MATEO

(gr. maththaios, como teodoro, don de Dios).
Escribió su Evangelio para lectores judíos, a fin de demostrarles cómo Jesús cumplía la profecía del AT y así ofrecer pruebas de que él era el Mesías y Rey prometido.
Mateo, apellidado Leví, antes de su conversión era un publicano o cobrador de impuestos sometido a los romanos en Capernaum. Por lo general, se reconoce que él escribió su evangelio antes que cualquiera de los demás evangelistas. El contenido de este evangelio y la prueba de los escritores antiguos, muestran que fue escrito primordialmente para el uso de la nación judía.
El cumplimiento de la profecía era considerado por los judíos como una prueba firme, por tanto San Mateo usa este hecho en forma especial. Aquí hay partes de la historia y de los sermones de nuestro Salvador, particularmente seleccionados por adaptarse mejor para despertar a la nación a tener conciencia de sus pecados; para eliminar sus expectativas erróneas de un reino terrenal; para derribar su orgullo y engaño consigo mismos; para enseñarles la naturaleza y magnitud espiritual del evangelio; y para prepararlos para admitir a los gentiles en la Iglesia.
BOSQUEJO SUGERIDO DE MATEO
I. La revelación del Rey (1–10)
A. La persona del Rey (1–4)
1. Sus antepasados y nacimiento (1–2)
2. Su mensajero (3)
3. Sus tentaciones y principio de su ministerio (4)
B. Los principios del Rey (5–7)
C. El poder del Rey (8–10)
II. La rebelión contra el Rey (11–13)
A. Se rechaza a su mensajero (11.1–19)
B. Se niegan sus obras (11.20–30)
C. Se rechazan sus principios (12.1–21)
D. Se ataca a su persona (12.22–50)
E. Resultado: las parábolas del Reino (13)
III. El retiro del Rey (14–20)
A. Antes de la confesión de Pedro (14.1–16.12)
B. La confesión de Pedro: la Iglesia (16.13–28)
Primera mención de la crucifixión (16.21)
C. Después de la confesión de Pedro (17–20)
Segunda mención de la crucifixión (17.22–23)
Tercera mención de la crucifixión (20.17–19)
IV. El rechazo del Rey (21–27)
A. Su presentación pública a los judíos (21.1–16)
B. Su conflicto con los líderes religiosos (21.17–23.39)
C. Sus profecías del Reino futuro (24–25)
D. Su sufrimiento y muerte (26–27)
V. La resurrección del Rey (28)
NOTAS PRELIMINARES A MATEO
I. La relación a los otros Evangelios
A. Mateo es ante todo judío, y presenta a Cristo como el Rey (1.1: «hijo de David»).
B. Marcos es ante todo romano, y presenta a Cristo como el Siervo.
C. Lucas es ante todo para los griegos, y presenta a Cristo como el perfecto Hijo del Hombre.
D. Juan es universal en su apelación, y presenta a Cristo como el Hijo eterno de Dios.
II. El carácter judío del Evangelio de Mateo
A. Fue escrito por un cobrador de impuestos judío llamado Leví (Mt 9.9–13; Lc 5.27–32; Mc 2.13–17).
B. Debido a su posición, es el puente entre el AT y el NT.
C. Abunda en citas y referencias del AT.
De acuerdo a la Guide to the Gospels [Guía a los Evangelios] de W. Graham Scroggie hay 53 citas del AT y 76 referencias a pasajes del AT, para un total de 129 referencias o alusiones. Mateo se refiere a 25 de los 39 libros del AT. La palabra «se cumpliese» se usa por lo menos 12 veces (véanse 1.22; 2.15, 17, 23, etc.).
D. Cristo es designado a menudo como el Hijo de David (1.1; 9.27; 12.23; etc.).
E. Está lleno de referencias al «reino de los cielos», un concepto básicamente judío, y puede ser llamado de manera correcta «El Evangelio del Reino».
F. El carácter judío del Evangelio según Mateo se halla en el material único que contiene.
Esto incluye la genealogía de Cristo hasta Abraham (1.1–17); la información respecto a José (1.18–25); la misión de los discípulos a las ovejas perdidas de los hijos de Israel (cap. 10); la denuncia que Cristo hace de los fariseos (cap. 23); y varias parábolas en los capítulos 20–22 y 25.
III. El tema básico de Mateo
A. Mateo no es cronológico, como lo son Marcos y Lucas. Mateo ha seleccionado material de la vida de Cristo y lo ha organizado para que refleje una verdad específica: Cristo es el Rey de los judíos, rechazado por su pueblo, crucificado por el mundo entero y ahora vivo en el cielo.
B. En los capítulos 1–10 Cristo se revela como el largamente esperado Rey de los judíos. Nació como estaba predicho, fue anunciado por el mensajero que Dios había prometido y demostró su mesiazgo al hacer las mismas obras que los profetas dijeron que haría. En los capítulos 11–13 los líderes judíos se rebelan en su contra y aducen que sus obras son del diablo. Insistían en sus tradiciones humanas y costumbres religiosas en lugar de acatar los principios que Él proclamaba. Aunque hizo muchas obras poderosas, la nación le rechazó; y el resultado fue que se volvió a los gentiles («Venid a mí todos los que estáis trabajados», 11.28, cursivas mías) y dio las parábolas del Reino (cap. 13). Describió en estas parábolas cómo sería el Reino en la tierra durante la presente edad.
C. En los capítulos 14–20 Cristo se retira con sus discípulos a fin de prepararlos para los sucesos de la cruz.
Por supuesto, todavía desempeña un ministerio público, pero durante este tiempo está enseñando específicamente a los discípulos nuevas verdades respecto a su muerte y resurrección. Aquí tenemos la gran confesión de fe de Pedro, la primera predicción de la muerte de Cristo y la primera mención de la Iglesia.
D. En 21–27 el Rey es rechazado abiertamente. Lo que empezó como rebelión ahora se convierte en abierta hostilidad y conduce a su crucifixión. Durante este tiempo Él está en evidente conflicto con los líderes religiosos. Enseña a sus discípulos cómo sería el futuro (caps. 26–27) y voluntariamente muere en la cruz como «el rey de los judíos» (27.29).
E. El capítulo final de su resurrección y ascensión como el Rey con toda autoridad sobre todas las cosas.
IV. El reino de los cielos
A. El reino de los cielos se refiere al gobierno de Dios sobre la tierra. Adopta diferentes formas en tiempos diferentes. En el principio Dios gobernaba la tierra por medio de Adán, a quien Él designó para que tuviera dominio. Durante los días de Israel Dios gobernaba a través de los jueces y reyes. Cuando Israel fue al cautiverio Dios reinaba inclusive por medio de monarcas gentiles (Dn 2.37). Cristo se ofreció a sí mismo a los judíos cuando vino (Véanse Mt 4.17), pero ellos no lo recibieron. «A lo suyo [el mundo] vino, y los suyos [el pueblo] no le recibieron» (Jn 1.11). Los judíos rechazaron el reino cuando rechazaron al Rey.
En Mateo 13 Jesús describe el reino de los cielos en esta edad. Es una mezcla de bueno y malo, verdad y falsedad. Al final de la edad, los buenos serán separados de los malos, y el reino será establecido en la tierra en pureza y rectitud. La Iglesia está en el reino de los cielos, pero no es el reino de los cielos. Aplicar Mateo 13 a la iglesia es crear confusión. Tal vez el mejor equivalente del «reino de los cielos» en el vocabulario actual sería el vocablo «cristiandad», la «iglesia profesante» según se ve en el mundo, una mezcla de verdad y falsedad.
AUTOR Y FECHA
Hasta hace relativamente pocos años era unánime la creencia de que Mateo-Leví había escrito el primer Evangelio, pero actualmente la mayoría de los eruditos ponen en tela de juicio tal paternidad. El problema gira alrededor de dos factores:
(1) Mateo contiene casi todo el material contenido por el Evangelio De Marcos, escritor no apostólico, de lo cual es posible deducir que Mateo dependía de Marcos. Sería inconcebible que un apóstol y testigo ocular del ministerio de Jesús se apoyara en uno que no lo Era (Evangelios).
(2) No se sabe a ciencia cierta cuál fue la lengua original del Evangelio: según Papías (Eusebio, Hist. Eccl. III, 39, 16), «Mateo ordenó los logia del Señor en el dialecto de los hebreos [que significa arameo] y cada uno los interpretaba [o traducía] como podía». Se discute arduamente si logia quiere decir «los dichos del Señor» (que significa, su enseñanza) o «los escritos acerca del Señor» (quizás el Evangelio completo). Según algunos eruditos, el texto actual de Mateo parece haberse escrito originalmente en griego. De ser así, dicen, el apóstol Mateo no pudo haberlo escrito. Desde luego, el apóstol era de Galilea, región bilingüe, por lo que es muy posible que haya dominado ambos idiomas.
De todos modos, el testimonio de los Padres de la Iglesia en los primeros siglos sostiene la tesis de la paternidad de Mateo, aunque todos los Evangelios son anónimos y nada nos obliga a creer como artículo de fe la atribución tradicional (SEUDONIMIA).
Dos detalles nos inclinan a creer que Mateo tuvo algo que ver con la composición:
(1) En 10.3 se llama a Mateo «el PUBLICANO», cosa que Mateo mismo hubiera podido hacer, pero no otros (Mc 3.18 y Lc 6.15, donde falta este epíteto);
(2) En Mateo 9.10 se localiza la fiesta de Mateo sencillamente «en la casa» como si fuera su propia casa, mientras los otros sinópticos (Mc 2.15; Lc 5.29) usan «en su casa», refiriéndose directamente a la de Mateo (Leví).
La composición de Mateo tiene sus raíces en el mismo universalismo del mensaje de Jesús, porque desde el principio fue necesario explicar a los judíos que su fe, tradicionalmente limitada a Israel, iba a ser compartida con los gentiles. Al comienzo los judíos no comprendieron las implicaciones de esto, y aún después de iniciada la misión a los gentiles, pensaron que estos tendrían que satisfacer todos los requisitos del judaísmo para entrar en el Reino. Así que el problema de Mateo es el de explicar cómo el Reino De Los Cielos, claramente profetizado en el Antiguo Testamento, se da, no a los que rechazan al Mesías, sino a todos los que reciben a Jesús como Señor y producen los frutos del Reino (21.43).
Además, puesto que Jesús se constituyó en Señor del cielo y de la tierra (28.18), era preciso proclamar su señorío universal a todo el mundo (28.19). Aunque la necesidad de escribir este Evangelio existía desde el tiempo de Jesús, no fue sino hasta poco después de iniciada la misión a los gentiles y aun hasta más tarde en el siglo I, al agudizarse la oposición judía hacia el cristianismo, cuando se halló verdadera ocasión para su composición. Por eso se han sugerido fechas que se extienden desde la quinta década hasta la novena; no hay consenso al respecto.
Algunos aseguran que 22.7 se refiere a la destrucción de Jerusalén ya acaecida, lo cual favorecería una fecha posterior a 70 d.C. Pero como no hay referencia clara a esta destrucción se podría admitir una fecha de la sexta o séptima década (en todo caso, después de la publicación de Marcos).
EL NOMBRE COMO PRESENTA A JESÚS: Mat: 2: 2; 27: 37. Rey De Los Judíos.

1

En los primeros diez capítulos de Mateo tenemos «La revelación del Rey». Él se revela a sí mismo a los judíos como su persona (1–4), sus principios (5–7) y su poder (8–10). Recuérdese que Mateo procura probar que Jesucristo es el Rey, el «Hijo de David». En este primer capítulo el escritor da el linaje humano de Cristo (vv. 1–17), luego describe su nacimiento (vv. 18–25). Así, Jesús es «la raíz y el linaje de David» (Ap 22.16). Es «la raíz» por cuanto es el Dios eterno y dio existencia a David; es el «linaje» por cuanto su humanidad está ligada a David en su nacimiento (Ro 1.1–4).

I. LA FIEL PROVIDENCIA DE DIOS (1.1–17)

La providencia es el control divino sobre las circunstancias, de modo que su voluntad prevalezca y sus propósitos se cumplan. Piense en los ataques de Satanás contra Israel y ¡cómo procuró impedir que Cristo viniera! Debido a la desobediencia de Abraham, Sara casi se pierde y se arruina la simiente prometida (Gn 12.10–20). En cierta ocasión asesinaron toda la simiente real, excepto el joven Joás (2 R 11). Esta genealogía no es una aburrida lista de nombres. Es el historial de la fidelidad de Dios al preservar a los hijos de Abraham como un canal a través del cual Cristo vendría al mundo.
La genealogía de Mateo es la de José, el padre de Jesús a los ojos de la ley. Lucas da la genealogía de María. Ambos, María y José, eran descendientes de David.
Usted puede ver la gracia de Dios en esta lista de nombres. Note las cuatro mujeres que se mencionan: Tamar (v. 3; Véanse Gn 38); Rahab (v. 5; véanse Jos 2; Heb 11.31); Rut (v. 5; Véanse el libro de Rut); y Betsabé (v. 6; Véanse 2 S 12). También se menciona a María. Estas mujeres ilustran la gracia de Dios. Tamar fue culpable de prostitución y sin embargo Dios permitió que fuera parte de los antepasados de Cristo. Rahab era tanto una prostituta como una extranjera. Su fe la salvó. Rut era una moabita; y de acuerdo a Deuteronomio 23.3–6, estaba excluida de la nación de Israel. Betsabé fue la compañera del terrible pecado de David y sin embargo Dios la perdonó y le permitió ser una de los antepasados de Cristo por medio de Salomón. «Cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia» (Ro 5.20).
Esta genealogía no es completa, por supuesto. Se dejaron fuera varios nombres. Era común entre los judíos dejar fuera los nombres menos importantes para ayudar a los niños a recordar las listas. Tres grupos de catorce nombres serían fáciles de recordar. En 1.8 se omiten Ocozías, Joás y Amasías, probablemente debido a su relación con Atalía, la hija perversa de Acab. Ningún judío actual tiene su genealogía legal. Todos los expedientes se destruyeron en el año 70 d.C. cuando redujeron a escombros el templo. Jesucristo es el único judío vivo hoy que puede demostrar sus derechos al trono de David.

II. LA PROMESA DE DIOS CUMPLIDA (1.18–25)

El «desposorio» (compromiso) entre los judíos era tan serio como el matrimonio. Cuando José descubrió la condición de María, dio por sentado, como es natural, que ella le había sido infiel. Nótese su prudencia: «Pensando él en esto» (v. 20). ¡Cuán importante es ser «lento para la ira» y considerar los asuntos exhaustivamente! (Véanse Pr 21.5).
De acuerdo a Deuteronomio 22.23–24 María podía haber sido apedreada. Hay evidencias de que los judíos no obedecían esta ley, sino que lo que más permitían era que la parte inocente se divorciara de su cónyuge infiel. José tuvo que tener gran fe para creer el mensaje de Dios en el sueño. Su amor por Dios y por María le hicieron estar dispuesto a «llevar el oprobio» por Cristo. ¡Imagínese cómo habrán hablado los vecinos! En Juan 8.41 hay una sugerencia de que los judíos difamaban del nacimiento de Cristo, dando a entender que había nacido de fornicación. Satanás siempre ha atacado la verdad del nacimiento virginal, porque cuando lo hace, niega a la persona y obra de Cristo y la verdad de la Biblia.
El nombre Jesús significa «Salvador» y es una versión griega del nombre hebreo «Josué». En el AT hay dos Josué bien conocidos: el soldado que guió a Israel en su entrada a Canaán (Véanse el libro de Josué), y el sumo sacerdote mencionado en Zacarías 2. Cristo es nuestro capitán de Salvación, conduciéndonos a la victoria. Él es nuestro gran sumo Sacerdote, representándonos ante el trono de Dios.
El nacimiento de Cristo cumple la profecía de Isaías 7.14. Lea Isaías 7 muy cuidadosamente. Acaz estaba a punto de ser atacado por Rezín, rey de Siria, y Peka, rey de Israel. El Señor envió a Isaías para animar a Acaz (7.1–9) y para darle una señal. Acaz fingió ser muy piadoso y rechazó la señal. De modo que Dios le dio la señal a toda la casa de David, no sólo a Acaz (Véanse 7.13). La señal es al nacimiento de Emanuel («Dios con nosotros») a la madre virgen. Esta señal no tenía nada que ver con Acaz en ese tiempo. En Isaías 8 Dios le dio a Acaz su señal al usar al hijo de Isaías para ello. (Nótese: la palabra hebrea en Isaías 7.14 y la palabra griega en Mateo 1.23 puede significar solamente virgen.)
Debemos admirar la obediencia inmediata de José (v. 24). Se cuidó de mantener pura su relación con María. En la Biblia hay sólo cuatro maneras de recibir un cuerpo:
(1) sin hombre ni mujer: como lo recibió Adán, hecho del polvo de la tierra;
(2) con un hombre, pero sin mujer: como Eva, hecha de la costilla de Adán;
(3) con un hombre y una mujer: como nacemos todos los seres humanos; o
(4) con una mujer, pero sin hombre: como nació Jesús, teniendo sin dudas una madre humana pero no un padre biológico.
Era importante que Jesús naciera de una virgen para que pudiera tener una naturaleza humana sin pecado, concebido por el Espíritu Santo (Véanse Lc 1). Puesto que existía desde antes de la creación del hombre, ¿cómo podía jamás nacer de un padre y madre humanos? Cada nuevo bebé es un ser que nunca antes ha existido. El modernista que niega el nacimiento virginal de Cristo niega su eterna Deidad. O bien Él es Dios, o es un impostor.
«Para que se cumpliese» (v. 22) es una frase favorita de Mateo. La usa por lo menos doce veces para demostrar que Jesús dio cumplimiento a las profecías dadas en las Escrituras del AT.

2

I. EL HOMENAJE QUE SE LE RINDIÓ AL REY (2.1–12)

Estos «magos» eran sabios, astrólogos orientales que estudiaban las estrellas y procuraban entender los tiempos. Eran gentiles que llamados especialmente por Dios para venir y rendirle homenaje al recién nacido Rey. Tal vez haya una referencia a la estrella milagrosa en la profecía de Balaam en Números 24.17. No sabemos cuántos sabios vinieron, ni de dónde vinieron, ni cuáles eran sus nombres.
Las tradiciones familiares de la Navidad no siempre tienen respaldo escriturario.
El título de Jesús, «Rey de los judíos», levantó sospechas por cuanto Herodes temía a cualquiera que amenazara su trono. Era un monstruo implacable que hasta mató a sus propios hijos para proteger su trono. Tuvo nueve (o diez) esposas, y fue conocido por su traición y lujuria. Siendo edomita, tenía un odio natural hacia los judíos. Herodes no sabía la Palabra de Dios, pero tuvo que preguntarles a los escribas. Los escribas la conocían, pero no la ponían en práctica. ¡Los sabios fueron tanto oidores como hacedores de la Palabra! Cuán cerca del Mesías estaban los sacerdotes y sin embargo no fueron.
La visita de los sabios es una indicación de que los gentiles un día adorarán al Rey cuando el reino se establezca en la tierra (Is 60.6). Su experiencia es una buena lección en cuanto a hallar la voluntad de Dios:
(1) siguieron la luz que Dios les dio;
(2) confirmaron sus pasos por medio de su Palabra; y
(3) lo obedecieron sin cuestionamiento, y Él los guió en cada paso en el camino.
Nótese que regresaron a su tierra «por otro camino» (v. 12). Cualquiera que viene a Cristo regresará a su casa por otro camino y será una nueva criatura (2 Co 5.17).
Mateo cita a Miqueas 5.2 para mostrar que Cristo nació donde el profeta había predicho. Dios soslayó a la orgullosa Jerusalén y escogió a la humilde Belén. El rey David nació en Belén y Cristo es el hijo de David (1.1). En el bosquejo para el capítulo 4 véanse las comparaciones entre David y Cristo.

II. EL ODIO CONTRA EL REY (2.13–18)

Así como Satanás había tratado de impedir que Cristo naciera, ahora trató de destruirle después de su nacimiento (Véanse Ap 12.1–4). La carne batalla en contra del Espíritu y Herodes (edomita) le hizo la guerra a Cristo. No podemos sino admirar a José por su fidelidad al obedecer a Dios y cuidar a María y a Jesús. Mateo cita a Oseas 11.1 para mostrar que Cristo vendría de Egipto. Herodes mató a no más de veinte niños, puesto que no podían haber habido muchos más de esa edad en ese pueblo. Mateo vio en esto un cumplimiento de Jeremías 31.15.

III. LA HUMILDAD DEL REY (2.19–23)

José usó su «sentido común santificado» y no regresó a Judea. Dios aprobó su decisión y la familia se mudó a Nazaret. Mateo se refiere a «lo que fue dicho por los profetas» (v. 23, nótese el plural), pero no da ninguna referencia específica. La palabra «nazareno» puede relacionarse a la palabra hebrea netzer, que significa «rama», «retoño» o «vástago», nombres que se aplican a Jesús. Por eso es que Mateo escribió «profetas» (plural), puesto que a Cristo se le llama «vástago» o «renuevo» en Isaías 11.1 y 4.2; también en Jeremías 23.5 y 33.15; Zacarías 3.8 y 6.12. Debido a que vivía en un lugar despreciado, Jesús era como un vástago humilde; pero el Renuevo un día florecería con belleza y gran gloria.
Nazaret era una población innoble. «¿De Nazaret puede salir algo de bueno?» (Jn 1.46). Jesús fue un Rey humilde. Se despojó y humilló a sí mismo, incluso hasta la muerte, para salvarnos (Véanse Flp 2.1–11).

3

En los primeros diez capítulos Mateo registra la revelación del Rey a la nación de Israel. En los capítulos 1 y 2 da su linaje y nacimiento, mostrando a partir de los profetas que Jesucristo es el Rey de Israel. En el capítulo 3 presenta a Jesús mediante su «precursor» Juan el Bautista.

I. JUAN EL BAUTISTA VINO (3.1–6)

A. SU MENSAJE (VV. 1–2).
Téngase en mente que el reino se está ofreciendo a los judíos. Como precursor del Rey, Juan le pedía a la gente que se arrepintiera (que cambiaran de opinión) y se prepararan para el Rey. Jesús predicó este mensaje (4.17) y también sus discípulos (10.7). Cuando la nación rechazó al Rey, el reino les fue quitado (21.42–43).
B. SU AUTORIDAD (V. 3).
Juan dio cumplimiento a la profecía de Isaías 40.3. Él fue el último de los profetas del AT (Lc 16.16). ¡Por 400 años no se había oído de ningún profeta!
C. SU PERSONA (V. 4).
Fue humilde y rústico en sus maneras y su vestido. Su vestimenta recordaba la de Elías (2 R 1.8). En Malaquías 4.5–6 Dios prometió que Elías vendría antes del terrible Día del Señor. Los judíos le preguntaron a Juan si era Elías y él lo negó (Jn 1.21). Sin embargo, si los judíos hubieran recibido a su Rey, Juan hubiera sido ese Elías (Véanse 11.14). Juan vino en el espíritu y poder de Elías (Lc 1.17).
D. SU BAUTISMO (VV. 5–6).
Este no fue el bautismo cristiano (Véanse Hch 19.1–7), sino más bien de arrepentimiento (Véanse v. 11). Su bautismo era del cielo (21.25–27) con dos propósitos: (1) introducir a Cristo a la nación de Israel (Jn 1.31) y (2) preparar sus corazones para la venida del Rey. Los judíos bautizaban a los gentiles que se convertían en prosélitos, pero ¡Juan bautizaba judíos!

II. VINIERON LOS FARISEOS Y SADUCEOS (3.7–12)

A. SU CARÁCTER (VV. 7–8)
Los fariseos eran legalistas literales, que convirtieron la ley en una carga; los saduceos eran «liberales» que negaban mucho del AT (Véanse Hch 23.8). En tres ocasiones a los fariseos se les llamó «generación de víboras»: por Juan el Bautista y por Jesús (12.34 y 23.33). Satanás es una serpiente y estos hombres eran hijos de Satanás (Jn 8.44). Los fariseos eran enemigos de Cristo y aparecen con frecuencia en Mateo. Usted encontrará de nuevo unidos a estos dos grupos en 16.1 y 22.23, 34.
B. SU NECESIDAD (VV. 9–12).
Dependían de su relación humana con Abraham para salvarse (véanse Ro 9.6 y Gl 3.7). Como Nicodemo, en Juan 3, tropezaban con la verdad de que necesitaban nacer de nuevo. Dios va a la raíz de nuestras vidas (v. 10), porque la raíz determina el fruto (v. 8). Nótese cómo Juan señala a Jesús, ¡lo magnifica solamente a Él! En el v. 11 se mencionan dos «bautismos»: en el Espíritu Santo (cumplido en Pentecostés, Hch 1.5, y a los gentiles en Hch 11.16); y en fuego, que será cumplido en su Segunda Venida (véanse Mal 3.1–2 y Lc 7.27). La pequeña conjunción «y» cubre un largo período. El fuego habla de juicio.

III. JESÚS VINO (3.13–17)

A. JESÚS Y JUAN (VV. 13–15).
¿Por qué se bautizó el Hijo de Dios aun cuando nunca cometió pecado alguno? Sugerimos seis razones:
1. Obligación: «conviene que cumplamos toda justicia» (cf. Jn 8.29).
2. Consagración: el sacerdote del AT se bañaba, luego era ungido. Jesús se sometió al bautismo en agua, luego el Espíritu Santo vino en forma de paloma. Véanse Éxodo 29.
3. Elogio: Jesús dio su aprobación al ministerio de Juan y así obligó a la gente a escuchar a Juan y a obedecerle. En lugar de eso, los líderes religiosos rechazaron el bautismo de Juan (21.23–27).
4. Proclamación: esta fue la presentación oficial de Jesús que Juan hizo a la nación judía. Véanse Juan 1.31.
5. Expectación: este bautismo en agua miraba hacia su bautismo de sufrimiento por nosotros en la cruz (Lc 12.50). Jesús cumplió toda justicia mediante su muerte sacrificial en el Calvario.
6. Identificación: Jesús se identificó con los hombres pecadores. Inmediatamente después, el Espíritu le llevó al desierto. Allí puede haber un cuadro del «chivo expiatorio» que simbólicamente llevaba al desierto los pecados de la nación (Lv 16.1–10).
La palabra griega baptizo significa «sumergir, hundir», y Juan requería «mucha agua» para el bautismo (Jn 3.23). Jesús experimentó en la cruz todo el oleaje y marejada de la ira de Dios.
B. JESÚS Y EL ESPÍRITU (V. 16).
Esta fue la señal que Dios le prometió a Juan que le daría para identificar a Cristo (Jn 1.31–34).
Aun cuando Jesús y Juan eran parientes (Lc 1.36), es más probable que no se habían visto el uno al otro por años. Incluso, si Juan conocía a Jesús en la carne, querría la seguridad divina y celestial. El símbolo del Espíritu como paloma es importante: la paloma es un ave limpia; es fiel a su compañera en el amor; es pacífica y gentil. Cristo nació por el poder del Espíritu (Lc 1.34–35) y también recibió el poder del Espíritu para su vida y ministerio.
C. JESÚS Y EL PADRE (V. 17).
Esta es la primera de tres ocasiones cuando el Padre le habló al Hijo desde el cielo (véanse Mt 17.5 y Jn 12.28). Aquí tenemos revelada la Trinidad: el Hijo es bautizado, el Espíritu desciende como una paloma y el Padre habla desde el cielo. Al entrar en su ministerio, el Hijo fue aprobado por el Padre; al acercarse a la cruz (17.5), recibió de nuevo el mismo elogio.

4

Antes de que un rey gobierne a otros, debe demostrar que es capaz de gobernarse a sí mismo. Por eso es que el rey Saúl perdió su reino, fue incapaz de controlarse a sí mismo y de obedecer a Dios. Este capítulo nos muestra cómo el Rey enfrentó a su enemigo, «el príncipe de este mundo» (Jn 14.30), y lo derrotó.

