terribles tinieblas nos recuerdan la plaga en Egipto (Éx 10.21–29) cuando la oscuridad podía palparse. Satanás es el príncipe de las tinieblas. Es digno de notar que este «abismo sin fondo» dejará escapar un día a la bestia (11.7; 17.8) y que el diablo un día será arrojado allí (20.1–3).
C. LAS CRIATURAS COMO ESCORPIONES (VV. 3–10).
Los escorpiones son nativos de la tierra santa y algunas especies crecen hasta medir quince centímetros de largo. Su principal arma es el aguijón que llevan en el extremo de su cola, y se les usa en la Biblia como símbolo de juicio doloroso (Dt 28.38–42; 1 R 12.11–14). A estas criaturas infernales que salen del humo también se las compara con langostas, puesto que las plagas de langostas eran azotes comunes en Israel (Véanse Jl 2). Que estas langostas no son literales se ve claro en la advertencia del versículo 4 (Véanse 8.7) y en que tienen rey (v. 11, Véanse Pr 30.27). Se les prohíbe atormentar a los judíos sellados (7.1–3); se limita a cinco meses su tiempo. Su propósito es atormentar, no matar. A decir verdad, la gente querrá morir, pero Dios no lo permitirá (Véanse Jer 8.3). Es probable que estas sean criaturas demoníacas, libertadas del abismo para atormentar a los hombres. Este juicio es paralelo a la octava plaga en Egipto (Éx 10.3–20). El hecho de que las criaturas tengan características de bestias (caballos, v. 7), hombres y animales salvajes (v. 8), sugiere que Satanás está imitando a las criaturas celestiales de 4.7.
Este es el primer ay y, ¡qué tiempo de tortura soportará la población de la tierra! ¡Cuánto mejor es conocer a Cristo hoy y escapar de la ira venidera!

II. SE LIBERTA A LOS ÁNGELES DE LOS RÍOS (9.13–21)

Este es el segundo de los tres «ayes» prometidos en 8.13. La voz sale del altar del incienso debido a que las oraciones de los santos han llegado a Dios, pidiéndole que vengue su sangre (6.9–11; 8.3). En 7.1–3 vimos a cuatro ángeles que los detiene una orden; aquí vemos a cuatro ángeles (sin duda ángeles caídos) con la orden de que los desaten. El río Éufrates siempre ha tenido un lugar notable en la historia. Fluía del Edén, donde empezó la historia; y figurará en los acontecimientos que serán el clímax de la historia (16.12). Babilonia estaba situada al margen del Éufrates (Ap 17–18). Estos cuatro ángeles están preparados para «la hora, día, mes y año» del programa de Dios; y es su tarea matar a una tercera parte de la población de la tierra. En 6.8 leemos que se mató a una cuarta parte de la gente, dejando tres cuartas partes para los juicios subsiguientes; después de que estos ángeles han destruido otra tercera parte, la mitad de la población mundial habrá sido destruida.
Una vez desatados, ¡estos ángeles traerán a la batalla ejércitos de jinetes que suman un total de 200 millones de soldados! Esta caballería satánica no es como ningún otro ejército ni en apariencia ni en las armas que usa. Fuego, azufre y humo son sus armas principales; también tienen colas como de serpiente. Esta no es otra descripción del ejército al que se refiere los versículos 1–12, puesto que a ese ejército se le prohíbe matar. A este ejército se le comisiona matar a una tercera parte de la humanidad.
Esta es una manera en que Dios contestará a las oraciones de los mártires, según 6.9–11.
Uno pensaría que multitudes de personas se arrepentirían de sus pecados y se volverían a Cristo; pero no va a ser así. Aquellos que (en la misericordia de Dios) quedan con vida, sólo continuarán en sus terribles pecados. La bondad de Dios al dejarlos con vida no los guía al arrepentimiento (Ro 2.4–6); por consiguiente, tendrán que soportar juicios más terribles en los días que vendrán y finalmente el lago de fuego.
Los versículos 20–21 nos dan un cuadro vívido de lo que será la vida después de que la iglesia sea llevada al cielo. Se extenderá la idolatría. Por supuesto, adorar a ídolos es adorar a los demonios (1 Co 10.16–22). Satanás siempre ha querido que la humanidad le adore (Mt 4.8–10), y ahora recibirá tal adoración. Dondequiera que exista idolatría, también hay ignorancia e inmoralidad; el versículo 21 nos dice de los terribles pecados y crímenes que habrán en esos días. La palabra «hechicerías» es el vocablo griego farmakeia, la raíz de las palabras castellanas «farmacéutico» y «fármaco». Quiere decir «algo que tiene que ver con drogas». Esta es la misma palabra que aparece en Gálatas 5.20 y «hechiceros» en 21.8 y 22.15. Véanse también 18.23. El hecho de que los hechiceros usan drogas y pociones en sus actividades diabólicas muestra la conexión entre estas palabras. Juan sugiere que habrá un resurgimiento de la hechicería y un incremento en el uso de drogas en los últimos días. Varias organizaciones de brujas existen a nivel mundial y el espiritismo va en aumento. En cuanto al incremento del uso de drogas, ¡todo lo que tenemos que hacer es leer los periódicos de hoy!
¿Cómo encaja este capítulo en el esquema total de Apocalipsis? Es probable que este gigantesco ejército de doscientos millones de jinetes aparecerá antes de la mitad de la tribulación. La bestia ya es la cabeza del Imperio Romano que ha resurgido, cooperando con la «iglesia mundial» y las Naciones
Unidas. Dios le permite a Satanás que enrole este formidable ejército, posiblemente de Rusia. Sabemos por Ezequiel 38–39 que Rusia invadirá Palestina aproximadamente a mediados del período de la tribulación. Tratará de conquistar a Israel, pero la bestia librará a los judíos y cumplirá el pacto de siete años que hizo para protegerlos. Ezequiel deja en claro que Dios juzga a Rusia y envía al ejército de regreso derrotado. Una vez en la Tierra Santa, la bestia romperá su pacto, entrará en el templo y empezará a asumir poderes mundiales. Apocalipsis 11.1, 2 indica que los gentiles están en posesión del templo reconstruido de Jerusalén; y el resto del capítulo indica que la bestia mata a los testigos que han predicado durante los primeros tres años y medio de la tribulación. Este gigantesco ejército (v. 16) no es el ejército ruso que invade a Israel, sino que el toque de la sexta trompeta indica el surgimiento de las conquistas militares y apunta a la batalla de Gog y Magog que ocurrirá en este momento. Repase la tabla profética que aparece en las notas introductorias.

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Este capítulo nos conduce al punto medio del período de la tribulación (Véanse el bosquejo). De acuerdo a Daniel 9.27 este es el tiempo en que la bestia rompe su pacto con Israel y revela su furia satánica.
Note también que los dos testigos ministran durante los primeros tres años y medio (11.3); Dios protege al remanente judío durante los últimos tres años y medio (12.6, 14); la bestia tiene autoridad mundial en los tres años y medio finales (13.5); Satanás es arrojado a la tierra por tres años y medio de terrible persecución en contra de los creyentes (12.12); y Jerusalén es hollada por los gentiles por tres años y medio (11.2). Notamos un paréntesis entre la sexta y la séptima trompetas (10.1–11.14). La séptima trompeta dará inicio a las siete copas de la ira de Dios y a los últimos tres años y medio de tribulación («la ira de Dios»).

I. LA APARICIÓN DEL ANGEL (10.1–4)

Este mensajero celestial es probablemente Jesucristo, el Angel del Señor. Juan ya había visto un «ángel fuerte» en 5.2; ahora ve «otro ángel fuerte». Los símbolos que se usan aquí nos llevan de nuevo a la descripción del Cristo glorificado que se da en 1.12–16. La nube y el arco iris se refiere a 1.16; los pies de fuego a 1.15; el rostro como el sol a 1.16. La voz como de león ciertamente se refiere a 5.5; véanse también Oseas 11.10 y Joel 3.16. Esta no es una voz de invitación de gracia; es una voz que anuncia que el juicio viene. Tal vez la mejor evidencia de que este ángel es Cristo está en 11.3, donde dice: «Y daré a mis dos testigos que profeticen». De modo que aquí está Cristo, el Angel del Señor, para anunciar que Dios está a punto de obrar velozmente y concluir sus propósitos en la tierra.
El librito (v. 2) es un contraste con el rollo grande de 5.1. Este rollo está abierto; el de 5.1 estaba sellado. Vemos por los versículos 9–11 que este es un libro de profecía; el versículo 7 deja en claro que los profetas declararon el contenido del libro. Puesto que los profetas del AT no hablaron las verdades de la Iglesia, estas profecías deben referirse a Israel, los judíos y Jerusalén; este tema es exactamente lo que hallamos en el capítulo 11 y subsiguientes. Tal vez este librito sea el mensaje sellado de Daniel 12.4, 9; ahora se abre para que se cumpla.
El Señor reclama, como antes, toda la tierra y los mares al estar parado sobre ellos. Léase Josué 1.1–3. No sabemos lo que Él dijo, ni lo que los truenos dijeron (véanse 1 S 7.10 y Sal 29). Es inútil hacer conjeturas. A Juan se le dice que selle (que no revele) las palabras de los truenos, la única revelación del libro que se sella. Esta visión de Cristo deja en claro que Él está en control y que cumplirá los propósitos de Dios y reclamará su herencia.

II. EL ANUNCIO DEL ANGEL (10.5–7)

Esta solemne escena empieza cuando Cristo levanta su mano y afirma que ya no habrá más demora («el tiempo ya no sería más»). Las almas debajo del altar habían preguntado: «¿Hasta cuándo?» (6.10, 11) y ahora se da la respuesta: ¡Ya no habrá más demora! Los burladores de hoy preguntan: «¿Dónde está la promesa de su venida? ¿Por qué Dios no hace algo?» (2 P 3). Este presente período de tardanza es la oportunidad del pecador para salvación. Cristo afirma que en los días cuando suene la séptima trompeta (11.15–19), Dios concluirá su programa. El término «misterio» (v. 7) significa una verdad oculta de Dios. El hombre mortal no puede comprender por qué hay pecado y sufrimiento en el mundo y por qué santos honestos sufren mientras que los pecadores rebeldes andan libres. Podemos estar seguros de que Dios enderezará las cosas y completará su programa. Note especialmente 11.18, ¡y anímese!
Algunos piensan que el librito contiene «el misterio de Dios». Tal vez. Lo que sabemos es esto: Dios está en control de la historia y al final hará que el bien triunfe sobre el mal.

III. LA APROPIACIÓN DEL LIBRO (10.8–11)

No es suficiente que Juan vea el libro en la mano de Cristo ni que incluso sepa lo que contiene.
Debe apropiarse de él, hacerlo parte de su persona interior. Lea en Ezequiel 2–3 y Jeremías 15.16 acontecimientos similares. La Palabra de Dios es nuestro alimento (Mt 4.4; Sal 119.103); debemos tomarla y asimilarla antes de que pueda hacernos algún bien. Es bueno leer la Biblia y estudiarla; pero también necesitamos memorizarla y digerirla internamente mediante el poder del Espíritu.
El acto de comer el librito tuvo un doble efecto en Juan: fue dulce a su paladar, pero amargo en su estómago, muy parecido al efecto de la espada de dos filos que es la Palabra (Heb 4.12). Disfrutamos de las bendiciones de la Palabra, pero también debemos sentir sus cargas. Juan fue bendecido al saber que Dios cumpliría sus promesas; pero sintió amargura al darse cuenta de los sufrimientos que vendrían durante los siguientes tres años y medio de la tribulación.
Esta digestión de la Palabra preparó a Juan para seguir su ministerio como profeta. ¡Qué lección para nosotros como testigos! ¡Qué trágico es cuando tratamos de servir al Señor y hablar por Él, sin primero prepararnos para apropiarnos de su Palabra. Sólo lo que es parte de nuestro ser interior puede darse a otros. Cuán importante es que diariamente el santo dedique tiempo a leer la Palabra y a absorberla.
La palabra «sobre» en el versículo 11 significa «acerca»; Juan profetizaría respecto a muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes. En la siguiente sección de Apocalipsis vemos frecuentes referencias a las naciones del mundo, por cuanto Satanás las turbará y preparará para la batalla del Armagedón (16.12–14).

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En los capítulos 11–12 estamos definitivamente en terreno judío. Vemos el templo judío (11.1–2), Jerusalén (11.8), el arca (11.19), el Cristo reinante (12.5), Miguel (12.7) y la persecución de los judíos por parte de Satanás (12.17). Si espiritualizamos este pasaje y aplicamos alguna parte del mismo a la Iglesia, estamos en serios problemas. En este punto nos encontramos ya en medio de la tribulación.

I. EL MINISTERIO DE LOS DOS TESTIGOS (11.1–14)

A. EL PERÍODO DE SU MINISTERIO (VV. 1–4).
Aquí ya se ha reconstruido el templo judío y la nación (aunque en incredulidad) adora de nuevo a Jehová. Parece probable que los dos testigos ministrarán durante la primera parte de la tribulación, predicando a los judíos y teniendo acceso al templo. A mediados de la tribulación el anticristo romperá su pacto con Israel y tomará posesión del templo (2 Ts 2; Dn 9.27; Mt 24.15). Se proclama dios, trayendo así la «abominación desoladora» que tanto Daniel como Cristo predijeron. Vemos a los gentiles hollando el templo durante tres años y medio. Dios le pide a Juan que mida el área del templo, una acción simbólica que retrocede hasta Ezequiel 40–41 y Zacarías 2. Medir algo quiere decir tomar posesión.
A pesar de que las fuerzas de Satanás se han apoderado del templo, Cristo lo reclamará de nuevo y lo devolverá a su pueblo. Note la alusión en el versículo 4 a Zacarías 4–5 concerniente a Zorobabel y Josué, el sumo sacerdote. Estos dos hombres fueron los siervos de Dios para reclamar y reconstruir el templo y la nación después del cautiverio en Babilonia, un período de problemas nacionales.
B. EL PROPÓSITO DE SU MINISTERIO (VV. 5–6).
Demostrarán el poder de Dios ante los judíos y gentiles incrédulos, y muchos se salvarán por su testimonio. Se les llama tanto profetas (vv. 6, 10) como testigos. Anunciarán al mundo los grandes acontecimientos que vendrán y sufrirán la ira de la bestia y de su gente. Debido a los milagros que realizan a estos hombres se identifican con Moisés y Elías. Moisés convirtió el agua en sangre en Egipto, y Elías oró por la sequía y por lluvia y también hizo descender fuego del cielo. Malaquías 4.5, 6 promete que Elías vendrá de nuevo a ministrar. Sin embargo, algunos creen que estos testigos son Enoc y Elías, puesto que no murieron, sino que ambos fueron llevados vivos al cielo.
C. LA PERSECUCIÓN DE SU MINISTERIO (VV. 7–10).
Los pecadores nunca han querido oír u obedecer la Palabra de Dios (cf. 9.20, 21). Estos dos testigos serán protegidos divinamente hasta que su obra quede terminada; entonces Dios permitirá que la bestia se les oponga y los mate. Es cierto que el anticristo no se podrá apoderar del templo a menos que estos dos profetas no se interpongan. Los ciudadanos de Jerusalén ni siquiera les darán sepultura apropiada (Véanse Sal 79) y el mundo entero verá sus cadáveres y se regocijará. Este período de tres días y medio será una celebración de una «navidad satánica». La gente festejará y se dará regalos y se regocijará que quienes los atormentaban ya estén muertos.
D. EL PÁNICO QUE SIGUE DESPUÉS DE SU MINISTERIO (VV. 11–14).
¡Dios los levanta de los muertos! Piense en el temor que se apoderará de los corazones de todos al ver que estos muertos vuelven a la vida en las calles de Jerusalén. Y entonces estos dos hombres serán arrebatados al cielo mientras su enemigos se quedan mirando. Después habrá un terremoto que destruirá una décima parte de la ciudad y matará a siete mil personas. ¡Qué día será ese!

II. EL TESTIMONIO DE LA SÉPTIMA TROMPETA (11.15–19)

Desde el capítulo 8 hemos esperado este «tercer ay» que fue prometido. El séptimo ángel tocó la trompeta y grandes voces del cielo anuncian que Cristo tiene el poder del reino (no reinos, porque ahora la bestia tiene un reino unido, 17.13) de este mundo. Cristo no recupera el control del mundo sino hasta 19.11, de modo que esta es una declaración de hechos que aún no han acontecido. En esta sección tenemos también un vistazo anticipado del cielo mientras los ancianos miran hacia adelante a lo que ocurrirá. ¡Qué maravilloso es tener la ventaja del cielo y no la de la tierra! A partir de aquí, todo lo que ocurre conduce al momento en que el Hijo de Dios toma las riendas del gobierno y conquista a sus enemigos.
A esta profecía le sigue alabanza y los ancianos glorifican a Cristo por su poder. Esta es la tercera de las alabanzas celestiales. En 4.10, 11 le alaban como Creador; en 5.8–10 le alaban como Redentor; y aquí le alaban como Rey y Juez. Ahora se contestarán tanto las oraciones de los mártires (6.9–11), como las del pueblo de Dios: «¡Venga tu reino!»
El versículo 18 bosqueja lo que ocurrirá en los últimos tres años y medio del período de la tribulación:
A. HOSTILIDAD NACIONAL E INTERNACIONAL.
«Se airaron las naciones (gentiles)». Léanse los Salmos 2 y 83, y Joel 3.9–13. Esto significa que las naciones mostrarán su odio hacia Cristo y su pueblo, y que la persecución crecerá. Por supuesto que Satanás está en la escena (Véanse 12.12), haciendo un esfuerzo especial por destruir a los judíos. Ha procurado destruir al pueblo de Dios desde que Caín mató a Abel (1 Jn 3.10–13).
B. RESURRECCIÓN.
Resucitarán tanto los mártires de la tribulación (20.4) como los muertos impíos (20.2). Daniel
12.1–3 parece indicar que los santos del AT resucitarán después de la tribulación.
C. JUICIO.
Se juzgarán las obras de los santos, y los malos serán juzgados y condenados por sus pecados. Será un tiempo de recompensa para los santos y de ira para los pecadores. Note que a los perdidos se les describe como «los que destruyen la tierra». Satanás es el destructor (9.11) y todo el que le sigue participa de su programa de destrucción. Dios le ordenó al hombre que cuidara de la tierra y que usara sus recursos para su bien y para la gloria de Dios; pero Satanás ha guiado a los hombres a destruir la tierra y a usar sus recursos egoístamente para mal.
Los tres años y medio finales de la tribulación ahora llevan al clímax el programa de Dios. No habrá más demora (10.6). El capítulo empieza en el templo en la tierra y concluye con el templo en el cielo. Tenemos de nuevo las evidencias de la tormenta que se avecina: relámpagos, truenos, voces. Lo vimos en 4.5 saliendo del trono; en 8.5 saliendo del altar del incienso; y ahora saliendo del Lugar Santísimo del templo. Algunos creen que el arca aquí es la misma del templo del AT, que desapareció después del cautiverio. Pero esto no es probable, puesto que ninguno de los demás enseres del templo en el cielo tiene un origen terrenal. El arca es el símbolo de la presencia y del pacto de Dios. Se le llama «el arca del pacto». En la tierra Israel va a atravesar intenso sufrimiento y Dios le asegura de nuevo su dirección y cuidado. Hubo truenos y señales cuando se dio la Ley en el Sinaí; hay truenos ahora que Dios está a punto de juzgar al mundo por haber quebrantado su ley.
«¡Tu ira ha venido!» es la declaración del versículo 18 y este juicio se cumplirá en los capítulos 15–16 cuando Dios derrame las copas de la ira. Los primeros tres años y medio es un período de tribulación, pero los siguientes tres años y medio se les conoce como «la ira de Dios» (14.10, 19; 15.7; 16.1).

12

El tema de este capítulo es el conflicto, con las fuerzas de Satanás oponiéndose al pueblo de Dios. Estas visiones bosquejan de manera asombrosa los temas principales de la Biblia.

I. LAS MARAVILLAS EN LOS CIELOS (12.1–6)

A. LA MUJER.
Algunos estudiosos quieren que creamos que esta es María, la madre de nuestro Señor, pero los versículos 6, 13–17 lo hacen imposible. Génesis 37.9 indica que la mujer representa a la nación de Israel. El versículo 5 nos informa que la mujer da a luz a Cristo y este simbolismo apunta de nuevo a Israel (Ro 1.3; 9.4, 5). En el AT a Israel se le representa como una mujer y una madre (Is 54.5; Jer 3.6– 10). La mujer está de parto y el Niño que nace es Cristo (v. 5, con Sal 2.9; Miq 5.2, 3; Ap 19.14).
Hay una brecha de por lo menos treinta y tres años entre la primera y la segunda frase del versículo 5 y entre los versículos 5 y 6 tenemos toda la edad de la Iglesia.
B. EL DRAGÓN.
Este es Satanás (v. 9); y las cabezas, los cuernos y las diademas nos remiten a 13.1 y 17.3, donde se describe la bestia (el anticristo). Por favor, tenga presente que la bestia está presente desde el comienzo como el líder de las naciones federadas de Europa, pero que no se revelará abiertamente como el «superhombre» de Satanás sino hasta la mitad del período de la tribulación. El versículo 4 se relaciona a Isaías 14.12, cuando Satanás se rebeló contra Dios y atrajo a algunos de los ángeles consigo. Véanse Job 38.7 y Judas 6.
Satanás siempre ha sido un homicida (Jn 8.44) y ahora procura destruir a Cristo. Durante los días del AT Satanás hizo todo lo que pudo para evitar que el Salvador naciera; cuando Jesús nació, trató de matarlo (Mt 2.16). Durante su vida terrenal Cristo fue atacado por Satanás de varias maneras, culminando en la cruz. Satanás también ataca a los judíos. Dios protegerá a los 144.000 debido a que Él los ha sellado, pero Dios cuidará también a los demás judíos. Tal vez la expresión «la sustenten» del versículo 6 se refiera a los gentiles que cuidan de los judíos en este tiempo (Mt 25.31–46).
Jesús les dijo a los creyentes judíos que huyeran cuando se revelara el anticristo (Mt 24.15–21).
Nótese la admonición entre paréntesis de Mateo 24.15 que se refiere a «leer» la Palabra. A mediados de la tribulación los judíos creyentes leerán Mateo 24.15–21 y sabrán qué hacer.