I. LA TENTACIÓN DE JESÚS (4.1–11)

A. LA PRIMERA TENTACIÓN (VV. 3–4).
Satanás apeló al cuerpo, al deseo de la carne. No había pecado en tener hambre. Sin embargo, sugirió que si Cristo era el Hijo de Dios no debía dejarle con hambre. Satanás siempre quiere que pensemos que Dios está «privándonos de algo» (Véanse Gn 3.5). La sugerencia es: «Dios no debe amarte. Si te amara, ¡te cuidaría mejor!» Sería una derrota si Cristo usara sus poderes divinos fuera de la voluntad de Dios. Él siempre hizo lo que le agrada a Dios (Jn 8.29).
Cristo enfrentó la tentación con Deuteronomio 8.3. Alimentar a la persona espiritual interior es más importante que alimentar al cuerpo físico. Lea Deuteronomio 8.1–6 y note que Dios nos prueba en las cosas ordinarias de la vida, tales como comer o beber. Jesús vivió bajo la autoridad de la Palabra de Dios; lo mismo debemos hacerlo nosotros.
Nótese que Jesús tenía la Palabra «guardada en su corazón» (Sal 119.11) y pudo citarla y aplicarla en el momento preciso.
B. LA SEGUNDA TENTACIÓN (VV. 5–7).
Satanás «desafía» a Jesús a probar su fidelidad a Dios. «Puesto que crees en la Palabra de Dios», insinúa Satanás, «¿por qué no pruebas una de las promesas de Dios?» Satanás entonces cita, pero equivocadamente, el Salmo 91.11–12. «Si realmente crees que Dios te cuida, ¡lánzate desde el pináculo del templo y que los ángeles te reciban!» Cristo le contestó usando Deuteronomio 6.16.
Satanás dejó fuera una frase importante: «en todos tus caminos» (Salmo 91.11). Dios guarda sus promesas cuando guardamos sus caminos. Jesús dijo que deberíamos vivir por cada palabra que Dios pronuncia, pero Satanás le añade a la Biblia y le quita. Puede tergiversar la Biblia y darle a los cristianos carnales razones para respaldar sus acciones insensatas. Tenga cuidado con tomar las promesas fuera de su contexto, o reclamar promesas cuando usted no satisface las condiciones.
Hacer algo sin la autoridad de la Biblia es pecar, porque «todo lo que no proviene de fe, es pecado» (Ro 14.23). Es tentar a Dios, «desafiarlo» a que intervenga y nos rescate cuando estamos en problemas. La desobediencia deliberada es una invitación al castigo.
C. LA TERCERA TENTACIÓN (VV. 8–10).
Satanás le ofrece a Cristo una «manera fácil» de llegar a ser Rey. Como príncipe de este mundo (Jn 14.30), Dios le ha permitido a Satanás cierta cantidad de control sobre sus reinos. De acuerdo con el Salmo 2.6–9, Dios ya le ha prometido estos reinos a Cristo. (Nótese cómo el Sal 2.6–7 le lleva de regreso al bautismo de Cristo: «Tú eres mi Hijo».) Pero tendría que morir en la cruz para ganar este reino. Satanás estaba tratando de tentarlo alejándolo de la cruz.
Cristo derrotó a Satanás con Deuteronomio 6.13. Lo que queramos adorar es el dios al que servimos. Si una persona adora al dinero, vive para el dinero y le obedece. Si adoramos a Dios, vivimos para Él y le obedecemos. No podemos hacer ambas cosas (Mt 6.24). Un día en el futuro Satanás entregará los reinos al anticristo (Ap 13). Pero Cristo vendrá para tomar estos reinos (Ap 19.11–21) y establecerá el suyo por mil años.

II. TIPOS DEL AT EN LA TENTACIÓN

En su tentación parece que Cristo cumplió dos tipos del AT: Adán y David.
A. EL POSTRER ADÁN (1 CO 15.45).
1. Adán fue tentado en un hermoso jardín; Cristo luchó en un desierto solitario.
2. Adán estaba en su mejor condición cuando fue tentado; Cristo tenía hambre.
3. Adán era el rey de la antigua creación (Gn 1.26); Cristo es el rey de la nueva creación (espiritual) (2 Co 5.17).
4. Adán pecó y perdió su dominio (Heb 2.6–9); Cristo obedeció y ganó de nuevo lo que Adán perdió, y más (Ro 5.12–21).
5. Adán fue derrotado y trajo muerte a la humanidad; Cristo salió victorioso y trajo vida a todos los que confían en Él.
B. EL HIJO DE DAVID (MT 1.1).
1. Tanto David como Cristo vinieron de Belén.
2. Ambos fueron escogidos y ungidos por Dios.
3. Ambos fueron «exiliados» y perseguidos antes de ser coronados.
4. Goliat desafió a Israel por cuarenta días; Satanás atacó a Cristo cuarenta días.
5. David usó una piedra de cinco para matar al gigante; Cristo usó un libro (Deuteronomio) de cinco (la Ley de Moisés) para derrotar a Satanás.
6. Goliat era un hombre fuerte; a Satanás se le compara con un hombre fuerte (Mt 12.22–30).
7. David le cortó la cabeza al gigante con su espada; Cristo venció a Satanás con la espada del Espíritu, la Palabra de Dios (Heb 4.12).
EL SERMÓN DEL MONTE (MT 5–7)

I. BOSQUEJO SUGERIDO DEL SERMÓN

A. LA VERDADERA JUSTICIA ILUSTRADA POR CRISTO (5.1–48).
Versículo clave: 5.48
1. Positiva: la justicia es interna (5.1–16)
2. Negativa: el pecado es interno (5.17–48)
Homicidio • adulterio • blasfemias • venganza
B. LA VERDADERA JUSTICIA PRACTICADA POR LOS CREYENTES (6.1–7.12).
Versículos clave: 6.1; 6.33; 7.12
1. En adoración, relación a Dios (6.1–18)
Dar • orar • ayunar
2. En la riqueza, relación al mundo (6.19–34)
3. En el andar, relación a otros (7.1–12)
C. LA VERDADERA JUSTICIA DEMOSTRADA POR LAS PRUEBAS (7.13–29).
Versículo clave: 7.20
1. La prueba de la auto-negación: «¿Andaré por la senda estrecha? (7.13–14)
2. La prueba de llevar fruto: «¿Qué da mi vida? (7.15–20)
3. La prueba de la obediencia: «¿Hago tanto como digo?» (7.21–29).

II. UN VISTAZO AL SERMÓN

Pocos pasajes de la Biblia son más mal entendidos y aplicados incorrectamente que el Sermón del Monte. A menudo la gente toma un versículo o frase aislada de Mateo 5–7 y desecha el contexto. Es importante que tengamos una visión total de este importante sermón antes de que intentemos estudiar las varias divisiones de este pasaje.
A. TEMA.
Cristo da el tema en 5.17–20: la verdadera justicia en contraposición a la falsa justicia de los escribas y fariseos. Es importante recordar que la gente miraba a los escribas y fariseos como sus modelos y maestros en cuanto a las cosas de Dios. Ellos fijaban las reglas y determinaban lo que era santo o profano. Una de las cosas por la que los escribas y fariseos detestaban a Jesús era porque en este sermón Él expuso la superficialidad y engaño de ellos. Véanse también Mateo 23.
B. PROPÓSITOS.
Hay tres propósitos básicos por los cuales Cristo pronunció este sermón:
(1) decirles a sus seguidores lo que es la verdadera justicia, en contraste con la falsa justicia de los escribas y fariseos;
(2) describir las leyes de su reino, los principios espirituales que Él usa para gobernar las vidas de los hombres; y:
(3) relacionar su mensaje a la ley del AT y las tradiciones de los escribas y fariseos.
C. TRES EQUIVOCACIONES.
Muchas personas cometen una (o todas) de estas tres faltas al estudiar el Sermón del Monte:
(1) Lo aplican a las naciones a pesar de que fue para individuos.
(2) Lo aplican a los inconversos, pero fue para creyentes.
(3) Lo convierten en la «ley cristiana» que se debe obedecer, cuando es en realidad una descripción de lo que es un cristiano cuando el Espíritu Santo obra a través de su vida (Ro 8.1–4).
D. ¿ES PARA NOSOTROS HOY?
Siendo que Mateo es el «Evangelio del reino» y en esta etapa el Rey todavía no había sido rechazado, algunos estudiosos dicen que el Sermón del Monte se aplica sólo al pueblo de Dios durante la edad del reino. Si Israel hubiera recibido a Cristo, estas leyes hubieran sido puestas en práctica; pero, puesto que lo rechazaron, Mateo 5–7 debe esperar al milenio para su cumplimiento. Uno puede apegarse al carácter dispensacional de Mateo sin perder para hoy el Sermón del Monte. Es más, si el Sermón del Monte se aplica únicamente a la edad del reino, ¿habrá entonces ladrones en el milenio? (6.19) ¿Habrá fariseos? (5.17–20) ¿Habrá falsos profetas? (7.15) Si Satanás va a ser atado durante el milenio, ¿para qué orar en 6.13: «Líbranos del mal»? ¿Habrá ayuno en el milenio? (6.16–18) Y, ¿por qué orar: «Venga tu reino» (6.10) si ya estamos en el reino?
Los judíos (encabezados por los escribas y fariseos) esperaban un reino político y habían olvidado el elemento espiritual. En este sermón Jesús trastornó su pensamiento al anunciar la base espiritual para su reino. Estos principios se aplican en toda edad. En verdad, la mayoría del material del Sermón del Monte se repite de una manera u otra en las epístolas del NT a la iglesia. De modo que, en tanto que Mateo 5–7 pudiera haber tenido un significado dispensacional, no nos atrevemos a decir que estos capítulos no son para la Iglesia hoy.
La siguiente tabla muestra el contraste entre la justicia que Cristo da y la justicia de los escribas y fariseos.
SERMÓN DEL MONTE LOS FARISEOS
1. La justicia es primeramente interna, luego externa (5.1–16)
2. La justicia es cuestión de actos externos (Mt 23.23–28; Lc 11.37–41)
3. El pecado es asunto del corazón, no sólo las acciones (5.17–48)
4. El pecado está principalmente sólo en las acciones externas (Lc 18.9–14; Mc 2.13–28)
5. La justicia es para que Dios la vea, no para que los hombres la alaben (6.1–18)
6. Quieren ser vistos de los hombres (Mt 23.2–12)
7. Dios primero; el dinero segundo (6.19–31)
8. Avariciosos (Lc 16.14)
9. No juzgar (7.1–12) 5. Duros en juzgar (Lc 18.9; Mt 12.2)

III. EL SERMÓN Y LA SALVACIÓN

Millones de personas piensan que pueden salvarse obedeciendo el Sermón del Monte. Piensan que es más fácil que tratar de obedecer los Diez Mandamientos. ¡Qué insensatos! Nadie jamás se salvó por obedecer ninguna ley (Gl 2.16; 3.10–11), y ¡el Sermón del Monte es mucho más estricto que la Ley de Moisés! Bajo la Ley Mosaica, si un hombre mataba a otro, era culpable, pero Jesús dijo que el odio en el corazón era equivalente moral del homicidio. La lujuria es adulterio en el corazón. Por favor, tenga presente que las Bienaventuranzas vienen primero. Describen a la clase de persona que, bajo el poder del Espíritu, puede vivir de la manera que describe Mateo 5–7. Note la progresión en las Bienaventuranzas:
1. Pobre en espíritu: esto significa humilde delante de Dios
2. Lloran: esto significa tristeza por el pecado, arrepentimiento
3. Mansos: esperando ante Dios por su misericordia
4. Los que tienen hambre y sed: clamando la justicia de Dios
5. Misericordiosos: condenándose a sí mismos, no a otros
6. Puros de corazón: ¡este es el resultado!
7. Pacificadores: tratando de ganar a otros para Cristo
8. Perseguidos: esto les ocurre a todos los que viven vidas piadosas
El Sermón del Monte no menciona al Espíritu Santo ni la sangre de Cristo, y sin embargo la base de todo es el Calvario y el poder para vivirlo es el Espíritu Santo. De nuevo, tenga presente que estos no son mandamientos para obedecer, una «ley cristiana». El Sermón del Monte describe el carácter de la persona verdaderamente recta y justa, carácter que viene al andar con el Señor. El espíritu de este sermón es lo importante. Guardarlo de acuerdo a su letra ¡es regresar a la misma justicia farisaica que Jesús está condenando!

5

Los primeros dieciséis versículos de Mateo 5 describen al verdadero cristiano y se refieren al carácter.
El resto del Sermón del Monte analiza la conducta que brota del carácter. El carácter siempre viene antes que la conducta, debido a que lo que somos determina lo que hacemos. En Mateo 5.1–16 Jesús nos muestra que la verdadera justicia es interior, y en Mateo 5.17–48 señala que el pecado es también interno. Así, expone la falsa justicia de los fariseos, quienes enseñaban que la santidad consistía en acciones religiosas y que el pecado era lo que usted hace externamente. ¡Cuántas personas cometen estas equivocaciones hoy! Dios mira el corazón, porque allí es donde se decide el destino de la vida.

I. LAS BIENAVENTURANZAS COLECTIVAMENTE (5.1–12)

La palabra bienaventuranza significa bendición y procede de la palabra latina para bendito.
Hay una progresión definida en estos versículos. Muestran cómo la persona empieza con su propio sentido de pecado y finalmente llega a ser un hijo de Dios y los resultados que siguen entonces. Nótese que estos versículos tratan con actitudes: lo que pensamos en nuestros corazones, nuestra perspectiva de la vida. Bienaventuranzas: las actitudes que deben estar en nuestras vidas si somos verdaderos cristianos.
A. «POBRES EN ESPÍRITU» (V. 3).
Nuestra actitud hacia nosotros mismos en la cual percibimos nuestra necesidad y la admitimos.
B. «LLORAN» (V. 4)
Nuestra actitud hacia el pecado, una verdadera tristeza por el pecado.
C. «MANSOS» (V. 5).
Nuestra actitud hacia otros; nos dejamos enseñar; no nos defendemos cuando estamos equivocados.
D. «HAMBRE Y SED» (V. 6)
Aquí se expresa nuestra actitud hacia Dios; recibimos su justicia por fe por cuanto la pedimos.
El resto de las Bienaventuranzas muestran los resultados de la nueva vida en el creyente:
E. «MISERICORDIOSOS» (V. 7).
Tenemos un espíritu perdonador y amamos a los demás.
F. «LIMPIO CORAZÓN» (V. 8).
Mantenemos nuestras vidas limpias; la santidad es felicidad para nosotros y no queremos sustitutos.
G. «PACIFICADORES» (V. 9).
Los cristianos deben traer la paz, entre la gente y Dios y entre los que están en pugna unos con otros. Llevamos el evangelio de la paz.
H. «PERSECUCIÓN» (V. 10).
Todos los que viven piadosamente sufrirán persecución.

II. LAS BIENAVENTURANZAS INDIVIDUALMENTE (5.1–12)

A. «POBRES EN ESPÍRITU» (V. 3).
Debemos vaciarnos antes de que nos llenen. Lo opuesto a esto es la autosuficiencia. Nuestra suficiencia no es de nosotros mismos (2 Co 3.5). El mundo promueve la autosuficiencia, sin embargo Dios mora con la persona cuyo corazón está quebrantado (Is 57.15). Esto no significa falsa humildad o cobardía; quiere decir una actitud apropiada hacia uno mismo, dándonos cuenta de cuán débiles y pecadores somos cuando estamos lejos de Cristo. Compare a los dos hombres que se mencionan en Lucas 18.9–14.
B. «LLORAN» (V. 4)
Esta es la tristeza sincera por el pecado: el nuestro y el de los demás. ¡Cuán descuidados somos respecto al pecado! Lo excusamos y, sin embargo, Dios lo aborrece y rompe su corazón. Cuídese de la tristeza de este mundo (2 Co 7.8–10). Pedro se lamentó con tristeza piadosa y fue perdonado; Judas sintió remordimiento, la tristeza de este mundo, y se quitó la vida.
C. «MANSOS» (V. 5).
¡Mansedumbre no es debilidad! Jesús fue manso (Mt 11.29) y sin embargo echó fuera del templo a los cambistas. Moisés fue manso (Nm 12.3) y sin embargo juzgó a los pecadores, e incluso encaró a Aarón con su pecado. La mansedumbre significa no afirmar mis propios derechos, sino vivir para la gloria de Dios. Los cristianos deben mostrar mansedumbre (Ef 4.1–2; Tit 3.2). Tenemos la inclinación a salirnos con la nuestra.
d. «hambre y sed» (v. 6)
Un verdadero cristiano tiene apetito por las cosas espirituales. Pregúntele a las personas lo que desean y sabrá cómo son.
E. «MISERICORDIOSOS» (V. 7).
Esto no es legalismo, sino sólo la obra del principio bíblico de la siembra y la cosecha. Si mostramos misericordia, debido a que Cristo ha sido misericordioso con nosotros, se nos devolverá misericordia (véanse Lc 16.1–13; Stg 2.13; Pr 11.17). No nos ganamos la misericordia, sino que debemos tener corazones preparados para recibirla.
F. «LIMPIO CORAZÓN» (V. 8).
No exentos de pecado (1 Jn 1.8) sino con la verdad por dentro (Sal 51.6). Significa tener un solo corazón, no dividido entre Dios y el mundo.
G. «PACIFICADORES» (V. 9).
Tito 3.3 describe que este mundo está en guerra. Las cristianos tiene el evangelio de la paz en sus pies (Ef 6.15), de modo que por dondequiera que van, traen la paz. Esta no es «paz a cualquier costo», por cuanto la santidad es más importante que una paz basada en el pecado (véanse Stg 3.17; Heb 12.14). El compromiso o componenda no es paz, pero los cristianos no deben ser contenciosos al contender por la paz.
H. «PERSECUCIÓN» (V. 10).
Véanse 2 Timoteo 3.12 y 1 Pedro 4.15. Note que debemos ser acusados «falsamente». Nunca debemos ser culpables de buscar de manera deliberada la persecución. Si vivimos vidas piadosas, ¡el sufrimiento vendrá! Note las recompensas: estamos en la misma compañía como Cristo y los profetas, y tendremos la recompensa en el cielo.

III. SAL Y LUZ (5.13–16)

Para cerrar hay dos cuadros del cristiano: sal y luz. La sal habla del carácter interno que influye en un mundo en decadencia; la luz habla del testimonio externo de buenas obras que apunta hacia Dios.
Nuestra tarea es guardar nuestras vidas puras para que podamos «salar» esta tierra y contener la corrupción de manera que el evangelio pueda salir. Las buenas obras deben acompañar nuestras vidas dedicadas según permitimos que nuestra luz brille.

IV. LO ANTIGUO Y LO NUEVO (5.17–48)

Después de declarar el significado de la verdadera justicia, el Señor entonces explicó el significado del pecado. Destacó que no estaba abrogando o anulando la ley, sino cumpliéndola. La ley del AT se relacionaba sólo con acciones externas; pero en el reino debemos cuidarnos de las actitudes pecaminosas internas. Jesús cumplió la ley en su vida, porque nadie podía acusarlo de pecado; y la cumplió en su muerte y resurrección. El pueblo de Dios no le obedece debido a obligación externa sino debido a una vida interna, el poder del Espíritu de Dios. Aun cuando en el Sermón del Monte no se menciona al Espíritu Santo, es claro que sin su ayuda no podemos practicar lo que Jesús enseña aquí (Ro 8.1–13). Jesús trata con varios pecados y explica cómo podemos vencerlos.
A. IRA (VV. 21–26).
La ley decía: «No matarás [asesinarás]» (Éx 20.13); pero Jesús dijo: «No se encolericen con otros».
La cólera o ira es como asesinato en el corazón, y puede conducir a palabras perversas y homicidio real. «El juicio» se refiere a una corte local y «el concilio» al sanedrín judío, la corte suprema de la tierra. No espere que su hermano encolerizado dé el primer paso: ¡hágalo usted y hágalo rápidamente antes de que las cosas empeoren!
B. LUJURIA (VV. 27–32).
Mientras que el adulterio real es mucho peor que las fantasías lujuriosas internas, el deseo interno puede conducir con rapidez a este pecado prohibido (Éx 20.14). Debemos ser implacables con nosotros mismos y no estimular la imaginación que «alimenta» estos pecados. Los ojos y las manos (ver y tocar) deben mantenerse bajo control. En cuanto a las enseñanzas de Cristo sobre el matrimonio y el divorcio, Véanse Mateo 19.1–11.
C. ENGAÑO (VV. 33–37).
Para la Ley de Moisés véanse Levítico 19.12 y Deuteronomio 23.23. Los expertos legales judíos tenían muchas maneras de echar a un lado la ley y romper juramentos, de modo que las promesas de una persona podía no significar nada. Jesús no nos prohíbe prestar juramento legal, pero nos advierte a hablar la verdad y a no embellecer nuestra conversación con juramentos que deberían fortalecer nuestras palabras. Tenga tal integridad, que la gente crea lo que usted dice.
D. VENGANZA (VV. 38–48).
La Ley de Moisés (Lv 24.19–23) procuraba prevenir que la gente ofendida tomara la ley en sus manos y buscara venganza en privado contra algún enemigo. También prevenía que el magistrado impusiera sentencias exorbitantes que no encajaban con las ofensas. Pero Jesús le pide a su pueblo que más bien sufra antes que hacer sufrir a otros (1 Co 6.1–8). Tenga en mente que esto tiene que ver con ofensas privadas; las cortes todavía tienen que lidiar con los infractores de la ley y deben ser castigados según el caso. Los cristianos pueden sacrificarse y sufrir según el Señor les guía, pero no tienen derecho a pedir que otros se les unan. El versículo 42 no nos ordena que le demos a cualquiera lo que se le antoje pedirnos, porque de hacerlo así podríamos causarle daño. Debemos darle lo que más necesitan y no lo que más quieren.
Levítico 19.17–18 se refiere al tratamiento de los enemigos. Véanse además Éxodo 23.4–5. En ninguna parte la ley ordena a la gente que aborrezca a sus enemigos. Jesús nos aconseja que oremos por ellos y les hagamos bien, así como el Padre lo hace con nosotros. Si tratamos a nuestros enemigos como ellos nos tratan, estamos rebajándonos a su nivel. Tampoco debemos estar satisfechos con lo que hace el cristiano promedio. «¿Qué hace usted más que los demás?» Debemos ascender e imitar al Padre celestial. La palabra «perfecto» en el versículo 48 señala la senda a la madurez del carácter, la clase de cualidades descritas en 2 Pedro 1 y Gálatas 5.22–23.

6

Mateo 6 trata con la verdadera justicia practicada en la vida del creyente. Esta sección en realidad continúa hasta 7.12 y contiene tres secciones: el creyente y la adoración (6.1–18), el creyente y la riqueza (6.19–34), y el creyente y su conducta (7.1–12). La primera involucra la relación a Dios, la segunda al mundo y la tercera a la humanidad.

I. EL CREYENTE Y LA ADORACIÓN (6.1–18)

Cristo pone la adoración primero, puesto que la relación de uno con Dios determina su relación con el mundo y con las demás personas. La clave es el versículo 1. El pensamiento principal es que nuestra relación con Dios debe ser secreta, para que Dios la vea y no para que la gente la aplauda. Dios no permitirá dos recompensas, una de los humanos y otra del cielo.
A. DAR (VV. 2–4).
A los fariseos les encantaba hacer propaganda de sus ofrendas (Mc 12.38–40). ¡Cómo le encanta a la gente de hoy decirles a otros cuánto ha dado! Si este es el motivo para sus ofrendas, ya tienen su recompensa, la alabanza de la gente. Pero no tienen recompensa del Padre.
B. ORAR (VV. 5–15).
Jesús dice: «Cuando ores» y no «Si es que oras»; Él espera que oremos. La primera cosa que caracterizaba a Pablo después de su conversión fue sus oraciones (Hch 22.17). Jesús enfatizó que es un pecado orar para ser visto y oído de otros. La oración es comunión secreta con Dios, aun cuando en la Biblia ciertamente se autoriza la oración. Sin embargo, nadie que no ora en privado debe orar en público; porque eso sería hipocresía. Jesús destaca tres errores comunes respecto a la oración:
(1) orar para ser oído de otros (vv. 5–6);
(2) orar meras palabras, repetición vacía (vv. 7–8); y:
(3) orar con pecado en el corazón (vv. 14–15).
Dios no nos perdona debido a que nosotros perdonamos a otros, sino sobre la base de la sangre de Cristo (1 Jn 1.9). Sin embargo, un espíritu no perdonador estorbará una vida de oración, y muestra que la persona no tiene una comprensión de la gracia de Dios.
La llamada «Oración del Señor» en los versículos 9–13 no fue dada para que se la recite sin sentido. Más bien es un modelo para que lo usemos para aprender a orar. Es una «oración familiar» (nótese la repetición de «nosotros» y «nuestros»). Pone el nombre de Dios, su reino y voluntad antes que las necesidades terrenas de la gente. Nos previene en contra de orar egoístamente.
C. AYUNAR (VV. 16–18).
El verdadero ayuno es del corazón, no simplemente del cuerpo (véanse Jl 2.13; Is 58.5). Para el cristiano el ayuno es preparación para la oración y otros ejercicios espirituales. Quiere decir dejar a un lado cosas menores para ganar algo mayor, y esto puede incluir alimento, sueño o inclusive las relaciones sexuales (1 Co 7.1–6).

II. EL CREYENTE Y LA RIQUEZA (6.19–34)

La clave en esta sección es el versículo 33: «Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas». Ponga a Dios primero y Dios se encargará de las cosas materiales.
A. EL PRINCIPIO BÁSICO (VV. 19–24).
Cristo indica varias razones por las cuales es insensato vivir por las cosas materiales. Por un lado, las cosas materiales no duran. Las telas eran tesoros para los judíos y sin embargo la polilla las arruinaba. El óxido arruina los metales; y los ladrones se roban las riquezas. Pero los tesoros usados para la gloria de Dios es inversión en el cielo, donde dura eternamente. La manera en que la gente usa la riqueza es una indicación de la condición de su corazón. Si gastamos nuestro tiempo y dinero sólo en los negocios y descuidamos a Dios, nuestro corazón está en nuestro negocio y no fijo en Dios.
Compare a Abraham y a Lot, en Génesis 13.5–18, y verá una ilustración de alguien con «un solo ojo».
El ojo aquí habla de la mirada del corazón. «Un solo ojo» quiere decir una persona con su vista fija en lo espiritual. Es lo opuesto a la persona de doble ánimo mencionada en Santiago 1.8; 4.4, 8. «Maligno» en el versículo 23 significa lo opuesto a sencillo; sugiere una perspectiva perversa, una visión doble. En el versículo 24 Jesús claramente nos dice que no podemos ver en dos direcciones al mismo tiempo, ni servir a dos maestros ni vivir para Dios y para las riquezas materiales. La Biblia no condena la posesión de riquezas, pero nos advierte en contra del amor al dinero y el uso incorrecto de la riqueza (véanse 1 Ti 6.9–10, 17–18; Heb 13.5; Lc 16.1–31).
B. LA PRÁCTICA DIARIA (VV. 25–34).
El «por tanto» de Cristo sugiere que ahora Él va a aplicar este principio a nuestras vidas. Muestra que afanarse por las cosas materiales es necio, ¡por cuanto no consigue nada! Nos recuerda que debemos tener nuestros valores en su justo puesto: la vida consiste en mucho más que comida o vestido. Jesús fue pobre, sin embargo, ¡cuán feliz y en paz estaba! Pablo dijo que era «como pobres, más enriqueciendo a muchos» (2 Co 6.10). Lucas 12.13–21 nos enseña a distinguir entre las verdaderas riquezas (espirituales) y las riquezas inciertas (materiales).
Cristo indica el cuidado de Dios por la naturaleza: las flores, la hierba y las aves. «Ustedes son mucho más valiosos que ellas. ¡Ciertamente Dios los cuidará!» El Padre conoce nuestras necesidades y si le ponemos en primer lugar, Él satisfará toda necesidad. ¿En qué forma practican Mateo 6.33 los creyentes de hoy? Debemos empezar con nuestro tiempo y pondremos a Dios primero cada día. Esto significa tiempo para la oración y para leer la Palabra. Pondremos a Dios primero cada semana, asistiendo con fidelidad a la casa de Dios. Pondremos a Dios primero cada día de pago, dando el diezmo al Señor. Pondremos a Dios primero en nuestras decisiones, no tomando ninguna decisión que dejaría a Dios a un lado. Lot dejó a Dios fuera de sus decisiones y terminó en la oscuridad de una cueva, ¡practicando un terrible pecado! No puso a Dios primero en su selección del lugar para vivir y criar a su familia.
Hay paralelos espirituales para las cosas materiales que la gente busca hoy. Debemos procurar alimentar a la persona oculta en el corazón con alimento espiritual, en la misma forma en que procuramos alimentar el cuerpo (Mt 4.4; 1 P 3.4). Debemos procurar que nuestros vestidos espirituales estén en orden (Col 3.7–15), así como nos preocupamos por los vestidos físicos que cubren nuestros cuerpos. Bebemos agua física, pero también debemos beber el agua espiritual de vida que Cristo ofrece (Jn 4.13–14; 7.37–39).