II. LA GUERRA EN EL CIELO (12.7–12)

Los primeros dos capítulos de Job dejan en claro que Satanás tiene ahora acceso al cielo y Zacarías 3 revela que Satanás acusa a los santos delante del trono de Dios. A mediados de la tribulación Satanás será arrojado fuera del cielo y a la tierra. Miguel es el arcángel asignado para proteger a Israel (Dn 10.13, 21; 12:1; Jud 9). Su nombre significa: «¿Quién es como Dios?» Satanás dijo: «Seré como el Altísimo», pero Dios lo derrotó; y ahora Satanás es arrojado fuera del cielo. El versículo 9 lo describe como una serpiente, lo cual nos lleva de nuevo a Génesis 3; la palabra «diablo» significa «acusador», lo cual se relaciona con el versículo 10 y con Zacarías 3; y «Satanás» significa «adversario». ¡Qué enemigo es Satanás! Ha estado acusando a los santos en el cielo, pero estos le han vencido con tres armas:
(1) la sangre, que nos limpia de todo pecado, 1 Juan 1.9–2.2;
(2) la Palabra, que nos asegura el perdón y es la espada del Espíritu, y:
(3) su rendición, porque prefieren morir antes que obedecer a Satanás.
Hay gozo en el cielo porque Satanás es derrotado; ¡pero habrá un ay en la tierra! El tiempo de Satanás es corto (tres años y medio); entonces será arrojado al abismo sin fin (20.1–3).

III. LA IRA SOBRE LA TIERRA (12.13–16)

El gran dragón desciende con gran ira. Puesto que ya no puede acusar más a los santos ante Dios en el cielo, los perseguirá en la tierra. El mentiroso se convierte en león. Enfoca sus ataques contra Israel fundamentalmente. El antisemitismo (persecución de los judíos) es satánico en origen. Egipto persiguió a los judíos; y también lo hizo Babilonia. En los días modernos Alemania masacró a millones de judíos en la Segunda Guerra Mundial. Dios juzgó a estas naciones. Satanás no pudo matar al Hijo de la mujer, de modo que ahora trata de exterminar a su simiente, el remanente creyente de Israel.
Dios protege al remanente judío (v. 14). Cuando Dios sacó a Israel de Egipto, fue «en alas de águilas» (Éx 19.4). Dios los cuidó en el desierto como un águila madre cuidaría a sus polluelos (Dt 32.11, 12). Su regreso de la cautividad babilónica sería «en alas de águila» (Is 40.31). Dios lleva al remanente creyente a un sitio especial de protección (v. 6) en donde Satanás no puede penetrar.
Satanás entonces usa «agua como un río» para tratar de exterminar a los judíos (v. 15), lo cual quizás sea la persecución de parte de los gentiles. Léase con cuidado el Salmo 124 Sin duda, este salmo lo cantarán los judíos de la tribulación cuando Dios los libre de los ataques de Satanás. Léase también en Isaías 26.20–27.13 otro pasaje semejante. Daniel 11.41 indica que cuando la bestia (inspirada por Satanás) empiece a perseguir a los judíos a mediados de la tribulación, los judíos huirán a lugares de refugio en Edom, Moab y Amón. Los arqueólogos han excavado esta área y han encontrado ciudades labradas en las rocas, perfectos lugares de refugio para Israel. Los judíos fugitivos de Mateo 24.16–21 hallarán seguridad y paz durante los últimos tres años y medio, el período llamado la «gran tribulación».
Una guerra doble está ahora teniendo lugar: Dios está en guerra en contra del mundo incrédulo y Satanás (a través de la bestia) está en guerra contra los santos (13.7). ¡Qué tiempo de conflicto y problemas será este! No es de asombrarse que Jesús dijera: «Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo» (Mt 24.22). «Por causa de los escogidos» (los creyentes judíos) los días tienen límite.
Hay varias lecciones prácticas que aprender de este capítulo.
(1) Satanás está en guerra contra los santos y podemos vencerlo sólo mediante la fe en la Palabra de Dios.
(2) Satanás es el acusador de los hermanos. Los pecados de los santos le da a Satanás toda la prueba que necesita ante el trono de Dios. ¡Gracias a Dios que tenemos un Abogado en Cristo! (1 Jn 1.9–2.2) Cuando confesamos nuestros pecados, ¡Cristo nos limpia y Satanás es silenciado!
(3) Ojalá no nos encontremos acusando a los santos, porque si lo hacemos, estamos del lado de Satanás y no del Señor. «El amor cubre multitud de pecados».
(4) Nunca debemos ser culpables de antisemitismo. Los judíos son el pueblo escogido de Dios y si no fuera por Israel, no tendríamos ni al Salvador ni la Biblia.
Debemos amar a Israel, orar por su paz y procurar ganar a nuestros amigos judíos para Cristo. Tal vez la nación de Israel no esté siempre en lo correcto políticamente, pero es el pueblo de Dios y tiene una tarea importante que cumplir en este mundo. Debemos orar por la paz de Jerusalén.

13

Este capítulo nos presenta a las dos bestias. Tenga en cuenta que el término «bestia» no significa que estas personas sean animales. Son personas que actúan como animales en vez de hacerlo como humanos. Estos versículos presentan a la «trinidad satánica»: Satanás, la bestia (el anticristo) y el falso profeta.

I. EL ANTICRISTO: LA BESTIA DEL MAR (13.1–10)

El versículo 1 puede leerse: «Y él [Satanás, 12.17] se paró sobre la arena del mar». El mar simboliza a las naciones (17.15), así como también la arena del mar (20.8). Satanás llama a su «superhombre» de las naciones y revela su verdadero carácter al mundo. Hasta ahora el anticristo ha estado operando pacíficamente como amigo de Israel. Hizo un pacto con los judíos tres años y medio antes (Dn 9.27), prometiéndoles protección de la federación europea que controla. Pero ahora se revelará el verdadero carácter de este gobernante mundial. (Véanse 17.10–12 respecto a las cabezas, cuernos y diademas.)
Se usan tres animales para describir a la bestia, lo cual se asemeja a la profecía de Daniel 7. Por favor, lea el capítulo con cuidado. Las cuatro bestias ilustran cuatro imperios sucesivos: babilónico (el león), medo-persa (el oso), griego (el leopardo) y el reino del anticristo (la terrible cuarta bestia espantosa). El «cuerno pequeño» de Daniel 7.8 es la bestia de Apocalipsis 13, el anticristo. Nótese que Juan vio los animales en orden inverso, puesto que miraba hacia atrás; Daniel miraba hacia adelante.
En otras palabras, el reino de la bestia será una continuación de estos reinos, un resurgimiento del Imperio Romano.
¿Quién es la bestia? Los estudiosos de la Biblia difieren en su interpretación de los símbolos en Apocalipsis 13 y 17. Es importante notar que tres veces se nos menciona sus heridas (13.3, 12, 14).
Esto pudiera sugerir que la bestia será matada y resucitada de entre los muertos. En 11.7 y 17.8 se nos dice que la bestia asciende y sale del abismo, lo que sin duda sugiere una resurrección. Algunos piensan que será Judas, resucitado de los muertos. Tanto a la bestia como a Judas se les llama «el hijo de perdición» (Jn 17.12; 2 Ts 2.3); a Judas se le llama «diablo» en Juan 6.70. Quien quiera que sea, la bestia es el superhombre de Satanás, su cristo falso. El mundo entero admirará a la bestia y adorará a Satanás (v. 4), algo que este siempre ha anhelado.
Hasta este momento la bestia ha sido la cabeza de la federación europea, trabajando en íntima cooperación con la iglesia mundial (Ap 17). Pretenderá ser obediente a este apóstata sistema religioso y lo usará para el avance de sus propias conquistas. Aproximadamente a mediados de la tribulación Egipto y Rusia invadirán Palestina (Ez 37–38), obligando a la bestia a proteger a los judíos. Cuando la bestia llegue a Israel, hallará que Dios ha derrotado a Rusia; y decidirá conquistar a Israel. Es aquí donde destruirá la iglesia apóstata (la ramera de Ap 17) y se levantará como gobernante y dios del mundo. Satanás le dará poder para hacer maravillas; 2 Tesalonicenses 2 indica que Dios permitirá que venga sobre el mundo incrédulo un «fuerte engaño». La gente no aceptará a Cristo, quien es la verdad, sino que recibirá al anticristo, «la mentira». La bestia blasfemará contra la Iglesia en el cielo y perseguirá al remanente judío creyente en la tierra. Como vimos en Apocalipsis 11, aquí también matará a los dos testigos, cuyos cuerpos resucitarán de entre los muertos después de tres días y medio.

II. EL FALSO PROFETA: LA BESTIA DE LA TIERRA (13.11–18)

Vemos una trinidad satánica (vv. 19–20). Satanás falsifica al Padre; la bestia es la imitación del Hijo y Salvador; y el falso profeta falsifica al Espíritu. Esta segunda bestia viene «de la tierra», lo que tal vez quiera decir Israel. A lo mejor es un judío. Hallamos en Daniel 9.26 que el anticristo tendrá ciudadanía romana; pero, como Pablo, puede ser un judío romano. Sin embargo, el anticristo necesitará un aliado que le ayude a ganar al mundo. Este aliado será el falso profeta. Tiene «cuernos semejantes a los de un cordero», lo que sugiere paz y amistad, pero no hay coronas (autoridad) en los cuernos.
Satanás le da el mismo poder que a la primera bestia, pero su tarea es glorificar a la bestia y lograr que el mundo le siga y le adore. Léase en Daniel 3 una situación similar.
El falso profeta duplicará los milagros de los dos testigos al hacer que caiga fuego del cielo (11.5; 13.13). Este hecho será el cumplimiento de la profecía de Pablo en 2 Tesalonicenses 2.9 y la profecía de Cristo en Mateo 24.24.
El falso profeta es el que ordena que se haga la imagen de la bestia. Esta es la «abominación desoladora» que se halla en Mateo 24.15, Daniel 11.45 y 2 Tesalonicenses 2.4. En este tiempo la bestia hará que se levante esta imagen en el templo judío restaurado en Jerusalén. ¡Esta imagen cobrará vida!
Hablará y asombrará grandemente al mundo. Tanto la bestia y su imagen hablarán «grandes palabras», y lanzarán blasfemias contra el cielo.
La adoración mundial no es la única meta del falso profeta. También establecerá controles económicos mundiales. Así como los 144.000 tienen en sus frentes la marca del Padre (14.1), los seguidores de la bestia tendrán su marca en sus frentes o en sus manos derechas. Esta marca les permitirá vender y comprar. Los que no siguen a la bestia y que no tienen su marca (su nombre) sufrirán grandemente; Véanse 20.4. Satanás ahora tendrá lo que siempre ha querido: el mundo le adorará y tendrá el control completo de todos los reinos del mundo. La única «mosca en el ungüento» es que Cristo reina en el cielo y un día establecerá su reino en la tierra. Satanás descargará su furia sobre los santos de Dios en la tierra puesto que no puede tocar a Cristo y a los santos en el cielo.
Con los versículos 17–18 se ha especulado mucho: ¿cuál es el significado del número de la bestia (666)? Es interesante notar que los primeros seis números romanos suman 666 (I = 1; V = 5; X = 10; L = 50; C = 100; y D = 500). Esto sugiere, por supuesto, el resurgimiento del Imperio Romano, pero no nos dice nada respecto a la bestia. Tanto la imagen de Nabucodonosor y el gigante Goliat se identifican con el número 6 (Dn 3.1; 1 S 17.4–7), indicando que la bestia será un «superhombre» a los ojos del mundo. Sabemos que, tanto en hebreo como en griego, los números se indican con letras, como los números romanos. El valor numérico de «Jesús» en griego es 888. Sin embargo, es fútil manipular las letras y los números tratando de descubrir el nombre del gobernante mundial.
Seis es el número del hombre. El hombre fue creado en el sexto día y se le dio seis días para que trabajara. El total de las horas del día es un múltiplo de seis (4 x 6 = 24); y también el número de los meses (2 x 6 = 12) y el número de minutos (6 x 10 = 60). El AT hebreo usa cuatro palabras diferentes para «hombre», y el NT griego usa dos, un total de seis. Hay seis nombres diferentes tanto para la serpiente como para el león en el AT; ambos símbolos de Satanás. La historia nos dice que el número «seis» se usaba en las religiones secretas de misterio del Oriente. Parece, entonces, que el número del anticristo, «666», representa lo máximo a lo que el hombre puede llegar a ser separado de Cristo. Es el «superhombre» de Satanás, su falso Cristo. Siete es el número de perfección y a esto Satanás no puede llegar.