7

La primera parte del capítulo 7 completa la segunda sección del Sermón del Monte: «La verdadera justicia practicada por el creyente» (6.1–7.12). En 6.1–18 el énfasis está en la adoración; en 6.19–34 el énfasis está en la riqueza; y en 7.1–12 el asunto es la conducta del cristiano en relación con otras personas. La sección final del Sermón del Monte (7.13–29) se titula «La verdadera justicia sometida a prueba».
I. LA CONDUCTA DEL CREYENTE (7.1–12)
El versículo clave para esta sección es el 12: «Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos». Esta es la regla de oro que gobierna la relación del creyente con otras personas. En tanto que otras religiones tienen dichos similares a este, la regla de oro es estrictamente cristiana porque es positiva. No dice: «No les hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti». Coloca sobre el creyente la responsabilidad de actuar de tal manera que otros imiten las obras y al final glorifiquen a Dios (5.16). Esta sección tiene tres partes, cada una relacionada a la otra.
A. JUZGAR (7.1–5).
Cristo no nos dice que evitemos a toda costa evaluar a las personas, o que no usemos la sabiduría que Dios nos ha dado (Véanse 1 Jn 4.1–6). El mundo está repleto de falsos cristianos y hasta ministros de Satanás (2 Co 11.13–15). Como nunca antes los cristianos debemos estar alertas y debemos «probar los espíritus» (1 Jn 4.1). Lo que Cristo condena es el juicio riguroso y la crítica injusta de los motivos de otros. Nótese que Él usa el símbolo del ojo. En 6.22–23 Cristo definió «el ojo» como la perspectiva espiritual de la persona, que motiva la vida de uno. Cada creyente tiene la obligación de probar a otros por sus frutos (vv. 15–20), pero ninguno debe juzgar los motivos (véanse Ro 14 y 1 Co 4.5).
Este mandamiento de Cristo no prohíbe la disciplina en la iglesia. Nos dice que encaremos sincera y humildemente a los cristianos desobedientes, que examinemos la evidencia y que tratemos con el pecado en forma decisiva (véanse 18.15–18; 1 Co 5). El cristiano que dice que la disciplina eclesiástica no es bíblica debe leer 2 Tesalonicenses 3.11–15 y Gálatas 6.1–5.
Cristo nos da el derecho de ayudar a otros después que enderecemos nuestra vida. No dijo que estaba mal que ayudemos a nuestros hermanos a librarse de sus pecados; sino que dijo que debemos primero resolver nuestros pecados. En otras palabras, debemos ser con nosotros mismos tan severos como lo somos con otros. Cristo destaca dos peligros en la vida de los cristianos que juzgan a otros:
(1) que el juicio retornará a ellos, y:
(2) que se cegarán a su propia necesidad y con el tiempo necesitarán ayuda ellos mismos.
B. DISCRIMINAR (7.6).
Este mandamiento equilibra al que fue dado previamente. No debemos juzgar a otros, pero debemos tener cuidado en la manera en que se distribuyen las cosas espirituales. «Lo santo» se refiere a la carne que el sacerdote tomaba del altar; «perlas» tipifica las verdades bíblicas, las «preciosas promesas» de la Palabra. El evangelio se debe predicar a todo el mundo, pero no debemos predicar al descuido las verdades más profundas, las «joyas familiares», para no menospreciarlas. Los «perros» y los «cerdos» son los que dicen profesar la fe, pero nunca han sido realmente salvos (2 P 2.19–22).
C. ORAR (7.7–12).
¿Por qué Cristo incluye esta exhortación sobre la oración en este punto en el sermón? Debido a que es difícil para nosotros, en nuestro propio poder y sabiduría, obedecer los mandamientos que Él ha dado. «Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios», dice Santiago 1.5 haciendo eco de lo que Jesús dice aquí. El creyente que procura obedecer la Palabra de Dios debe pedir constantemente fuerza, buscar sabiduría y llamar a la puerta de Dios pidiendo la provisión de la gracia que necesita.
Note que Cristo basa la oración en la paternidad de Dios (vv. 9–11). Como hijo de Dios, podemos esperar que Dios nos cuidará y proveerá para nuestras necesidades.

III. LA VERDADERA JUSTICIA SOMETIDA A PRUEBAS (7.13–29)

Cristo bosqueja tres pruebas que demostrarán que nuestra justicia es verdaderamente de Dios. El cristianismo falso, falsificado, no pasará estas pruebas.
A. LA PRUEBA DE LA NEGACIÓN PROPIA (VV. 13–14).
Los dos caminos se refieren a dos tipos de estilo de vida: la vida cómoda, confortable, popular, o la manera difícil de la negación propia. A estos caminos se entra por dos puertas: una puerta estrecha de la rendición o la puerta ancha de la autosuficiencia. La verdadera justicia conduce a la negación de uno mismo. Note en Mateo 8.18–22 que dos hombres se alejaron de Cristo debido a que fracasaron en esta prueba. Demas también fracasó en esta prueba (2 Ti 4.10).
B. LA PRUEBA DEL FRUTO ESPIRITUAL (VV. 15–23).
«Falso profetas» no solamente significa falsos predicadores que proclaman un evangelio falso, sino ante todo falsos profesantes de la fe en Cristo. Su naturaleza interna no ha cambiado (Véanse 2 P 1.4); simplemente visten el disfraz externo de ovejas. Llaman a Cristo «Señor» y hasta hacen obras religiosas, ¡pero nunca han sido salvos! ¿Cómo detectamos a estos falsos creyentes? «Por sus frutos los conoceréis» (v. 16). ¿Qué fruto busca Cristo? Busca:
(1) el fruto del Espíritu, o el carácter cristiano según se describe en las Bienaventuranzas y en Gálatas 5.22–23;
(2) el fruto de los labios, el testimonio y alabanza a Dios (Heb 13.15);
(3) vida santa (Ro 6.22);
(4) buenas obras (Col 1.10);
(5) almas perdidas ganadas para Cristo (Ro 1.13).
Los cristianos profesantes pueden estar involucrados en actividades religiosas y pretender ser salvos, pero si genuinamente han nacido de nuevo, revelarán estos frutos en su vida diaria.
Nótese que estos «engañadores» ¡se sorprenderán en el juicio! ¡Es posible mentirnos nosotros mismos! Satanás ciega la mente (2 Co 4.3–4) y engaña a la gente a que piense que somos salvos.
Cuando Cristo retorne, millones de cristianos profesantes se sorprenderán al descubrir ¡que nunca fueron realmente salvos!
C. LA PRUEBA DE LA CONSTANCIA U OBEDIENCIA (VV. 24–29).
Los dos constructores representan dos hombres en esta vida. Ambos usaron el mismo material y los mismos planes, y el mundo no podía establecer la diferencia entre las dos casas. Pero cuando viene la tempestad, el tiempo de la prueba, la casa que no está cimentada en la roca se derrumba y cae. El verdadero cristiano está cimentado sobre la Roca, Cristo Jesús (1 Co 3.11). La justicia no se basa en una iglesia, credo o «vida buena», sino en Jesucristo que murió por el creyente. Un hijo de Dios se prueba mediante su perseverancia a través de las tormentas que lo someten a prueba. Un cristiano verdadero se prueba cuando obedece a Cristo. Uno que no es un simple oidor de la Palabra, sino también un hacedor (Stg 1.22–25).
Recorra la Biblia y note cómo los falsos creyentes siempre caen en el tiempo de la prueba. La multitud mixta de Israel quiso regresar a Egipto cuando las cosas se pusieron difíciles en su viaje.
Muchos de los que se llamaban cristianos en Roma abandonaron a Pablo en su tiempo de necesidad (2 Ti 4.9–18). Sin embargo, note cómo los cristianos verdaderos permanecen firmes sin importar cuál sea la prueba. Abraham, Moisés, Josué, David, Isaías, Jeremías, Daniel, Pedro, Pablo y muchos otros demostraron la realidad de su fe al permanecer firmes a través de la tormenta. ¡Estaban edificados sobre la Roca!

8

Avanzamos ahora a una nueva sección de Mateo, en la cual el Rey revela su poder (caps. 8–10). Mateo agrupa diez milagros para demostrar a sus lectores que Jesucristo poseía los poderes del Rey que el AT prometía que el Mesías tendría. En su primer «sermón» (Lc 4.18–19), anunció que demostraría que el
Espíritu estaba sobre Él al sanar y ayudar a las multitudes. Isaías 35 prometía que en la era del reino el ciego vería, el cojo andaría, etc. (Is 35.5–6). Estos milagros fueron las credenciales de Cristo, demostrando que era enviado de Dios. Estos capítulos nos llevan de regreso a 4.23–25.

I. PODER SOBRE LA ENFERMEDAD (8.1–17)

A. LEPRA (VV. 1–4).
Esta era la enfermedad más temida en los días de Jesús debido a que no tenía cura. Jesús tocó al leproso, con lo cual se contaminaba a sí mismo; y sin embargo su toque significaba curación. También sanó por medio de su palabra: «Sé limpio» (v. 3). Levítico 13 describe la prueba que debía realizar el sacerdote en cuanto a la lepra, y muestra cómo la lepra es un cuadro del pecado: yace más profundo que la piel (Lv 13.3); se extiende (Lv 13.7); contamina (Lv 13.44–45); aísla de Dios y del hombre (Lv 13.46); y se trata con ella con fuego (Lv 13.52). La nación de Israel fue descrita como contaminada con lepra (Is 1.5–6). Levítico 14 describe la ceremonia que el leproso sanado debía atravesar cuando se le declaraba limpio. Describe la obra de la cruz.
B. PARÁLISIS (VV. 5–13).
Aquí tenemos a un gentil que viene a Cristo pidiendo ayuda. En Mateo hay dos ocasiones en que vienen gentiles a Cristo, aquí y en 15.21–28. Note que en ambos casos Cristo sanó a distancia. Esto es un paralelo a Efesios 2.12–13, donde se dice que los gentiles estaban «alejados» espiritualmente hablando. En ambos casos lo que Cristo honró fue la fe, y por el poder de su palabra los milagros ocurrieron. Cristo da severas advertencias a los judíos (Mt 8.10–12) que, debido a su incredulidad, perderían el reino y en su lugar lo recibirían los gentiles.
C. FIEBRE (VV. 14–17).
Pasamos de una enfermedad terrible, la lepra, a una dolencia común, una fiebre; y sin embargo Cristo tiene poder sobre ambas. Pedro era casado (1 Co 9.5) y su suegra tal vez vivía junto a ellos.
Después que Jesús sanó a la suegra de Pedro, ella sirvió a Cristo, lo cual muestra cuán completa fue la curación y cuán agradecida estaba por lo que Él había hecho. Nosotros debemos hacer lo mismo.
Note que Mateo cita a Isaías 53.4 para dar prueba escrituraria del ministerio de Cristo. Algunos intérpretes toman este pasaje como dando a entender que hay «salud en la expiación» y que la muerte de Cristo nos da el privilegio de la sanidad física hoy. Pero nótese que Mateo no se refiere a la muerte de Cristo, ¡sino a su vida! Isaías 53.4 no se refiere al Calvario, sino al ministerio de sanidad que Cristo realizó en esta tierra. Primera de Pedro 2.24 aplica Isaías 53.4 a la sanidad de nuestros pecados. Sin dudas que Dios tiene poder para curar hoy, y debido a la muerte de Cristo tendremos redención física algún día (Ro 8.18–24); pero no apliquemos este versículo a la sanidad hoy en día. Mateo no lo hizo y nosotros tampoco debemos hacerlo.

II. PODER SOBRE LA NATURALEZA (8.18–27)

En lugar de «seguirle la corriente» a las multitudes, ¡Jesús se alejó de ellas! Cuán diferente de algunas celebridades cristianas de hoy que apelan a la multitud y aman la alabanza de la gente. Los versículos 19–22 muestran por qué Jesús no se impresionaba por las grandes multitudes: la gente no estaba dispuesta a dejarlo todo y seguirlo. Estaban interesados en ver milagros, pero no estaban interesados en darlo todo por Cristo.
Algunos creen que esta tormenta fue de origen satánico, puesto que los discípulos (que algunos eran pescadores) se aterrorizaron. Tal vez fue un ataque satánico para destruir a Cristo. Sabemos que las tormentas repentinas son comunes en el mar de Galilea. Vemos la paz que Cristo mostró, capaz de dormir en medio de una peligrosa tempestad. Esta es la paz que podemos tener cuando sabemos que estamos en el centro de la voluntad de Dios. De nuevo, por su palabra Él controla el viento y el mar y hay calma inmediata. Pasamos de «una tempestad tan grande» (v. 24) a una «grande bonanza» (v. 26) debido ¡al gran Salvador! Cuán agradecidos debemos estar porque Cristo calma las tormentas de la vida (Véanse Sal 107.23–31).

III. PODER SOBRE SATANÁS (8.28–34)

Cristo se enfrenta de nuevo a su enemigo, esta vez en una tumba. ¡Qué ilustración es esta de Efesios 2.1–3! Vemos a la muerte (la tumba), la posesión satánica, la inmundicia de la carne y una terrible exhibición de enemistad contra Dios. En tanto que Mateo habla de dos hombres, los demás Evangelios hablan de uno, tal vez del que era más prominente. Mateo no contradice a Marcos y a Lucas; suplementa su relato.
Debemos admitir la realidad de los poderes demoníacos en nuestro mundo hoy (Ef 6.12) y el deseo de Satanás de destruir cuerpos humanos y condenar sus almas al infierno. El temor de los demonios de que Cristo los atormente «antes de tiempo» (v. 29) indica que hay un juicio futuro para Satanás y sus ejércitos. Los demonios necesitan tener un cuerpo para hacer su obra en este mundo, así como el Espíritu necesita del cuerpo humano (Ro 12.1–2). Este es el porqué los demonios le rogaron que les dejara entrar en los cerdos. ¡A los ojos de Satanás un cerdo es tan bueno como el hombre! (Véanse dónde terminó el hijo pródigo: con los cerdos, Lc 15.15–16.)
Los demonios deben obedecer la Palabra de Dios: «Id», y esta única palabra los expulsó del hombre. Los cerdos perecieron debido a que Satanás es homicida (Jn 8.44). Esto es lo que los demonios hubieran hecho con el hombre si Cristo no hubiera intervenido en su amor y gracia. ¡Jesús estuvo dispuesto a atravesar la tormenta para salvar de Satanás a estos hombres! Sí, y ¡estuvo dispuesto a atravesar las tormentas de odio de los hombres y las tormentas del Calvario para salvar nuestras almas!
Cuán necios fueron los moradores al pedirle a Jesús que se fuera. Si usted compara esto con los Evangelios de Lucas y Marcos, descubrirá que hubo tres «ruegos» en esa tumba: los demonios le rogaron que les permitiera entrar en los cerdos; uno de los hombres sanados le rogó a Jesús que le dejase seguirlo; y los ciudadanos le rogaron a Jesús que se fuera de sus contornos.
Jesucristo hoy tiene poder sobre Satanás (Jn 12.31; 14.30; Col 2.15). En la actualidad, tal vez los poderes demoníacos obren en forma diferente a aquella cuando el Señor estaba en la tierra, pero de todas maneras obran. Una persona está llena de orgullo; otra, con lujuria; una tercera con el amor al dinero. Sólo Cristo puede librar a los cautivos y darles libertad.
Note el poder de la Palabra de Dios en el capítulo 8 (vv. 8, 16, 26, 32). Es la Palabra de Dios, no la nuestra, la que es poderosa (Heb 4.12). Debemos especializarnos en la Biblia para nuestra predicación, nuestro testimonio personal y nuestra vida diaria.

9

Este capítulo continúa la presentación del poder del Rey (caps. 8–10). Anteriormente vimos el poder de Cristo sobre la enfermedad (8.1–17), la naturaleza (8.18–27) y Satanás (8.28–34).

I. PODER SOBRE EL PECADO (9.1–17)

A. EL MILAGRO (VV. 1–8).
La parálisis dejó inválido al hombre. Amigos creyentes lo llevaron a Jesús y Él respondió a la fe de ellos sanando al hombre. Pero hizo más que eso: ¡también le perdonó los pecados! «El Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados» (v. 6). Los críticos de Jesús le acusaron de blasfemia, demostrando así que no aceptaban su realeza y condición de Hijo de Dios.
B. LOS RESULTADOS (VV. 9–17).
Los escribas y fariseos comenzaron a buscar razones para acusar y oponerse a Cristo (véanse vv. 3, 11, 34). Así cuando Mateo celebró una cena para Cristo e invitó a sus «amigos pecadores», los fariseos asistieron para crear problemas. En este pasaje Cristo se auto-describe como un médico que sana corazones pecadores (v. 12) y como el Esposo que trae alegría a las vidas de las persona (v. 15).
Muchos cristianos hoy piensan que nuestra tarea es abrir las puertas de la iglesia e invitar a los pecadores a venir a nosotros, pero Jesús nos instruye a ir a los perdidos con el mensaje del evangelio.
Hay un peligro de que la «separación» se convierta en «aislamiento» y que fracasemos al contactar a los pecadores perdidos.
Juan estaba en prisión y sus discípulos estaban confusos. Más tarde (11.1–6) Juan mismo expresó su deseo de saber más de lo que Cristo estaba haciendo. El ministerio de Jesús era diferente al de los fariseos, quienes ayunaban con frecuencia (Lc 18.12), y querían una explicación. Jesús les dijo que estaba introduciendo algo nuevo, y habló de una ropa nueva y del nuevo vino. Uno no puede poner el mensaje nuevo del evangelio en el viejo recipiente de la ley. Mezclar la ley y la gracia es causar confusión y destruir ambas cosas. La nueva vida en Cristo debe tomar nuevas formas. Mezclar el pacto antiguo con el nuevo conduce a la confusión religiosa.

II. PODER SOBRE LA MUERTE (9.18–26)

A. EL DESEO (VV. 18–19).
Este hombre era religioso y obediente a la ley, sin embargo, cuando le llegó la muerte, su religión fue impotente y no le ayudó. La ley mata; el Espíritu vivifica. Para más detalles véanse Lucas 8.40–56 y Mateo 5.21–43.
B. LA TARDANZA (VV. 20–22).
La mujer con flujo de sangre tenía fe y estaba dispuesta a humillarse a los pies de Jesús. Los médicos del mundo no pudieron curarla (Mc 5.26), de modo que ella acudió al Gran Médico. Pero esto retrasó al Señor para ir a la casa de Jairo, y ¡cómo Jairo debe haberse puesto frenético! Sin embargo, las tardanzas de Cristo siempre conducen a una mayor bendición. (Véanse el caso de Lázaro en Jn 11.) En lugar de sólo sanar a la muchacha, ¡Él la levantó de los muertos!
C. LA BURLA (VV. 23–24).
Imagínese, ¡pecadores riéndose de Jesús! Esto prueba que la muchacha estaba realmente muerta, de otra manera no se hubieran reído de Cristo. Podemos esperar que el mundo se ría de nosotros cuando procuramos rescatar pecadores de la muerte (Ef 2.1–10).
D. LA DEMOSTRACIÓN (VV. 25–26).
Él toca a la muchacha y le habla, y ella vuelve a la vida. Cristo levantó de los muertos a tres personas, cuyos relatos tenemos completos en la Biblia: una muchacha (aquí), un joven (Lc 7.11–16) y un hombre maduro o viejo (Jn 11). La muerte es un cuadro de la muerte espiritual (Ef 2.1; Jn 5.24–25).
Así, el pecado alcanza a todas las edades; pero a pesar de que todos los pecadores están muertos espiritualmente, hay diferentes grados de decadencia. La muchacha acababa de morir, el joven quizás murió el día anterior y Lázaro ¡llevaba cuatro días enterrado! El «pecador moral» es como la muchacha: no hay podredumbre, pero sí muerte. El «pecador inmoral» es como Lázaro: Su pecado hiede. Los tres fueron levantados por el poder de la Palabra, un cuadro de Juan 5.24.

III. PODER SOBRE LAS TINIEBLAS (9.27–31)

Cómo se quedaron ciegos estos hombres, no lo sabemos. Tal vez fue por enfermedad, pecado o accidente. Reconocieron a Jesús como el Hijo de David (cf. 1.1) y le siguieron a la casa. Jesús les preguntó si tenían fe, y como sí la tenían, los sanó. Nótese cómo la fe aparece en los capítulos 8 y 9. El centurión tenía gran fe (8.10), pero los discípulos en la tormenta tenían poca fe (8.26). La fe de los amigos ayudó al paralítico (9.2) y la fe de la mujer le dio sanidad (9.22). La fe de Jairo fue probaba por el retraso en el camino, y los ciegos vieron recompensada su fe. La curación del ciego fue prueba del mesiazgo de Cristo, según Lucas 4.18 e Isaías 61.1–2.

IV. PODER SOBRE LOS DEMONIOS (9.32–38)

Este milagro produjo gran revuelo: «Nunca se había visto cosa semejante en Israel» (v. 33). De este modo Cristo se presentó y demostró su realeza. Sin embargo, los líderes religiosos le rechazaron y ¡hasta le acusaron de ser cómplice de Satanás! Un día en el futuro, Israel admitiría a un falso Cristo que recibiría su poder de Satanás (Jn 5.43). Esta acusación fue del enemigo que con el tiempo creció hasta ser una rebelión abierta, en 12.22–37.
Nótese que Jesús no discutió con la gente, sino que más bien fue a ayudar a los que le recibían.
Predicó «el evangelio del reino» (v. 35), lo que quiere decir que todavía se ofrecía a la nación como su Rey. Posteriormente, envió a sus discípulos a predicar el mismo evangelio, a realizar los mismos milagros (10.5–8). Esta comisión no es nuestra hoy, ni tampoco nos atrevemos a aducir que tenemos el poder para realizar milagros. Todo se relaciona a Israel como nación, no a la Iglesia, «porque los judíos buscan señal» (1 Co 1.22).
Las multitudes de hoy todavía necesitan del Pastor. Sólo Cristo puede guiarles y alimentarles (Véanse Ez 34). Cristo se auto-describe como el pastor y como el labrador, el Señor de la mies. La mies es Suya (v. 38) y debemos obedecerle si vamos a ganar almas. Véanse en Juan 4.31–38 una enseñanza paralela.

10

Este capítulo nos lleva al final de la primera sección de Mateo: «La revelación del Rey» (1–10). En 1–4 Él reveló su persona, en 5–7 sus principios y en 8–10 su poder. En los capítulos 8–9 reveló su poder mediante una serie de milagros que realizó; en este capítulo envía a sus embajadores a realizar milagros y a llevar el mensaje del reino. Tenga presente que dondequiera que usted tiene señales, está tratando con los judíos y el mensaje del reino (1 Co 1.22).
Al leer este capítulo notará que hay un cambio en las instrucciones del versículo 16 y del 24. Si aplica todo este capítulo a los doce apóstoles, quedará confundido, porque en los versículos 15–23 Jesús salta siglos y analiza el mensaje del reino durante la tribulación. Este capítulo da instrucciones a los apóstoles en el pasado (vv. 1–15), a los apóstoles del futuro período de la tribulación (vv. 16–23) y a los siervos de Dios de hoy (vv. 24–42).

I. INSTRUCCIONES A LOS APÓSTOLES DEL PASADO (10.1–15)

En 9.36–38 Cristo les pidió que oraran por la mies; ahora les envía a la mies a servir. Es cosa seria orar por los perdidos, debido a que Dios querrá usarlo para que le ayude a contestar esas oraciones.
Nótese el cambio de «discípulos» (aprendices) en el versículo 1 a «apóstoles» (enviados) en el versículo 2. Estos doce hombres fueron los primeros misioneros. Cristo les dio el divino poder que necesitaban para hacer Su obra, porque Él siempre equipa a quienes llama al servicio. Dios usa una variedad de personas para lograr Su obra.
La comisión era clara: predicar el reino de los cielos e ir solamente a los judíos. Juan el Bautista lo hizo (3.2), Jesús también (4.17) y ahora sus discípulos debían esparcir el mensaje por toda la nación.
Los milagros que realizarían serían las credenciales de que representaban al Rey (Heb 2.1–4).
Esta comisión no es para la Iglesia, ni para los misioneros individuales hoy. No tenemos estos poderes milagrosos, puesto que se dieron especialmente a sus apóstoles (Mc 16.17–18; Ro 15.18–19; 2 Co 12.12). En tanto que el siervo de Dios no depende de cosas materiales, todavía debe prepararse y proveer para sí y su familia a fin de llevar el mensaje (1 Ti 5.8). Los misioneros de hoy no deben seguir las instrucciones de los versículos 9–10. Pablo apreciaba el sostén que recibía de las iglesias, y así lo hacen hoy los misioneros en todo el mundo.
Finalmente, no predicamos el evangelio del reino a los que «son dignos». Anunciamos el evangelio de la gracia de Dios a todas las personas e invitamos a los pecadores a venir a Cristo. Mientras que los principios espirituales de esta sección pueden aplicarse a nosotros hoy, las instrucciones específicas no se aplican.

II. INSTRUCCIONES A LOS APÓSTOLES FUTUROS (10.16–23)

No es inusual que los escritores de la Biblia salten de un período a otro sin ninguna advertencia.
Aquí Jesús mira a través de la historia y ve a los que serán sus testigos durante el período de la tribulación. Estos versículos no se aplican a los doce apóstoles por varias razones:
(1) El versículo 1 les prohíbe ir a los gentiles, en tanto que el versículo 18 dice que serán testigos a los gentiles.
(2) El Espíritu no podía hablarles hasta la crucifixión y resurrección de Cristo (Véanse Jn 14.17).
(3) No hay evidencia de que los doce apóstoles fueron perseguidos. Lucas 9.10 y Marcos 6.30 indican que tuvieron un ministerio de mucho éxito y que estaban contentos con eso.
(4) Los versículos 22–23 son paralelos de 24.9, 13, donde definitivamente se aplican al fin del tiempo.
Hay un sentido en el cual esta sección pudiera aplicarse al ministerio de los apóstoles durante el libro de los Hechos, en especial al apóstol Pablo. Sin embargo, la verdadera aplicación es para el período de la tribulación. Nótese que el versículo 22 no tiene nada que ver con la salvación del pecado. Habla acerca de la perseverancia fiel de
Sus embajadores durante el tiempo de persecución en la tribulación. Esto concluirá con el regreso del Señor (v. 23).