14

En este capítulo Dios nos da un resumen, una «vista panorámica» de los sucesos que se encuentran más adelante en Apocalipsis.

I. EL ESTABLECIMIENTO DEL REINO (14.1–5)

Hay desacuerdo en cuanto a si el monte de Sion es un hito celestial (Véanse Heb 12.22, 23), o si es el monte literal en la tierra. Tal parece que tenemos aquí una escena terrenal, un cuadro del reino venidero. Por un lado, en el versículo 2, Juan «oye una voz del cielo», lo cual sugiere que está en la tierra. El «nuevo cántico» indica que es una experiencia nueva; atravesaron la tribulación y ahora reinan con Cristo. Pero, incluso si esta escena es celestial, mira de antemano al reino venidero en la tierra. El versículo 3 indica que la Iglesia (ancianos) reinará con Cristo sobre la tierra.
Ahora se describe el carácter de los 144.000. Los términos «no se contaminaron con mujeres» y «vírgenes», se deben tomar en el sentido espiritual, no físico. El pecado de los que moren en la tierra en aquel día será de fornicación espiritual (14.8; véanse Stg 4.4 y Éx 34.15). Marcados con el nombre de su Padre y no con el de la bestia, estos judíos creyentes serán espiritualmente separados y consagrados por completo a Cristo. En lugar de adorar a la bestia seguirá al Cordero. Llegarán a ser el núcleo del reino judío, las «primicias» de la cosecha que seguirá.

II. EL DERRAMAMIENTO DE LAS COPA DE LA IRA (14.6–13)

Cada ángel tiene un anuncio especial:
A. EL EVANGELIO ETERNO (VV. 6–7).
Hoy Dios usa a personas para dar su mensaje; pero en aquel postrer período de juicio usará también a los ángeles. «El evangelio eterno» presenta a Dios como el Creador, no como el Salvador, y advierte que el juicio viene. Llama a los hombres a temer a Dios y darle gloria, no a la bestia ni a Satanás. Lo que sugiere es que todos los que honren a Cristo serán salvos. Triste es decirlo, pero los hombres adoran y sirven a la criatura, no al Creador (Ro 1.25). Este es el llamado final de Dios a un mundo que Satanás engaña.
B. LA CAÍDA DE BABILONIA (V. 8).
Este acontecimiento se describirá en los caps. 17–18, aunque aquí y también en 16.18, 19 se da un anticipo. Babilonia, en este capítulo, se refiere al sistema apóstata político religioso que encabeza la bestia conjuntamente con la iglesia apóstata mundial. Léase Apocalipsis 17–18 para ver el cumplimiento de esta profecía; estúdiese también Jeremías 50.14, 15, 38 y 51.7, 8.
C. LOS JUICIOS FINALES (VV. 9–13).
En las siete copas de juicio tenemos el derramamiento de la ira de Dios (Ap 15–18). Será «puro»; o sea, no habrá gracia ni misericordia mezclada con su ira (Hab 3.2). Este ángel advierte al mundo que todos los que llevan la marca de la bestia sufrirán tormentos eternos sin descanso ni alivio. Hay un impactante contraste en los destinos de los seguidores de la bestia y los seguidores del Cordero; los creyentes descansarán de sus labores y serán benditos. Es mejor reinar con Cristo mil años que con el anticristo durante tres años y medio. Es por eso que el versículo 12 exhorta a que los santos que atraviesan pruebas deben tener «paciencia»; Véanse Lucas 21.19.
Mientras que el versículo 13 se refiere estrictamente a los santos de la tribulación, es cierto que podemos aplicarlo a los creyentes de hoy. El mundo mira a la muerte como una maldición y así es para el no salvo; pero para el cristiano es una bendición. El cristiano que muere experimenta descanso y recompensa; el incrédulo, no obstante, experimenta tormento eterno y la pérdida de todo.

III. LA BATALLA DEL ARMAGEDÓN (14.14–20)

Juan ve a Cristo en una nube blanca, viniendo con una hoz a la tierra para recoger la cosecha. Es un cuadro del juicio. Cuando Él vino en carne, fue como el sembrador de la semilla; pero la gente rechazó la semilla de la Palabra (Mt 13.3–23). En lugar de eso, recibieron las mentiras de Satanás. Ahora Cristo debe venir como el segador, trayendo juicio al mundo. «La mies de la tierra está madura», clama el segundo ángel. Dios sabe con precisión cuándo juzgar; espera con paciencia a que las semillas de iniquidad rindan fruto (Stg 1.14, 15; Gn 15.16). Esto es una muestra previa de la batalla del Armagedón (Véanse Jl 3.11–16).
En este momento deberíamos repasar los sucesos que conducen al Armagedón. Durante la primera mitad de la tribulación, cuando la bestia trabajaba con los judíos, Rusia y Egipto atacaron a Israel. La bestia fue obligada a ir a Palestina para guardar su pacto con los judíos. Dios derrotó a Rusia, la bestia derrotó a Egipto; ambos enemigos se retiran derrotados por completo. Entonces la bestia se establece como en gobernante y deidad mundial, reinando desde Jerusalén. Sin embargo, Rusia y sus aliados planean la rebelión en contra de la bestia. Después de que Babilonia es destruida, los enemigos de la bestia tienen su oportunidad para atacar. Durante los últimos tres años y medio de la tribulación los ejércitos avanzarán hacia Palestina (Véanse 16.13–16) para luchar contra la bestia.
El Dr. Dwight Pentecost sugiere que la palabra «batalla» debería ser «campaña»; Véanse Apocalipsis 16.14. En otras palabras, la «batalla del Armagedón» no es tanto una batalla individual como un movimiento militar que alcanza su clímax cuando los ejércitos del mundo se enfrentan unos contra otros en Meguido.
Apocalipsis 19.17–21 indica que la señal del Hijo del Hombre aparecerá en ese tiempo y estos ejércitos se unirán para luchar contra Cristo en lugar de hacerlo entre sí.
El cuadro en los versículos 17–18 es el de un hombre que corta racimos de uvas de una vid. El sistema mundial impío son «los racimos de la tierra» (v. 18), mientras que Cristo es la Vid verdadera (Jn 15). Israel se plantó en este mundo para ser la vid santa de Dios, para llevar fruto para su gloria (Is 5.1–7; Sal 80.8–16). Triste es decirlo, pero Israel produjo frutos amargos. Es más, rechazó al verdadero Mesías y aceptó el falso Cristo, y tuvo que sufrir amargas consecuencias. Léanse en Isaías 66.1–6 y Joel 3 material adicional sobre esta batalla final.
El versículo 20 presenta un cuadro aterrador: ¡la sangre correrá por 320 km fuera de la ciudad de Jerusalén y será tan profunda como la distancia de los frenos de los caballos hasta el suelo! Este es el lagar de la ira de Dios (19.15). Véanse Isaías 63.1–6.
Tenemos, entonces, en este capítulo, un resumen profético de los sucesos que siguen. Hay varias lecciones muy prácticas para aprender en este capítulo:
(1) Dios establecerá su reino en la tierra a pesar de la oposición de Satanás. Las promesas del AT se cumplirán literalmente, Israel tendrá su reino prometido.
(2) Los que rechazan hoy el evangelio de la gracia de Dios enfrentarán terrible juicio mañana. Es mejor morir por causa de Cristo y tener la gloria eterna, que vivir para el diablo y sufrir eternamente.
(3) En la actualidad, las naciones del mundo van rumbo al Armagedón. Vemos el surgimiento de Europa y Egipto, y de las naciones de Asia. Vemos además que se avecina la federación de Europa. Pero la guerra final del hombre en contra de Dios acabará con el completo fracaso de Satanás y sus aliados.

15

Antes de que los sellos se abrieran se nos mostró la escena en el cielo (caps. 4–5), y hubo una visión similar antes de que se tocaran las trompetas (8.1–6). Juan contempla dos escenas:

I. LOS VICTORIOSOS Y SU CÁNTICO (15.1–4)

Hemos visto a estos santos antes; son los creyentes del período de la tribulación que rehusaron doblar sus rodillas ante la bestia y, como resultado, perdieron sus vidas por causa de Cristo (12.11; 13.7–10). Juan los ve como victoriosos, en pie sobre el mar celestial. De inmediato pensamos en el Israel de Éxodo 15, donde Dios había librado al pueblo victoriosamente de la esclavitud de Egipto. Por favor, note que el «mar de vidrio» ahora tiene fuego mezclado; en 4.6 este mar de cristal era claro. El fuego nos recuerda que la ira de Dios está a punto de revelarse (Heb 12.29).
A esos santos los mataron por su fe, sin embargo, ¡Juan dice que «habían alcanzado la victoria» sobre la bestia! No se sometieron a llevar su marca ni a adorar su imagen y así perdieron sus vidas; ¡pero al perderlas por Cristo, la hallaron de nuevo! Incluso si el cristiano muere por su testimonio, es vencedor, no perdedor. Aquí encontramos de nuevo a estos santos cantando junto al mar celestial; en 20.4 vemos sus cuerpos muertos resucitados para que la compañía pueda reinar con Cristo durante el Milenio. Si sufrimos con Cristo, reinaremos con Él (2 Ti 2.12).
En 14.3 los 144.000 entonan un nuevo canto que nadie más podía cantar; pero aquí tenemos el cántico de Moisés y del Cordero. El cántico de Moisés probablemente es el de victoria de Israel en el Mar Rojo, en Éxodo 15; aunque algunos estudiosos creen que este canto hace eco en las palabras finales de Moisés en Deuteronomio 31–32. Prefiero lo anterior. Nótese que el estribillo: «Jehová es mi fortaleza y mi cántico, y ha sido mi salvación» (Éx 15.2) se repite en el Salmo 118.14 y en Isaías 12.2.
En cada caso hay liberación para Israel. Los judíos entonaban el cántico de Moisés cuando iban de regreso a su tierra después de la cautividad, porque el Salmo 118 quizás se escribió después del regreso de Babilonia. Isaías 12 se proyecta al tiempo en que Israel se recogería de todas partes del mundo y se reubicaría en su tierra; de modo que en cada caso el cántico celebra la liberación de Israel del enemigo.
En Éxodo 15 el pueblo de Israel estuvo frente a un mar terrenal; pero aquí es un mar celestial. En Éxodo se libraron por la sangre del Cordero pascual; y aquí han vencido a la bestia «por la sangre del Cordero» (12.11). Nótese que no sólo entonan el cántico de Moisés, sino también el del Cordero. «El Cordero» es el título de Cristo que más se repite en Apocalipsis; se usa veintiocho veces. Tenemos aquí una maravillosa unión del AT y del NT, de Moisés y del Cordero. La ley de Dios está siendo vindicada; la gracia de Dios está obrando. El antiguo y nuevo pactos se cumplen a medida que Cristo juzga a las naciones y se prepara para reinar.
Verifique estas referencias en los Salmos y verá el origen que se da del canto en los versículos 3–4; Salmos 90.1, 2; 92.5; 145.7; 86.9; 98.2; 111.9. «Rey de los santos» en el versículo 3, debería decir «Rey de las edades» o «Rey de las naciones». Para la Iglesia, Cristo es el esposo, la Cabeza del cuerpo, el Rey Sacerdote según el orden de Melquisedec.

II. LAS COPAS Y SU SIGNIFICADO (15.5–8)

El versículo 1 indica que los ángeles con las siete copas llevan las últimas siete plagas. Usted recordará que en 10.7 Cristo anunció que con el derramamiento de estas copas el «misterio de Dios» se completaría y que no habría más demora. En estos siete juicios finales Dios completará su ira. Satanás, en este tiempo, está derramando terrible ira sobre los creyentes, los judíos en especial (12.12); pero Dios tendrá la última palabra.
De nuevo se abre el templo del cielo, Véanse 11.19. La bestia ha tomado el templo terrenal (13.13s; 2 Ts 2.3, 4), pero ella no puede tocar el templo celestial. Todo lo que puede hacer es blasfemar de él (13.6). La apertura del templo es otro recordatorio de que Dios guardará su pacto con su pueblo, Israel.
Muchos de los judíos creyentes han huido a Edom, Moab y Amón, donde Dios los protegerá. Otros morirán por su fe, junto con muchos gentiles.
Siete ángeles salen del templo. Siete es el número que indica plenitud y con siete ángeles que entregan estas copas de ira se completarán los juicios de Dios en la tierra. Los ángeles salen del Lugar Santísimo, donde se guardaban el arca y las tablas de la Ley. El mundo malo ha desafiado y desobedecido la ley de Dios, pero ahora viene el juicio. Los vestidos de estos ángeles significan santidad y realeza. El lino blanco nos recuerda el vestido de los sacerdotes del AT; el cinto dorado habla del rey. Este es otro recordatorio de que los santos de Dios son «reyes y sacerdotes» (Ap 1.6), real sacerdocio. Su vestido también nos lleva de nuevo a la descripción de Cristo en 1.13, por cuanto Él es el sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec.
Uno de los seres vivientes entrega las copas de la ira a los ángeles. Toda la naturaleza (simbolizada por esos cuatro seres vivientes) experimentará la ira de Dios.
El templo celestial ahora está lleno con el humo de la gloria de Dios. Cuando se dedicó el tabernáculo del AT la gloria de Dios lo llenó (Éx 40.34, 35), así sucedió también en la dedicación del templo del AT (2 Cr 7.1–4). Durante esos acontecimientos no hubo humo mezclado con la gloria. Aquí, sin embargo, tenemos humo, usualmente un símbolo de juicio (9.2). Cuando el profeta Isaías vio la gloria de Dios, toda la casa se llenó de humo (Is 6.4). Esto ocurrió porque el mensaje de Isaías era tanto de juicio como de misericordia. Juan afirma que a nadie en el cielo se le permitió entrar en el templo hasta que se derramaran las copas de la ira. Ningún santo ni ángel podía entrar en el templo para interceder por las naciones del mundo. Las naciones estaban ya «más allá de toda intercesión»; la paciencia y longanimidad de Dios había llegado a su fin y su juicio estaba a punto de caer.
Los que estudian la profecía no están de acuerdo respecto al arreglo cronológico de los sellos, las trompetas y las copas. Muchos creen que estas tres series de juicios siguen la una tras la otra: el séptimo sello lleva a las trompetas y la séptima trompeta lleva a las copas, como tres partes de un telescopio. Pero si esto es así, entonces las siete trompetas y las siete copas están realmente contenidas en el séptimo sello. Esto pudiera sugerir que en realidad los siete sellos se abren durante los siete años de la tribulación, con las trompetas y copas que vienen en rápida sucesión al final.
William R. Newell, en su excelente comentario sobre Apocalipsis, afirma que los primeros seis sellos se abrirán durante los primeros tres años y medio, y que el séptimo sello (que incluye las trompetas y las copas) abarca los últimos tres años y medio.

16

Repase el bosquejo de Apocalipsis 8 para ver la semejanza entre los juicios de las trompetas y de las copas. En cada caso el juicio afecta las mismas cosas, pero los juicios de las copas son más severos.
Parece también que los juicios de las copas ocurren en rápida sucesión, dirigidos especialmente a la bestia y su reino satánico. Estas aflicciones preparan el camino para el Armagedón y el regreso de Cristo a la tierra para reclamar su reino.

I. ULCERAS MALIGNAS (16.1,2)

Este pasaje nos recuerda la sexta plaga en Egipto (Éx 9.9), cuando aparecieron úlceras en los egipcios. La palabra «maligna» (v. 2) procede de una que significa «problemática, aflictiva». Dios prometió enviar a Israel esta plaga si se rebelaban contra Él (Dt 28.27, 35); y sin duda los judíos incrédulos sufrirán junto con los gentiles incrédulos. Nótese que estas llagas afligen todavía al mundo cuando se derrama la quinta copa (v. 11). La aflicción no suavizó los corazones; los hombres todavía blasfemaron contra Dios y rehusaron postrarse ante Él.

II. AGUA CONVERTIDA EN SANGRE (16.3–7)

En estos versículos se derraman dos de las copas. El segundo ángel convierte el mar en sangre y la tercera copa convierte las fuentes y los ríos en sangre. De nuevo recordamos la primera plaga de Egipto (Éx 7.18; Sal 105.29), así como la segunda trompeta (Ap 8.8). Sin embargo, durante el juicio de la trompeta sólo una tercera parte del mar se convirtió en sangre; aquí vemos contaminado el sistema entero de agua del mundo. El ángel de las aguas (véanse 7.1, 2 y 16.5) alaba a Dios por este juicio y explica que es equitativo. Los pueblos de la tierra han derramado sangre, de modo que deben beber sangre. Vemos esta ley operando en toda la Biblia. Faraón ahogó a los niños hebreos y su ejército se ahogó en el Mar Rojo. En el libro de Ester, Amán construyó una horca para colgar a Mardoqueo y en su lugar lo ahorcaron a él y a sus hijos. Nótese que en el versículo 7 las almas debajo del altar están ahora satisfechas; Dios ha contestado sus oraciones y las ha vindicado (6.9).

III. QUEMAZÓN Y OSCURIDAD (16.8–11)

Los juicios del cuarto y del quinto ángel involucran a los cielos. El cuarto ángel provoca que el sol queme a los hombres. Eso está en agudo contraste con el juicio de la trompeta en 8.12, donde una parte del sol se oscureció. En este caso Dios le permite al sol que queme a los hombres, para darles, como si así fuera, un bocado de prueba del infierno. Este es el día que Malaquías prometió: «ardiente como un horno» (Mal 4.1, 2). ¿Se arrepintieron los pecadores? ¡No! ¡Así es la dureza del corazón humano!
El quinto ángel trae oscuridad. Es posible que esta oscuridad cubriera sólo el reino inmediato de la bestia, donde estaba ubicado su trono. Esta oscuridad es semejante a la novena plaga de Egipto (Éx 10.21–23). Satanás es el príncipe de las tinieblas, de modo que es justo que las tinieblas invadan su reino. Joel 2.1–3 declara que el Día del Señor será de oscuridad. Véanse también la profecía de Cristo en Marcos 13.24. Imagínese la agonía de los hombres con llagas que no sanan, teniendo que soportar el dolor en la oscuridad. Este es otro bocado de prueba del infierno. Sin embargo, ni así se arrepienten.
Como William Newell dice: «Los hombres que no se ganan por la gracia, no se ganarán de ninguna manera».

IV. REUNIÓN DE LOS EJÉRCITOS (16.12–16)

Cuando Dios libró a Israel de Egipto, secó el Mar Rojo para sacar a la nación. Aquí Él seca una parte del Éufrates para permitir que los ejércitos de los reyes del Oriente se enfrenten con los ejércitos de las naciones del mundo en el Armagedón. La palabra «batalla» en el versículo 14 se traduce mejor «campaña». Usted recordará que Rusia y sus aliados invadieron Palestina más o menos a mediados de la tribulación (batalla de Gog y Magog, Ez 38–39) y que el Señor los juzgó. Esto deja a la bestia en completo control del sistema mundial, gobernando desde Jerusalén. Pero Rusia, los reyes del Oriente y Egipto unen sus fuerzas para luchar contra los ejércitos de la bestia en Armagedón. La palabra «Armagedón» significa «la montaña de Meguido». Esta área ha sido reconocida desde hace mucho como uno de los campos de batalla más grandes del mundo; y es aquí donde se librará la batalla entre Cristo y el anticristo.
¿Cómo se reúnen los ejércitos? La trinidad satánica usa demonios para reunirlos (vv. 13–14). Estos no son ranas literales, por supuesto; las ranas son símbolos de los medios demoníacos que Satanás usa para reunir el ejército más numeroso en la historia del mundo para luchar contra el Señor. (Véanse 1 Ti 4.1; Éx 8.5–7; 1 R 22.20–38.) Los ejércitos se reunirán para atacar a Jerusalén; pero entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre (Mt 24.29, 30) y los ejércitos se unirán para luchar contra Cristo. El resultado se revela en Apocalipsis 19.11–21. Léanse también Joel 3.9–14; Sofonías 3.8; Zacarías 12 e Isaías 24.1–8.
El versículo 15 es una promesa a los santos de la tierra en ese tiempo. Primera de Tesalonicenses 5.2 deja en claro que la Iglesia no será sorprendida «en oscuridad». Lea Apocalipsis 18.4 y verá que en esta advertencia Cristo le pide a su pueblo que se guarden del mundo y de la contaminación del sistema satánico. Guarden sus vestidos limpios (2 Co 7.1). Esta es una buena advertencia para los santos de hoy.

V. EL MISTERIO DE DIOS TERMINADO (16.17–21)

En 10.6, 7 Dios prometió que «el misterio de Dios» finalizaría cuando el séptimo ángel vaciara su copa; ahora lo vemos cumplido. Los hechos descritos en esta sección miran hacia adelante, a la caída de Babilonia y a la venida de Cristo para reinar. Lo que ocurre en los siguientes capítulos (caps. 17–19) está incluido en esta séptima copa.
¿Por qué vierte este ángel su copa en el aire? Porque este es el campo asignado a Satanás, «el príncipe de la potestad del aire» (Ef 2.2). Los juicios hasta aquí han tocado la naturaleza y la humanidad, pero no la «mente maestra» detrás de todo: Satanás. Sin embargo, a partir de este punto Cristo se enfrentará al sistema religioso de Satanás (cap. 17), su sistema político (cap. 18), sus ejércitos (cap. 19) y la misma antigua serpiente (20.1–3). Cuando se vacía la séptima copa el trono y el templo del cielo se unen para decir: «¡Hecho está!» El misterio de Dios ha concluido. Las almas debajo del altar ya no deben preguntar más: «¿Hasta cuándo?» Este anuncio nos recuerda las palabras de Cristo en la cruz: «Consumado es». Cuando comiencen los nuevos cielos y la nueva tierra, Dios dirá de nuevo: «¡Hecho está!» (Ap 21.6).
Los terremotos dividen a Jerusalén (Véanse 11.8) en tres partes; Véanse Zacarías 14.4. Pero esta no es la única ciudad juzgada; otras grandes ciudades de la tierra caerán y la gran Babilonia viene a juicio.
Babilonia, en Apocalipsis 17, es la iglesia apóstata de los últimos días; la Babilonia de Apocalipsis 18 es el sistema político económico de la bestia.
El granizo (v. 16) nos recuerda la séptima plaga (Éx 9.22–26). Imagínese el granizo con granos de 125 libras, que era lo que pesaba un talento de plata en los días de Juan. Levítico 24.6 afirma que al blasfemo debía apedrearse hasta la muerte, de modo que los hombres de la tierra que siguieron blasfemando contra Dios reciben lo que se merecen (vv. 9, 11, 21).