III. INSTRUCCIONES PARA LOS DISCÍPULOS PRESENTES (10.24–42)

Note que Él vuelve a la palabra discípulo y que no la limita solamente al judío. Este pasaje contiene estímulo e instrucciones para sus seguidores de hoy. Somos aprendices (discípulos) y obreros (siervos).
Advierte en contra de temer al hombre (vv. 25–31). Nos asegura que los hombres lo trataron de la misma manera y que es un privilegio para nosotros sufrir por la causa de Dios (véanse Flp 1.29; Hch 5.41). El versículo 28 no nos habla acerca de Satanás, porque no tiene poder para destruir el cuerpo y el alma en el infierno. Dios lo tiene, y Cristo nos dice que le temamos a Él y solamente a Él. Cuando tememos a Dios, no necesitamos temerle a nada más. Cristo asegura que el Padre nos cuida, porque Dios cuida aun las aves del campo que tienen hambre. En los versículos 31–33 indica la importancia de confesar abiertamente a Jesucristo. Esto se aplicaría a los siervos y a los convertidos (véanse Ro 10.9–10; 2 Ti 2.12). La confesión no salva, pero es el resultado natural de la salvación.
Los versículos 34–39 indican con claridad que el evangelio divide a la gente. Cristo es el Príncipe de paz y el evangelio es el mensaje de paz, pero cuando la gente confiesa a Cristo, es usual que tengan enemigos. Cristo separa y hace que los lazos naturales de familia y amigos sean menos importantes.
Los cristianos no pueden servir a Cristo sin tomar la cruz; esto significa crucificar al yo y llevar su vituperio. Salvar nuestras vidas quiere decir perderlas, pero perderlas por su causa significa salvarlas.
Los versículos finales (40–42) indican la importancia del siervo de Cristo. Es el representante de Cristo. Rechazar al siervo es rechazar a Cristo, como Pablo lo indica en 2 Corintios 5.20. Cuánto nos estimula saber que representamos al Rey de reyes y que Él está justo allí con nosotros cuando le servimos.
En esta sección Cristo señala la posición del siervo (vv. 24–25), su protección (vv. 26–32), su privilegio (vv. 33–38), la promesa (v. 39) y la práctica (vv. 40–42).

11

Hemos llegado a un punto crucial en el ministerio de Cristo según Mateo lo presenta. Ya «la revelación del Rey» está completa (caps. 1–10); ahora «la rebelión en contra del Rey» empieza a aparecer (caps. 11–13). En esta sección los judíos se rebelan en contra de cada revelación que Cristo dio de sí mismo.
Él fue anunciado por Juan Permitieron que Juan fuera arrestado (11.1–19)
Él realizó muchos milagros Las ciudades rehusaron arrepentirse (11.20–30)
Él anunció sus principios Discutieron con Él sobre eso (12.1–21)
Él reveló su persona Dijeron que Él obraba con Satanás (12.22–50)
El resultado, por supuesto, es que Jesús se aleja de la nación (caps. 14–20) y mira hacia la cruz. Lo que empezó como rebelión más tarde se convertiría en abierto rechazo.

I. EXPLICACIÓN RESPECTO A JUAN EL BAUTISTA (11.1–19)

A. LA PETICIÓN (VV. 1–3).
Juan ya llevaba mucho tiempo en prisión (Véanse 4.12). ¿Por qué dudó Juan de la realeza de Cristo cuando el Espíritu le había dicho quién era Cristo? (Jn 1.29–34). La respuesta está en la palabra «a otro» en la pregunta de Juan: «¿o esperaremos a otro?» (v. 3). En el griego hay dos palabras para decir «otro». Una significa «otro de la misma clase», como cuando Jesús dijo: «Y os dará otro Consolador» (Jn 14.16). La palabra que se usa en Mateo 11.3 es «otro de diferente clase». Juan anunció la venida del Rey y prometió un tiempo de juicio y purga (Mt 3.7–12); sin embargo, el ministerio de Jesús era de misericordia. Juan preguntó: «¿Eres tú el Mesías, o esperaremos a otros de una clase diferente, uno que purgará la nación y juzgará el pecado?» Sin duda que los largos meses en prisión le redujeron la visión a Juan, parecido a Elías del AT en cuyo espíritu vino Juan (1 R 19.1–4).
B. LA RESPUESTA (VV. 4–6).
Jesús con ternura afirma y estimula la fe de su siervo. Si usted compara esto con Lucas 7.18 verá que los discípulos de Juan le dieron informes del ministerio de sanidad de Cristo. Por eso es que Jesús dijo: «Id, y haced saber a Juan» (11.4). En otras palabras, Jesús estaba reasegurándole a Juan que Él era el Rey, porque estaba realizando los mismos milagros que las Escrituras decían que realizaría (véanse Is 35.5–6 y 61.1). «No tropieces por mí», le dijo Jesús a Juan, refiriéndose probablemente a Isaías 8.14–15. Cristo usó la Palabra para animar a Juan, una buena lección para nosotros en tiempos de duda y desaliento.
C. EL RECONOCIMIENTO (VV. 7–15).
¡Qué tremendo reconocimiento Cristo le dio a Juan en este pasaje! Esto es su: «¡Bien hecho!», a un siervo fiel y bueno que daría su vida por Cristo. Juan no era una caña que se mece con facilidad; era un hombre con convicciones. No era una celebridad que disfrutaba de fama y lujos; era un siervo dispuesto a sufrir por Cristo. El mismo Cristo indica que el ministerio de Juan era el cumplimiento de Malaquías 3.1. Si la nación hubiera recibido a Jesús, Juan hubiera sido el Elías prometido por Dios (v. 14; Véanse 17.10–13). Debido a que rechazaron tanto a Juan como a Jesús, el cumplimiento literal y final del Malaquías 3.1–3 no tendrá lugar sino en el fin de los tiempos. Juan fue el último de los profetas del AT. Debido a que solamente anunció el reino, no es tan grande como la persona más humilde en el reino (v. 11).
D. LA REPRENSIÓN (VV. 16–19).
Cristo reprendió a la gente de esa generación por su infantilismo. ¡Nada les complacía! Juan y Jesús eran contrastes en sus vidas y ministerio, y sin embargo ninguno pudo satisfacer a la multitud infantil.
Hay una diferencia entre ser infantil y ser como un niño. En los versículos 25–26 Jesús dice que únicamente los que son como un niño pueden entender su Palabra. El mundo de hoy es como chiquillos malcriados que exigen siempre entretenimiento y algo nuevo. Rehúsan tomar con seriedad la vida o la muerte.

II. CONDENACIÓN DE LAS CIUDADES (11.20–24)

Esta es la primera ocasión que encontramos a Jesús pronunciando palabras de condenación. Había hecho muchas obras poderosas, asimismo sus discípulos; sin embargo, las ciudades le rechazaron. Capernaum había sido especialmente bendecida, puesto que fue el «cuartel» de Jesús durante la primera parte de su ministerio (véanse Mt 8.5–17; 9.1). Donde la luz brilla más intensa, la gente tiene mayor responsabilidad. Habrá grados de juicio de acuerdo a la cantidad de luz que tuvo la persona. ¡Es algo serio conocer la verdad y alejarse de ella!

III. INVITACIÓN AL CARGADO (11.25–30)

Este es un momento crucial en el ministerio de Jesús. La rebelión contra el Rey ya se ha establecido y culminará en rechazo abierto. ¡Cristo se vuelve a su Padre y le alaba! Qué ejemplo para nosotros cuando enfrentamos tiempos de dificultad.
La voluntad del Padre debe gobernar siempre nuestras vidas. Dios pasó por alto a los fariseos y escribas sabios y prudentes, y escogió para la salvación a la gente sencilla y común pero creyente (Véanse 1 Co 1). No podemos explicar el misterio de la voluntad del Padre, pero podemos adorarle y obedecerle. La invitación de Cristo aquí es para que todos vengan a Él. Deja de ser un mensaje limitado a los judíos, como lo fue en 10.5–6. Cristo ahora abre la puerta a todo el que cree y quiere venir y tomar su yugo.
Los fariseos colocaron muchas cargas sobre la gente (Mt 23.4), y su religión no les dio ni descanso ni paz. Ninguna religión humana puede dar paz al corazón. Cristo ofrece un yugo que es fácil en contraste con el opresivo y demoledor yugo de la ley (Hch 15.10). Note el doble uso de la palabra «descanso». «Yo os haré descansar»: este es el descanso de la paz con Dios que viene con la salvación. «Hallaréis descanso»: esta es la paz de Dios que viene con la entrega (Véanse Flp 4.6–9). Estar uncido al yugo de Cristo es la bendición más grande posible.

12

Los sucesos de los capítulos 12–13 tuvieron lugar en un día crucial en el ministerio de nuestro Señor. Vemos la rebelión en contra del Rey tornándose más y más feroz. Los fariseos habían rechazado a su mensajero, Juan el Bautista (11.1–19), y no se habían arrepentido aunque Jesús había hecho obras poderosas (11.20–30). Ahora arguyen respecto a los principios de Cirsto (la cuestión del sabbat), ¡e incluso le acusan de estar en confabulación con Satanás! Este es un capítulo lleno de conflicto.

I. CONFLICTO SOBRE EL SABBAT (12.1–21)

A. SU ACUSACIÓN (VV. 1–2).
El sabbat era algo muy querido por los judíos, puesto que era la señal especial del pacto de Dios con la nación (Éx 31.12–17). Sin embargo, los líderes religiosos lo habían convertido de un día de bendición espiritual y gozo en uno de observaciones legales, por lo cual las reglas convertían el Sabbat en una carga, no en una bendición. Tenga presente que el sabbat nunca se le dio a la Iglesia. Nuestro día del pacto es el primer día de la semana, el día del Señor, el día de la resurrección.
B. LA RESPUESTA DE CRISTO (VV. 3–8).
Jesús usó la Palabra para responder a sus enemigos. Los refirió a David (1 S 21.1), quien tuvo hambre en el día de reposo y comió de los panes sagrados de la proposición en el tabernáculo. En ese tiempo David era un rey rechazado, justo como Jesús lo era, pero todavía no había sido coronado.
Cristo también hizo referencia a la ley (Nm 28.9–10) que permitía al sacerdote trabajar en el día de reposo y ofrecer sacrificios. Al final, citó de los profetas (Os 6.6) para mostrar que Dios está más interesado en el corazón que en observancias vacías y externas. Cristo intrépidamente afirmó que Él, no los fariseos, era el Señor del día de reposo, lo cual era otra manera de decir que era Dios, puesto que Dios ordenó el sabbat.
C. SU SEGUNDA ACUSACIÓN (VV. 9–21).
Los fariseos hicieron tan estricta la regla de no trabajar, ¡que incluso aducían que era pecado curar en el día de reposo! Jesús usó la lógica simple para mostrar que sus regulaciones estaban erradas.
Auxiliaban a su ganado en el día de reposo; ¿no es un hombre mucho más valioso que una oveja? Así Jesús afirmaba el valor del alma humana ante Dios. El versículo 14 relaciona el principio del plan de los fariseos para destruir a Jesús. ¿Cómo respondió? Se apartó de ellos. Esto dio cumplimiento a la profecía de Isaías (Véanse Is 42.1–3) que describe el ministerio del Mesías. Él no argüiría con sus enemigos (Mt 12.19), ni traería juicio sobre ellos (v. 20). Algunos eruditos dicen que la «caña cascada» y «el pábilo que humeare» del versículo 20 se refiere a los pecadores débiles y necesitados; pero es más probable que sean figuras de los enemigos de Cristo, gente a la que Cristo no juzgará sino hasta el tiempo apropiado. Nótese que la palabra «gentiles» aparece en los versículos 18 y 21, otra indicación de que el Rey ha sido rechazado por su nación y se volverá a los gentiles. Se verá de nuevo a los gentiles en los versículos 41–42, cuando Él habla acerca de Nínive y la reina del sur.

II. CONFLICTO SOBRE SATANÁS (12.22–37)

Los fariseos, como la gente mundana de hoy, siempre buscaban qué criticar. En lugar de regocijarse por la curación del hombre, acusaron a Cristo de estar en alianza con Satanás. Cristo destacó que su argumento no era lógico, puesto que significaría que Satanás estaba luchando contra sí mismo. Aun los judíos incrédulos podían echar fuera demonios (v. 27 y Véanse Hch 19.13); ¿quería eso decir que estaban también en alianza con Satanás? El argumento final de Cristo (v. 29) es que Él nunca podía echar fuera a los demonios a menos que venciera antes a su líder, Satanás, lo cual hizo en el capítulo 4.
Esto llevó al terrible argumento respecto al pecado imperdonable. Tenga estas cosas presentes cuando usted considere el pecado imperdonable:
A. ES UN PECADO DEL CORAZÓN, NO DE LOS LABIOS (VV. 34–35).
Las palabras de los labios son evidencia de la condición del corazón; y palabras perversas indican un corazón perverso.
B. ES UN PECADO COMETIDO A LA LUZ DE GRAN EVIDENCIA.
Estos hombres vieron los milagros de Cristo y todavía endurecían sus corazones en contra de Él.
C. ES UN PECADO DE INCREDULIDAD VOLUNTARIA, PERSISTENTE Y DE RECHAZO FINAL A JESUCRISTO.
El adulterio no es imperdonable (Véanse Jn 8.1–11), ni tampoco lo es el homicidio (Dios le perdonó a David). Pero cuando una persona persiste en rechazar a Cristo y llega al lugar donde su corazón está tan encallecido que no se preocupa por su destino eterno, es demasiado tarde.
Jesús está predicando aquí el mensaje de Juan el Bautista (Véanse 3.7). Este llamó a los fariseos «generación de víboras» porque eran hijos de la antigua serpiente, el diablo (Véanse 23.33). Tenían cierta forma de piedad, pero no conocían a Dios. Como Satanás, eran imitadores de la verdadera piedad (2 Co 11.13–15).

III. CONFLICTO SOBRE LAS SEÑALES (12.38–50)

Cristo había realizado muchos milagros y sin embargo ellos todavía pedían señal (Jn 12.35–43).
Cristo les prometió sólo una señal: Su muerte, sepultura y resurrección, como se ilustra en Jonás. Tenga presente que Jonás fue un mensajero a los gentiles, otra indicación de que Israel rechazaría a Cristo.
¿En que forma Cristo es «más grande que Jonás»? (v. 41) Es más grande en su ministerio, puesto que Jonás desobedeció a Dios. Es más grande en su mensaje, puesto que predicaba salvación y no el juicio venidero.
La parábola en los versículos 43–45 pudiera denominarse «reforma sin regeneración interna». Los judíos regresaron del cautiverio purgados de su pecado de idolatría. La «casa» había sido barrida, pero todavía estaba vacía. Tenían religión y moralidad externa, pero sus corazones estaban vacíos y su religión era vana. Por consiguiente, Satanás pudo volver a entrar en la casa con otros pecados, y ¡el estado posterior de la nación fue peor que el primero! En el AT los judíos adoraron ídolos, pero en los Evangelios ¡mataron a su propio Mesías!
Lo mismo les ocurre a los individuos. Cuán fácil es «reformarse», unirse a la iglesia y vivir respetablemente sin que Cristo more en el corazón. Esta «justicia falsa» durará sólo por un tiempo; entonces Satanás se apoderará de esa vida vacía y la arruinará. La religión significa limpiar lo de afuera; salvación significa nueva vida y santidad interior. Véanse 2 Pedro 2.20–22.
Al final del capítulo 11 Jesús invitó a todos los que están «agotados y llevando una carga muy pesada» (v. 28, traducción del autor). Aquí (vv. 46–50), Él usa esa maravillosa expresión «todo aquel».
Estaba rompiendo todo los lazos naturales. La nación se había rebelado contra su mensaje y ministerio.
Ahora habla de una familia mundial de Dios, a «todo aquel» que haga la voluntad de Dios.

13

Este es un capítulo crucial en la Biblia; uno que todo creyente debe procurar entender ampliamente. La rebelión contra Cristo alcanza su clímax, y Él se vuelve de la nación a todo aquel que viene a Él (Mt 11.28–30). La gran pregunta ahora es: «¿Qué del reino ahora que han rechazado al Rey?» La respuesta a esa pregunta está en Mateo 13. En este capítulo Cristo bosqueja los «misterios del reino» y explica cómo es «el reino de los cielos» durante la edad presente.

I. EL ESCENARIO DE LAS PARÁBOLAS

A. «SALIÓ JESÚS DE LA CASA» (V. 1).
«La casa» aquí se refiere a la casa literal en la cual Jesús había estado enseñando, pero puede representar la casa de Israel (10.6). Al dejar la casa estaba diciendo (simbólicamente) que había dejado a la nación y ahora se volvería a los gentiles.
B. «JUNTO AL MAR» (V. 1).
El mar en las Escrituras quiere indicar las naciones gentiles del mundo (Ap 17.15; Is 60.5). Cristo ahora va a los gentiles y empieza una nueva fase de su ministerio (véanse 10.5–6; 12.17–21, 39–42).

II. LA RAZÓN PARA LAS PARÁBOLAS

A. LA RAZÓN HUMANA (VV. 10–17).
La condición del corazón de la gente hizo necesario que Cristo usara parábolas. (Una parábola es una historia en la cual algo familiar explica algo no familiar.) Cristo cita Isaías 6.9–10 para explicar el porqué usaba parábolas: los corazones, oídos y ojos de la gente se habían embotado, endurecido y enceguecido. Al usar parábolas, estimulaba la curiosidad de los interesados, los que en realidad querían saber la verdad. Pero también escondía la verdad de los rebeldes; Él no echaría estas perlas de verdad a los cerdos (7.6). Las parábolas no evitaron que la gente aprendiera la verdad; más bien estimularon su interés y les animaron a aprender. Esto es un cumplimiento de 11.25: el orgulloso no verá, pero los niños aprenderán la verdad y serán salvos.
B. LA RAZÓN DIVINA (VV. 34–35).
Cristo cumplió la profecía del Salmo 78.2. Las verdades dadas en Mateo 13 habían sido guardadas en secreto desde la fundación del mundo; eran un «misterio» escondido a la gente, pero ahora revelado.
Por esta razón, no busque estas verdades en el AT. Un «misterio» en la Biblia es una verdad oculta en edades pasadas, pero ahora revelada por Dios a través de sus siervos. No se halla en el AT, excepto en tipo o símbolo. Véanse Efesios 3.

III. LOS MISTERIOS DEL REINO DE LOS CIELOS

A. EL TÉRMINO.
Por favor, tenga presente que «el reino de los cielos» en Mateo 13 está en forma de «misterio». O sea, no se refiere al reino terrenal del Mesías, sino más bien al reino aquí en la tierra durante la ausencia del Rey. El «reino de los cielos» es una mezcla de bien y mal, verdad y falsedad. No es la Iglesia. La Iglesia está en el reino de los cielos, pero es distinta al mismo. El reino de los cielos es equivalente a nuestro término «cristiandad». Está formado por todos los que profesan lealtad al Rey, sea en verdad o en pretensión.
B. EL TIEMPO.
Usted notará en el análisis de Mateo 13 que el reino empieza con la siembra de la Palabra en el Día de Cristo, y continúa hasta el fin de esta edad. Estas parábolas delinean el programa de Dios y la oposición de Satanás durante esta edad.
LA PARÁBOLA DE LA CIZAÑA (MT 13.24–30, 36–43)
I. LOS SÍMBOLOS QUE SE USAN
A. UNA EXPLICACIÓN.
JESÚS NOS EXPLICA LOS SÍMBOLOS.
1. El hombre es Cristo (v. 37).
2. La semilla son los creyentes, los hijos del reino (v. 38).
3. El campo es el mundo (v. 38).
4. El enemigo es el diablo (v. 39).
5. La cizaña son los hijos del malo (v. 38).
6. Los segadores son ángeles (v. 39).
7. La siega es el fin del siglo (v. 39).
B. UNA PALABRA DE ADVERTENCIA.
Tenga cuidado en la interpretación aquí. No confunda estos símbolos con los que se usan en la parábola del sembrador. En la parábola del sembrador la semilla representa la Palabra de Dios y el terreno simboliza diferentes clases de corazones.
C. LA LECCIÓN PRINCIPAL.
Dondequiera que Cristo «planta» creyentes para que lleven fruto para su gloria, Satanás planta falsos cristianos que se oponen a la obra y obstaculizan la siega. Los cristianos son semillas y el reino de los cielos es una mezcla de semillas verdaderas (cristianos) y falsas (los hijos del diablo).
II. LAS DOS «SEMILLAS» EN LA BIBLIA
A. GÉNESIS 3.15.
Esta es la primera mención de las dos semillas, o simientes, en la Biblia. Dios dijo que la mujer tendría una simiente (Cristo) (Gl 3.16; 4.4), y que la serpiente (Satanás) tendría una simiente. También indica que habría constante enemistad entre la simiente de la serpiente y la simiente de la mujer.
B. CAÍN Y ABEL.
Cuando Caín asesinó a Abel (Gn 4.1–16) empezó la enemistad entre las dos simientes. Primera de Juan 3.12 indica que Caín era «del maligno», ¡un hijo del diablo! Este conflicto continúa a través de todo el AT.
C. LOS FARISEOS Y JESÚS.
La simiente de Satanás («los hijos del malo») se opusieron a Juan el Bautista (3.7) y no hicieron nada cuando Herodes lo mató. Se opusieron a Cristo (12.34; 23.33) y pidieron que lo crucificaran. En la cruz Satanás hirió el calcañar de Cristo, pero Él aplastó la cabeza de Satanás y lo derrotó para siempre.
D. EL APÓSTOL PABLO.
La simiente de Satanás se opuso a Pablo cuando este empezó su obra misionera (Hch 13.10) y durante toda su vida. Satanás se opuso a Pablo (como lo hace a la Iglesia de hoy) con un evangelio falso (Gl 1.6–9), ministros falsos (2 Co 11.13–26), falsa justicia (Ro 10.1–3) y falsos hermanos (2 Co 11.26).
E. EL RESULTADO FINAL.
Esta enemistad entre las dos simientes culminará finalmente en un falso Cristo (2 Ts 2). El «hijo de perdición» se opondrá al Hijo de Dios, el «misterio de iniquidad» se opondrá al misterio de la piedad.
El sistema religioso prostituido (Ap 17) luchará contra la Esposa (la verdadera Iglesia) y habrá una trinidad satánica: el diablo, la bestia y el falso profeta (Ap 19.20; 20.1–3), que se opondrán al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Al final, todas las fuerzas satánicas serán derrotadas por el Hijo de Dios.
III. LAS LECCIONES QUE DEBEMOS APRENDER
A. LOS OBSTÁCULOS.
Satanás se opone a la obra de Dios de varias maneras:
1. Arrebata la Palabra de Dios de los corazones, sofoca la semilla con mundanalidad y quema las raíces con la persecución.
2. Si no puede derrotar a la Palabra, planta falsos cristianos («hijos del malo») dondequiera que el Señor planta verdaderos creyentes. Mucha gente va al infierno, no debido a pecados groseros abiertos, sino a que tienen una «falsa justicia» aparte de la fe en Jesucristo.
3. Se asienta en las ramas de la «cristiandad» e influye en lo que ocurre.
4. Planta falsa doctrina que engaña a la gente.
B. EL MÉTODO.
El principal método de Satanás para oponerse a Dios es la imitación. Predica una imitación del evangelio, establece imitación de iglesias, planta cristianos de imitación, etc.
C. LA TAREA.
Lo verdadero y lo falso crecerá junto hasta el fin, y Dios los separará. Nuestro trabajo no es tratar de «limpiar» el mundo, aunque deberíamos hacer todo lo que nos sea posible para mejorar la sociedad.
Esto no significa que debamos descartar la disciplina en la iglesia local. La iglesia no es el reino de los cielos. Dios nos ordena que juzguemos el pecado y disciplinemos a los cristianos que estorbarían el crecimiento de la iglesia debido a sus vidas impías (véanse 1 Co 5 y Mt 18.15–18). Nuestra tarea es plantar la Palabra en los corazones y dejar que Dios nos «plante» en lugares en donde podemos llevar fruto para su gloria.
D. EN CLIMA.
La «cizaña» será atada en manojos al fin del siglo. En estos últimos días vemos muchas organizaciones, e incluso naciones, uniéndose para un propósito u otro. Tenemos organizaciones mundiales de iglesias, bancos mundiales, movimientos mundiales de trabajadores, organizaciones mundiales de comercio, etc., En el mundo religioso las denominaciones están uniéndose, también las organizaciones, para protección mutua. Algunos de estos esfuerzos cooperativos pueden ser provechosos, pero nos preguntamos, ¿cuánta cizaña no se estará atando en manojos en preparación para quemarla?
E. ESTAR ALERTA.
Mientras dormimos Satanás trabaja. Una iglesia durmiendo es una oportunidad para que Satanás plante cristianos falsos (Véanse Pr 24.30–34). Es importante que velemos y estemos alertas (Ro 13.11–14).
F. DISCERNIR.
Debemos «probar los espíritus» para detectar cuándo Satanás está obrando (1 Jn 4.1–6). Esto no es juzgar (Mt 7.1–5), sino más bien ejercer nuestros sentidos espirituales para ver si las personas realmente pertenecen a Cristo (Heb 5.14).

14

Ahora avanzamos a una nueva e importante sección del Evangelio de Mateo: «El retiro del Rey» (caps. 14–20). En esta sección vemos a Jesús «apartándose» de las multitudes y pasando tiempo con Sus discípulos, preparándolos para la crisis que se avecinaba en Jerusalén. Tenga presente que incluso los discípulos, en esta etapa, pensaban en términos de un reino terrenal; y que sus enseñanzas sobre la cruz los dejaban perplejos. Fue necesario que les preparara para esta experiencia que sometería a prueba su fe. Los tres acontecimientos de este capítulo ilustran las características de esta edad presente, cuando el Rey es rechazado:
Persecución (1–12): Los siervos de Cristo sufrirán y morirán por Él
Provisión (13–21): Los siervos de Cristo ministrarán el pan de vida al hombre
Protección (22–36): Cristo orará por sus siervos y los rescatará.

I. PERSECUCIÓN (14.1–12)

Juan había estado en prisión por varios meses (Véanse 4.12), e indudablemente fue martirizado pocas semanas antes de los sucesos que se registran aquí. (Nótese que los vv. 3–12 son un vistazo en retrospectiva.) Mateo pone la muerte de Juan en este punto de su Evangelio porque ilustra la actitud de los hombres hacia el Rey; debido a que, mediante la muerte de su mensajero, ¡estaban rechazando al mismo Rey! «El que a vosotros recibe, a mí me recibe», dijo Jesús en 10.40, y lo inverso es también verdad: rechazar al mensajero es rechazar a Cristo. La muerte de Juan es una predicción, por así decirlo, de la propia muerte de Cristo, un tema que Él explica a sus discípulos en este período de retiro.
El nombre «Herodes» era familiar, un apellido, y es fácil confundir los diferentes Herodes del NT. «Herodes el Grande» fue el que mató a los niños (2.16–18). «Herodes Antipas» fue uno de los hijos menores de Herodes el Grande. No fue realmente un rey, sino sólo un tetrarca; gobernó sobre una cuarta parte del reino. Este fue el Herodes que hizo matar a Juan el Bautista y ante el cual Jesús se mantuvo en silencio (Lc 23.5–12). «Herodes Agripa» es el que mató a Santiago y encarceló a Pedro (Hch 12). Era el nieto de Herodes el Grande. Finalmente, «Herodes Agripa II» fue ante quien Pablo fue juzgado (Hch 25.13). Fue el biznieto de Herodes el Grande. Todos los Herodes tenían sangre edomita en sus venas y aborrecían a los judíos. Fueron gobernantes traicioneros que en la Biblia tipifican al «dios de este mundo» y al espíritu del anticristo. Como Satanás, todos fueron mentirosos y asesinos (Jn 8.44).
El ministerio de Juan ahora estaba completo. Había proclamado la venida del Rey y había predicado fielmente la verdad de Dios. Cristo debía crecer y él menguar (Jn 3.30). Cualquier cristiano que es fiel a la Palabra de Dios, como lo fue Juan, sufrirá persecución. El mundo no es amigo del cristiano. El mundo ha rechazado al Rey y también rechazará a sus mensajeros.