17

Los capítulos 17 y 18 nos presentan a Babilonia, que tipifica el último gran sistema mundial antes de la venida de Cristo. El énfasis del cap. 17 es en el aspecto religioso del sistema, mientras que en el cap. 18 se recalca el aspecto comercial. La bestia derrocará a Babilonia (17.16–18), mientras que Dios destruirá a la Babilonia comercial.

I. LA INVITACIÓN (17.1–2)

Puesto que las siete copas (cap. 16) trajeron el clímax de la ira de Dios al mundo, incluyendo la caída de Babilonia (16.17–21), uno de aquellos ángeles invita a Juan a irse al desierto para ver a «la gran ramera», el sistema apóstata mundial. Se ha recalcado que hay cuatro mujeres en Apocalipsis:
(1) Jezabel, que simboliza la apostasía introduciéndose en la Iglesia, 2.20;
(2) Israel, 12.1;
(3) la ramera, el sistema mundial apóstata final, cap. 17; y:
(4) la Esposa, la Iglesia, 19.7.

II. LA EXPLICACIÓN (17.3–18)

Hay varios símbolos que se incluyen en esta descripción, pero el ángel nos los explica. Si aceptamos la interpretación de la Palabra de Dios tendremos muy poco problema para comprender lo que enseña este capítulo.
A. LA MUJER.
El versículo 18 deja en claro que se trata de una ciudad, y en los días de Juan, reinaba sobre los reyes de la tierra. Las siete cabezas del versículo 3, se identifican como montañas en el versículo 9.
Casi no hay dudas de que la ciudad es Roma. Está situada sobre siete colinas; cuando se escribía Apocalipsis, Roma reinaba sobre los reyes de la tierra.
B. LA BESTIA.
Esta es la misma bestia que vimos en el cap. 13, el anticristo. El versículo 8 indica que este gobernante mundial saldrá del abismo, dando a entender que se levantará de entre los muertos.
«Perdición» lo asocia con Judas (Jn 17.12; 2 Ts 2.3); y por eso algunos estudiosos creen que el anticristo será Judas resucitado de entre los muertos. La bestia es color escarlata, relacionándola con el dragón, Satanás (12.3). El hecho de que la bestia tenga siete cabezas y diez cuernos también la identifica con Satanás (véanse 12.3 y 13.1). El versículo 10 nos dice que las siete cabezas son siete reyes (así como siete montañas); y el versículo 12 explica que los diez cuernos son otros diez reyes. Por eso, la bestia se asemeja al reino del anticristo así como a su persona. Los «siete reyes» del versículo 10 podría también traducirse como «siete reinos». En otras palabras, el reino de la bestia será el séptimo reino mundial, aquel que «aún no ha venido».
C. LAS SIETE CABEZAS.
Ya hemos visto que estas cabezas representan siete montañas (v. 9) y siete reyes o reinos (v. 10).
Los cinco reinos que han caído eran Egipto, Asiria, Babilonia, Persia y Grecia. El reino «que es» sería Roma en días de Juan; el que aún no ha venido, el séptimo, sería el reino de la bestia. Si comparamos las siete cabezas a reyes específicos, los cinco que han caído (gobernantes romanos) serían Julio César, Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón. El «que es» sería Domiciano; y el que aún no ha venido sería la bestia, el rey del Imperio Romano que ha resurgido.
D. LOS DIEZ CUERNOS.
El versículo 12 explica que estos son diez reyes más. El resurgimiento del Imperio Romano es una analogía de los diez dedos en los pies de la imagen de Daniel 2.36–45. En los días de Juan estos reyes todavía no habían recibido su poder; está reservado para los últimos días, cuando la federación europea, encabezada por la bestia, llegue al poder. Nótese que estos diez reyes voluntariamente respaldan a la bestia en su batalla contra Cristo y los santos; y que, con la ayuda de la bestia, destruirán a la gran ramera.
E. LAS AGUAS.
Las aguas sobre la cual se sienta la ramera son las naciones del mundo (v. 15). Ella tendrá influencia sobre todo el mundo, política, económica y, sobre todo, religiosamente.

III. LA APLICACIÓN

La ramera representa la iglesia mundial apóstata de los últimos días, centrada en Roma. El nombre «Babilonia» nos lleva de nuevo a Génesis 10.1–11 y 11.1–9, donde ocurrió la primera rebelión organizada contra Dios. El nombre «Babel» significa «confusión» y representa a la religión apóstata. El sistema babilónico ha sido culpable de perseguir a los verdaderos creyentes desde que Caín mató a Abel. Todas las sectas anticristianas (incluso las que se dicen «cristianas») que han matado a los siervos de Dios son parte de este sistema abominable.
En los últimos días se formará una iglesia mundial. Esta iglesia mundial (la ramera) se involucrará en los asuntos políticos y económicos del mundo y, con la ayuda de la bestia, se convertirá en un gran poder. La iglesia mundial «cabalgará al poder» en el lomo de la bestia, o sea, con la ayuda de Satanás y los Estados Unidos de Europa.
La bestia tendrá gran respaldo de los diez reyes al cabalgar en victoria (Ap 6.1, 2). Existirá una unión entre las naciones de Europa, la bestia y la iglesia mundial. La escena en el capítulo 17 tiene lugar durante la primera mitad de la tribulación. Nótese que la bestia todavía no se ha revelado con su verdadero carácter satánico.
Durante la mitad de la tribulación la bestia querrá tener todo el poder y adoración para sí misma (cap. 13). Esto significa que debe deshacerse de la ramera, por cuanto representa la adoración a Dios, aunque sea de manera apóstata. El versículo 16 indica que las naciones federadas de Europa se volverán en contra de la iglesia mundial y la destruirán, cumpliendo la profecía de Apocalipsis 2.20–23. Una vez que se ha eliminado a la ramera, la bestia se declarará dios y exigirá la adoración de las naciones.
A la iglesia apóstata se la llama «ramera», en tanto que a la Iglesia verdadera se la describe como una novia pura. La ramera está en el desierto; la novia está en el cielo. La ramera la adorna Satanás (17.4), mientras que Cristo adorna a la novia (19.8). La ramera es juzgada para siempre; la novia reina para siempre. La ramera está manchada con la sangre de los mártires; la novia es redimida por la sangre del Cordero.
Toca a los cristianos consagrados separarse de la iglesia falsa de Satanás e identificarse con los que son fieles a Cristo y a la Palabra de Dios. La iglesia falsa puede parecer tener éxito por una temporada, pero su caída es cierta.

18

Aquí leemos de la Babilonia comercial que representa un gran sistema global de los últimos días. Por supuesto, la Babilonia religiosa (la iglesia apóstata) jugará un gran papel en la economía de las naciones. Cuando este sistema religioso se derrumbe, será el principio del fin del imperio total de la bestia, aunque tendrá todavía tres años y medio para reinar. Nos consuela leer 17.17 y darnos cuenta de que todas estas cosas dan cumplimiento a la Palabra de Dios. Nótese en este capítulo cuatro voces diferentes:

I. LA VOZ DEL JUICIO (18.1–3)

Este ángel anuncia la caída de Babilonia, un acontecimiento que ya ha sido anunciado (14.8; 16.19). La repetición de «ha caído, ha caído» sugiere el juicio doble de los dos capítulos (sobre la Babilonia religiosa y comercial), así como la declaración en el versículo 6 de que recibirá el doble por sus pecados. La «gran ciudad» (v. 10), el centro del sistema económico mundial, recibe finalmente lo que se merece de la mano de Dios. Ha llegado a ser la habitación de demonios (Véanse Ef 2.22, donde la Iglesia es una morada del Espíritu) y albergue para los espíritus malos (Véanse 16.13–14). A Satanás a menudo se le describe como un ave (Mt 13.4, 19, 31, 32). El versículo 3 indica que Babilonia influyó en la naciones de la tierra de la manera en que el vino lo hace en los ebrios. Pero esta ciudad los enriqueció, que era todo lo que les importaba.

II. LA VOZ DE SEPARACIÓN (18.4–8)

En esta ciudad se encuentran algunos del pueblo de Dios y Él quiere que salgan por dos razones:
(1) la ciudad será destruida y Él quiere salvarlos;
(2) la ciudad es satánica y Él no quiere que se contaminen.
«¡Salgan!» ha sido siempre el llamado de Dios a su pueblo, porque salvación quiere decir separación del mundo y para Dios (2 Co 6.14). El mundo se glorifica a sí mismo (v. 7); el cristiano procura glorificar a Dios. El mundo vive para los «deliciosos placeres del pecado», mientras que el cristiano vive para los placeres de Cristo. Mire en el versículo 7 el orgullo de Babilonia: «Yo estoy sentada como reina, y no veré llanto». Pero el versículo 8 indica que un día cambiará sus gozos por lamentos, sus riquezas por hambre. Hay una lección aquí para el pueblo de Dios hoy: «No participe en los pecados de otras personas» (Véanse 1 Ti 5.22; también Jer 51.9).

III. LA VOZ DE LAMENTO (18.9–19)

Vemos a dos grupos que lamentan la caída de Babilonia: los reyes de la tierra (vv. 9–10) y los mercaderes de la tierra (vv. 11–19). Han «cometido fornicación» con Babilonia al rechazar al verdadero Dios e irse tras los ídolos, el dinero en particular. Han vendido sus almas por riquezas. Ahora finaliza su vida lujosa. Nótese la repetición del «¡ay, ay!» en los versículos 10, 16 y 19. Babilonia es juzgada en un día (v. 8) y una hora (vv. 10, 19).
¿Por qué se lamentan los comerciantes y los reyes? Porque su mercadería se ha agotado. Los versículos 12–13 indican la vasta riqueza del sistema mercantil, incluyendo «esclavos, almas de hombres».
La esclavitud aumentará en los últimos días, porque Satanás siempre ha querido esclavizar las almas y los cuerpos de los seres humanos. El rico se enriquecerá más y el pobre empobrecerá más.
Tanto lujos como necesidades serán destruidos cuando Dios juzgue a Babilonia. La flota marina será destruida y la industria naviera arruinada. Las naciones del mundo dependen de este sistema económico para que los cuide, los proteja y los satisfaga; pero al final este les fallará.

IV. LA VOZ DE REGOCIJO (18.20–24)

Los hombres de la tierra nunca tienen el mismo punto de vista del pueblo de Dios. Cuando arrojaron del cielo a Satanás, los cielos se regocijaron, pero la tierra se lamentó (12.10–12). Ahora que Babilonia está destruida los cielos se regocijan, pero la tierra se lamenta.
La principal razón para el regocijo de los cielos es que Dios ha vengado la sangre de los mártires.
El sistema babilónico es satánico y desde el mismo principio (Gn 4) ha sido el responsable del martirio de los fieles de Dios. Las almas debajo del altar en Apocalipsis 6.9–11 habían preguntado: «¿Hasta cuándo, Señor?» Ahora su oración es contestada: Dios ha vengado su sangre. Véanse Romanos 12.19.
La piedra de molino arrojada indica lo súbito del juicio de Dios sobre el imperio de la bestia.
Algunos estudiosos ven en esta piedra de molino el regreso de Cristo, la Piedra que hirió, según se menciona en Daniel 2.34–35, 44–45. Cuando el mundo piensa que anda de maravillas, Cristo volverá para destruir sus obras.
Nótese en este capítulo la repetición de la declaración «nunca más» y léase Jeremías 25.9–11.
Cuando Dios dice: «Nunca más», no hay nada que el hombre pueda realizar para hacerlo desistir. Lea también Jeremías 51.
Hemos visto, entonces, la destrucción del imperio económico y religioso de la bestia. Todo lo que queda es que Cristo destruya sus ejércitos y esto lo veremos en el cap. 19.