II. PROVISIÓN (14.13–21)

Jesús ahora se aparta (v. 13). Hay varias razones para ello:
(1) el informe de la muerte de Juan,
(2) el creciente antagonismo de Herodes,
(3) la necesidad de los discípulos de descansar después de su gira de predicación (Véanse Mc 6.31), y:
(4) su necesidad de estar junto a sus discípulos para enseñarles.
Es importante que de tiempo en tiempo estemos a solas para oír la voz de Dios, y refrescarnos física y mentalmente. «¡Si uno no se retira y descansa, uno se desbarata!», dijo Vance Havner.
Juan 6 deja en claro que el milagro de la alimentación de los cinco mil fue un sermón en acción. Cristo, mediante su Palabra, es el Pan de Vida del cual nos alimentamos. Es privilegio, y responsabilidad, de sus siervos dar de este pan a las multitudes hambrientas. Los siervos recibieron el pan personalmente de Cristo y luego lo pasaron a otros.
Hay otras lecciones en este milagro:
(1) Cristo puede tomar nuestro poco y hacerlo mucho.
(2) Cualquier cosa que Él bendice, la rompe. ¿Estamos dispuestos a que nos quebrante?
(3) La gente de hoy están en el desierto del pecado (v. 15) y necesitan a Cristo.
(4) Cristo puede vencer toda dificultad y alimentar a las multitudes.
Los discípulos tenían muchas excusas: no había suficiente dinero, el lugar no era apropiado, el tiempo no era el indicado, pero Cristo tomó lo que tenían y satisfizo la necesidad. ¡También lo hará hoy!

III. PROTECCIÓN (14.22–36)

Juan 6.15 nos dice por qué Cristo estuvo tan afanado por despedir a las multitudes: ¡Se habían saciado del pan y querían hacerle Rey! Los hombres siguen a cualquiera que les promete las cosas materiales de la vida, pero Jesús no quiere tener discípulos por «la comida».
Tenemos aquí un hermoso cuadro de la iglesia de hoy. Cristo está en el monte orando mientras los discípulos batallan con la tormenta en el lago. Hoy Jesús está en el cielo intercediendo por nosotros mientras luchamos en esta tierra con las tormentas del pecado. Su venida parece estar tan distante, sin embargo, en la hora más oscura (la cuarta vigilia: de las tres de la mañana a las seis de la tarde) ¡Él vino a ellos! Calmó la tormenta y llevó a los suyos con seguridad a su destino (Jn 6.21).
La experiencia de Pedro nos da la aplicación personal. Pedro pudo caminar sobre las aguas debido a que tuvo fe en la palabra de Cristo: «Ven» (v. 29). «La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios» (Ro 10.17). Pero cuando se olvidó de la fuente y dejó de mirar a Jesús (Heb 12.1–2), empezó a hundirse. El secreto de vencer la tormenta y de hacer lo imposible es simplemente creer en la Palabra de Dios y perseverar en mirar al Hijo de Dios. Sin embargo, incluso cuando fallamos, ¡Jesús con su gracia nos ayuda! Qué bien preparado estuvo Pedro para escribir: «Echando toda ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de vosotros» (1 P. 5.17).
La edad presente será de tormentas para la Iglesia. Tenga en mente que los discípulos estuvieron en la tormenta, no porque desobedecieron a Cristo (como lo hizo Jonás), sino porque le obedecieron. Si obedecemos la Palabra de Dios, habrá sufrimiento y persecución, pero Cristo ora por nosotros y pronto vendrá para llevarnos al Hogar. El secreto es la fe. Las dudas y el temor siempre van juntos, y la fe y la paz también. ¡Que no seamos cristianos de «poca fe»!
Este capítulo entero, entonces, muestra el curso de esta edad. El Rey se retira y hay persecución en contra de sus siervos. Por medio de ellos Él distribuye el precioso Pan de Vida a un mundo hambriento.
Sus siervos atraviesan tormentas y pruebas, pero Cristo vuelve y les da paz y los rescata del enemigo. ¡Aleluya! ¡Qué Salvador!

15

En este capítulo vemos a Cristo apartándose de los fariseos (v. 21) y yendo a la región de Tiro y de Sidón, de allí a Galilea (v. 29) y finalmente de Galilea a las costas de Magdala (v. 39). Tenga presente que durante este período está evitando una confrontación directa con los líderes judíos y también está enseñando a sus discípulos y preparándolos para su muerte en la cruz.

I. JESÚS Y LOS LÍDERES JUDÍOS: VERDAD VS. TRADICIÓN (15.1–20)

A. SU ACUSACIÓN (VV. 1–2).
Estos líderes religiosos estaban siempre buscando alguna acusación que presentar en contra de Cristo. Este fue al parecer un comité oficial del concilio de Jerusalén. Acusaron a los discípulos de Cristo de violar las tradiciones de los ancianos judíos, al no observar el lavamiento ceremonial cuando comían. Tenga presente que los fariseos honraban las tradiciones por sobre la Palabra escrita de Dios.
«Es una ofensa mayor enseñar alguna cosa contraria a la voz de los rabíes, que contradecir la misma Escritura», dice la Mishná (colección de tradiciones judías). El rabí Eleazar dijo: «El que explica las Escrituras en oposición a la tradición no tiene parte en el mundo venidero». En Mateo 23.25–26 Cristo condena estos lavamientos.
B. LA RESPUESTA DE CRISTO (VV. 3–9).
Nótese cómo Cristo siempre usa la Palabra para silenciar a sus acusadores. Destaca la propia desobediencia de ellos con Éxodo 20.12 y 21.17. Al «dedicar» sus posesiones a Dios, los fariseos se libraban de cualquier obligación para cuidar a sus padres. ¡Cuánta gente «religiosa» existe hoy que con cuidado observan las tradiciones, pero abiertamente desobedecen la Palabra de Dios! Cristo citó Isaías 29.13 para mostrar que la religión de ellos no era del corazón, sino que era de acciones meramente externas. Perdieron la principal lección del Sermón del Monte: la verdadera justicia viene de dentro.
C. EL ANUNCIO DE CRISTO (VV. 10–11).
Cristo se dirige a la multitud entera y sin reservas les declara que las tradiciones de los fariseos no son válidas y son nulas. Anteriormente se había referido a las Escrituras; ahora usa la pura lógica para mostrarles sus errores. ¿Cómo pueden los alimentos contaminar al hombre siendo que no entran en el corazón? Los fariseos vieron en esto una declaración de guerra.
D. LA EXPLICACIÓN DE CRISTO (VV. 12–20).
¡Incluso los discípulos se asombraron! Pedro dijo que su enseñanza sencilla era «una parábola».
¡Qué duro es para los hombres romper con las tradiciones de los hombres y creer en la sencilla verdad de Dios! La santidad, explica Cristo, es asunto de lo que sale del corazón. La gente a menudo culpa al diablo por los pecados mencionados aquí, pero Cristo culpa a la maldad del corazón humano. Este es el porqué la gente debe nacer de nuevo y recibir un nuevo corazón. Nótese el contraste entre la verdad de Dios y las tradiciones humanas:
TRADICIONES HUMANAS LA VERDAD DE DIOS
Formas externas que traen
Esclavitud
Fe interna que trae libertad
Reglas frívolas, la letra de la ley Principios básicos, el espíritu de la ley
Leyes hechas por los hombres que las exaltan
Palabras inspiradas por Dios que humillan a los hombres
Produce «piedad religiosa»,
Muerte
Produce verdadera santidad, vida
Debemos acordarnos constantemente de que la verdadera religión procede del corazón. Creemos con el corazón (Ro 10.9–10); amamos de corazón (Mt 22.37); cantamos con el corazón (Col 3.16); obedecemos de corazón (Ro 6.17); damos de corazón (2 Co 9.7); y oramos de corazón (Sal 51.10, 17).

II. JESÚS Y LOS GENTILES (15.21–39)

Es significativo que Jesús ahora se retira a territorio gentil. La condición espiritual de esta mujer se describe en Efesios 2.11–12. Es digno de notarse que los dos casos de sanidad gentil fueron a distancia (aquí y en 8.5–13), debido a que los gentiles estaban «alejado» espiritualmente hablando. Que Cristo iría a los gentiles no era secreto (Véanse Mt 12.17–21). Él respondió a la súplica de esta mujer de cuatro maneras diferentes: primero, se quedó en silencio; luego rehusó; entonces parece que la reprendía; y al final recompensó su fe. ¿Por qué no respondió de inmediato a su ruego? Una razón es que ella, una gentil, se le acercó en términos judíos, llamándole «Hijo de David». ¡Los gentiles no se salvan por convertirse primero en judíos! Cuando le llamó «Señor», Él contestó a su ruego (Véanse Ro 10.12–13).
Por supuesto, su dilación también probó la fe de la mujer. Ella sabía que los gentiles se salvaban mediante la nación judía (Jn 4.22) y estuvo dispuesta a recoger incluso las migajas de su mesa. Qué acusación en contra de los judíos que las dos personas a las que Cristo elogió por su gran fe fueron gentiles (Mt 8.10; 15.28).
En las multitudes de los versículos 32–39 predominaban gentiles. Debido al ministerio de Cristo, glorificaron al Dios de Israel. No confunda la alimentación de los cuatro mil con el milagro previo de la alimentación de los cinco mil. Esta tabla muestra el contraste:
Los 5.000 (Mt 14.15–21) Los 4.000 (Mt 15.32–39)
Predominaban los judíos Predominaban los gentiles
Tuvo lugar en Galilea, Betsaida Tuvo lugar en Decápolis (Mc 8.31)
5 panes, 2 pescados 7 panes, «unos pocos pescados»
Sobraron 12 cestas Sobraron 7 canastas
En la primavera En el verano
La multitud pasó con Él un día La multitud pasó con Él tres días ¡Cuán lentos fueron sus discípulos para entender su poder! La incredulidad en el versículo 33 muestra que no habían aprendido la lección del milagro anterior de la alimentación de los 5.000.
Pudiera ser que pensaran que Él no alimentaría a los gentiles, y así esta fue otra lección para ellos respecto al cambio que hizo Cristo en su ministerio. Cristo no solamente quiere salvar y satisfacer a los judíos, sino también a los gentiles. Vuelva a ver las notas sobre Mateo 14 para ver las lecciones espirituales que brotan de este milagro.

16

Mientras la lección clave en este capítulo es la confesión de fe de Pedro, debemos considerar el capítulo entero para obtener el escenario completo. Cristo y sus discípulos habían estado «de retiro», y Él les había estado preparando para su sufrimiento y muerte que se avecinaban. La confesión de fe de Pedro en este punto es el clímax de meses de instrucción. Desde ese momento y en adelante, Cristo les enseñó abiertamente sobre su crucifixión, y ellos empezaron a encaminarse a Jerusalén. Hay cuatro movimientos destacados en este capítulo.

I. CONFLICTO: CRISTO TENTADO POR EL ENEMIGO (16.1–5)

Nótese cómo los fariseos y saduceos, que eran enemigos entre sí, se unieron para tentar a Cristo. Pilato y Herodes se «hicieron amigos» por la misma razón (Lc 23.6–12). Al pedirle «señal del cielo» (v. 1) estaban desacreditando sus milagros, los cuales consideraban señales en la tierra. Tal vez querían fuego del cielo, como hizo Elías, o pan del cielo, como hizo Moisés.
Jesús describió la condición espiritual de ellos:
(1) podían interpretar lo físico y terrenal, pero no lo espiritual;
(2) eran perversos porque tentaban a Dios; y:
(3) eran adúlteros porque habían olvidado al Dios verdadero a cambio de su religión vacía.
Cristo señaló a su muerte, sepultura y resurrección, y a su ministerio a los gentiles, refiriéndose al profeta Jonás.

II. CONFUSIÓN: LA INCREDULIDAD DE LOS DISCÍPULOS (16.6–12)

Los discípulos estaban al parecer más preocupados por los cosas físicas que por las espirituales, porque mientras Cristo estaba considerando el triste estado de los fariseos, los discípulos se irritaron porque se habían olvidado de traer pan consigo. Quizás le dieron a los pobres las siete canastas que sobraron de la alimentación de los cuatro mil (Mt 15.37). Cuando Jesús habló de cosas espirituales, la levadura de los fariseos y saduceos, los discípulos pensaron sólo en el pan físico. Esto es una ilustración de Mateo 13.22: los afanes de este mundo ahogando la semilla de la Palabra. Cristo los reprende por su «poca fe», porque si necesitaban pan, ¿no podía confiar en que Él lo proveería?
¡Acababa de alimentar a cuatro mil personas con unos pocos panecillos y pescados! Lucas 12.1 señala también a la hipocresía como levadura de los fariseos. La levadura de la hipocresía corrompe a la Iglesia.

III. CONFESIÓN: LA CONFESIÓN DE PEDRO RESPECTO A CRISTO (16.13–20)

¡Cuán confundidas estaban las multitudes respecto a Cristo! Le tenían en alta estima, lo catalogaban entre los grandes profetas, pero les faltaba la percepción para verle como el Hijo del Dios viviente.
Hasta le comparaban con Juan el Bautista y sin embargo los dos fueron diferentes en sus ministerios (Mt 11.18–19). Pero ningún hombre puede confesar a Cristo sin la revelación del Padre (Mt 11.27) y el testimonio del Espíritu (1 Co 12.3). Una confesión correcta respecto a Cristo es importante para la salvación (1 Jn 2.22–23; 5.10).
Los versículos 18–19 han sido campo de batalla por siglos. Los romanistas basan en ellos el oficio del Papa y el poder de la iglesia para dispensar gracia; y los protestantes ven en ellos algo completamente diferente. Dejemos que la Biblia hable por sí misma al considerar los símbolos en estos versículos.
A. LA ROCA ES JESUCRISTO.
Cristo lo dijo así (Mt 21.42) refiriéndose a Isaías 28.16. Pedro mismo también lo dijo (1 P 2.4–8; Hch 4.11–12, cf. con Sal 118.22). En 1 Corintios 10.4, Pablo llama a Cristo la Roca y lo llama además la Cabeza de la Iglesia (Ef 1.20–23; 4.8–16; 5.23; Col 1.18). A través del AT, la Roca habla de Dios y no del hombre (Dt 32.4, 15; Dn 2.45; Sal 18.2). Jesús dijo: «Tú eres Pedro [petrós, una piedra pequeña], y sobre esta roca [petra, una roca gigantesca de cimiento] edificaré mi iglesia» (v. 18; Véanse 1 Co 3.1).
B. LAS LLAVES.
Las llaves que se mencionan aquí se refieren a la mayordomía de Pedro en el reino. No son las llaves de la Iglesia, sino las del reino. No son las llaves de la muerte o de la eternidad, porque Cristo las tiene (Ap 1.18). En la Biblia las «llaves» indican autoridad y mayordomía o administración (Is 22.22; Lc 11.52). Pedro usó estas llaves al abrir «la puerta de la fe» (Hch 14.27) a los judíos (Hch 2), a los samaritanos (Hch 8) y a los gentiles (Hch 10). Esto es mayordomía, no señorío.
C. ATAR Y DESATAR.
Implica la aplicación de la Palabra de Dios a la gente. En 18.18 se usa respecto a la disciplina en la Iglesia, y el poder es dado a todos los discípulos, no sólo a Pedro. En el día de Jesús los judíos hablaban de «atar y desatar» cuando un rabí prohibía algo o permitía algo. La traducción más precisa se halla en la versión inglesa del Nuevo Testamento de Williams: «Todo lo que ustedes prohíban en la tierra debe ser lo que ya está prohibido en el cielo, y todo lo que ustedes permitan en la tierra debe ser lo que ya está permitido en el cielo» (v. 19, versión de Williams, en inglés). La Iglesia no le dice al cielo lo que hay que hacer, sino que ¡obedece en la tierra lo que el cielo le ordena a la Iglesia que haga! Pedro jamás reclamó ser Papa (Véanse 1 P. 5.1–4). Nótese que Cristo, no Pedro, edifica la Iglesia.
Esta es la primera mención de «iglesia» en el NT.

IV. CORRECCIÓN: PEDRO, LA PIEDRA DE TROPIEZO (16.21–28)

Cristo anuncia ahora abiertamente su sufrimiento y muerte próximos. Dio a entender su muerte con varios símbolos en Juan 2.19; 3.14; y Mateo 9.15 y 12.40–41; pero ahora habla de ella sin rodeos (Mc 8.32). Los discípulos, por supuesto, quedaron sorprendidos por las noticias, Pedro en especial, quien repitió la tentación de Satanás que se halla en Mateo 4.8–10 al tratar de desviar a Cristo de la cruz. Es obvio que Satanás estaba usando a Pedro para que fuera una piedra de tropiezo en el sendero de la obediencia de Cristo. Satanás lo usaría de nuevo para estorbar la obra de Cristo (Lc 22.31). El Señor reprendió a Pedro y luego enseñó a los discípulos la importancia de la cruz en la vida del creyente.
«Llevar la cruz» significa morir para uno mismo, llevar el vituperio de Cristo, y crucificar al mundo y la carne al seguirle en obediencia. Pedro tenía que aprender que el sufrimiento y la gloria siempre van juntos (1 P 4.12–19; 5.1, 10).

17

I. EL REY EN SU GLORIA (17.1–3)

La transfiguración de Cristo es uno de los acontecimientos clave en su ministerio terrenal. Esta fue la única ocasión en que su gloria, velada en carne humana, se dejó ver (Véanse Jn 1.14).
«Transfigurarse» significa lo mismo que la palabra castellana metamorfosis, y quiere decir «un cambio que viene desde adentro». Esta gloria no fue reflejo de una luz externa; fue la revelación de la gloria interna. La misma palabra se usa en Romanos 12.2 («transformaos») y en 2 Corintios 3.18 («transformados») refiriéndose al crecimiento del cristiano en santidad.
A. LOS PARTICIPANTES.
Había siete: Cristo, Pedro, Jacobo, Juan, Moisés, Elías y Dios el Padre. Pedro, Jacobo y Juan tuvieron tres experiencias especiales con Cristo: aquí en el monte de la transfiguración, en la casa de Jairo (Mc 5.37) y en el jardín de Getsemaní (26.36–46). En cada oportunidad, Jesús les enseñó una nueva lección acerca de sí mismo.
B. LOS PROPÓSITOS.
La transfiguración fue, antes que todo, un cuadro del reino venidero. Jesús prometió que algunos de los discípulos no gustarían la muerte hasta que vieran su reino (16.28). Lea con cuidado en 2 Pedro 1.16–20 la explicación de Pedro, y notará que tiene que ver con el reino prometido. Pedro acababa de confesar a Cristo como el Hijo de Dios (16.16) y había aprendido la verdad respecto a su muerte próxima (16.21–23). Tal vez, él y los demás discípulos se preguntaban: «Si Él va a morir en la cruz, ¿qué pasará con las promesas del reino? ¿Se cumplirán?» Cristo, en su transfiguración, les aseguró que la Palabra permanecería firme y que el reino vendría. La escena es en realidad un cuadro del reino:
Cristo glorificado, los tres apóstoles representando al Israel redimido, Moisés representando a los santos que murieron en Cristo, Elías representando a los santos que fueron arrebatados (por cuanto
Elías no murió), y las multitudes al pie del monte representando a las otras naciones.
Otro propósito fue fortalecer a Cristo para su sufrimiento. Moisés y Elías hablaban con Él respecto a su próxima «partida» («éxodo») en Jerusalén (Lc 9.30–31), y la voz del Padre vino como otro aliento al Hijo. También lo fue para los discípulos tanto al enfrentarse a la separación del Señor como al experimentar su sufrimiento y muerte. Si hubieran recordado esta escena, no le hubieran fallado ni hubieran perdido las esperanzas cuando Él murió.
C. EL PELIGRO.
De nuevo Pedro habla desde un punto de vista carnal y tienta a Jesús para alejarlo de la cruz. El Padre le reprende: «A Él oíd» (v. 5) es todavía el mensaje de Dios, porque Cristo es la «última palabra» de Dios a los hombres (Heb 1.1–3). La ley (Moisés) y los profetas (Elías) testificaban de Cristo (Lc 24.27, 44), pero Cristo es superior a Moisés y a Elías (véanse Ro 10.4; Hch 10.43). «Jesús solo» (v. 8) es la única actitud segura que ha de tener el cristiano.
D. LA PERPLEJIDAD.
Descendiendo de la montaña, los discípulos le preguntaron respecto a Elías, refiriéndose a las promesas de Malaquías 3.1; 4.5–6. Cristo afirma que Juan el Bautista cumplió estas promesas en espíritu (Lc 1.17), pero que Elías mismo vendría.

II. EL REY EN SU PODER (17.14–21)

No podemos siempre quedarnos en la montaña de la gloria con el Rey; debemos descender con Él al valle de la necesidad donde Satanás está trabajando. «A través del velo» y «fuera del campamento» son dos elementos esenciales para la victoria (Heb 10.19–22; 13.13). Los nueve discípulos que quedaron al pie del monte estaban abochornados por el fracaso; habían perdido el poder sobre los demonios que Cristo les había dado (10.18). La causa era su incredulidad y falta de devoción. Tal vez sintieron envidia porque los otros tres discípulos habían subido al monte con Jesús.
Los pecados secretos nos roban el poder. La incredulidad también nos roba el poder. Cuando el Rey venga de nuevo, Él atará a Satanás y liberará al mundo de los poderes demoníacos (Ap 19.11–20.3).

III. EL REY EN SU HUMILDAD (17.22–27)

¡Qué paradoja: El rey es demasiado pobre como para pagar sus tributos al templo! En verdad, se hizo pobre para que nosotros fuésemos enriquecidos (2 Co 8.9). Hay cuatro características distintivas de este milagro que deben destacarse.
A. ES EL ÚNICO MILAGRO QUE CRISTO REALIZÓ PARA SUPLIR SUS PROPIAS NECESIDADES.
El tributo del templo era medio ciclo, y todo varón judío debía pagarlo (Éx 30.11). Jesús era tan pobre que no tenía ni siquiera esta pequeña cantidad. ¡Qué humilde era Jesús! (Flp 2.5–8).
B. EL MILAGRO LO REGISTRA SÓLO MATEO.
Este es el Evangelio del Rey, y este milagro tiene que ver con la realeza de Cristo. Jesús afirma aquí que Él es el «Hijo del Rey» y por lo tanto no tiene que pagar el tributo. Cristo demostró su realeza al realizar un milagro complicado. Una moneda tenía que perderse en el mar, un pez tenía que atraparla en su boca, ¡y luego el pez tenía que morder el anzuelo de Pedro! Cristo tiene dominio sobre los peces del mar (Sal 8.6–8; Heb 2.6).
C. ES EL ÚNICO MILAGRO QUE USA DINERO.
Este impuesto era un recordatorio de la redención de los judíos de la esclavitud egipcia. Fueron redimidos por la sangre del cordero (Éx 12), no por plata ni oro. Pero el ciclo de plata era un símbolo de esa redención. Pedro captó esta lección (1 P 1.18–19).
D. SE REALIZÓ ESPECIALMENTE PARA PEDRO.
Jesús realizó muchos milagros para Pedro: sanó a su suegra, le ayudó a andar sobre el mar, le salvó evitando que se hundiera, le dio una gran cantidad de peces. Incluso en el libro de los Hechos, Cristo libró a Pedro varias veces. ¿Por qué hizo Jesús todo esto? Por causa de Pedro y para la gloria de Dios.
Cualquiera que sea la necesidad, Cristo puede suplirla. Véanse 1 Pedro 5.7.

18

I. LECCIONES SOBRE LA GRANDEZA (18.1–14)

A. LA PREGUNTA DE LOS DISCÍPULOS (V. 1).
Quizás esto lo motivó la reciente experiencia de Pedro, Jacobo y Juan en el monte de la transfiguración, o por la experiencia de Pedro respecto al tributo del templo. Los otros discípulos tal vez pensaron que Cristo estaba «haciendo favoritismos» y descuidándolos a ellos. Por supuesto, deseamos elogiar a los discípulos por tener fe en su palabra de que habría un reino y que ellos estarían en él. Pero no es espiritual buscar posición y grandeza (Véanse Ro 12.10, 16).
B. LA LECCIÓN OBJETIVA (VV. 2–6).
Un niño es la ilustración que Cristo da de grandeza. El honor procede de la humildad; debemos descender ante Dios antes de que Él pueda elevarnos (1 P 5.5–6). Todos los grandes santos han sido humildes. Aun cuando los niños no son sin pecado y perfectos, sí tienen las características que deberían estar en la vida de cada cristiano: se dejan enseñar, son sencillos en sus deseos, tienen actitudes de expectación y dependen de sus padres para suplir sus necesidades. Por supuesto, la única manera en que uno puede convertirse en niño es naciendo de nuevo (Jn 3).
C. LA ADVERTENCIA (VV. 7–10).
Por «estos pequeños» (v. 10) Jesús quiere decir no solamente los niños, sino los hijos de Dios que son los «hijitos» de Dios (véanse 1 Jn 2.1, 12, 18, 28; 3.7, 18; 4.4; 5.21). Es trágico cuando somos la causa de que otro creyente tropiece (Ro 14.1–23; 1 Co 8.1–13). Cristo no habla literalmente cuando ordena «córtalo» (v. 8), el miembro del cuerpo que nos haga pecar, porque el pecado viene del corazón, no de las manos o los pies. Nos dice que lidiemos con nuestros pecados drásticamente, en forma completa y sin misericordia, en la manera en que el cirujano trata un tumor canceroso. No debemos «jugar» con el pecado o dilatar librarnos de él. Debemos encarar nuestros pecados con sinceridad, confesarlos y olvidarnos de ellos.
D. LA PARÁBOLA (VV. 11–14).
Si compara el versículo 11 con Lucas 19.10, notará que falta la frase «buscar». Cristo está hablando de «los niños»; y los niños, aunque perdidos después de llegar a la edad de responsabilidad, tal vez no sean tan proclives como los adultos a descarriarse. Pero todavía el Buen Pastor debe salvarlos. Este pasaje entero no advierte a no ofender a los niños (v. 6), a no tener en poco a los niños (v. 10), o permitirle que perezcan sin Cristo (v. 14). Él da varias razones por las cuales los niños son importantes: son ejemplos de verdadera grandeza (v. 4); representan a Cristo (v. 5); los ángeles los representan ante el Padre (v. 10); Cristo quiere salvarlos (v. 11); y es la voluntad del Padre que sean salvos (v. 14).
Es peligroso que los padres (u otros adultos) sean la causa de que los niños tropiecen o yerren el camino de salvación. Qué importante es dar un buen ejemplo en el hogar. ¡Muchos padres descarriados y adultos de mente mundana tendrán mucho por lo cual responder en el día del juicio!

II. LECCIONES SOBRE EL PERDÓN (18.15–35)

Cristo está tratando con «asuntos familiares» y pasa ahora de los niños a la relación entre hermanos.
Si todos los cristianos fueran perfectos, no habría necesidad de estas instrucciones, pero debido a que fracasamos y pecamos, necesitamos saber cómo conservar feliz y santa a la familia de la iglesia.
A. LA DISCIPLINA EN LA IGLESIA (VV. 15–20).
El modelo es claro: primero una entrevista privada, luego traer dos o tres testigos, luego llevarlo a la iglesia. Nótese el propósito: «has ganado a tu hermano» (v. 15). El motivo para la disciplina en la Iglesia es el amor: procuramos ayudar al hermano que ha pecado. Puesto que Cristo está en medio de la Iglesia (v. 20), es también importante que la Iglesia sea obediente y pura. Nuestra actitud no debe ser la del policía que sale a arrestar a un criminal, sino más bien la del médico que procura curar una herida en el cuerpo de Cristo, una herida que si no se atiende, propagará enfermedad y muerte.
El versículo 18 indica que el ministerio de «atar y desatar» tiene que ver con la aplicación de la Palabra de Dios en cuestiones de disciplina. Pablo «ató» al hermano ofensor en Corinto en 1 Corintios 5, y «lo desató» después que este confesó (2 Co 2). Esto no tiene nada que ver con el destino eterno de un alma. El versículo 19 sugiere que la oración es un factor importante en la disciplina de la iglesia. Sin dudas que queremos orar por el ofensor y por nosotros mismos para que podamos ser capaces de ministrar espiritualmente (Gl 6.1). Otros pasajes respecto a la disciplina de la iglesia son Romanos 16.17; 2 Tesalonicenses 3.14 y 1 Corintios 5.
B. PERDONADORES DE CORAZÓN (VV. 21–35).
Pedro pensó que era «súper espiritual» por estar dispuesto a perdonar siete veces, debido a que los rabíes judíos decían que tres veces era suficiente. Jesús no puso límite al perdón, por cuanto el verdadero perdón procede de un corazón de amor y el amor no archiva el mal recibido (1 Co 13.5).
La lección de la parábola es obvia: si el rey pudo perdonar la deuda del siervo que equivalía alrededor de doce millones de dólares, sin dudas que el siervo podía perdonar la deuda de su amigo, ¡que equivalía aproximadamente a quince dólares! Perdonamos a otros porque Cristo nos ha perdonado (Ef 4.32; Col 3.13). Tenga presente que esto no tiene nada que ver con la salvación; es asunto de «perdón familiar» entre hermanos en Cristo, no entre Dios y el pecador; de modo que no lea juicio eterno en el versículo 34. Sin dudas que Dios se enfrenta al creyente que alberga un espíritu no perdonador.
Una de las evidencias de que la persona es salva es el amor por los hermanos (1 Jn 3.10–17). Los cristianos que no pueden perdonar a otros se han olvidado de lo que Cristo ha hecho por ellos en la cruz. La Iglesia debe darse cuenta de «la levadura de malicia y de maldad» (1 Co 5.6–8) que en silencio fermenta y corrompe todo el compañerismo.

19

I. MATRIMONIO Y DIVORCIO (19.1–15)

Los fariseos hicieron la pregunta respecto al matrimonio porque era una de las «cuestiones candentes» de esos días, y querían que Cristo se comprometiera y dividiera así a la gente en su contra.
La interpretación que daban los seguidores del rabí Jilel a Deuteronomio 24.1 era que un hombre podía divorciarse de su esposa por cualquier causa, en tanto que los seguidores del rabí Shammai sostenían una interpretación estricta: el matrimonio se podía disolver sólo por adulterio. Jesús fue más allá de los rabíes e incluso más allá de la ley, y recordó a la gente que la ley original del matrimonio se estableció en el Edén. En este pasaje se discuten tres «leyes» respecto al matrimonio.
A. LA LEY ORIGINAL DEL EDÉN (VV. 4–6; GN 1.27–28; 2.18–25).
Dios instituyó el matrimonio en el Edén, mucho antes de la Ley Mosaica. La Biblia da por lo menos cuatro propósitos para el matrimonio:
(1) continuar la raza (Gn 1.28);
(2) para compañerismo y deleite (Gn 2.18);
(3) para evitar la fornicación (1 Co 7.1–6); y:
(4) para mostrar la relación entre Cristo y su Iglesia (Ef 5.22–23).
El propósito original de Dios fue que un hombre se casara con una sola mujer, y que sólo la muerte rompería tal unión (Ro 7.1–3). El matrimonio es básicamente una unión física (Mt 19.5), aunque debe ser también una unión de mentes y corazones. La unión matrimonial es incluso más fuerte que los vínculos familiares, porque un hombre debe dejar a su padre y a su madre y unirse a su mujer. Es una unión sagrada, porque Jesús dijo que Dios juntó al hombre y a la mujer.
B. LA LEY MOSAICA TEMPORAL (VV. 7–8; DT 24.1–4).
Los pecadores siempre están en busca de excusas, y los fariseos apelaron a Deuteronomio 24.1 para tratar de mostrar que Jesús y Moisés estaban en conflicto. Es importante que nos demos cuenta del porqué Moisés dio esta ley, y qué indicaba en realidad la ley. Moisés no ordenó el divorcio; Cristo dijo que Dios lo permitió, «por la dureza de vuestro corazón» (Mt 19.8). Moisés ordenó que se dé a la mujer divorciada una carta de divorcio, para protegerla y para hacer más difícil que el hombre se divorciara de ella en el acaloramiento de la cólera. Se prohibió a la mujer regresar a su primer marido, pero ella podía casarse con otro hombre. La frase «alguna cosa indecente» significa literalmente «una cuestión de desnudez» y sugiere inmoralidad de parte de la mujer (Lv 18). Esta ley del divorcio fue temporal tanto para Israel como para todos los pueblos.
C. LA LEY DE CRISTO PARA EL MATRIMONIO (VV. 9–12).
Cristo claramente afirma que el divorcio sólo se permite por una causa: fornicación. Este es un pecado en contra del cuerpo (1 Co 6.15–18) y por tanto un pecado en contra de la unión matrimonial, que es una unión física. La palabra «fornicación» según se usa en la Biblia parece incluir varios pecados sexuales. Marcos 7.21 habla de «fornicaciones» (plural), en tanto que Hechos 15.20, Romanos 1.29 y 1 Corintios 6.13 indican que «fornicación» cubre en general a todos los pecados sexuales. Hay un común acuerdo de que fornicación se usa en relación a los pecados cometidos por los solteros y adulterio para los casados. En cualquier caso, Jesús indica que el divorcio por cualquier otra razón hace a las partes culpables de adulterio si se vuelven a casar (véanse 5.27–31; Lc 16.18; Mc 10.1–2). De este modo, no hay sino dos causas físicas que pueden romper la unión matrimonial: la muerte y la fornicación.
La respuesta de los discípulos (vv. 10–12) indica que no comprendían la voluntad de Dios con respecto al matrimonio. Aun cuando la Biblia no exalta el celibato, sí reconoce que existe la posibilidad de que no todos deban casarse. Pablo indica esto en 1 Corintios 7.7. Pablo mismo se abstuvo de casarse para poder servir mejor a Dios, pero esta no es la voluntad de Dios para todos sus siervos. Una persona debe hallar la voluntad de Dios para su vida y asegurarse de casarse «en el Señor» (1 Co 7.39).

II. RIQUEZAS Y SALVACIÓN (19.16–30)

Este pasaje gira alrededor de cinco preguntas y las respuestas que Cristo dio.
A. «¿QUÉ BIEN HARÉ?» (VV. 16–17).
Debemos admirar al joven rico por su cortesía, fervor, anhelo de la verdad espiritual y valor. La respuesta de Cristo tenía la intención de enfatizar su propia deidad. «O soy bueno, o no soy Dios», es lo que Él quiso decir. Deseaba que el joven se diera cuenta de que estaba tratando con Dios y no con un simple maestro humano de la ley.
B. «¿CUÁLES [MANDAMIENTOS]?» (VV. 18–19).
Cristo le dijo que guardara la ley, no porque la ley salve, sino porque debemos sentirnos condenados por la ley antes de sentir la necesidad de la salvación por gracia. Este joven sabía la ley, y la ley le había servido como el ayo para traerle a Cristo (Gl 3.24). Ahora la ley le servía de espejo (Stg 1.22–25) para mostrarle su necesidad real. Si de verdad trataba de obedecer la ley de Dios, ¡el joven descubriría cuán pecador era!
C. «¿QUÉ MÁS ME FALTA?» (VV. 20–22).
No tenemos razón para dudar de que el joven había guardado todos los mandamientos, por lo menos externamente. Pero al enfrentarse a la perfecta ley de Dios, debería haber pensado en el que dice: «No codiciarás» (Éx 20.17), y el gran mandamiento: «No tendrás dioses ajenos delante de mí» (Éx 20.3). Su riqueza era su dios, pero no quería admitirlo. ¿Por qué Jesús le dijo que vendiera todo y lo diera a los pobres? ¡Así no es como el hombre se salva! No, pero este mandamiento destacó su problema real: era codicioso. Cristo le dijo a la mujer pecadora en el pozo que llamara a su marido, y este mandato la trajo al lugar de la confesión y arrepentimiento. Da pena decirlo, pero el joven no confesó su pecado ni cambió de opinión. Se alejó triste; la mujer de Juan 4 se alejó gozosa.
D. «¿QUIÉN, PUES, PODRÁ SER SALVO?» (VV. 23–26).
Los discípulos se quedaron pasmados: si un rico no podía salvarse, ¿quién podría? Todavía estaban bajo la idea judía del AT de que las riquezas significaban la bendición de Dios en su vida. Marcos 10.24 indica que los ricos tienen dificultad para ser salvos debido a que confían en sus riquezas. Véanse las admoniciones de Pablo en 1 Timoteo 6.6–10.
E. «¿QUÉ, PUES, TENDREMOS?» (VV. 27–30).
Pedro fue rápido en contrastarse a sí mismo con el joven rico, y destacar su propio sacrificio. Jesús tiernamente les aseguró a los suyos que tendrían su recompensa en la edad del reino. («Regeneración» quiere decir cuando la tierra «nacerá de nuevo».) Sin embargo, les previene que no quieran hacerse los «primeros», porque los primeros serán postreros. Ilustra esto con la parábola en el próximo capítulo, y muestra que el motivo para el servicio es lo más importante. Si Pedro servía a Cristo sólo por la recompensa prometida, necesitaba examinar su corazón y motivos. Afortunadamente, Pedro creció de una actitud de «¿cuánto voy a conseguir?» de Mateo 19 a la de «lo que tengo te doy» de Hechos 3.6; y así debemos ser nosotros.

20

Esta parábola y los subsiguientes acontecimientos surgieron de la reunión con el joven rico en 19.16–30. La parábola es la explicación que Cristo da respecto a su declaración paradójica de los primeros y postreros (19.30 y 20.16).

I. LA PARÁBOLA DE LA VIÑA (20.1–16)

A. EL ESCENARIO.
El joven rico se negó a abandonar sus posesiones y seguir a Cristo, y el Señor les advirtió a sus discípulos respecto a los peligros de las riquezas. Pedro se jactó de que él y sus amigos habían dejado todo para seguirle, y audazmente preguntó: «¿Qué, pues, tendremos?» (19.27). Su pregunta reveló un motivo equivocado: estaba sirviendo a Cristo por lo que podría conseguir y no por lealtad y amor.
Cristo les advirtió que algunos que eran «primeros» a ojos de los hombres serían «postreros» cuando llegue el reconocimiento final, y que algunos de quienes los discípulos pensaban como los «postreros» serían más bien primeros.
B. EL SIGNIFICADO.
No trate de hacer que cada detalle de la parábola signifique algo. La principal verdad espiritual que Cristo destaca es que Dios tiene el derecho de considerar a sus siervos como Él quiera, de acuerdo a sus motivos y servicio.
La parábola no es acerca de la salvación, sino del servicio. El «denario» no quiere decir salvación o vida eterna, por cuanto la salvación no es por buenas obras (Ef 2.8–9; Tit 3.5–6).
Cristo no habla acerca de las recompensas por el servicio. Dios recompensará a los suyos de formas diferentes, de acuerdo a su servicio (1 Co 3.8; Jn 4.36). Si el «denario» indicara recompensas, Dios no es justo, porque cada ¡trabajador recibió la misma recompensa!
Si usted relaciona 20.10 con los comentarios de Pedro en 19.27, encontrará la lección. «Al venir también los primeros, pensaron». ¿No es esto lo que Pedro estaba haciendo? «Nosotros hemos dejado todo», dijo. «¿Qué recibiremos?» Pensaba para sus adentros: «¡De seguro nosotros recibiremos más!»
Cristo le enseña que Dios tiene el derecho de hacer con sus siervos lo que quiera, y que tener un motivo equivocado (ojo malo en el v. 15) es pecado. Nótese también que los que fueron a trabajar desde las seis de la mañana exigieron un contrato; ¡querían saber lo que obtendrían!
C. LA VIDA.
Cristo nos ha llamado a que trabajemos para Él. Es muy malo que existan cristianos deambulando ociosos todo el día, ¡cuando hay tanto que hacer! Esta parábola nos recuerda que debemos servir a Cristo por amor y lealtad, y no sólo por las recompensas. No es pecado ganar recompensas, y Dios en su gracia recompensará a los siervos fieles (1 Co 3.12–15). Pero el que recompensa es el que debe llenar nuestros corazones, no las recompensas.
Debemos vigilar nuestros motivos para el servicio cristiano. El trabajo correcto hecho por motivos incorrectos deshonra a Dios y nos roba bendición. Es algo solemne darse cuenta de que los cristianos que tal vez admiramos hoy en día serán «postreros» en el reconocimiento final ante el tribunal de Cristo debido a que sus motivos fueron equivocados. Nosotros no podemos juzgar los motivos (7.1–3), pero podemos juzgar nuestros corazones. Hagámoslo para la gloria de Dios debido a que le amamos.

II. LA PETICIÓN DE GLORIA (20.17–28)

A. EL ANUNCIO (VV. 17–19).
Este es el tercer anuncio que Cristo da de la cruz a sus discípulos (véanse Mt 16.21; 17.22–23). Los estaba preparando para la crisis que enfrentarían en Jerusalén. La primera vez que habló de la cruz Pedro le reprendió; y en esta ocasión la madre de Jacobo y de Juan vino con una petición egoísta. ¡Qué lentos somos para captar el mensaje de la cruz!
B. LA PETICIÓN (VV. 20–21).
Se debe admirar la fe de ella en Cristo; y también su confianza en su promesa del reino (19.28).
Pero sus motivos no eran correctos, puesto que no pedía algo para la gloria de Dios, sino para la suya propia.
C. LA RESPUESTA (VV. 22–23).
Jesús les habla a los discípulos (Jacobo y Juan) y no a la madre, sugiriendo que tal vez ellos la habían estimulado para que lo pidiera. Ignoraban, por supuesto, lo que Él quiso indicar por «vaso» y «bautismo», cosas estas que apuntaban a su sufrimiento y muerte en el Calvario (véanse 26.39–42 y Lc 12.50). Jesús les prometió que en verdad probarían de su vaso y bautismo. Jacobo fue el primer discípulo martirizado (Hch 12) y Juan sufrió grandemente, exiliado en la isla de Patmos (Ap 1).
Debemos tener cuidado sobre cómo oramos y cómo contestamos al Señor; porque Él nos tomará la palabra (Ec 5.1–6).
D. EL RESULTADO (VV. 24–25).
«¡Cuán grande bosque enciende un pequeño fuego!» (Stg 3.5). El egoísmo de parte de un creyente puede producir problemas en las vidas de otros. Jesús usó esta como una oportunidad para enseñar a los discípulos una lección de humildad. La persona verdaderamente grande es la que sirve a otros. Cristo mismo es el ejemplo de esto (Véanse Flp 2). «Enseñorearse» como lo hace la gente del mundo es ajeno al espíritu de la vida cristiana. En tanto que los líderes cristianos están para que «cuiden de las ovejas» (1 P 5.2, VP; Véanse Hch 20.28), no deben gobernar con egoísmo y orgullo, sino con humildad como «pastores subalternos».

III. EL MILAGRO DE SANIDAD (20.29–34)

Marcos 10.46–52 indica un ciego solo, pero Mateo dice que hubo dos. Es probable que Bartimeo (mencionado por Marcos) era el más conocido de los dos, y el que tomó la iniciativa para venir a Jesús.
Este milagro es un cuadro de la salvación. Los dos hombres eran ciegos, y todo pecador perdido está ciego (2 Co 4.1–6). Eran pobres mendigos, y el pecador perdido está en profunda pobreza lejos de Cristo (Lc 7.40–50). Clamaron a Jesús, quien es el único que puede abrir los ojos a los hombres. Él les mostró misericordia; no recibieron la salud por sus ruegos o clamores. La multitud trató de estorbarles, y el mundo de hoy trata de evitar que los pecadores vengan a Cristo. El toque de Cristo los curó, y ellos al seguirle demostraron que sus vidas habían sido cambiadas.
EL RECHAZO DEL REY
Mateo 21–27 registra «El rechazo del Rey» y es importante que comprendamos su alcance. Cristo se enfrenta a sus enemigos en este conflicto final que lo llevaría a su crucifixión.
LOS CAPÍTULOS PUEDEN BOSQUEJARSE COMO SIGUE:
I. Tres señales (21.1–22)
A. La presentación del Rey (vv. 1–11).
La ceguera espiritual de Israel.
B. La purificación del templo (vv. 12–16).
La corrupción interna de Israel.
C. La maldición de la higuera (vv. 17–22).
La carencia de fruto externo de Israel.
II. Tres parábolas (21.23–22.14)
A. Los dos hijos (vv. 23–32).
Rechazaron al Padre.
B. La viña (vv. 33–46).
Rechazaron al Hijo.
C. La fiesta de bodas (22.1–14).
Rechazaron al Espíritu.
III. Tres preguntas (22.15–46)
A. El tributo al César (vv. 15–22).
Pregunta política hecha por los herodianos.
B. La resurrección (vv. 23–33).
Pregunta doctrinal hecha por los saduceos.
C. El gran mandamiento (vv. 34–46).
Pregunta legal hecha por los fariseos.
IV. Tres discursos (23.1–26.46)
A. Condenación de los fariseos (cap. 23).
B. Explicación del reino futuro (caps. 24–25).
C. Preparación de los discípulos para la cruz (26.1–46).
V. Tres juicios (26.47–27.66)
A. Ante Caifás y el sanedrín (26.47–75).
B. Ante el sanedrín en la mañana (27.1–10).
C. Ante Pilato, dirigiendo la muerte de Cristo (27.11–66).
Por supuesto, este bosquejo muestra sólo a grandes rasgos los sucesos y no los detalles. Mateo no registra todos los hechos de la semana final del ministerio de nuestro Señor, de modo que tal vez usted quiera leer los otros Evangelios y consultar una armonía de los Evangelios para observar la secuencia de los acontecimientos.
La cronología tradicional de la Semana de la Pasión es como sigue:
Domingo: La entrada en Jerusalén.
Lunes: Purificación del templo; maldición de la higuera.
Martes: Conflicto con los líderes; parábolas; condenación de los fariseos; discurso sobre el reino (Mt 24–25).
Miércoles: No se registra ninguna palabra ni obra; día de descanso.
Jueves: La Ultima Cena; discursos en el aposento alto.
Viernes: Arresto y juicio; crucifixión y sepultura.
Sábado: En la tumba.
Domingo: Resurrección.
Algunos eruditos de la Biblia creen que a Cristo tal vez lo crucificaron el jueves, o incluso el miércoles. Esto haría posible que Él pasara exactamente tres días y tres noches en la tumba (Mt 12.40), y que se levantara de los muertos «después de tres días» (Mc 8.31; 9.31). La frase «tres días y tres noches» puede interpretarse como una expresión popular que incluiría incluso una parte de un día o una noche. Así, si a Cristo lo sepultaron alrededor de las tres de la tarde del viernes, se podría incluir el viernes, todo el sábado y cuantas horas pasó en la tumba el domingo antes de la resurrección.
Afortunadamente, no es necesario concordar en todos estos detalles. El hecho de su muerte, sepultura y resurrección es lo importante; y no debemos usar estos asuntos para dividir la Iglesia.

21

Usted notará que el capítulo 21 empieza con tres señales definitivas a la nación de Israel; a estas le siguen tres parábolas (incluyendo 21.1–14, donde la división del capítulo es desafortunada). Las parábolas brotaron del antagonismo de los escribas y fariseos respecto a la purificación del templo.

I. TRES SEÑALES RESPECTO A ISRAEL (21.1–22).

A. LA PRESENTACIÓN DEL REY (VV. 1–11).
Esto fue en cumplimiento de Zacarías 9.9. Mateo omitió «justo y salvador» cuando citó a Zacarías porque Cristo no vendría con justicia y salvación (victoria) para Israel hasta que regrese, según Apocalipsis 19.11–21, cabalgando sobre un caballo blanco. Juan 12.17–18 indica que muchos en la gran multitud estaban allí debido a la resurrección de Lázaro. La multitud citó el Salmo 118.26 en sus alabanzas; posteriormente (v. 42) Cristo citaría también el mismo Salmo para refutar a los líderes.
Nótese en el versículo 11 que la ciudad le llamó «el profeta», ¡pero no el Rey! Desafortunadamente, los judíos no conocieron el tiempo de su visitación (Véanse Lc 19.41–44) y rechazaron a su Rey.
B. LA PURIFICACIÓN DEL TEMPLO (VV. 12–16).
La corrupción interna de Israel se ve en cómo el templo se había transformado en casa de mercado.
La primera purificación al principio del ministerio de Cristo (Jn 2) no duró, porque los corazones de los líderes no cambiaron. Cristo citó a Isaías 56.7 y llamó al templo «mi casa» (v. 13), reclamando así ser Dios. También se refirió a Jeremías 7.11. Posteriormente, Cristo diría: «He aquí vuestra casa os es dejada desierta» (Mt 23.38; énfasis mío); por haber rechazado a su Rey, Israel ahora tenía un templo vacío. Cuando los líderes lo acusaron, Cristo citó el Salmo 8.2, que es un salmo mesiánico (Véanse Heb 2.5–9) apuntando al tiempo cuando Cristo reinaría sobre la tierra como Rey.
C. LA MALDICIÓN DE LA HIGUERA (VV. 17–22).
Mateo 24.32–33 y Lucas 13.6–10 dejan entrever que la higuera es una figura para referirse a Israel.
Esta higuera tenía hojas pero no fruto, ilustrando a Israel con su «espectáculo de religión» externa, pero sin frutos. Lucas 13.6–10 indica que Dios le dio a Israel tres años para que llevara fruto, pero la nación falló. Cristo usó el milagro como una lección de fe, sugiriendo que fue la incredulidad de Israel lo que le acarreó el juicio. ¡Qué fácil es tener «apariencia de piedad» (2 Ti 3.5) pero nunca llevar fruto!
Muchos cristianos engañadores oirán a Cristo decir: «Apartaos de mí, malditos», (Mt 25.41) porque no tienen «nada, sino hojas solamente» (21.19).
En estas tres señales, entonces, Cristo revela la ceguera espiritual de Israel, su corrupción interna y su carencia externa de fruto.

II. TRES PARÁBOLAS RESPECTO A ISRAEL (21.23–22.14)

De 21.23 a 23.39 Cristo está en el templo contendiendo con los líderes. En 24.1 sale del templo y ¡nunca más vuelve a entrar allí! «Icabod» estaba ahora escrito sobre el templo: «Traspasada es la gloria» (1 S 4.19–22). Por supuesto, los judíos cuestionaron su autoridad y Él les llevó al ministerio de Juan el Bautista. ¿Por qué? Porque ellos sabían que Juan dijo la verdad, y sin embargo le rechazaron.
Dios no revela la nueva verdad hasta que obedezcamos la que ya ha revelado. Habiendo rechazado a Juan, los judíos no merecían una respuesta de parte de Jesús. Jesús dijo tres parábolas concernientes a la nación de Israel.
A. LOS DOS HIJOS (VV. 23–32).
Aquí vemos a Israel como un hijo desobediente a su Padre. La viña habla de Israel (Is 5.1–7; Sal 80.8–16). Al rechazar a Juan el Bautista los judíos desobedecieron al Padre que le envió. Los pecadores, sin embargo, ¡oyeron a Juan y entraron en el reino de Dios!
B. LOS INQUILINOS MALVADOS (VV. 33–46).
Dios hizo mucho por Israel, esperando que la nación llevara fruto para su gloria, pero la nación se rebeló contra Él y rehusó llevar fruto. Dios envió muchos profetas y siervos para comunicarse con ella, pero Israel a unos maltrató y a otros mató. Entonces Dios envió a su Hijo, ¡y ellos lo mataron! Incluso «lo echaron fuera de la viña» (v. 39; Véanse Heb 13.11–13). Los judíos mismos pronunciaron su propia sentencia en el versículo 41, y Dios hizo exactamente lo que ellos dijeron. Les quitó sus privilegios espirituales, destruyó Jerusalén y dio su bendición a los gentiles.
Cristo citó el Salmo 118.22–23 llamándose a sí mismo «la piedra que desecharon los edificadores» (v. 42, Véanse Is 28.16). Pedro llamó a los líderes de Israel «vosotros los edificadores» (Hch 4.11), y Romanos 9.33 y 1 Pedro 2.4–8 apunta a Cristo como la piedra de tropiezo para Israel, pero cimiento de la Iglesia. El pecador que «cae sobre la piedra» en humildad será quebrantado, pero salvo, sin embargo, el rebelde que resiste a Cristo lo despedazará la piedra en el juicio.
C. LA FIESTA DE BODAS (22.1–14).
El Padre llamó a los invitados (Israel) para que disfrutaran de las bendiciones por causa de su Hijo.
Sin embargo, la nación despreció las invitaciones: el versículo 3 quizás indica la invitación de los apóstoles cuando el Señor estaba en la tierra; y los versículos 4–6 la invitación durante los primeros capítulos de Hechos, cuando el mensaje fue ofrecido nuevamente a los judíos. Israel resistió al Espíritu (Hch 7.51–52) y esto acarreó el juicio nacional, incluyendo la ruina de Jerusalén (v. 7). Entonces el Rey se volvió a los gentiles, como ocurrió en Hechos 10, después que la nación selló su decisión al matar a Esteban y perseguir a la Iglesia.
Los versículos que cierran la parábola (11–14) enfatizan que los invitados deben recibir un vestido de boda del Rey para ser admitidos. El Rey llamó «malos y buenos» (v. 10), pero les proveyó un vestido que les haría aceptos. Esto habla del don de la justicia que Dios provee mediante Cristo para todo el que cree (2 Co 5.20). No ponga esta escena en el cielo, porque sin dudas nadie entrará en el cielo sin la justicia de Cristo. Estos versículos advierten a los falsos profesantes a no responder a la invitación externa, sin recibir al Señor internamente.
Estas tres parábolas muestran la historia espiritual de Israel. Dios escogió a la nación para que llevara fruto (la viña y la higuera), y falló por no fructificar. Desobedeció al padre (la parábola de los dos hijos), crucificó al Hijo (parábola de los inquilinos malvados), y resistió al Espíritu (parábola de la fiesta de bodas). Hoy la nación ha sido dejada a un lado y las bendiciones de Cristo se han dado a la Iglesia hasta que llegue la plenitud de los gentiles (Ro 11.25).

22

Analizamos los primeros catorce versículos en la sección anterior. El resto del capítulo se relaciona a preguntas que los escribas y fariseos le hicieron a Jesús tratando de «sorprenderle en alguna palabra» (v. 15).

I. UNA PREGUNTA ACERCA DEL TRIBUTO (22.15–22)

Esta pregunta la hicieron los herodianos, un grupo religioso con ambiciones políticas. En tanto que el NT no nos da mucha información de ellos, parece ser que estaban en componendas con Herodes para cooperar con Roma. Se oponían a los fariseos que detestaban el gobierno romano, pero estos dos enemigos se unieron para oponerse a Cristo.
La pregunta sobre el tributo era muy delicada. Si Cristo se oponía al tributo a Roma, podía ser arrestado como traidor; pero si favorecía el tributo a César, hubiera perdido los corazones de los judíos que detestaban a los gobernantes romanos. La respuesta de Cristo muestra que el verdadero hijo de Dios tiene obligaciones tanto hacia Dios como para su patria. Como D.L. Moody solía decir: «Un cristiano no debe ser tan celestial en su pensamiento, que no sea bueno para nada en la tierra».
Romanos 13 y 1 Pedro 2.13–18 nos enseña que los cristianos deben obedecer la ley y honrar a sus líderes. El mejor ciudadano es un ciudadano cristiano.
De la misma manera que César estampaba su imagen en la moneda, así Dios ha estampado su imagen en el hombre (Gn 1.26–27). El pecado ha desfigurado esa imagen, pero esta se restaura a través de Cristo (Ef 4.24: Col 3.10). La parábola de la moneda perdida en Lucas 15.8–10 sugiere que el hombre, hecho a imagen de Dios, está perdido y en esa condición jamás podrá reflejar la imagen de Dios.