19

Estos versículos representan el clímax de la ira de Dios, cuando Jesucristo viene para destruir los ejércitos de las naciones del mundo.

I. LOS HIMNOS DE GOZO EN EL CIELO (19.1–10)

Aquí, una gran multitud celestial proclama cuatro veces «Aleluya», como preludio de la venida de Cristo a la tierra. La palabra «aleluya» significa «alabanza a Jehová» y es una palabra muy usual en el AT. ¿Por qué se regocijan los cielos?
A. PORQUE EL PECADO HA SIDO JUZGADO (VV. 1–4).
En el capítulo 18 los mercaderes y reyes de la tierra se lamentaron por la caída de Babilonia; pero aquí los cielos se regocijan. Babilonia era la fuente de todo engaño y confusión religiosa; había causado la muerte de multitudes de los santos de Dios; y ahora ha sido destruida. A decir verdad, ¡la caída de Babilonia amerita tres «aleluyas» desde el cielo!
B. PORQUE DIOS REINA (VV. 5–6).
Parece que todas las voces de los cielos se unen para alabar a Dios porque Él es Dios y porque está en el trono. «Omnipotente» quiere decir «todopoderoso». Este es el tema que usa Handel en su magnífico coro «Aleluya». ¡Debemos alabar a Dios porque Él está en el trono!
C. PORQUE HAN LLEGADO LAS BODAS DEL CORDERO (VV. 7–10).
Las palabras «han llegado» (v. 7) pudieran traducirse «se han completado». La novia es ahora la Esposa (v. 7) y la cena nupcial está servida. Es interesante que esta es la cena nupcial del Cordero y no del «Rey» ni del «Señor». El título que Cristo quiere enfatizar por toda la eternidad es «el Cordero», porque habla de su amor por la Iglesia y del precio que pagó para adquirirla. La Iglesia, por supuesto, tiene que «prepararse» para esta cena. Este lavamiento se hizo en el tribunal de Cristo, cuando se le quitó toda «mancha y arruga» (Ef 5.25–27).
La Esposa va al cielo por la gracia de Dios y no por buenas obras. Pero una vez en el cielo, los creyentes serán juzgados en el tribunal de Cristo por su fidelidad en la vida y en el servicio. El versículo 8 indica que la Esposa se vestirá de la justicia de los santos, es decir, «las acciones justas de los santos». Cristo nos recompensará de acuerdo a nuestra fidelidad y las recompensas que recibiremos serán el «vestido de bodas». El Dr. Lehman Stra escribe: «¿Se le ha ocurrido alguna vez, que en las bodas de la Esposa del Cordero cada uno estaremos vistiendo el vestido de bodas que nosotros mismos hayamos hecho?» ¡Qué pensamiento más solemne!

II. LOS EJÉRCITOS DE JESUCRISTO DESDE EL CIELO (19.11–16)

En 4.1 el cielo se abre para dejar entrar a la Iglesia; pero aquí los cielos se abren para que Cristo y sus ejércitos salgan en victoria. En su juicio, Cristo dijo que el Padre podía enviar legiones de ángeles para librarle; y aquí el Señor cabalga con los ejércitos de gloria: los santos del AT, la Iglesia y los ángeles (Mt 25.31; 1 Ts 3.13). En 6.1 el anticristo ha montado un caballo blanco, imitando a Cristo, pero aquí el «Fiel y Verdadero» (v. 11) cabalga para juzgar y hacer la guerra (Sal 45).
¡Esta descripción de Cristo es emocionante! Ya no monta un humilde asno, sino un feroz caballo de ataque. Sus ojos no están llenos de lágrimas como cuando contempló a Jerusalén; tampoco lleva la corona de espinas de mofa. En lugar de los azotes de sus enemigos, lleva un vestido teñido en sangre que significa el juicio y la victoria. Mientras estaba en la tierra, sus seguidores le abandonaron; pero aquí los ejércitos del cielo le siguen en su conquista. Su boca no habla «palabras de gracia» (Lc 4.22), sino la Palabra de victoria y de justicia. Véanse Isaías 11.4. Aquí viene a reinar con vara de hierro (Sal 2). No viene a llevar la ira de Dios en la cruz, sino a pisar el lagar de la ira de Dios en la batalla del Armagedón. ¡Él es el Rey de reyes y Señor de señores!
Tenga presente que los ejércitos del Oriente se han reunido en Palestina para oponerse a la bestia y a sus ejércitos. Pero verán la señal del Hijo del Hombre en los cielos y se unirán para oponerse a Cristo. Lea de nuevo Apocalipsis 16.12–16 y 14.14–20.

III. EL ANUNCIO DEL JUICIO SOBRE LA TIERRA (19.17–21)

En este capítulo se ven dos cenas: la de las bodas del Cordero (v. 9) y la del gran Dios, Armagedón.
La primera es tiempo de bendición y gozo; la segunda es tiempo de juicio y lamento. Toda la historia humana se mueve rápidamente hacia el Armagedón.
El ángel anuncia que los ejércitos de la tierra perderán la batalla. Es más, no habrá mucha batalla, porque Cristo destruirá a sus enemigos al instante (2 Ts 1). Nótese la repetición de la palabra «carne» en esta sección, lo cual significa que el hombre es sólo carne y nunca puede tener éxito en su lucha contra Dios. La «carne» ha sido la fuente de problemas desde la caída de Adán. La carne no cambia; Dios la ha condenado; la carne nunca puede agradar a Dios. ¡Qué necedad que la carne luche contra Cristo! Incluso «reyes», «capitanes» y «fuertes» (v. 18) no son contendientes para el Rey de reyes.
¿Cuáles son los ejércitos reunidos contra Cristo? Son los ejércitos de la federación de diez reinos de Europa, así como las fuerzas de los reyes de Oriente, Egipto y Rusia. Se reúnen en la llanura de Esdraelón en Palestina, el área que Napoleón llamó el campo de batalla más natural del mundo. El nombre «Armagedón» quiere decir «Monte de Meguido».
Cristo destruye a los ejércitos con su Palabra, la espada que sale de su boca (Heb 4.12). Los hombres no querían postrarse ante su Palabra ni recibir el evangelio; ahora deben morir por la misma Palabra. Los seguidores de la bestia son «hombres marcados»; la marca de la bestia en sus cuerpos los sella para el juicio seguro. Cristo no sólo destruye los ejércitos de la bestia, sino que captura también a la bestia y al falso profeta y los arroja vivos al infierno. También prende a Satanás y lo arroja al abismo (20.1–3).
Los profetas del AT escribieron respecto a esta batalla. Véanse Isaías 63, Zacarías 14 y Joel 2–3.

20

Este es el capítulo de los «mil años» (mencionados seis veces aquí) que describe el Milenio. La palabra «milenio» quiere decir mil años. Algunos estudiosos de la Biblia niegan sinceramente que habrá un reinado literal de mil años de Cristo en la tierra. Prefieren «espiritualizar» las profecías del reino en el AT y aplicarlas a la Iglesia hoy. Pero yo creo que habrá un reinado literal de mil años en la tierra, por varias razones:
(1) cumplir las promesas del AT a Israel, Lucas 1.30–33;
(2) mostrar públicamente la gloria de Cristo ante las naciones de la tierra;
(3) contestar las oraciones de los santos: «Venga tu reino»;
(4) cumplir las promesas a la Iglesia de que los santos reinarán con Cristo;
(5) traer la completa redención de la naturaleza como se promete en Romanos 8.19–22;
(6) dar a la humanidad un juicio final bajo el gobierno soberano de Cristo.

I. ANTES DEL MILENIO (20.1–5)

La batalla del Armagedón ya ha terminado y se han arrojado a la bestia y al falso profeta al infierno. Ahora Cristo prende a la antigua serpiente, Satanás, y la arroja al abismo. Algunos de los seguidores de Satanás ya están encadenados (2 P 2.4; Jud 6), pero ahora se prende a la misma «serpiente antigua». La bestia salió del abismo (17.8) y fue arrojada al infierno; pero el juicio final de Satanás todavía no ha llegado.
Después que se arroja a Satanás al abismo hay una resurrección de los santos de la tribulación que dieron sus vidas en servicio fiel a Cristo. Por la descripción de Daniel 12.1–3, tal parece que los santos del AT también resucitan en este momento. Como no son miembros del cuerpo de Cristo, la Iglesia, no necesariamente resucitan con los santos en el Rapto. Para este punto, entonces, todos los salvos han resucitado para reinar con Cristo. Esto se conoce como la primera resurrección.
Se extiende desde el Rapto de la Iglesia (1 Ts 4.13) hasta la resurrección de los santos descrita en Apocalipsis 20.4. Todos los que resucitan en la primera resurrección son salvos; no experimentarán la segunda muerte. Véanse Juan 5.24–29.
Los santos del AT creyeron en la resurrección de los muertos, pero no sabían nada de la «resurrección de entre los muertos» que enseña el NT (Véanse Mc 9.9–10, donde «resucitar de los muertos» significa literalmente «resucitar de entre los muertos»). La Biblia no menciona una «resurrección general». Los salvados resucitan (en diferentes tiempos) en la primera resurrección; los perdidos en la segunda resurrección. Un período de mil años pasará entre la primera y la segunda resurrección.
Se preparan tronos y la nación de Israel purificada, la Iglesia, y los santos de la tribulación reinarán con Cristo. Mateo 25.31–46 deja en claro que los gentiles vivos serán juzgados antes que empiece el Milenio. Los creyentes gentiles (ovejas) habrán demostrado su fe al amar y al ayudar a los judíos creyentes («mis hermanos»). Los gentiles salvos entrarán en el gozo del reino que Dios ha prometido para su pueblo Israel.

II. DURANTE EL MILENIO (20.6)

El reino milenial será el gobierno divino del cielo sobre la tierra. Cristo gobernará con vara de hierro, sin permitir ni injusticia ni pecado. Jerusalén será el centro del reino (Is 2.1–4) y los discípulos reinarán con Cristo (Mt 19.28). Israel estará en su tierra, participando de la gloria de Cristo, su justo Rey. Habrá paz en la tierra entre los hombres y animales (Is 11.7–9; 54.13, 14). Cada persona estará en su mejor trabajo y la eficiencia perfecta y el gozo llenará la tierra. Por supuesto, debido a que estas personas en la tierra son todavía humanas (aparte de la Iglesia y los santos resucitados que tienen cuerpos glorificados), habrá niños que nazcan con naturalezas pecaminosas. Al concluir el Milenio, mucha gente todavía sólo obedecerá externamente a Cristo, pero no se le someterán de corazón.
Uno de los propósitos principales del Milenio es demostrar de manera concluyente que la humanidad no puede cambiar, incluso bajo un gobierno perfecto en un medio perfecto. Porque, al final de los mil años, Satanás podrá reunir un gigantesco ejército para rebelarse contra Cristo. Si las personas no cambian por la gracia de Dios, nada los cambiará.
Los santos reinarán con Cristo como reyes y sacerdotes, y le servirán con diversas capacidades durante el Milenio. Nuestra fidelidad a Él ahora determinará el alcance de nuestras gloriosas responsabilidades durante la edad del reino (Mt 25.14–30; Lc 19.11–27).