II. UNA PREGUNTA ACERCA DE LA RESURRECCIÓN (22.23–33)

Ahora los saduceos entran en escena con una pregunta doctrinal. De nuevo vemos cómo los fariseos y saduceos, que eran enemigos entre sí, se unen para oponerse a Cristo. Presentan una pregunta hipotética acerca del matrimonio en la vida futura, basada en la ley del AT de que un hombre debía casarse con la viuda de su hermano para perpetuar la familia (véanse Gn 38.8; Dt 25.5–10). Ignoraban, dijo Jesús, el poder y la Palabra de Dios. Explicó que el matrimonio humano, como nosotros lo conocemos, no existirá en la vida futura, sino que las personas serán como los ángeles, esto es, viviendo en un mundo espiritual no controlado por leyes humanas. (Esto no significa que seremos ángeles, sino que seremos como ellos respecto al matrimonio. Los santos siempre reinarán como hijos de Dios y no como siervos o ángeles.)
Cristo respondió a sus críticos con la Biblia, refiriéndose a Éxodo 3.6, 15–16. Dios dijo: «Yo soy el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac y el Dios de Jacob» (Mt 22.32), no «Yo fui el Dios». Esto quiere decir que estos hombres aún viven y con Dios. La muerte no destruye a la persona, aun cuando el cuerpo se torne en polvo. De ese modo Jesús enseña que el alma existe después de la muerte y que los que tienen fe van a estar con Dios. Pero Dios salva a la persona completa, incluyendo el cuerpo que será glorificado (Flp 3.20–21). Por consiguiente, la continuación de la vida después de la muerte (algo que los saduceos negaban) es en sí misma prueba de una resurrección futura. ¡El poder de Dios es suficiente para levantar a los muertos!

III. UNA PREGUNTA ACERCA DEL GRAN MANDAMIENTO (22.34–46)

Ahora los fariseos aparecen abiertamente para hacer una pregunta legal acerca de la ley del AT. (La expresión «había hecho callar» en el v. 34 literalmente significa «poner bozal». ¡Esto muestra de qué forma Jesús silenció a sus enemigos!) Los expertos de la ley debatían sobre cuál de los muchos mandamientos era el más grande. Dividían los mandamientos en «pesados» y «ligeros» y separaban las «leyes rituales» de las «leyes morales». ¡Llegó al punto en que el más pequeño detalle de la ley ritual era tan obligatorio como las grandes leyes morales de Dios! Los fariseos pensaron que podían atrapar a Jesús forzándole a tomar partido en esta cuestión teológica controversial.
De nuevo Jesús apeló a las Escrituras, y citó Deuteronomio 6.5 y Levítico 19.18. Amar a Dios y amar al prójimo: estos dos mandamientos resumen la ley entera (Véanse Ro 13.8–10). En lugar de debatir, deberíamos obedecer y asegurarnos de amar a Dios y a los demás. Este es el verdadero corazón de la religión. Por supuesto, nadie puede amar a Dios sin conocer a Jesucristo como Salvador (Jn 8.42).
Y cuando usted conoce y ama a Dios, el amor de Dios se le dará a otros (Ro 5.5). Después de silenciar a los herodianos, saduceos y fariseos, Cristo mismo hizo una pregunta (Mt 22.41–42), ¡y nadie pudo contestarle! Se refirió al Salmo 110.1 donde David le llama «Señor». Nótese que Cristo afirma que David escribió el Salmo, lo escribió inspirado por el Espíritu (v. 43), y lo escribió respecto a Cristo, el Hijo de David. Su pregunta fue: «Pues si David le llama Señor [que significa que es Dios], ¿cómo es su hijo?» (v. 45). La respuesta se la da en Mateo 1–2: el nacimiento virginal de Cristo. Como Dios eterno Cristo es el Señor de David, pero como Dios-Hombre, que vino en carne, es el Hijo de David.
Si los escribas y fariseos hubieran contestado a esta pregunta sincera y correctamente, hubieran tenido que reconocer el mesiazgo de Cristo. Pero en la dureza de su corazón rechazaron la verdad y acudieron a maneras más diabólicas para silenciar al Señor. Eran hijos del diablo (Jn 8.44); habían tratado con mentiras y habían fallado, ahora tratarían de matarlo.
Si usted lee todo el Salmo 110 notará que se refiere tanto al sumo Sacerdocio de Jesucristo, como a su conquista sobre sus enemigos. Pedro lo citó en Pentecostés (Hch 2.32–36) para demostrar la resurrección de Cristo, y también Hebreos 10.13 lo cita. Rechazado como Rey de los judíos, Cristo se volvió a los gentiles y llegó a ser el sumo Sacerdote de todos los que confían en Él. Cuando Él regrese a la tierra, hará de sus enemigos estrado de sus pies. Entretanto, pacientemente está esperando (Heb 10.13) hasta ese día de juicio y triunfo.

23

Después de silenciar a sus enemigos, Cristo procedió a desenmascararlos abiertamente. En el Sermón del Monte dijo que si esperamos entrar en el reino de los cielos, nuestra justicia tenía que exceder a la de los escribas y fariseos (Mt 5.20). Dejó al descubierto la hipocresía de ellos y mostró concluyentemente que la simple «religión» nunca hará santa a la gente. Sin dudas que esta exposición pública enfureció a los fariseos y tuvo mucho que ver con la crucifixión final de Cristo.

I. EXPLICACIÓN PARA LAS MULTITUDES Y LOS DISCÍPULOS (23.1–12)

Los fariseos aparecieron como grupo durante el tiempo de la historia de Israel cuando los griegos presionaron a la nación a que se olvidara de su ley y adoptara una posición liberal. Hombres como Esdras (Esd 7.10) permanecieron fieles a la fe, protegieron la ley y se separaron de toda contaminación pagana. Llegaron a ser los intérpretes oficiales de la ley cuando Israel no tenía profetas ni sacerdotes que les enseñaran. En este sentido los fariseos «se sentaban en la cátedra de Moisés». Jesús no le dijo a la gente que observara todas las cosas que los fariseos enseñaban, sino solamente las que eran fieles a la Ley de Moisés. Cristo mismo rechazó muchas de sus enseñanzas (véanse Mt 5.21–6.18; 12.1).
El gran pecado de los fariseos era la hipocresía basada en el orgullo. Su religión era externa, no interna; era para impresionar a la gente, no para agradar a Dios. Imponían pesadas cargas sobre la gente, en tanto que Cristo vino para dar libertad (Lc 4.18–19). Amaban los títulos y el reconocimiento público, y se auto-exaltaban a expensas de otros. Llevaban consigo cajitas que contenían porciones de las Escrituras («filacterías»: al parecer basadas en Éx 13.16; Dt 6.8; 11.18) y agrandaban los flecos de sus vestiduras (Nm 15.38) para pregonar su celo religioso. Tenían la «apariencia de piedad», pero no el poder (2 Ti 3.5), mientras que por los bordes del vestido de Cristo fluyó poder que cambia vidas (Mt 9.20; 14.36).
Vemos a la Trinidad en los versículos 8–10. Tenemos un «Maestro» (que quiere decir profesor), el Espíritu Santo (v. 8; «el Cristo» debería omitirse); tenemos un Padre (v. 9); y tenemos un Líder («Maestro» aquí quiere decir líder), que es Cristo (v. 10). El que los hombres tomen el lugar del Padre, o del Hijo, o del Espíritu, es desobedecer la Palabra de Dios y hacer que la gente se descarríe.

II. CONDENACIÓN DE LOS FARISEOS (23.13–36)

Hay ocho «ayes» aquí, y usted puede contrastarlos con las ocho «bienaventuranzas» de Mateo 5.3–12. «Los pobres en espíritu» heredarán el reino (5.3), mientras que los orgullosos cierran «el reino de los cielos» (v. 13). Los que lloran recibirán consolación (5.4), mientras que los devoradores recibirán condenación (v. 14). Los mansos «recibirán la tierra por heredad» (5.5), pero los orgullosos envían la gente al infierno (v. 15). Dios llena a aquellos que tienen hambre de santidad (5.6), pero los codiciosos de ganancia material se irán vacíos (vv. 16–22). Los misericordiosos «alcanzarán misericordia» (5.7), pero los fariseos rechazaron la misericordia al especializarse en trivialidades (vv. 23–24). «Los de limpio corazón» verán a Dios (5.8) en tanto que los religiosos por fuera son corruptos internamente (vv. 25–28). Los pacificadores y los perseguidos son «hijos de Dios» (5.9–12), pero a los asesinos y perseguidores se les llama «hijos del diablo» (vv. 29–33).
Jesús no pronunció estos «ayes» con un sentimiento de odio o malicia en su corazón. Hay un sentido de «tristeza compasiva» en estos versículos, a medida que el amante corazón de Cristo revela los corazones perversos de sus enemigos. Era angustia lo que reveló, no ira. ¿Cómo es que ellos «cerraron el reino»? (v. 13). Primero, al rehusar recibir el mensaje de Juan el Bautista (21.25–27; 11.16–19). Segundo, al rehusar reconocer a Cristo mismo (Jn 7.47). Tercero, al esconder de la gente el verdadero significado de las Escrituras (Lc 11.52). Al esconder «la llave de la ciencia» (Cristo, según se ve en las Escrituras) detrás de las tradiciones hechas por los hombres, escribas y fariseos, en realidad cerraban con llave la puerta del reino de los cielos. ¡Qué trágico cuando los «líderes religiosos» de hoy cierran la puerta dejando a la gente fuera del reino de los cielos al rechazar a Cristo, resistir a su Espíritu y negarse a predicar y enseñar su Palabra.
Los fariseos devoraban las viudas pobres y se adueñaban de sus posesiones bajo el pretexto de usarlas para Dios (v. 14). Eran mentirosos llenos de codicia y «embaucadores religiosos».
Sus valores eran confusos (vv. 16–22). Estaban interesados en el oro y las ofrendas, pero no en la adoración espiritual en el templo (Véanse Lc 16.14).
«Sepulcros blanqueados» (v. 27) se refiere a la práctica de pintar de blanco las tumbas a fin de que los judíos no se contaminen por accidente (Véanse Nm 19.16).
«La medida de vuestros padres» (v. 32) se refiere al creciente pecado de la nación desde los días del AT hasta Hechos 7, cuando finalmente resistieron al Espíritu (Véanse Hch 7.51; lea todo el discurso de Esteban para ver los detalles) y Dios dejó a un lado a Israel. Mataron a los profetas; permitieron que asesinaran a Juan; iban a crucificar a Cristo, a encarcelar a los apóstoles, matar a Esteban y «llenarían la medida». Cuando pecamos, escribimos nuestra propia sentencia de juicio.
«Generación de víboras» (v. 33) quiere decir «hijos del diablo» (véanse 3.7; 12.34; Jn 8.44; y revise la parábola de la cizaña que se encuentra en Mt 13).
Los hijos del diablo persiguen a los hijos de Dios (v. 35). Caín fue un hijo del diablo (1 Jn 3.12).

III. LAMENTO SOBRE JERUSALÉN (23.37–39)

Esta palabra final de lamento de Cristo indica que Dios les había dado a las personas muchas oportunidades de ser salvas, pero que ellos querían recibir su oferta. Dios no envía a las personas al infierno; se envían a sí mismas debido a su obstinación. «Vuestra casa» (v. 38) quizás se refiere a la casa de Israel, ilustrada por el templo. En 24.1 Cristo salió del templo y nunca más volvió a él, diciendo así simbólicamente: «Ustedes me han rechazado, por lo tanto su templo queda vacío». (Véanse Mt 13.1 donde Él dejó la casa [Israel] para irse junto al mar [los gentiles].) Llamó al templo «mi casa» en 21.13; pero ahora es «vuestra casa». Israel recibirá a su Mesías cuando Él regrese para establecer el reino en la tierra (Véanse Zac 12.10).
Entre el «bendito el que viene» de Mateo 21.9 y el «bendito el que viene» de Mateo 23.39 (todavía futuro) yace la edad de la Iglesia, la cual todavía no se había revelado. Los creyentes de hoy no buscan un rey terrenal, sino al Esposo celestial que vendrá en un abrir y cerrar de ojos.
LA PROFECÍA DE CRISTO EN EL MONTE (MT 24–25)
Aparte del Sermón del Monte y las parábolas de Mateo 13, ninguna otra parte de Mateo ha sufrido más malos entendidos que su discurso en el Monte de los Olivos. Muchas sectas usan Mateo 24.1–41, junto a Daniel 9.20–27 ¡para «probar» que Cristo ya ha regresado! Incluso muchos evangélicos bien intencionados confunden la cuestión al aplicar esta sección a la Iglesia en esta edad. Es importante que obtengamos una perspectiva general del discurso en el Monte de los Olivos antes de examinar los detalles.
Hay tres divisiones principales en el discurso: 24.1–44, que es principalmente judía; 24.45–25.30, que se relaciona a la cristiandad, la iglesia profesante que se ve en el mundo; y 25.31–46, que se refiere a los gentiles. Usted tiene, entonces, la división triple de la humanidad de hoy: los judíos, los gentiles y la Iglesia (Véanse 1 Co 10.32). El carácter judío de 24.1–44 se ve en lo siguiente:
1. El discurso brotó de una discusión respecto al templo judío (v. 2).
2. Los discípulos le preguntaron acerca de su venida y el fin del siglo. Esto no puede significar Su venida por la Iglesia, ni el fin de la edad de la Iglesia, porque estas verdades todavía estaban ocultas a los doce (Véanse Ef 3).
3. El Señor habla sobre la tierra de Judea, no de la tierra entera (v. 16).
4. Menciona el sabbat, una tradición judía (v. 20).
5. Les hace referencia a Daniel el profeta (v. 15), quien profetizó acerca de los judíos y de la ciudad de Jerusalén (Dn 9.24).
6. Advierte acerca de falsos cristos (vv. 3–5) y de falsos profetas (v. 11). Esta es una advertencia para los judíos, por cuanto los verdaderos creyentes no seguirán a un falso Cristo. Debemos estar alertas debido a los maestros y espíritus falsos (1 Jn 4.1–3; 2 P 2.1).
7. Dio el mensaje en el Monte de los Olivos, que en Zacarías 14.4 se asocia con Su regreso a la tierra para establecer el prometido reino judío.
La segunda sección (24.45–25.30) tiene una «atmósfera» diferente a la primera. Por otra parte, cada una de estas parábolas presenta a Cristo como dilatando su regreso (24.48; 25.5, 19). Puesto que los sucesos de la sección anterior tendrán lugar durante siete años de tribulación (Véanse el análisis de Mt 24–25), usted no puede poner estas parábolas en el mismo período; porque siete años difícilmente pudieran llamarse «retrasando su venida», o «después de mucho tiempo». Mateo 24.1–44 habla de un Cristo, un Rey, que regresará en un tiempo definido de acuerdo a las señales dadas, pero esta segunda sección muestra a un Señor, un Esposo y un Dueño rico que retrasa su regreso y viene cuando no se espera. Las tres parábolas describen la condición de la «cristiandad» cuando Cristo venga por su Iglesia. Es una mezcla de verdad y falsedad, buenos y malos, según se encuentra en Mateo 13. Estos versículos se refieren a la situación actual.
La sección final (25.31–46) presenta el juicio de los gentiles antes del establecimiento del reino.
Tenga presente, entonces, que la primera sección es judía, futura, y se aplica al período de la tribulación que ocurrirá después del Rapto de la Iglesia. La segunda sección se aplica a la cristiandad hoy, y mira hacia la venida de Cristo por los suyos. La tercera sección se refiere a los gentiles y mira hacia adelante, al fin de la tribulación y al establecimiento del reino de Dios en la tierra.
1. ANÁLISIS SUGERIDO DE MATEO 24–25
I. Introducción (24.1–3)
A. Jesús predice la destrucción del templo (vv. 1–2).
B. Los discípulos le hacen tres preguntas (v. 3).
1. ¿Cuándo será destruido el templo? Respuesta: Lucas 21.20–24. Esta pregunta no se contesta en Mateo.
2. ¿Cuál es la señal de su venida? Respuesta: Mateo 24.29–44.
3. ¿Cuál es la señal del fin del siglo? Respuesta: Mateo 24.4–28.
C. Jesús también habla sobre dos asuntos respecto a los cuales los discípulos no preguntaron:
1. La venida de Cristo por la Iglesia: Mateo 24.45–25.30
2. El juicio que Cristo hará a los gentiles: Mateo 25.31–46.
II. Regreso de Cristo e Israel (24.4–44)
Primeros 3½ 1. «Principio de dolores»: 4–8
Años de la semana 70 de Daniel
(1) Falsos Cristos: 4–5
(2) Guerras: 6
(3) Hambres: 7a
(4) Muerte: 7b–8
Ap 6.1–2 (anticristo)
Ap 6.3–4
Ap 6.5–6
Ap 6.7–8
2. SUCESOS QUE CONDUCIRÁN AL «FIN»: 9–14
(1) Mártires: 9,
(2) Caos mundial: 10–13,
(3) Predicación mundial: 14,
Ap 6.9–11
Ap 6.12–17
Ap 7: 144.000 judíos
«ENTONCES VENDRA EL FIN»
3. LA GRAN TRIBULACIÓN: 15–28,
(1) La abominación desoladora: 15, Ap 13
Últimos 3½ años de la semana 70 de Daniel,
(2) Advertencia a los judíos a que huyan: 16–20,
(3) La tribulación propiamente: 21–27,
(4) La reunión de las naciones en Armagedón: 28, Ap 16, Ap 19.17–18
4. «DESPUÉS DE LA TRIBULACIÓN»: 29–31,
(1) Señales en los cielos: 29,
(2) Venida de Cristo con poder: 30,
(3) Reunión de Israel («escogidos»): 31, Ap 19.11–21
5. TRES EXHORTACIONES PARA CONCLUIR: 32–44,
(1) La higuera: 32–35,
(2) Los días de Noé: 36–42,
(3) El padre de familia: 43–44,
«Conoced que está cerca» 33
«Velad» 42
«Estad preparados» 44

III. LA VENIDA DE CRISTO Y LA CRISTIANDAD (24.45–25.30)

Nótese: Estas parábolas son una cuadro de la «cristiandad» cuando Cristo venga por su Iglesia. Es una mezcla de buenos y malos, salvos y no salvos, como se muestra al reino en Mateo 13.
A. LOS SIERVOS FIELES E INFIELES (24.45–51).
B. LAS VÍRGENES PRUDENTES E INSENSATAS (25.1–13).
C. LOS SIERVOS ÚTILES E INÚTILES (25.14–30).

IV. LA VENIDA DE CRISTO Y LAS NACIONES GENTILES (25.31–46)

Nótese: Este juicio no debe confundirse con el juicio del gran trono blanco de Apocalipsis 20. Hay tres grupos aquí: «hermanos» (los judíos), «ovejas» (personas que los judíos recibieron durante la tribulación) y «cabritos» (personas que persiguieron a los judíos y rechazaron el mensaje).

24–25

I. INTRODUCCIÓN (24.1–3)

En este discurso Cristo responde a las preguntas que le presentaron sus discípulos en 24.3. Ellos preguntaron: «¿Cuándo serán estas cosas [la destrucción del templo]?» Él se los dijo (Véanse Lc 21.20–24), pero Mateo no registra la respuesta. Sucedió en el año 70 d.C. cuando Tito conquistó Jerusalén y destruyó la ciudad. «¿Qué señal habrá de tu venida?», recibe su respuesta en 24.29–44; y «¿Qué señal habrá, del fin del siglo?», encuentra su respuesta en 24.4–28.
Los acontecimientos descritos en Mateo 24.4–31 sucederán durante los siete años de tribulación posteriores al Rapto de la Iglesia. Esta es la semana 70 de Daniel descrita en Daniel 9.20–27. Este mismo período se describe en Apocalipsis 6–19. Es el tiempo cuando Dios verterá su ira sobre un mundo rebelde.

II. LA VENIDA DE CRISTO E ISRAEL (24.4–44)

A. PRINCIPIO DE DOLORES (VV. 4–8).
Estas son las señales que dicen al mundo que el juicio está empezando. Nótese cómo son paralelos a los sucesos descritos en Apocalipsis 6 (Véanse el cuadro sinóptico). Vemos estas señales en el mundo actual, indicando que el fin está cerca. No obstante, debemos admitir que muchas de estas señales siempre han estado allí, pero al verlas que se intensifican, sabemos que la venida del Señor está cerca.
B. SUCESOS QUE CONDUCIRÁN AL FIN (VV. 9–14).
La persecución de sus siervos (v. 9) se incrementará. Durante la tribulación Dios sellará a 144.000 judíos (Ap 7) que probablemente serán misioneros al mundo perdido (Mt 24.14), y mediante sus esfuerzos multitudes se salvarán. Sin embargo, muchos darán la vida por su fe. No aplique los versículos 13–14 al ministerio de la Iglesia hoy. El versículo 13 no tiene nada que ver con la salvación por gracia, y el versículo 14 no quiere decir que la Iglesia debe llevar el Evangelio a todo el mundo antes de que Cristo regrese. Ambos versículos se aplican al período de la tribulación.
C. LA GRAN TRIBULACIÓN (VV. 15–18).
El anticristo hará un pacto con la nación judía (todavía en incredulidad) por siete años («una semana» en Dn 9.27), y lo romperá después de tres años y medio, o en la mitad del período de tribulación. Establecerá su propia imagen en el templo judío (Dn 11.31 y 12.11) y forzará al mundo a adorarle (véanse Ap 13; 2 Ts 2.3–4). Nótese el pequeño paréntesis de Mateo: «el que lea, entienda» (v. 15). Los judíos que vivan durante este período de tribulación leerán Mateo 24 y sabrán qué hacer. Por cierto que muchas de las declaraciones de Daniel, Mateo 24–25 y Apocalipsis, que nos dejan perplejos, las entenderán quienes entonces sean creyentes. Cristo les advirtió a los judíos que huyan de Jerusalén (vv. 16–20), porque la última mitad de este período será una tribulación aún mayor, y finalizará con los ejércitos de las naciones reunidos en contra de Jerusalén.
«Los escogidos» en el versículo 22 son los salvados de Israel, no los creyentes de la Iglesia. Con el poder otorgado por Satanás, el anticristo realizará milagros (v. 24; véanse Ap 13.13–14; 2 Ts 2.8–10). Las naciones, engañadas por Satanás, se reunirán en Armagedón para entablar batalla contra Cristo (v. 28; Véanse Ap 19.17–18) y serán derrotadas.
D. DESPUÉS DE LA TRIBULACIÓN (24.29–31).
Habrá disturbios en los cielos (Jl 3.11–21) y después aparecerá la señal de su venida. No se nos dice en qué consistirá esa señal. Algunos creen que es la gloria shekiná que una vez reposó en el tabernáculo y en el templo. Cristo entonces vendrá a la tierra con sus santos, para establecer su reino prometido.
Habrá gran lamentación (Zac 12.10; Ap 1.7). Este es un regreso público, no es secreto. Y viene como Rey, no como Esposo. El ministerio de ángeles reunirá a Israel. (Para la reunión de Israel, véanse Is 11.11–12; 27.12–13; Dt 30.1–5.) En ese tiempo Israel recibirá a Cristo, ahora purgado de pecado e incredulidad, y la nación será el centro del reino. También tendrá lugar el juicio de los gentiles (Mt 25.31–46).
E. TRES EXHORTACIONES A ISRAEL (24.32–44).
La higuera es un símbolo de Israel (Lc 13.6–9; Jl 1.6–7; Os 9.10). Cuando veamos a Israel «que reverdece», sabremos que su venida se acerca. Esto quizás esté sucediendo en nuestros días. El versículo 34 enseña que los sucesos descritos abarcarán una generación en tiempo. («Esta generación» significa la generación viva en ese tiempo, no la de cuando Cristo estaba hablando. Algunos toman la palabra «generación» para afirmar que la nación de Israel nunca será destruida.) Justo como Noé y su familia sobrevivieron al diluvio, así Israel sobrevivirá a la tribulación. No diga que la palabra «tomada» de los versículos 40–41 significan «llevada al cielo», porque Jesús no está describiendo el Rapto de la Iglesia. En el día de Noé el diluvio llevó a la gente a juicio y dejó a Noé y a su familia para habitar en la tierra purificada. Cuando el juicio de Dios viene en la tribulación, uno será tomado (en juicio), pero otro será dejado en la tierra para entrar en el reino glorioso. Su exhortación final es que el creyente esté velando. Nosotros, como cristianos, no buscamos señales, sino a Él, una Persona (Flp 3.20). Sin embargo, por el giro que vemos en las condiciones del mundo, sabemos que su venida está cerca.

III. LA VENIDA DE CRISTO Y LA CRISTIANDAD (24.45–25.30)

Las tres parábolas de esta sección se refieren a la cristiandad cuando Cristo vuelva por su Iglesia (1 Ts 4.13–18). Abarca el mismo grupo mixto como Mateo 13: cristianos verdaderos y falsos, todos profesando conocer a Cristo. Esta sección pinta a Cristo como retrasando su venida (24.48; 25.5, 19), de modo que no puede encajar en los siete años de la tribulación que vimos en la sección anterior. No hay mención de señales; porque si las hubieran, ¡la gente sabría cuándo Él va a estar a punto de regresar y se prepararía! Estas parábolas describen las actitudes de los cristianos profesantes y nos exhortan a todos a estar listos y preparados para su venida. Algunos cristianos se avergonzarán cuando Él regrese.
A. LOS SIERVOS FIELES E INFIELES (24.45–51).
La Iglesia es la familia de la fe (Gl 6.10; Ef 2.19), y los siervos son los que deben alimentar a la familia espiritual. Cuando el corazón se enfría, la vida se torna descuidada. La vida mundanal empieza cuando nos olvidamos de que Cristo regresará (1 Jn 3.1–3). «Lo castigará duramente» del versículo 51 significa eso mismo. Se trata de la disciplina que Cristo ejercerá sobre los siervos infieles cuando regrese para dar a cada uno su recompensa. La palabra «hipócritas» significa «infieles», sugiriendo que los cristianos infieles se lamentarán ante el Tribunal de Cristo (véanse 1 Co 3.11–18; 2 Co 5.9–11).
Ningún creyente verdadero irá jamás al infierno (Jn 5.24). Este lenguaje sugiere que la pérdida de la recompensa será una experiencia muy dura.
Esta parábola nos exhorta a servir con fidelidad a Cristo, esperando su venida cada día. ¡Qué maravilloso motivo para el servicio oír su: «¡Bien, buen siervo y fiel!» (25.23). Si servimos para agradar a la gente, o para obtener ganancia, perderemos la recompensa. ¡Manténgase mirando hacia arriba!
B. LAS VÍRGENES PRUDENTES E INSENSATAS (25.1–13).
Mientras que la revelación completa de la Iglesia y de Cristo como el Esposo no se iba a realizar hasta más tarde, los discípulos no sabían que la relación de Cristo a los suyos era la de un Esposo.
(Véanse Mt 9.15 y Jn 3.29.) En 25.1 tenemos separación (había vírgenes); iluminación o testimonio (tenían lámparas, Flp 2.15–16); y expectación, puesto que fueron a esperar la llegada del novio. ¿No es este un cuadro de lo que la Iglesia debería estar haciendo hoy en día? Sin embargo, dentro del grupo había quienes no estaban preparadas, precisamente así como en «la Iglesia» (la cristiandad) hoy. Por supuesto, todos los creyentes están en la verdadera Iglesia y están listos para el cielo. Sin embargo, en la iglesia profesante, según la vemos, hay muchos que aparentan ser cristianos, pero que nunca han nacido de nuevo. Como dice Mateo 13, son cizaña entre el trigo.
Han pasado casi dos mil años desde que Cristo prometió regresar, y durante este tiempo la Iglesia se ha puesto a dormir. Los cristianos de este siglo han despertado a la gran verdad de la venida de Cristo y el clamor ha surgido: «¡Aquí viene el Esposo!» (v. 6).
No es necesario lograr que cada detalle de esta parábola signifique algo. El aceite quizás se refiera al Espíritu Santo, el cual todo verdadero creyente tiene dentro de sí (Ro 8.9). La principal lección de Cristo en esta parábola es: ¡Estén listos y alertas! Cuando Él regrese nos sorprenderemos al hallar que algunos de los que pensábamos que eran verdaderos cristianos, no estaban en ninguna manera preparados.
C. LOS SIERVOS ÚTILES E INÚTILES (25.14–30).
La primera parábola habló del servicio dentro de la familia; esta se refiere al servicio en el mundo.
«Talentos» no es lo mismo que «capacidades», porque en el versículo 15 Él les dio «a cada uno conforme a su capacidad». Los talentos representan oportunidades para usar nuestra capacidad para servir a Cristo. Nacemos con varias capacidades, pero Cristo nos da oportunidades para ejercer nuestras capacidades. Lo importante es ser fiel (Véanse 1 Co 4.2).
Los primeros dos siervos fueron fieles y duplicaron los talentos que habían recibido, de modo que ambos recibieron la misma recompensa (vv. 21, 23). El cristiano que es fiel en su esfera de servicio, aunque sea pequeña, recibirá la misma recompensa que la persona que parece tener un gran ministerio.
Hay que dudar de que al tercer siervo se le pueda llamar cristiano. Catalogó al Señor de «hombre duro» y dijo que «tuvo miedo» (vv. 24–25). En realidad, rehusó la recompensa al no usar la oportunidad que Cristo le dio. En el versículo 26 Cristo repite la acusación injusta del siervo (pero no afirma que sea verdad), y dice: «Por eso mismo, si estas cosas son ciertas, ¡debías haber trabajado más duro para complacerme! El principio se da en el versículo 29: al que se le da mucho, mucho se le exige. Si no usamos lo que Él nos da, lo perderemos y se le dará a otro.

IV. LA VENIDA DE CRISTO Y LOS GENTILES (25.31–46)

La gente confunde este pasaje al llamarlo «el juicio general», pensando que es lo mismo que el juicio del gran trono blanco de Apocalipsis 20.1–15. En la Biblia no hay tal cosa como juicio general.
Los santos verán sus obras juzgadas en el Tribunal de Cristo inmediatamente después del Arrebatamiento (2 Co 5.1–10). Los muertos no salvos serán revivificados para enfrentar a Cristo en el juicio ante el gran trono blanco, al final de los mil años del reino de Cristo (Ap 20.1–15). Este juicio es el de las naciones gentiles, al final de la gran tribulación.
Dios prometió, en su pacto con Abraham, que todas las naciones de la tierra serían benditas a través de Israel (Gn 12.1–3). Durante la tribulación Dios purgará a Israel, de modo que al finalizar los siete años habrá un remanente de creyentes esperando para recibir a Cristo. La nación de Israel recibirá a su Rey, y Cristo establecerá su reino sobre esta tierra, conforme se promete en Lucas 1.31–33, 67–80 y otros pasajes de las Escrituras. La pregunta es cuáles gentiles entrarán en este reino.
Nótese que hay tres grupos de personas en esta escena:
(1) las ovejas,
(2) los cabritos, y:
(3) a los que Cristo llama «mis hermanos» (v. 40).
«Mis hermanos» son los creyentes judíos que testificaron de Cristo durante el período de la gran tribulación. Puesto que serán enemigos del anticristo, aunque sellados y protegidos por Dios, sufrirán gran persecución. No podrán comprar ni vender y por tanto sufrirán hambre. Tendrán que huir de sus casas (Mt 24.15–21) y necesitarán lugares para quedarse. Sin trabajo y sin la marca de la bestia (Ap 13.17), no podrán conseguir ropa y andarán en harapos o desnudos. A muchos echarán en la cárcel.
Muchos gentiles durante este período creerán en el mensaje de los misioneros judíos (Mt 24.14; Ap 7.9–17). Entonces mostrarán amor y misericordia para estos judíos sufrientes, al alimentarlos, vestirlos y visitarlos en la cárcel, etc. Justo como Pablo persiguió a Cristo al hacerlo a sus santos (Hch 9.4–5), estos gentiles mostrarán amor por Cristo al demostrar amor por su pueblo. Estos actos de bondad no son las buenas obras que les darán la salvación (Ef 2.8–9); son prueba de su fe en el mensaje y de su amor por Cristo. Los gentiles que rechazaron a los mensajeros, rechazaron a Cristo (véanse Mt 10.16–23, 40–42). Su final, las tinieblas de afuera, el infierno.
Es importante notar que Cristo no juzgará en masa a las naciones gentiles, sino como individuos. La palabra «naciones» en el versículo 32 es de género neutro en el griego, en tanto que el verbo «apartará» apunta al pronombre masculino, refiriéndose a personas individuales. No habrá «naciones ovejas» o «naciones cabritos», sino «ovejas» que separarán de los «cabritos» en cada nación. En tanto que es cierto que Dios ha juzgado a naciones enteras por haber maltratado a los judíos (Egipto, Babilonia, etc.), la verdad aquí es que los individuos en aquellas naciones serán juzgados y sólo quienes han dado evidencia de fe en Cristo, por el amor mostrado a los «hermanos», entrarán en el reino. Tendrán vida eterna; los demás irán al castigo eterno.

26

Tres personas se destacan en el relato de las últimas horas del Señor antes del Calvario: Cristo mismo, Pedro y Judas Iscariote. Es interesante ver cómo se contrastan Pedro y Judas en este capítulo, cada uno enseñándonos lecciones espirituales por sus fracasos. Judas es una advertencia en contra de resistir la Palabra de Dios y rechazar a Cristo; Pedro es una ilustración de cómo un creyente puede resbalar y perder su testimonio. Nótese los diferentes lugares donde tuvieron lugar estos hechos.

I. EN BETANIA (26.1–19)

Esto también se relata en Juan 12, donde a la mujer que ungió a Jesús se le llama definitivamente María. Mientras que los líderes «religiosos» judíos estaban tramando matar a Cristo, ¡los creyentes en Betania le honraban! No sabemos quién haya sido Simón el leproso, pero el Señor lo debe haber curado, porque los judíos nunca hubieran participado en un banquete en la casa de un leproso. Esta no era la casa de María y Marta, aun cuando estaban allí y Marta servía (Jn 12.2).
El acto de amor de María fue aceptado por Cristo y criticado por los discípulos, siendo Judas el principal acusador (Jn 12.4–6). Juan explica el porqué Judas la criticó: Era ladrón y quería el dinero para sí mismo. (La palabra «sustraía» en Jn 12.6 significa que sacaba y se apoderaba de lo que había en el tesoro.) Es triste ver a Pedro estando de acuerdo con Judas y andando «en el consejo de malos» (Sal 1.1). Pronto estaría en el camino de los pecadores (Jn 18.18) y luego se sentaría en la silla de los escarnecedores (Lc 22.55), donde negaría a su Señor tres veces.
Es una cosa peligrosa que los cristianos se juzguen unos a otros, porque ese juicio siempre regresa sobre nuestras cabezas (Mt 7.1–5). Judas llamó «desperdicio» a la adoración de María, ¡pero Jesús dijo que era una recordación perpetua! Hasta este día, dondequiera que se predica el evangelio, se menciona a María y su acción de amor. Este penetrante reproche de Cristo aumentó la decisión de Judas para traicionarlo. Dejó Betania y se fue a complotar con los líderes judíos cómo arrestar a Cristo. Ellos acordaron darle treinta piezas de plata, como profetizó las Escrituras (Zac 11.12). Pedro, por otra parte, fue con Juan para preparar la Pascua para Cristo (Lc 22.8). A pesar de sus fracasos, Pedro amaba a Cristo y confió en Él, en tanto que Judas salió de ellos, debido a que no era uno de ellos (1 Jn 2.18–19).

II. EN EL APOSENTO ALTO (26.20–35)

Aquí vemos a Judas engañando y a Pedro jactándose. Jesús anunció que uno de ellos lo traicionaría, conforme profetizaba el Salmo 41.9. Cuando Judas le preguntó: «¿Soy yo, Señor? [Rabí, no Señor]», su lenguaje sugiere que esperaba una respuesta negativa. En otras palabras, pretendía que era fiel a Cristo, cuando ya se había rendido al demonio (Jn 13.2, 27).
Fue después de que Judas salió que Jesús instituyó la Cena del Señor. Nótese en el versículo 29 que Él prometió un reino literal. El «himno» que cantaron fue de los Salmos 115–118; lea estos salmos y vea las enseñanzas mesiánicas, especialmente en el 118. Fue cuando iban hacia Getsemaní que Pedro se jactó y todos sin excepción negaron las palabras de Cristo (y Zac 13.7) de que sus discípulos los abandonarían. Cuando un cristiano se opone a la Palabra de Dios, se encamina a meterse en problemas.

III. EN EL HUERTO (26.36–56)

Aquí vemos a Judas pretendiendo honrar a Cristo al besarle repetidamente, y a Pedro fallando al quedarse dormido cuando debía estar orando, luchando con una espada, cuando debía rendirse y huyendo después de jactarse de que moriría por el Señor. La «copa» (v. 39) fue el precio que Cristo pagaría al ser hecho pecado en la cruz. Su naturaleza santa se rebelaba en contra de la perspectiva de ser hecho pecado, y sin embargo su santa voluntad era una con la del Padre y voluntariamente entregó su vida.
Pedro, un pescador, trató de ser un soldado y ¡ganar victorias espirituales con un arma carnal!
Necesitamos acordarnos de que Cristo no necesita que lo defiendan. Nosotros luchamos contra Satanás, no contra sangre ni carne (Ef 6.10–18); las armas que usamos son espirituales, no carnales (2 Co 10.3–5; Heb 4.12). Moisés cometió la misma equivocación (Hch 7.22–28) y tuvo que pasar cuarenta años aprendiendo a dejar que Dios libre sus batallas.

IV. EN LA CASA DEL SUMO SACERDOTE (26.57–75)

Pedro no debería haberle seguido, mucho menos «de lejos» (v. 58). Zacarías 13.7 (Mt 26.31) profetizó que las ovejas serían esparcidas, y en Juan 18.8 Jesús claramente les dijo a los discípulos que se fueran. Él le advirtió a Pedro que Satanás estaba tras ellos (Lc 22.31–34) y que negaría a su Señor esa noche. Cuando los creyentes no escuchan la Palabra de Dios, siempre se meten en problemas.
Era ilegal que el concilio judío (el sanedrín) se reuniera y dictara sentencia por la noche, de modo que se reunieron de nuevo a la mañana siguiente (27.1) para hacer «legal» su decisión. El silencio de Cristo ante sus acusadores dio cumplimiento a Isaías 53.7. Su declaración en el versículo 64 retrocede hasta Daniel 7.13 y a las palabras que Él mismo les dijo a los fariseos respecto a sentarse a la diestra del Señor (22.41–46). Afirmaba ser Dios, y esto hizo que el sumo sacerdote dictaminara que era culpable de blasfemia (Lv 24.16).
Pedro ahora llega hasta lo último, se junta con los enemigos de Cristo y se calienta al fuego (Jn 18.18). Era una noche fría y sin embargo Cristo sudó «como grandes gotas de sangre» (Lc 22.44).
Pedro tenía su corazón frío, y debido a que su corazón no andaba bien, tuvo dificultad al responder a los que le cuestionaron (Véanse 1 P 3.15). Cuando el gallo cantó, Pedro recordó la Palabra. Su olvido de la Palabra le llevó a caer en el pecado y ahora, al recordarla, su corazón frío se calentó de nuevo (Lc 24.32) y lloró arrepentido. Después de su resurrección Jesús encontró a Pedro y el discípulo recibió su restauración a la comunión. ¡Qué contraste con Judas, el cual confesó su pecado a los sacerdotes, y luego salió y fue y se ahorcó! La tristeza de Pedro fue piadosa que dio como resultado el arrepentimiento y el perdón; la tristeza de Judas fue la «tristeza de este mundo [que] produce muerte» (2 Co 7.10).
Pedro comenzó a resbalar en Betania cuando se unió a Judas para juzgar a María. Luego se jactó de su devoción y no atendió a la Palabra de Dios, particularmente a las advertencias de Cristo. No veló ni estuvo en oración, sino que en lugar de eso se durmió. Sin embargo, aparentó espiritualidad al usar su espada. Siguió a Cristo cuando se le dijo que se fuera, y se mezcló con el enemigo buscando la comodidad carnal, mientras Cristo soportaba gran sufrimiento y vergüenza. Pero Pedro fue lo suficiente sincero como para admitir su pecado y confesarlo (1 Jn 1.9). Pedro perdió su discipulado, no su condición de hijo, y su comisión quedó restaurada en Juan 21. Judas rechazó a Cristo y se fue al infierno (Hch 1.18, 19).

27

I. JESÚS Y JUDAS (27.1–10)

Algunos han tratado de convertir a Judas en un héroe, diciendo que vendió deliberadamente a Jesús para asegurarse de que las profecías se cumplieran. Sin embargo, Jesús afirmó con claridad que Judas no fue ningún héroe, sino un diablo (Jn 6.70), y que aunque las profecías se cumplirían, seguiría siendo culpable de haber pecado deliberadamente (Mt 26.24). Su amor al dinero (y tal vez el deseo egoísta de ser un líder en un reino terrenal) lo mantuvieron en el grupo de los discípulos, pero su corazón nunca estuvo con Cristo. Él dijo: «He pecado» (v. 4), porque lo habían atrapado en el acto, pero no dio evidencia de arrepentimiento sincero. Rechazó la verdad, creyó una mentira y Satanás se apoderó de él (Jn 13.3, 27). Judas se quitó la vida porque Satanás es homicida (Jn 8.44). Pero nótese que Judas tuvo que confesar que Cristo era inocente (Mt 27.4). Le llamaba «Señor» (en 26.25 es «Rabí»), pero un día se verá obligado a llamarle Señor (Flp 2.9–11). La compra del «campo del alfarero» cumplió la profecía de Zacarías 11.13. Jeremías 18.19 también tiene que ver con un campo del alfarero; de modo que es posible que Jeremías pronunció la profecía en su tiempo, pero fue escrita por Zacarías más tarde.
La muerte de Cristo compró la redención del mundo: ¡la muerte de Judas compró un cementerio para extranjeros!

II. JESÚS Y PILATO (27.11–32)

Usted debe leer todos los relatos de los Evangelios para ver la intranquilidad e indecisión del gobernante romano. Una vez tras otra salió a la multitud, luego entró para interrogar a Jesús, todo esto mientras buscaba alguna manera de evitar tener que tomar una decisión. Pero ¡ningún hombre puede evitar tomar una decisión respecto a Cristo! A Pilato le advirtió su esposa y su propia conciencia y, sin embargo, con toda intención entregó a Cristo para que lo crucificaran. Es cierto que este era el plan de Dios (Hch 2.23), pero Pilato no puede ser considerado exento de culpa. Hechos 3.13 pone mucha de la culpa sobre los judíos mismos. El eterno plan de Dios nunca le niega al hombre la libertad de elección ni de la culpa subsecuente. Pilato pensó que la chusma pediría a Jesús, no a Barrabás, pero se equivocó.
Jesús no es «la selección del pueblo». Los hombres siempre pedirán un pecador, no al Salvador.
«Barrabás» significa «hijo del padre». Ellos rechazaron al Hijo de Dios, a cambio de ¡un asesino!
Nótese que Pilato, como Judas, testificó que Cristo era inocente (v. 24). La petición de los judíos en el versículo 25 fue contestada: La sangre de Cristo ha caído sobre ellos y sobre sus hijos, y estará allí hasta que la nación mire «a mí [Jesús], a quien traspasaron» (Zac 12.10). La ruina de Jerusalén en el año 70 d.C., la dispersión y persecución de los judíos y la ira futura de Dios sobre la tierra de Israel durante la tribulación, son todas respuestas a su petición.
Era costumbre que el criminal convicto llevara su cruz como testimonio de su culpa (Jn 19.17); pero en el camino los soldados «obligaron» a Simón a que la llevara en lugar del Señor. De esta manera Cristo no era el culpable; ¡Simón era el verdadero pecador!

III. JESÚS Y LOS ESPECTADORES (27.33–54)

Lea el Salmo 22 para ver una profecía gráfica de la crucifixión, y note cuántas de estas profecías se cumplen en este capítulo. ¡Qué cuadro sigue siendo el Calvario para la humanidad de hoy! Mientras que el Hijo de Dios sufre por el pecado del hombre, los soldados se juegan sus posesiones terrenas; los judíos se mofan de Él; la gente se sienta y se queda mirándole; y sin embargo un soldado romano confiesa: «Verdaderamente éste era Hijo de Dios» (v. 54). Se ridiculizaron los oficios de Cristo como Profeta y Rey. Negaron su profecía respecto al templo (v. 40; véanse Jn 2.19; Mt 26.61) y repetidamente se rieron de sus afirmaciones de ser Rey (vv. 37, 42).
Las tinieblas que se mencionan aquí (v. 45) fue algo evidentemente sobrenatural. No podía haber sido un eclipse, porque la temporada de la Pascua ocurría en luna llena. Fue la manera del Padre para velar la cruz mientras su Hijo llevaba los pecados del mundo y probaba por la humanidad la ira de Dios. El misterio de Dios el Padre abandonando a su Hijo Unigénito es demasiado profundo para que nosotros lo captemos y comprendamos.
Los tres sucesos de su muerte son asombrosos. El velo se rasgó debido a que su sangre abrió un camino nuevo y vivo a Dios (Heb 10.19–25). Es posible que este milagro hizo que muchos de los sacerdotes creyeran después en Cristo (Hch 6.7). Las tumbas se abrieron porque su muerte conquistó a la muerte (Heb 2.14–18). Los santos no salieron de las tumbas sino después de su resurrección, porque Cristo es hecho «primicias» (1 Co 15.20, 23). Judas y Pilato confesaron la inocencia de Cristo, así como el soldado romano (v. 54). Incluso la ira del hombre alaba a Dios.

IV. JESÚS Y SUS AMIGOS (27.55–66)

Después que Jesucristo finalizó su obra de redención, note que nunca más lo tocaron manos enemigas. Mientras que Cristo estaba siendo hecho pecado por nosotros, Dios permitió que la gente hiciera lo peor. Pero cuando la obra quedó terminada, Dios permitió que sólo los amigos de Cristo lo tocaran. Sin dudas, José y Nicodemo eran creyentes, de otra manera no se hubieran contaminado para la Pascua al sepultar el cuerpo de Jesús. Ya no necesitaban el cordero pascual; habían descubierto perdón en el Cordero de Dios. Nicodemo vino a Jesús de noche (Jn 3) y le defendió frente al concilio (Jn 7.45–53). Al parecer, Nicodemo y José de Arimatea hicieron lo que el concilio sugirió: «Escudriña y ve» (Jn 7.52). Al buscar en las Escrituras, el Espíritu Santo los iluminó de manera que comprendieron los sufrimientos y la gloria de Cristo. De la profecía de Daniel entendieron cuándo Él moriría y de otras Escrituras por qué y cómo moriría. Así, tenían preparada la tumba y las especias (Jn 19.38–42), y estaban cerca cuando Jesús murió. Así Dios, en su providencia, cuidó del cuerpo de su Hijo, y de esa manera se cumplió la profecía de Isaías 53.9.
Los líderes judíos recordaron lo que los discípulos olvidaron: que Cristo prometió salir de la tumba después de tres días. ¡Qué desafortunado resulta que Satanás y sus hijos conozcan la Biblia mejor que los cristianos! Los judíos llamaron a Cristo «aquel engañador» (v. 63), sin tan siquiera darse cuenta de
que un día la nación de Israel va a aceptar al «archi-engañador», el anticristo, y hará pacto con él.
«Aseguradlo como sabéis» (v. 65), fue todo lo que Pilato pudo decir. Pero ningún sello terrenal podía evitar que Cristo saliera de la tumba como había prometido.

28

Este capítulo registra «La resurrección del Rey» y forma el gran clímax de la historia del Evangelio.

I. LA IMPORTANCIA DE LA RESURRECCIÓN DE CRISTO

A. Prueba que Él es el Hijo de Dios (Jn 10.17,18).
B. Atestigua la verdad de las Escrituras (cf. Hch 2.31 con Sal 16.10).
C. Nos asegura nuestra resurrección futura cuando muramos (1 Ts 4.13).
D. Es una prueba del juicio futuro (Hch 17.30,31).
E. Es una de las verdades centrales del evangelio (1 Co 15.1–8).
F. Es la seguridad de nuestra herencia futura (1 P 1.3).
G. Es el fundamento del sacerdocio celestial de Cristo (Heb 7.23–28).
H. Da poder a la vida cristiana (Gl 2.20; Ef 1.18–20; Ro 6.4).

II. LA TUMBA VACÍA (28.1–10)

Debemos admirar a estas mujeres por su devoción a Cristo. Dios recompensó su amor al permitirles ver la tumba vacía y oír el mensaje de la resurrección que el ángel dio. La piedra no la movieron para permitir que Cristo saliera; ¡la quitaron para permitir que los hombres miraran y vieran que Él ya no estaba allí! El verdadero mensaje de la resurrección es: «¡Vengan y vean[...] vayan y digan!» Para el creyente cada domingo es un día de resurrección.
La mortaja vacía que estaba en la tumba tenía la forma del cuerpo de Cristo, como un capullo vacío.
Esto prueba que no robaron su cuerpo, sino que Él salió a través de los lienzos mortuorios y los dejó detrás como testimonio de un milagro. Si hubieran robado su cuerpo, lo hubieran hecho o bien sus amigos o sus enemigos. Si fueron los enemigos, hubieran podido mostrarlo y silenciar a los discípulos.
Si fueron los amigos, no hubieran estado dispuestos a dar sus vidas por una mentira, ¡y sus amigos ni siquiera creían que Él se levantaría de entre los muertos!

III. LA PRUEBA DE LA RESURRECCIÓN DE CRISTO (28.11–15)

A. LA RESURRECCIÓN DE CRISTO ES UN HECHO HISTÓRICO ACEPTADO, Y LA PERSONA QUE LO CUESTIONA O LO NIEGA DEBE PROBAR QUE ÉL NO SE LEVANTÓ DE ENTRE LOS MUERTOS. El mismo Satanás que trató de destruir a Cristo en la cruz, quiere ahora que los hombres crean que el Señor todavía está muerto. Fue Satanás, el mentiroso, el autor de la conspiración entre los judíos y los soldados en Mateo 28.11–15.
B. LA PERSONA DE CRISTO EXIGE QUE SEA LEVANTADO DE ENTRE LOS MUERTOS. Como Hijo de Dios, la muerte no lo podía retener (Hch 2.24).
C. CRISTO PROMETIÓ QUE RESUCITARÍA DE LOS MUERTOS. Su vida virtuosa probó que siempre dijo la verdad, e incluso sus enemigos no pudieron hallar falta en Él. O bien salió de la tumba, o fue un mentiroso.
D. TESTIGOS OCULARES TESTIFICARON DE QUE HABÍAN VISTO A CRISTO (LC 24.33–36; JN 20.19, 26; HCH 1.3, 21–22). En una ocasión más de quinientas personas vieron a Cristo vivo (1 Co 15.6). Algunos incrédulos dicen que estos primeros testigos estaban «hipnotizados» o que sufrían de «alucinaciones auto-impuestas». Pero sería imposible que al mismo tiempo hipnotizaran o sufrieran alucinaciones quinientas personas.
E. EL CAMBIO EN LOS PRIMEROS CRISTIANOS PRUEBA QUE ÉL RESUCITÓ DE LOS MUERTOS. Cuando usted se detiene a pensar que Pedro y los otros apóstoles no esperaban la resurrección, el cambio asombroso en sus vidas prueba que deben haber encontrado a Cristo. ¡Pedro fue un cobarde un día y un predicador poderoso unas pocas semanas más tarde!
F. LA CONVERSIÓN DE PABLO (HCH 9) PRUEBA QUE CRISTO ESTÁ VIVO. Ninguna «idea ilusoria» o «mito» podría cambiar a este dedicado rabí judío y convertirlo en un fervoroso predicador cristiano.
G. LA EXISTENCIA DEL NT, LA CONTINUACIÓN DE LA IGLESIA Y LA SIGNIFICACIÓN DEL DÍA DEL SEÑOR SON PRUEBAS DE QUE CRISTO ESTÁ VIVO.
H. POR SUPUESTO, LA MEJOR PRUEBA ES LA CONVERSIÓN DEL PECADOR. «¿Me preguntan cómo sé que Él vive? ¡Vive en mi corazón!»

IV. LA GRAN COMISIÓN (28.16–20)

¿Ha notado las escenas de los montes en Mateo? Tenemos el Sermón del Monte (caps. 5–7), el monte de la transfiguración (cap. 17), la profecía en el Monte de los Olivos (caps. 24–25), la crucifixión en el monte Calvario y ahora la reunión final con los discípulos en un monte de Galilea.
Nótese los «universales» en este pasaje:
A. «TODA POTESTAD» (V. 18, AUTORIDAD).
Este no era ya más el humilde campesino de Galilea, sino ¡el poderoso Hijo de Dios! En su muerte y resurrección conquistó a Satanás, el pecado y la muerte. Dios le dio toda autoridad en sus manos. En Mateo 4.8–10 Satanás llevó a Cristo a una montaña y le ofreció todos los reinos del mundo. Aquí en el monte de Galilea Cristo proclamó que ahora tenía toda autoridad y que Satanás había sido derrotado.
B. «TODAS LAS NACIONES» (V. 19).
«Haced discípulos» significa «discipular». Esta es una comisión a llevar el evangelio a todas las naciones, y es un cambio definido de 10.5–6 donde la comisión se limitó a los judíos solamente. La evangelización sola no es toda la comisión; después que las personas se ganan, deben bautizarse, lo cual sugiere el compañerismo de una iglesia local. También se les debe enseñar, lo cual sugiere la enseñanza y la predicación de la Palabra de Dios. Por favor, tenga presente que nuestra comisión no es simplemente «ganar almas». Es «hacer discípulos», lo cual incluye ganarlos, traerlos dentro del compañerismo cristiano y edificarlos en la fe. En tanto que agradecemos a Dios por cada ministerio cristiano que es fiel al Señor y su Palabra, cualquier cosa que se haga debe estar ligada a la iglesia local.
D. «TODAS LAS COSAS» (V. 20).
Un discípulo es un aprendiz y debe enseñársele «todas las cosas que os he mandado». Esto incluye la Palabra de Dios completa. El hombre debe vivir de toda Palabra de Dios (4.4). Toda la Escritura es útil (2 Ti 3.16). La iglesia que no enseña a las personas todo el consejo de Dios (Hch 20.27), no está obedeciendo la Gran Comisión.
D. «TODOS LOS DÍAS» (V. 20).
¡Qué tremenda seguridad! «Yo estoy con vosotros todos los días!» En Mateo 1.23 se le llama «Emanuel», Dios con nosotros, y aquí Él reafirma ese nombre. Él está con nosotros por medio de su Espíritu, en su Palabra, por su cuidado providencial y con su divina presencia. Esta es la promesa que llevó Livingstone al corazón de las tinieblas en Africa, y que ha estimulado y capacitado a los mensajeros de Cristo a través de los años.
Mateo termina su Evangelio con una responsabilidad de parte del cristiano: llevar el evangelio a todas las personas. No todos serán salvos, pero todos merecen la oportunidad de oír el evangelio.