III. DESPUÉS DEL MILENIO (20.7–15)

A. LA BATALLA FINAL (VV. 7–10).
Al finalizar los mil años Satanás queda libre y reúne un gigantesco ejército para luchar contra Cristo. Esta rebelión demuestra que un gobierno de perfecta ley no puede cambiar el corazón humano; los pecadores prefieren seguir a Satanás. Esta no es la batalla de Gog y Magog, porque ocurre cerca del final de la primera mitad de la tribulación (Ez 38–39) y su resultado es que la bestia derrota a Rusia y a Egipto. Más bien esta batalla involucra a Rusia (Gog y Magog) quizás como la fuerza impulsora, ahora que la bestia y el falso profeta sufren el castigo eterno. Estos ejércitos atacarán a la Jerusalén milenial, pero el fuego del cielo los devorará. Satanás será capturado y confinado eternamente al lago de fuego. ¡Nótese que la bestia y el falso profeta todavía sufren en el infierno mil años después de su captura! No hay salida del infierno una vez que se llega allá. Es un lugar de tormento eterno.
B. EL JUICIO FINAL (VV. 11–15).
Juan ve ahora un trono de juicio. Es grande, porque todos los pecados de la historia estarán ante él.
Es blanco, porque representa la santidad inmutable de Dios; Él no hace acepción de personas. El cielo y la tierra huyen; el pecador perdido no tiene donde esconderse. El Juez que está en el trono es Jesucristo (Jn 5.22, 23). Hoy Él es el Salvador del mundo; en aquel día será el Juez justo.
Hay una resurrección. La muerta entrega los cuerpos de los pecadores perdidos; el Hades (no «infierno» como en el versículo 13) entrega la almas. Este breve momento en el cual el cuerpo y el alma del pecador perdido se unen ante el trono del juicio de Cristo es el único alivio del castigo que estos pecadores conocerán antes de ser arrojados al infierno. Todos los pecadores perdidos estarán allí: grandes y pequeños, ricos y pobres; no habrá escape (Heb 9.27).
¿Qué libros intervienen en este juicio final? La Biblia estará allí, según Juan 12.48. La misma Palabra que los pecadores oyen y rechazan hoy les juzgará en el día final. Está el libro de la vida, que contiene los nombres de los santos. Si el nombre de una persona no se halla en el libro de la vida, arrojan a esa persona al infierno (v. 15). También está presente el libro que contiene las obras de las personas. Dios es un Juez recto; conserva un registro de las obras y castigará a cada una con justicia. Es cierto que los que conocieron la verdad y deliberadamente la desobedecieron serán castigados con mayor severidad que los que no conocieron la verdad. El infierno tiene grados de castigo, de la misma manera que el cielo los tiene de recompensas (Mt 11.20–24). Las buenas obras no salvan a los pecadores, pero Dios juzgará sus obras y los castigará justamente en el infierno.
No habrá oportunidad para que los pecadores discutan su caso. Cuando los libros se abran y se revelen los hechos, quedarán sin habla ante Cristo (Ro 3.19). Dios no pesará al bueno contra el malo; sentenciará a condenación a todo pecador perdido. Los que participaron de la segunda resurrección deberán enfrentar la segunda muerte: el infierno eterno.
Se han juzgado a Satanás y al pecado; se ha sofocado la rebelión humana; ahora Dios puede traer los nuevos cielos y la nueva tierra: eterna bendición para el pueblo de Dios.

21–22

El tema de estos dos capítulos queda indicado en 21.5: «He aquí, yo hago nuevas todas las cosas».
Aunque sería interesante y edificante entrar en muchos detalles en estos capítulos, nos limitaremos a las lecciones principales. Nótese las «nuevas cosas» que serán parte del hogar eterno del creyente.

I. EL CIELO NUEVO Y LA TIERRA NUEVA (21.1, 2)

La palabra griega para «nuevo» significa «nuevo en carácter» antes que «nuevo en tiempo», y esto sugiere que Dios renovará el viejo cielo y la vieja tierra y quitará todo lo que es pecaminoso y destructivo. Nótese 2 Pedro 3.7–10, donde se nos dice que un juicio de fuego producirá esta renovación de la vieja creación. «Pasaron» no significa «destruidos». El hecho de que «el mar ya no existía más» es significativo, puesto que Juan estaba exiliado en una isla y separado de sus seres queridos.
Actualmente, dos tercios del globo son agua; de modo que en la nueva creación Dios ideará un nuevo sistema para regar la tierra.

II. EL NUEVO PUEBLO DE DIOS (21.3–8)

¡Qué maravillosos cambios habrá cuando entremos en la eternidad! Dios morará personalmente con su pueblo de una manera gloriosa e íntima. No habrá más llanto, ni muerte ni dolor. Todo esto vino al mundo a través del pecado (Gn 3), pero ahora la maldición es quitada (22.3). La frase de Dios «Hecho está» es análoga al «Consumado es» de Cristo (Jn 19.30). El mismo Señor que empezó la creación también la acabará; Él es el Alfa y la Omega (la primera y la última letra del alfabeto griego). Pero el versículo 8 solemnemente declara que algunas personas no entrarán en esta nueva creación. Serán los temerosos y los cobardes que no confiesan a Cristo; los que no quisieron creer en Cristo; los que «siguieron la corriente» y practicaron el pecado. Nótese que Dios pone a los «cobardes» a la cabeza de la lista. Cuando la gente teme creer en Cristo, es capaz de cometer cualquier pecado como resultado.

III. LA NUEVA JERUSALÉN (21.9–27)

El versículo 2 sugiere que esta ciudad celestial estará en el aire sobre la tierra durante el Milenio y descenderá cuando llegue la nueva creación. La ciudad se identifica con el pueblo de Dios; se mira como una novia. Usted recordará que el sistema babilónico del capítulo 17 se muestra como una ramera. Después de todo, una ciudad no es sus edificios; es la gente que vive en ella. En Génesis 4.17 el rebelde Caín salió de la presencia de Dios y edificó una ciudad; pero el creyente Abraham «esperaba la ciudad, cuyo arquitecto y constructor es Dios» (Heb 11.10). La nueva Jerusalén es dicha ciudad.
Nótese que la ciudad une al pueblo de Dios del AT y del NT, Israel y la Iglesia. Las tribus de Israel se nombran en las puertas y los doce apóstoles en los cimientos. (Respecto a los apóstoles, véanse Ef 2.20 y Mt 19.28.) Las dimensiones y descripciones de la ciudad sobrepasan nuestra imaginación. «En cuadro» significa «igual en todos los lados»; lo que significa que la ciudad es un cubo perfecto, un «lugar santísimo» resplandeciente con la presencia de Dios. O, podría ser una pirámide. En cualquier caso, la ciudad mide alrededor de 2.200 km por cada lado, o sea, ¡dos tercios del tamaño de los Estados Unidos! Los hermosos colores de las gemas (vv. 18–20) sugiere la «multiforme [de muchos colores] gracia de Dios» en 1 Pedro 4.10. Consulte su diccionario bíblico respecto a los colores de estas piedras preciosas.
Varias cosas faltan en la ciudad: un templo, luz natural y noche. Puesto que Dios mora personalmente con su pueblo, no se necesita el templo. Su gloria reemplaza la del sol, la luna y las estrellas. La noche en la Biblia simboliza muerte, pecado, tristeza; estas cosas se han desterrado para siempre de la ciudad. Las puertas nunca se cerrarán, de modo que el pueblo de Dios tendrá acceso a la ciudad desde todas partes de su universo renovado. Esta nueva tierra tendrá naciones (v. 24, Véanse también 22.2). Toda la gloria de estas naciones se traerá a Dios, a quien pertenece.

IV. EL NUEVO PARAÍSO (22.1–5)

En esta nueva creación Dios cambia todas las tragedias que el pecado trajo a la creación original.
La tierra y el cielo antiguos fueron sumergidos en juicio; este nuevo cielo y nueva tierra brillan con perfección. El Edén tenía un río terrenal (Gn 2.10–14); pero aquí tenemos un maravilloso río celestial.
Desde que el hombre pecó, se guardó el árbol de la vida en Edén (Gn 3.24); pero aquí el árbol de la vida está a la disposición de todo el pueblo de Dios. En Génesis 3.14–17 se pronunció la maldición; pero aquí ya no hay más maldición. Adán y Eva se vieron obligados a salir del paraíso original y a trabajar para ganar el sustento diario; pero aquí el hombre sirve a Dios y ve su rostro en perfecta comunión. Cuando el primer hombre y la primera mujer pecaron se convirtieron en esclavos y perdieron su reino; pero el versículo 5 indica que este reinado se recuperará y reinaremos con Cristo para siempre.
La presente creación no es el producto final de Dios. Sufre y gime bajo la esclavitud del pecado (Ro 8.18–23). Pero un día Dios traerá su nueva creación y nosotros disfrutaremos perfecta libertad y plenitud de vida para siempre.

V. EL MENSAJE FINAL (22.6–21)

Al concluir el libro, Cristo dice tres veces: «¡He aquí, vengo pronto!» (vv. 7, 12, 20). La palabra «pronto» sugiere «repentinamente». Significa que cuando estos grandes sucesos empiecen a ocurrir, no habrá dilación. No sabemos cuándo aparecerá Cristo y nos conviene estar listos.
En Daniel 12.4 al profeta se le dijo que sellara el libro; a Juan, por el contrario, se le ordena que no selle el libro, porque «el tiempo está cerca» (v. 10). El cumplimiento de las palabras de Daniel era lejano; la profecía de Juan se cumpliría en corto tiempo. El versículo 11 no es una incitación a que los pecadores sigan sin cambiar; de otra manera el llamado del versículo 17 sería una burla. En lugar de eso, el versículo 11 nos advierte que continuar en el pecado define el carácter y determina el destino.
«Los impíos procederán impíamente», dice Daniel 12.10. Cuando Cristo venga, nuestro carácter se revelará. Otra lección de este versículo es que las personas toman sus propias decisiones; Dios no los fuerza a que sean impíos o justos. Compárese 22.15 con 21.8.
Los versículos finales de este libro presentan una súplica, una oración y una promesa. En los versículos 7 y 12 el Señor ha dicho: «¡Vengo pronto!» En el versículo 17 el Espíritu y la Esposa le dicen al Señor Jesús: «¡Ven!» El Espíritu ora por el regreso del Salvador a través de la Iglesia. Al alma perdida se le invita: «¡Venga, tome del agua de la vida!» La última oración en la Biblia es la que hace el Espíritu Santo mediante Juan, diciendo: «Amén; sí, ven, Señor Jesús». Esta debe ser nuestra oración diaria también.
Los versículos 18–19 son una advertencia en contra de alterar la Palabra de Dios. A Satanás le encanta que los hombres le añadan o le quiten a la Palabra de Dios, pero hacerlo así es invitar el juicio.
Nótese Deuteronomio 4.2 y Proverbios 30.5–6. En la época de Juan los libros se copiaban a mano y el copista podía sentirse tentado a editar o a enmendar el material. Incluso hoy la gente añade sus teorías y tradiciones a la Palabra de Dios, o le quita lo que no encaja en sus esquemas de teología. La advertencia de Juan se aplica específicamente al libro de Apocalipsis, pero sin duda incluye toda la Palabra de Dios.
Así termina el último libro de la Biblia, el libro de las últimas cosas. La mejor forma de finalizar estas notas de estudio es haciéndonos eco de la oración del Espíritu: «Amén; sí, ven, Señor Jesús».